jueves, 21 de mayo de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: Valgrande-Pajares a nuestro rollo.

¡Hola a todo el mundo!

El fin de semana pasado hicimos un par de buenas rutas de cara a preparar futuros retos de mayor dureza y, puestos a forzar, se nos ocurrió que sería una idea cojonuda hacer la Valgrande - Pajares a nuestro rollo. Mucho puerto, bastantes kilómetros y buenos paisajes eran los objetivos primordiales.

Saldríamos Buka y yo, desde Villamanín, con la sana intención de preparar la Clásica de los 10.000 del Soplao. Y el hecho de salir Buka y yo implicaba varias cosas. Una de ellas era que nos íbamos a partir la caja, riéndonos todo el santo rato. Y otra era que, despacio precisamente no íbamos a ir, con lo que si a esto último le sumamos la kilometrada y los puertos que subiríamos, el día tenía pinta de pasar a nuestra historia personal y del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN en general.

También había que tener en cuenta que no estaríamos solos durante la ruta. El sábado tanto Rubén como David, otros compañeros del ASFALTO, habían hecho otro etapón de 160 kilómetros subiendo Vegarada y Valdorria entre otras cosas. Así que ellos estaban muy pendientes de nuestros pasos, dándonos ánimos constantemente a través del típico grupo del Whatsapp. Por otro lado, Manuel, otro compañero del ASFALTO, ese mismo domingo se liaría la batamanta a la cabeza y también completaría una etapa de 150 km en solitario, y eso que ha empezado en esto del CICLOTURISMO este año.

Y para completar la movilización del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN tanto Vega como Susana iban a realizar parte del recorrido de la Valgrande - Pajares, enlazando con Buka y conmigo más adelante, cuando nosotros ya estuviésemos subiendo Pajares.

Así que, durante todo el fin de semana íbamos a estar trepando por todos los lados. Cosas de estar motivados y del buen rollo que manejamos, ya ves. 

Así que con todos los pronósticos favorables, quedamos Buka y yo a las muy frescas 7:00 de la mañana. Un olvido mío hizo que esta hora se retrasase, con lo que salimos de León en dirección a Villamanín a eso de las 7:30. Nos daba tiempo hasta a tomar un café, ¡qué demonios!

Pero había que vestirse, ponerse a tono, dar un masaje a Buka en la espalda (sí, así fue, y muy orgulloso que estoy de haber masajeado a tremendo jamelgo) y pegar un pequeño engrase a las máquinas. Ya estábamos listos para comenzar a pedalear.


Con nuestras flamantes equipaciones del Club que tantísimo están gustando y que tantísimo nos están gustando a nosotros sobre todo, tomábamos el desvío en dirección al valle de Casares, sin lugar a dudas uno de los parajes más impresionantes de toda la provincia de León.

A esas horas, serían las 8:30 de la mañana, hacía un poco de fresco pero tanto el cielo como la ausencia total de viento parecían indicar que tendríamos un clima sobresaliente. 

El primer obstáculo en nuestro camino sería el Puerto de Aralla por el túnel. Sería lo más sencillo que nos íbamos a encontrar en todo el día, la verdad, pero aunque fuese duro daría lo mismo porque estábamos enfrascados en contemplar el paisaje, hablar de una y otra cosa y, sobre todo, haciendo un poco el canelo...


- ¿Cómo me puede gustar tanto hacer el mono, Buka?
- Yo qué sé, tío.

Así que, después de esta conversación propia de dos Premios Nobel, proseguimos con la ascensión que, como digo, no es dura ni muchísimo menos pero no dejaba de ser la primera del día y aún nos quedaba muchísima tela que cortar. Pero la cosa es que Buka y yo cuando salimos juntos, al final nunca vamos despacio. Cuando no es uno es otro, siempre hay alguien que aprieta el ritmo. Pero éramos prudentes. La garbanzada del día prometía ser épica.


Mientras subíamos yo no hacía más que recordar la última vez que había pasado por esta zona. Había sido como dos meses atrás, quince grados menos y veinte centímetros más de nieve en las cunetas. ¡Qué frío pasé aquel día! Fue con Vega, que es un verdadero héroe, y que conoce todos los caminos habidos y por haber, además de las fuentes. Así que recordando las enseñanzas de mi amigo Vega, vimos la fuente que hay a mano derecha según se sube y que la última vez tuvimos que rebuscar entre la nieve. Este primaveral día no hizo falta.

Pero ya estábamos arriba, así que tocaba sacarse unas fotillas para conmemorar la conquista del primer puerto de este épico día.




Un descenso, un poco de fresco en la cara y el cuerpo y, en nada y menos, ya estábamos en el Pantano de Luna. ¡Y cómo estaba el pantano! Estaba hasta arriba. Las tremendas nevadas de este año han dado sus frutos, la verdad. Además, la fotografía resultante era increíble. Parecía que estábamos en Suiza o algo parecido.


Había que llegar al desvío del Puerto de Ventana. Sería éste el único momento del día en el que rodaríamos por un terreno más o menos llano, así que lo íbamos a disfrutar. Seguía sin haber viento y a penas había tráfico, con lo que estábamos super cómodos. Charleta animada, risas, montañas preciosas, el pantano y el Puente de Luna presidiéndolo todo.


Unos pocos kilómetros más adelante nos estaba esperando el Puerto de Ventana. Por esta vertiente no es tan duro como por el lado asturiano, en efecto, sin embargo quien piense que subir Ventana por León en un paseo por el parque, se equivoca.

