sábado, 1 de mayo de 2021

Carreras y mis historias, ya sabéis.

¡Hola a todo el mundo!


Hace mucho tiempo que no escribo nada por aquí. No debería de ser tan irregular en el blog pero, ya me conocéis si habéis leído mis cosinas por aquí alguna vez. Se me va el santo al cielo, empiezo a andar en bicicleta y descuido el tema de la escritura pero bueno, siempre hay tiempo para enmendar mis fallos, ¿verdad?


Ponernos un poco al día de vez en cuando no está de más y más aún teniendo en cuenta la cantidad de asuntos que nos rodean a día de hoy. Y si ya hacemos un vuelo más rasante de cada una de nuestras vidas, el asunto es de locos. Que levante la mano a quien, de una manera u otra, en el último año no le haya cambiado un pelín la película.


Dentro de lo que cabe yo me puedo sentir afortunado y eso que he tenido el dichoso coronavirus con síntomas y toda la parafernalia. Podríamos decir que no he formado parte de ese colectivo de gente que dice que ha tenido el virus y “nada, como un catarro” o “no he tenido nada de nada”. Para nada, amigos y amigas.


De hecho cuando me contagié estaba haciendo rutas largas y duras. Estaba siendo un mes de septiembre fantástico, la verdad. Una de las últimas rutas había sido de 180 kilómetros, varias subidas y encerronas imprevistas. La típica ruta por la que me quedaré sin amigos alguna vez. La terminé muy bien. A lo que voy es que tenía fondo de sobra. Resulta que este pequeño cabroncete llamado Covid-19 me dejó en cuestión de día y medio tirado en el sofá, sin mucha capacidad para subir las escaleras sin tener que parar al menos una vez para tomar aire, no podía mantener una conversación por teléfono sin perder el aliento y demás síntomas la mar de interesantes y, por otro lado, inquietantes ya que cada día era algo nuevo que se sumaba a lo anterior. En resumen, un trago un poco amargo.


Luego vino el momento en el que ya di negativo y había que ver las consecuencias que había dejado el virus en el cuerpo. Tenía incógnitas y dudas, claro. Nunca en mi vida miré tanto el pulsómetro y nunca en mi vida escuché tanto a mi cuerpo en general. La verdad es que salvo alguna pequeña cosa que con el tiempo se ha ido corrigiendo, todo parece estar medianamente bien.


Y luego ya venimos a tiempos más recientes y me vuelvo a encontrar en un mes de marzo con la obligación de hacer rodillo. Lo mismo que el confinado año anterior. Es como que yo ya no entiendo una primavera sin quedarme sin bicicleta. Es una pasada.


En esta ocasión me veo impedido al no poder sujetar el manillar o manubrio debido a una fractura en el dedo anular de mi mano derecha. Operación, inmovilización, reposo, agujas de kirchner, que si queréis flipar consultáis lo que son en vuestro buscador favorito de internet y, como os comento, no puedo más que hacer rodillo, pasear, leer, atender el huerto de la mejor manera que puedo y cosinas así. Para un culo inquieto como soy yo es realmente frustrante.


La razón de la fractura no viene al caso aunque lo que sí os puedo decir es que no fue en una caída en bicicleta como todo el mundo que me ve puede llagar a sospechar. Lo que sí que puedo decir es que este periodo de parón obligado me está recordando un poco al tiempo en el que más cerca estuve yo de competir en este mundo de la bicicleta. El Dios del ciclismo dictó por aquel entonces que, en lugar de poder prepararme de cara a la incipiente temporada de competición, lo mejor sería sufrir una tendinitis en la rodilla derecha y así descartar mi entrada en el mundo competitivo ciclista.


Con el paso de los años he llegado a agradecer aquella lesión porque ahora disfruto de una manera más profunda y transversal del ciclismo. Digamos que se me metió toda la cultura ciclista por la rodilla y, sin llegar a apartar de mi interior ese gusanillo competitivo que de vez en cuando aflora en forma de algún pique con alguien, lo cierto es que quedó muy relegado ese sentimiento y he disfrutado muchísimo de otras cosas ciclistas que ahora entiendo más interesantes.


Pues con esto del dedo, como estoy en el dique seco y lo del rodillo como que no me llena lo que viene siendo nada, no hago más que darle a la cabeza con un montón de cosas. Libros, blogs y un montón de cosas. Ahora estoy leyendo mucho acerca de la permacultura. Un tema interesantísimo, la verdad.


También estoy viendo muchísimo ciclismo por la tele y lo cierto es que desde mi lesión de rodilla hasta ahora, todo ha cambiado muchísimo. 2011 fue el año de la tendinitis. ¿Recordáis cómo eran las carreras por aquel entonces? Esto sólo lo pueden saber los ciclistas clásicos que llevan viendo bicis años claro, pero os puedo decir que sin ir más lejos, por aquellos años un Tour de Romandía era una carrera que si la veías era porque estabas enfermo de ciclismo como siempre ha sido mi caso. ¡Menudo aburrimiento de carreras! Ciclistas en estados de forma lamentables se mezclaban con corredores ultraconservadores que no querían arriesgar su participación en el Giro ni tampoco querían enseñar a los futuros rivales en qué punto estaban de forma. ¿Pero ahora? Palo va, palo viene. Bajadas trepidantes, etapas en las que los corredores llegan vacíos. Una gloria ver el ciclismo a día de hoy. ¿Y el Giro del Trentino? Bueno, a ver. Así se llamaba antes pero ahora lo han renombrado como Tour de Los Alpes. Se ve que si llamas a algo relacionado con el ciclismo “tour”, el tema ya es mucho mejor. La cosa es que en esa carrera hubo espectáculo día tras día. ¡Qué maravilla de época ciclista estamos viviendo!


Por lo pronto a mí me queda aún una temporadina con la mano un poco inutilizada. Es que la avería ha sido gorda, familia. Ya os enseñaré el dedo cuando pueda verse, no os preocupéis. Sólo para los más valientes. Queda trabajo por delante pero eso no me asusta. ¡Que soy ciclista, leñe!

No hay comentarios:

Publicar un comentario