Es el típico puerto en el que ves la subida durante todo el tiempo, lo cual es bueno y malo a la vez. Bueno, porque ves lo que te queda y vas calculando. Y malo porque ves lo que te queda y vas calculando dónde se te van a acabar las fuerzas.

Llegamos al desvío en dirección a San Emiliano y, poco a poco, la carretera iba picando para arriba. Después de tener que detenernos debido a que un rebaño de vacas y algún que otro toro nos echó un pulso de paciencia en medio de la carretera, y del cual no hay fotos debido a que los teníamos un poco en la garganta ya que los "animalitos" no tenían buenas ni sanas intenciones, comenzamos a subir el puerto.


Ocurrió como casi siempre que salimos Buka y yo. Primero uno sube un puntito el ritmo, luego el otro le sigue y sube otro punto. Cuando menos te lo esperas estás hablando y, en esta ocasión, Buka concluye con la respiración entrecortada:

- El 105.....es un grupo......que está muy...bien.....LUEGO HABLAMOS, ANDA....

Y el Puerto de Ventana estaba haciendo acto de presencia en toda su majestuosidad porque, vuelvo a repetir, sin ser tan duro como por la otra vertiente, te instalas en un 6% machacón y cansino y de ahí no bajas.

La animada conversación termina para dejar paso a esa concentración que surge cuando estás subiendo a ritmo un puerto. Te metes dentro de una especie de burbuja de la que sólo es capaz de sacarte el cartel marrón del puerto en cuestión.

Por fin llegamos arriba. El ritmo y el porcentaje constantes se habían pegado a las piernas como un chicle pero lo habíamos logrado. El segundo objetivo del día, conseguido. Aún quedaban más de 100 km para terminar la etapa y las cosas marchaban más que bien.


Ahora tocaba bajar Ventana por la eterna vertiente asturiana que, por cierto, han asfaltado en los tramos que estaban al borde de convertirse en camino, con lo que el descenso se prometía animado. Eso sí, antes de iniciarlo, haríamos unos amiguetes. Y es que un trozo de barrita de cereales hace maravillas.



Como Buka y yo ya tenemos un largo historial a la hora de hacernos amiguetes equinos, no tardamos en hacer buena amistad, de lo cual unos turistas de la zona dieron cuenta en forma de fotos que vete tú a saber dónde andan. Igual aparecemos en Jara y Sedal o algo así. En fin.

La cosa es que tocaba bajar y en este tipo de situaciones, no sé muy bien por qué pero la verdad es que suelo ponerme yo en cabeza. Me gusta bajar, lo cual no significa ir haciendo el animal. Una trazada bien hecha no implica ir a toda hostia, hablando pronto y mal.

Y en plena trazada precisamente, se produjo una de las situaciones curiosas del día. Os pongo en situación.

Zona tremendamente boscosa con una carretera muy revirada. Como está recién asfaltada, pues íbamos alegres, por qué negarlo. Giro a la derecha y veo a un ciclista subiendo a tope. Le saludo, él responde. Pero al pasar Buka a su lado, ocurre algo...

- ¡Fabián! ¡¿Qué pasa, tronco?!
- ¡Coño, Buka! Mira dónde nos vamos a encontrar...

Pues sí. Nos encontramos con Fabián, primo de Buka, en pleno puerto de Ventana. ¡Y cómo iba subiendo el bueno de Fabián! Venía de darse un buen tute, lo cual incluía un mito astur como es el Puerto de San Lorenzo, al cual ya tengo ganas de hincarle el diente. Había que inmortalizar a los primos.


Seguimos con el descenso y Fabián con su castigo personal. Y mira que es largo el descenso de Ventana, ¡madre de Dios! Como bien dice Buka, "te cansas de bajar, tío". Pero llega un momento en el que terminas, claro que sí. Y llegas a Caranga.

En este punto, en el que llevábamos ya unos 85 kilómetros o algo así, la verdad es que piensas que hasta que no llegas a Bárzana no comienzas a subir Cobertoria pero no es así. Digo más. Una vez completada la ruta, el momento en el que más "pelota" se me hizo la etapa fue precisamente entre Caranga y Bárzana. Terreno picando hacia arriba todo el rato o con rampas de las que se agarran. Llegas al Embalse de Vademurio y de lo único que tienes ganas es de llegar a Bárzana.

Y en nuestro caso era así entre otras cosas porque teníamos prevista aquí una parada para comer y beber algo más potente que no fuese una barrita y agua. Dejamos paso al refresco, el bocata y un cortado.



En este momento fue donde comenzamos a hablar con el coche de equipo.

- ¿Dónde estáis vosotros, Vega?
- Hemos subido Aralla y bajaremos hasta Puente Los Fierros. Pilladnos de la que subís.

En efecto, iba a haber reagrupamiento del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. "Los Vega" estaban haciendo una etapa buena también que incluía Aralla y Pajares. Nuestra idea era reagrupar subiendo, como digo, Pajares y comer todos juntos en Villamanín. Nuestro Club no es sólo dar pedales, va más allá y terminar juntos, ya sea para comer, tomar una caña o lo que sea, es muy importante.

Pero hasta dar con Susana y Vega en plena ascensión aún quedaba un rato y, entre medias, tanto a Buka como a mí nos quedaba por subir Cobertoria. La idea era acometer el reto por la vertiente de Lindes y esto era debido a que más allá de la dureza, nuestra idea era sumar kilómetros y por este lado queda un señor puerto de 20 kilómetros. Más tendido que por cualquiera de las otras dos vertientes, así es, pero quien piense que subir por aquí es fácil, se va a dar de bruces contra algunas rampas de hasta el 14%, con lo que un respeto a esta vertiente.

Y yo tenía reciente esta subida porque la había hecho no mucho tiempo atrás y sabía que tenía su miga, pero por encima de todo esta vertiente es un espectáculo para los sentidos. Al no contar a penas con tráfico, esta carretera te permite disfrutar de lo lindo de este valle, profundo y verde, que al menos hay que visitar una vez en la vida.

Y justo al poco de empezar la subida fue donde el cuanta kilómetros cambió de 99,9 kilómetros a esa cifra que para todo cicloturista marca la diferencia. Pasó a 100 km. Y cuando esto pasa en medio de la subida de un puerto de primera, quedándote otro, aún más duro, por delante, es todavía más especial.


Tanto Buka como yo habíamos recobrado fuerzas tras nuestro alto en el camino en Bárzana, así que cogimos el puerto con ganas. Pusimos una marcheta muy interesante, de esas que sólo se frenan al toparte con una rampa de consideración y, otra cosa no, pero rampas de consideración hasta llegar a Cortes os puedo asegurar que hay unas cuantas. 

Rampa tras rampa se nos iban quitando las ganas de hablar pero yo sabía que en el momento en el que alcanzásemos el desvío a Lindes, las cosas cambiarían, pero había que llegar. Sobre bielas, esforzándonos, maldiciendo incluso pero, al final, llegamos al desvío.




Estábamos rabiosos y no nos faltaban fuerzas. Había que aumentar el ritmo si queríamos enlazar con Vega y Susana a mitad de puerto, porque ahí los compañeros, a la hora de subir no es que vayan despacio, y también debíamos de ser prudentes con la hora de llegada porque ya eran las dos de la tarde más o menos y la comida, seguramente fuese merienda-cena más bien.

La segunda parte de Cobertoria por esta cara es más tendida. Tiene, a su vez, dos partes. La primera podríamos llamarlo como el túnel vegetal y la segunda está más pelada, lo que te permite tener unas vistas impresionantes de Peña Rueda, una montaña que preside toda la zona, así como del valle en general, sin olvidarnos del Gamoniteiro que te mira, desafiante, aunque este finde no tocaba subirlo.

Ya con cerca de 120 kilómetros en las piernas y tres puertos de montaña encima, más los repechos ocultos, coronábamos. El tercer puerto del día sucumbía a nuestro fuerte pedaleo. 


Si rápido fue el descenso del puerto de Ventana, qué decir de la bajada de Cobertoria por la vertiente de Pola de Lena. Sin forzar nada en absoluto, a nada que te descuidases alcanzas los 80 km/h y esto ya son palabras mayores. Así que con un poco de intención, las bicicletas se nos ponían rondando los 90 km/h. Debíamos de ser cautos porque hay unas curvas muy cerradas que, más que echarte, te escupen para afuera.

A lo lejos, Pola. A la derecha, nuestro destino. Y parecía que nos iba a dar el viento un poco a favor, así que aprovechamos el trayecto hasta llegar a Campomanes para adecentarnos un poco. Manguitos fuera, chaleco a los bolsos del maillot, un par de barritas al gaznate y tocaba ya prepararse para la última ascensión del día. Había que subir un mito.

Y es que Pajares es un señor puerto. Un puerto que tiene de todo. Dureza y kilómetros, se combinan para dar un resultado único. Realmente es fácil de subir porque tiene varias zonas con descansos y pocos cicloturistas lo señalan como uno de esos puertos bonitos de verdad, pero la verdad es que tiene un paisaje impresionante.

Pero claro, siempre está el tema del tráfico. Yo os digo una cosa y esto lo digo muy en serio. El tráfico en Pajares, si no se hace el cafre, no molesta para nada. Lo he subido ya alguna que otra vez y sin problemas siempre. Otra cosa es que se vaya por el medio del carril, claro. Pero yendo bien pegado a la derecha, los coches que suben te respetan y a los que bajan les ves perfectamente, a parte del espacio que se tiene a la derecha que, en varios tramos, es amplio.

Con todo y esto, comenzábamos la ascensión...


Las dudas que yo tenía acerca de este etapón que nos estábamos marcando residían en ver cómo llegábamos de fuerzas a la subida de Pajares y la verdad era que no estábamos nada mal. Todo estaba saliendo a pedir de boca. Buen tiempo todo el camino, sin pinchazos, sin averías y sin caídas. ¡Y de fuerzas estábamos perfectos!

Este tipo de circunstancias te animan a subir alegremente. Además, "Los Vega" estaban kilómetros más adelante, en algún punto de la subida. Dábamos por supuesto que llegarían al bar en el que habíamos quedado, en medio de la ascensión, antes que nosotros, pero queríamos que no esperasen demasiado, con lo que imprimimos una buena marcheta. 

En fila, uno delante y otro detrás, íbamos comiendo metro a metro. Volvimos a entrar en ese estado de concentración, casi zen, del que sólo te sacan cosas llamativas como las rampas de La Muela, La Romia o las del mirador.

Ya no quedaba nada para enlazar con nuestros compañeros, con nuestros amigos. Pasamos el pueblo de Pajares, unos metros, unas rampas, un giro a la izquierda y ahí está el bar. Ahí están nuestros amigos. El CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN se reunificaba. 


Y un refresco y una pasta de La Virgen del Brezo después, seguimos con la subida de la que nos quedaban las partes más duras porque Pajares, como los grandes puertos del mundo, deja lo más duro para el final. Esas rampas que alcanzan un 17% están justo al final. 

Pero ya nos daba todo igual porque sabíamos que este puerto no se nos iba a escapar y ni mucho menos la etapa. Estábamos los cuatro juntos y nada podía salir mal.

Llegamos a las rampas duras los cuatro juntos. Pasamos la dura curva "del 17" y podíamos ver el parador. Ya lo teníamos hecho. Y si cuando ya lo tienes, va Vega y ataca, pues intentas seguirle y revientas. "Era para daros vidilla", se justifica, mientras los demás esquivamos la angina de pecho. Pero lo conseguimos. Estábamos satisfechos. Estábamos enteros. Estábamos juntos.


Quedaban unos quince kilómetros hasta Villamanín, picando hacia abajo y con el viento a favor. Esto se tradujo en velocidades de vértigo hasta el final, cosa que agradecimos, pero que ya nos daba un poco lo mismo porque sabíamos que, salvo grave complicación, el reto estaba superado con sobresaliente.

La etapa que partió siendo un entrenamiento de cara a la prueba de los 10.000 del Soplao, se había convertido en mucho más que eso. Una ruta para el recuerdo. Paisajes, puertos increíbles, compañerismo. Es muy difícil explicar las sensaciones que se tienen cuando se completa un reto así. 

Pero muy por encima del reto en sí, cabe destacar todo lo demás. La comida final rodeados de amigos, el hecho de trenzar dos rutas diferentes para terminar juntos, la paciencia de quienes estuvieron esperando al final del día para comer con nosotros.

Y también voy a hacer una mención especial al héroe del día que no fue otro que mi amigo Bukanero. Porque lo que no había comentado en toda la entrada había sido que el viernes le dio un trallazo en la espalda de los de quedarte doblado como un Playmobil y, aún así, completó este tremendo reto. 

La pena fue no sacarnos fotos del masaje que le di en la espalda al comienzo del día. Una escena impagable.

lunes, 11 de mayo de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: "Stage" en la Montaña Central Leonesa.

¡Hola a todo el mundo!

El principal objetivo del fin de semana, en realidad era otro. Estrenar las preciosas equipaciones del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. Tardar, tardaron, sí, pero llegaron. Y lo cierto es que son una maravilla por diseño, colores, calidad y de más.


Pero una vez hecho esto, que sucedió en el momento en el que llegamos al punto de salida habitual, había que dar pedales, como todos los días. No teníamos un plan pre-establecido, sin embargo queríamos hacer unas cuántas horas sobre la bici, con subidas, para ir perfilando la preparación de cara al reto de esta parte del año. La prueba Clásica de los 10.000 del Soplao.

Este fin de semana estaríamos prácticamente solos David, Buka y yo, que coincide que somos los que nos hemos apuntado a la marcha por parte del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, así que nos daríamos un poco de candela.

DÍA 1. SÁBADO.

El sábado habíamos decidido ir hasta La Vid, subir la collada que une este pueblo con Vegacervera, ascender un poquito más hasta Correcillas y volver por la carretera del río Torío hasta León. Un total de unos 105 kilómetros completarían esta preciosa ruta que, combinada con el grandioso día que hacía, presagiaban una magnífica jornada de CICLOTURISMO del bueno.

Salida, primeras pedaladas y primeras impresiones de la ropa nueva, nuestra piel como club. ¡Qué ilusión nos hace! El año más ilusionante sobre ruedas en muchos años, por no decir que el más ilusionante. Nuevo proyecto, nueva piel y, como decía, nueva equipación. La calidad es muy buena y el diseño no deja indiferente a nadie. Se nos ve de lejos. Si ya de por sí solemos llamar la atención por las chorradas que vamos haciendo, ahora para qué queremos más.

Llevamos manguitos, llevamos perneras y llevamos el chaleco, pero la verdad es que rápidamente uno siente que sobra tanta ropa. Parece que el verano climatológico ha entrado y esto hace que nos vengamos arriba.

Llegamos a La Robla sin mayor novedad, yendo por la carretera de Cuadros que en mi opinión es, más que otra cosa, un carril bici encubierto debido a la cantidad de cicloturistas que la surcan.

Se ha convertido ya en un clásico nuestra parada en un bar de la Plaza de La Robla. Da igual a dónde vayamos, los kilómetros que tengamos pensados hacer o lo que sea. Nosotros tomamos ahí un café porque nos tratan muy bien y el café y el bizcocho que nos ponen están cojonudos. Conclusión. El Bar de Éstas, que es como se llama el garito, nos encanta.



Con el café tomado y la jugada comentada, seguimos nuestra ruta, sólo interrumpida por un control antidroga en plena Carretera de Asturias. No nos pararon, tampoco llevábamos nada encima, con lo que proseguimos con gracia y donaire.

Pasados los túneles y de más repechos que no hacían más que sumar metros de desnivel a nuestras piernas, por fin, llegamos a La Vid. La Collada de La Vid es una subida muy maja. Serán unos 4 kilómetros y algo, con algún desnivel que se agarra bastante pero al no ser demasiado larga, sin problema...a no ser que alguien del grupo ya inicie la ascensión a fuego y los demás le sigan. Creo que todos tenemos un poquito de culpa en convertir esta subida en un verdadero infierno.


No paramos arriba. No teníamos ni fuerzas siquiera para detenernos. Hacía tiempo que no nos estrujábamos así. De vez en cuando no está mal...de vez en cuando. Así que iniciamos el descenso. Un descenso rápido y con más de una curva ciega, así que hay que llevar cuidado. De hecho, al terminar una de las curvas del descenso, nos dimos de bruces con un rebaño de ovejas. Afortunadamente somos prudentes, con lo que no pasó nada más allá de tener que quitarnos alguna que otra garrapata de encima.

También como curiosidad, cerca de Coladilla nos cruzamos con Miguel Ángel Benito. Cómo mola tener de nuevo un profesional en León. Ya era hora.

Vegacervera ya estaba ahí delante y en el desvío, giramos a la derecha y compartimos unos pocos metros de ruta con unos amigos del Club Ciclista Bernesga que estaban ahí de paso. No les convencimos para subir hasta Correcillas, así que comenzamos la subida solos.

Como ya estábamos en plan castigo, pues seguimos así. El primer lanzador de la subida fue Buka, ya no sólo por su relevo, si no también por sus suaves palabras de motivación.

- ¡Vamos, coño! ¡¡Tirad!!
- ¡Que te den por el c__o!

En ese plan estábamos, sí. Pero lo cierto es que consiguió azuzarnos lo suficiente como para no dejarnos llevar y apretar durante toda la preciosa subida de Correcillas, encajonada en un valle super verde y llena de toboganes, con un final explosivo.

Mirad en qué plan estábamos el sábado que, en éste final explosivo del que hablo, ¡hubo hasta spring! Pero recobramos el buen juicio y comenzamos a socializar con dos chicos super majos que había en la fuente y también estaban pasando un gran día de bici.



La bajada, siempre rápida y delicada por la poca visibilidad en las curvas y por la gravilla, nos dejó en la carretera que nos conduciría hasta casa. Para terminar el día, lo mejor que podíamos hacer era llegar a León dándonos relevos y no aflojar.

Conclusión del día, sábado. Como diría una amiga mía....GARBANZADA. Mucha caña, bastantes kilómetros y primera marca de sol en los brazos.

DÍA 2. DOMINGO.

Misma hora. Mismo lugar. Un día increíblemente veraniego (y yo soy un adorador del sol y el calor). Mismos compañeros. Peores piernas. Pero más ganas que el día anterior porque los tres sabíamos que estábamos haciendo un buen trabajo. Este segundo día de castigo sería de esos que las piernas recuerdan, por mal ese mismo día por la tarde, pero por bien en el futuro.

Queríamos hacer kilómetros, aunque se iban a ver marcados en todo momento por el día anterior, que nos había dejado un poco tiesos. Tiesos pero muy enteros y con ganas, síntoma de estar haciendo las cosas bien.

Pusimos rumbo a La Robla un día más. Lo hicimos casi por inercia aunque no sé muy bien si el rumbo era a La Robla o al Bar de Éstas, nuestro bar de referencia en esta localidad leonesa...

Claro ejemplo de la "mirada de las 1000 yardas"
Por inercia, costumbre o lo que sea, la cosa era que ya estábamos en La Robla. Las sensaciones eran de estar con lo justito, al menos yo. El día anterior de esta especie de "Stage de preparación" había sido durillo y, además, yo tuve que trabajar hasta tarde, con lo que sólo pude dormir unas cuatro horas y media. Esto hacía que cualquier pequeño esfuerzo me supusiese un desgaste brutal, pero el día de CICLOTURISMO prometía y mucho.

La ruta que finalmente pergeñamos era un clásico del CICLOTURISMO leonés. Iríamos hasta Robles por el Fenar, tiraríamos hasta las Cuevas de Valporquero y volveríamos por la carretera del Torío.

Así que, sin más dilación de la debida y azuzados esta vez un poco por David, que tenía comida familiar con lo que todo ello supone, arrancamos la maquinaria de nuevo. Tocaba subir el Fenar.

No es que tuviésemos la idea fija de darnos candela, la verdad, pero en nada me vi tirando fuerte para subir a un ritmo alto y llegar a Robles con alegría. Se doblan codos, se agacha la cabeza, se baja un par de piñones y no miras para atrás. Estaba molido, "eslomao", frito, fundido...pero ese tramo lo hice con el cuchillo entre los dientes. Cuando estuvimos en la cima de esta subidilla y recibí relevo, afirmé:

- Recordad esto porque va a ser el último gran esfuerzo del día para mí.

Y no mentí porque si bien fui toda la jornada bien, sin quedarme rezagado y de más, en ningún otro momento del día di tanto de mí como en ese tramo, aunque más que una decisión personal, se trataba de una consecuencia de los esfuerzos acumulados. Vamos, que estaba más "quemao" que la furgoneta de un hippie.

Enfilamos la carretera que nos llevaría a esa maravilla leonesa llamada Hoces de Vegacervera. Pocos paisajes más diferentes y espectaculares hay en León. E ir rodando en bici por aquí es de esas cosas que nunca te cansarás de hacer.



Después de recargar el bidón, encontrarnos con Deivid, del C. C. León y charlar un poquito, ya no quedaban más narices que subir las Cuevas de Valporquero. Ninguno íbamos a darlo todo, principalmente, porque los dos días de entrenamiento bueno ya se notaban y no es que tuviésemos mucho en el depósito a esas alturas del día. Además, veníamos de llevar ropa de abrigo hasta hacía nada y menos y los primeros días de calor siempre se notan. Casi estábamos a 30ºC y, quieras que no, esos también te desgastan algo.

Comenzamos a subir, a buen ritmo pero sin matarnos. La típica marcheta que te permite disfrutar de lo que estás haciendo, sí, pero que te va castigando.




Sin embargo, había alguien dentro del grupo que quería hacerse una prueba de esfuerzo y no éramos ni David ni yo. En efecto, el Buka quería ver qué tal tenía la maquinaria y la secuencia de los hechos quedó registrada en imágenes por casualidad....

Paso primero: a Buka le entra el ardor guerrero que tiene metido dentro del hueso...


Paso segundo: Buka va tomando posición, analizando la situación...


Paso tercero: Buka nos ataca...



Y ya no le vimos hasta arriba del todo. Lo único que pudimos articular fue un, "¡¡no nos ataque, cabronazo!!" que no sirvió más que para ganarnos una mala contestación, pero bueno. Le queremos tal y como es porque es buena gente, qué le vas a hacer.

Muy lejos no podía huir el bueno del Bukanero y David y yo le teníamos controlado a una prudente distancia de unos cien metros o algo así. Además, cuando dentro de un grupo perseguidor alguien dice, "yo no voy a ir a por él", queda todo dicho. Además, yo estaba fundido del todo. Justo en la última recta noté que me estaba entrando el típico hambre pre-pájara que me dio un mal rollo del copón, así que una vez llegamos arriba...



...me puse a beber y comer como si no hubiese mañana. De hecho, tras la confirmación de que íbamos a parar a tomar algo en El Pescador, el bar justo de debajo del inicio de la subida, anclé calas y me tiré para abajo como un loco. Necesitaba más chicha. Los días de "stage" se notaban.



Y mientras nos sentábamos en la terraza del bar a comer y beber, comenzamos a mantener un animado debate acerca de las sensaciones del impacto de un insecto cuando se va en moto. A veces se nos va la pinza, pero quien nos conozca lo sabe más que de sobra.

Justamente aparecieron dos moteros y nosotros, que somos de socializar, pues preguntamos el tema del insecto a uno de estos dos chicos. Encabecé yo mismo la formulación de la pregunta...

- Perdona. Vosotros cuando vais en moto y os da un mos......¡HOSTIA! Tú eres Roberto, ¿verdad?
- Ehhh....Sí.....¡Coño, Dani!

Y así, sin esperarlo, nos encontramos con Roberto, un compañero de estudios al que hacía que no veía como mil años. Y resulta que también hace bici, al igual que su compañero de moto. Y entre conversaciones sobre bicicletas, de caídas y de hombros dislocados cinco punto cero, el tiempo se nos echaba encima y debíamos marcharnos.

Mientras atravesábamos las Hoces de vuelta a casa, enlazamos con un chico que estaba también de regreso a León, con lo que dejamos de ser tres y pasamos a ser cuatro los miembros del "pelotón". Y además nuestro nuevo amigo, con sus ruedas de perfil de un palmo, nos vendría la mar de bien a la hora de rodar por la siempre cansina carretera del Torío.

Pero es que, casualidades de la vida, resulta que el chico de las ruedas de perfil de un palmo, cuyo nombre es David y nos ha encantado compartir kilómetros con él, es colega de Juanjo y Roberto, miembros tanto de nuestro tan querido CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN como de los hermanos del ROLDANAS BTT, con quienes haremos una ruta "Interclubes" y con algunos otros hermanos asturianos.


Ya estábamos llegando a León y las sensaciones eran de haber hecho un gran día de CICLOTURISMO. No pudo ser una jornada más redonda. Colegas, cafés, buen día, temperatura genial, ruta guapa, reencuentros, nuevos colegas y risas. Muchas risas.

En general, ha sido un fin de semana muy muy muy exigente. Hemos hecho bastantes kilómetros y muy rápido. El poso que nos dejan estos dos días es de haber sentado las bases para afrontar más entrenamientos exigentes y así, llegar perfectos al Soplao.

Pero por encima de todo está el haber estrenado la ropa del Club porque ha supuesto la firma, el sello definitivo, de haber completado esta fase inicial de un proyecto tan sumamente ilusionante como es el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. Seguimos escribiendo nuestra pequeña historia. Todas son páginas magníficas hasta el momento.

martes, 5 de mayo de 2015

Tesoros del cicloturismo. Nueva de Llanes.

¡Hola a todo el mundo!

- Iremos a Nueva a pasar el finde. Si te apuntas, ahí estaremos.
- Leñe, Buka, pues igual voy.

Así empezó a gestarse el gran fin de semana pasado. Un fin de semana que, con la excusa de la bicicleta, se basa en muchas más cosas como unas cervezas, unas tapitas, unos cachopos y, sobre todo, pasar grandes ratos con la buena gente de Nueva de Llanes y con mi amigo Buka, mi amiga Cris, la pequeña Elsa y mi compadre Yosy.

Termino la jornada laboral el sábado. Las predicciones meteorológicas en general para todo el norte son terroríficas. De hecho, en Nueva el día anterior había estado diluviando casi todo el día pero ese sábado por la mañana ya habían podido coger la bicicleta Buka y los otros poderosos Trasgus. Ellos no sabían que mi suerte con el clima astur comienza a ser algo de Íker Jiménez porque casi siempre que voy, al menos en bici, no me mojo, con lo que estaba casi seguro de que el domingo tendríamos un buen día.

Cargo a "La Americana" en Klaus, mis dos fieles compañeros de aventuras, y pongo rumbo a mi destino con muchísimas ganas. Desconectar siempre está bien y si ya acompañas el asunto haciendo lo que más te gusta como es hacer kilómetros en bici, subiendo puertos y con buenos amigos, para qué queremos más.

El año pasado, en el final de etapa de La Vuelta que terminó en Lagos de Covadonga, aprovechando que pasaba la carrera por Nueva y que también se subía el Alto del Torno, ya acudí a la llamada de mi amigo Buka para hacer una ruta y para ver a los profesionales castigarse de lo lindo, así que el territorio de Nueva no era completamente desconocido para mí. Ni tampoco sus gentes. Además coincidió que eran las fiestas de "La Blanca" en el pueblo. Un verdadero espectáculo, la verdad.

Hago un alto en el camino para tomar un cafelito, disfrutar del Puerto de Pajares y comprobar que las predicciones meteorológicas que anunciaban lo peor, se equivocaban. Muy majos los que hacen esas estimaciones y consiguen que la gente se quede en casa, anulando así reservas en hoteles y de más. Para ponerles un monumento, la verdad.


Tras el café, el sentir cómo el viento mueve mis cuatro pelos sobre mi "peazo" cabeza y una visita al baño a cambiar el agua al canario, me monto en el coche y continúo. Dos horas después de iniciar el viaje, llego a Nueva. Sigue sin llover. Un aplauso para la AEMET.

Llamada de teléfono....

- Hola, Buka. Oye, una pregunta. ¿Cómo se llegaba a Nueva? Una vez en "La Minera", ¿qué salida había que tomar?
-Pues tú tienes que ir por......¡Bah!, anda, cuelga, que ya te he visto.....

Estaba vacilando un poquito a mi amigo, pero me pilló. Buka 1 // Dani 0.

Después de los "qué tal el viaje", "qué tal vosotros", "cómo nos queremos todos", salimos a dar un paseo por Nueva. Toda la gente por la calle. Todos conocidos o medio conocidos. E incluso para mí.

Una cervecita para asentarme en la zona nunca está de más, así que eso hicimos, lo cual nos ayudó a ponernos al día y trazar nuestro plan para el día siguiente. Saldríamos pronto, sobre las 8:30 a.m. para aprovechar la mañana y así, no llegar demasiado tarde, estar con Elsa y Cris y tomar el vermú reglamentario. 

En la ruta se subiría hasta el Mirador del Fito por la vertiente de Arriondas, más tendida que la otra vertiente de Loroñe, pero más larga y con algunas rampas que se agarran. Accederíamos hasta esa cara por la carretera de Torre, UNA VERDADERA MARAVILLA DE CARRETERA, que nos dejaría a 9 kilómetros de la cima. Luego por la carretera de la costa, hasta Ribadesella y para casa. La ruta quedaría tal que de esta bonita forma, pero había que coger fuerzas.

Después de unos chipirones, una ensalada templada, no recuerdo muy bien pero alguna otra cosa, unos buenos postres y el café, fuimos a tomar algo al Trasgu, punto de encuentro y reunión de varios colegas de Nueva y de los más insignes cicloturistas de la zona. Ya era oficial. A las 8:30 a.m. quedábamos en "La Central" para tomar un café y salir desde allí, Fernando, Ángel, Diego, Buka y yo. El Trasgu de Nueva y el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN rodando juntos por primera vez y no será la última. Se prepara gran quedada Astur-Leonesa. Seguiremos informando aunque eso es otro cantar.

Toca al despertador, preparamos el desayuno (rico, rico), nos lo metemos para el cuerpo y nos vestimos de romanos. Parecía que por la noche había llovido con ganas pero las nubes estaban de retirada, ganando fuerza el sol. La temperatura era buena. Como toda buena ruta, se comienza con ese sonido, que los cicloturistas relacionamos con la felicidad, como es el de las calas anclándose en los pedales. Ese sonido que tenemos todos metidos muy adentro. "Clack-clack" y vamos a La Central.

Que si un cortado, que si ponme una pulga de esas de pollo, que si Fernando no llega, que si ya estamos todas y salimos pitando. La carretera estaba delicada porque lo que no había llovido por le día, parecía haberlo hecho a la noche. Nos estábamos poniendo perdidos, pero daba igual porque el sol prometía secarnos. El sol y las rampas que nos íbamos a ir encontrando por el camino.


Mientras comentábamos la jugada, casi sin darnos cuenta ya estábamos en Ribadesella. ¡Anda que no dancé yo por ahí de chaval! Pero os aseguro que no llevaba la bicicleta. Qué tiempos aquellos de la época heroica.

Pasamos el puente de la ría, dejamos a un lado la carretera que nos llevaría a las Cuevas de Tito Bustillo y comenzamos con la carretera de la costa pero al poco, ya nos desviamos a la izquierda. Empiezan las rampas. Territorio comanche.

Tampoco teníamos prisa y nuestra idea era, no ir parados, pero esto no se trataba de una carrera. Esto es CICLOTURISMO, así que poco a poco salvamos la primera rampona de unos 300 metros que, así sin avisar, siempre hace que las piernas piquen un poquito.




Nada más salir de la carretera de la costa y, por decirlo de alguna manera, adentrarnos en la montaña, la vegetación se hizo con el control de todo lo que podíamos ver. Perecía que estábamos en Costa Rica o algo así. El túnel vegetal por el que comenzamos a transitar era tan tupido que por momentos parecía hacerse de noche...


Y, a parte de lo maravilloso de esta sensación vegetal, lo cierto es que estábamos subiendo un puertito de unos 5 km y nos quedaba por delante, otro minipuerto de otros cuatro, prácticamente enlazados el uno con el otro.

Pequeño descenso y comenzamos éste segundo minipuerto. La carretera está más despejada de árboles que antes, lo que nos permite ver la montaña. Así estábamos más distraídos a la hora de afrontar alguna de las rampas que parecía que se agarraban. Vas cómodo sentado pero, sin venir a cuento, te tienes que poner sobre bielas y piensas...."¿pero si parece que no vamos subiendo, leñe?"

Pero a pesar del esfuerzo, siempre hay un hueco para hacer amigos nuevos, como fue el caso de uno de los personajes del día. Me explico....

La cosa es que me retrasé un poquito para sacarle una foto guapa a Buka. Saqué el móvil del maillot y la lente estaba empañada, con lo que la foto quedó de pena...


Pero al fondo se podía ver a una colega que consideraba que estaba en su territorio y no pasaba por ser uno de sus planes apartarse para dejarnos pasar. "¡Y no se aparta la tía!", comentó Ángel, el Trasgu poderoso del 105.

Así que cuando me tocó a mí pasar al lado de nuestra amiga vaca, decidí tirarle una foto. No tenía ni idea de cómo quedaría porque la hice en movimiento, a la remanguillé y sin un plan preconcebido, pero cuando el día terminó y revisé las fotos, descubrí que pillé a nuestra nueva amiga posando y bien atenta al objetivo, así que...."decid PATATA....."


Después de este momento "foto justo en el momento preciso", tocaba descender para enlazar con la carretera que nos llevaría a la cima del Mirador del Fito. Una paradita para mentalizarnos y leña...


Fue justo aquí donde comenzó todo. Yo, la verdad, es que no tenía un plan muy claro de cómo subir el puerto. Mi idea era hacerlo junto al Buka hasta que él me comenzó a hablar. 

- Vamos a darnos caña. Tú hazme caso a mí. Que me quiero probar.

Pues nada, que había que meter el plato grande, así que haciendo caso a mi amigo Buka, comienzo a tirar fuerte. Él me sigue como había prometido. Y más fuerte, y más fuerte, y más fuerte. Tira que te tira del plato grande hasta que en un momento dado me doy cuenta de que estoy más solo que la una y ni rastro del Buka, ni de Ángel, ni Fernando, ni tampoco de Diego.

Con todos estos ingredientes y dado que el daño ya estaba hecho pensé que sería un buen día para castigarme seriamente. "¿Por qué no?", pensé, o dije en alto porque, como sabrán los lectores habituales, de vez en cuando hablo solo.

Así que me puse sobre bielas a tirar como un demonio del plato grande hasta que no pudiese más, hecho que se produjo después de cuatro kilómetros, tras los cuales decidí que sería buen momento de engranar el plato pequeño y evitar, de esta forma, la angina de pecho.

Con el plato pequeño tocaba cambiar de estilo. Sentado y con cadencia, tirando de riñón si fuese necesario. Así llegué a la parte final. Esta vertiente la conocía, pero de haberla bajado el año pasado con Jorge y el galgo de Cádiz. Recordaba que había bajado rápido con lo que las rampas tenían su aquel. De hecho, los últimos dos kilómetros se hicieron durillos, la verdad. Pero con un sprin final la mar de digno, coroné.


Las vistas eran espectaculares desde allí arriba. Los Picos de Europa aún contaban con una pequeña túnica invernal en forma de nieve, pero es que la luz del día era muy singular.


Y mientras yo estaba enfrascado en contemplar lo maravilloso del panorama (y echando una meadita, que no va a ser todo tan bucólico), fueron llegando los compañeros.


Ángel

Fernando

Diego
Para celebrarlo, tomaríamos algo en el bar que hay ahí arriba y comentaríamos la jugada. Que si tal, que si cual, hasta que cuando más a gusto estábamos, siempre alguien dice algo en plan, "bueno, qué, ¿seguimos o nos quedamos aquí?".

Total, que iniciamos el descenso, rápido y vertiginoso por el lado de Loroñe de la subida del Fito. Con el Cantábrico de fondo, os podéis imaginar lo bonito del impresionante espectáculo.


En nada y menos nos encontrábamos en la carretera de la costa, de nuevo en dirección a Ribadesella, primero, y luego hasta Nueva, finalmente. Pero si hay algo que caracteriza a esta carretera es lo rompepiernas que es. De hecho, creo que una foto de su trazado debería de ser la definición de esta expresión tan ciclista. Rompepiernas. Digo más. Hay dos repechos a partir de un pueblo que se llama Berbes que, madre mía, cómo pican "les pates". 

Pero ya daba todo un poco igual porque el día estaba siendo formidable. La compañía era impresionante. Buen rollo, buen ritmo y buenos puertos. Si además sumamos que todo el mundo pensaba que iba a diluviar y, sin embargo, hacía sol y calor, para qué queremos más. 

Nuevo paso por Ribadesella. Pilota la grupeta Diego. Tira de todos nosotros exprimiendo las fuerzas que le quedan por alguna que otra rampa traicionera. Nos deja en la carretera que conduce a Nueva perfectamente. Ahora todos trabajaríamos para él.


Ángel, su fiel compañero, no le deja ni a sol ni a sombra. Fernando, un poco más adelante, hace de enlace hasta Buka y un servidor, que procurábamos tapar todo el aire posible. Pero Nueva ya estaba ahí delante. Diego no nos ataca, por puro respeto, y no se hace con la victoria. La etapa la ganamos todos porque el día de CICLOTURISMO fue impresionante.

Volveré. Y casi seguro que no una sola vez más. Un día de estos me empadrono allí. He dicho.