martes, 5 de mayo de 2015

Tesoros del cicloturismo. Nueva de Llanes.

¡Hola a todo el mundo!

- Iremos a Nueva a pasar el finde. Si te apuntas, ahí estaremos.
- Leñe, Buka, pues igual voy.

Así empezó a gestarse el gran fin de semana pasado. Un fin de semana que, con la excusa de la bicicleta, se basa en muchas más cosas como unas cervezas, unas tapitas, unos cachopos y, sobre todo, pasar grandes ratos con la buena gente de Nueva de Llanes y con mi amigo Buka, mi amiga Cris, la pequeña Elsa y mi compadre Yosy.

Termino la jornada laboral el sábado. Las predicciones meteorológicas en general para todo el norte son terroríficas. De hecho, en Nueva el día anterior había estado diluviando casi todo el día pero ese sábado por la mañana ya habían podido coger la bicicleta Buka y los otros poderosos Trasgus. Ellos no sabían que mi suerte con el clima astur comienza a ser algo de Íker Jiménez porque casi siempre que voy, al menos en bici, no me mojo, con lo que estaba casi seguro de que el domingo tendríamos un buen día.

Cargo a "La Americana" en Klaus, mis dos fieles compañeros de aventuras, y pongo rumbo a mi destino con muchísimas ganas. Desconectar siempre está bien y si ya acompañas el asunto haciendo lo que más te gusta como es hacer kilómetros en bici, subiendo puertos y con buenos amigos, para qué queremos más.

El año pasado, en el final de etapa de La Vuelta que terminó en Lagos de Covadonga, aprovechando que pasaba la carrera por Nueva y que también se subía el Alto del Torno, ya acudí a la llamada de mi amigo Buka para hacer una ruta y para ver a los profesionales castigarse de lo lindo, así que el territorio de Nueva no era completamente desconocido para mí. Ni tampoco sus gentes. Además coincidió que eran las fiestas de "La Blanca" en el pueblo. Un verdadero espectáculo, la verdad.

Hago un alto en el camino para tomar un cafelito, disfrutar del Puerto de Pajares y comprobar que las predicciones meteorológicas que anunciaban lo peor, se equivocaban. Muy majos los que hacen esas estimaciones y consiguen que la gente se quede en casa, anulando así reservas en hoteles y de más. Para ponerles un monumento, la verdad.


Tras el café, el sentir cómo el viento mueve mis cuatro pelos sobre mi "peazo" cabeza y una visita al baño a cambiar el agua al canario, me monto en el coche y continúo. Dos horas después de iniciar el viaje, llego a Nueva. Sigue sin llover. Un aplauso para la AEMET.

Llamada de teléfono....

- Hola, Buka. Oye, una pregunta. ¿Cómo se llegaba a Nueva? Una vez en "La Minera", ¿qué salida había que tomar?
-Pues tú tienes que ir por......¡Bah!, anda, cuelga, que ya te he visto.....

Estaba vacilando un poquito a mi amigo, pero me pilló. Buka 1 // Dani 0.

Después de los "qué tal el viaje", "qué tal vosotros", "cómo nos queremos todos", salimos a dar un paseo por Nueva. Toda la gente por la calle. Todos conocidos o medio conocidos. E incluso para mí.

Una cervecita para asentarme en la zona nunca está de más, así que eso hicimos, lo cual nos ayudó a ponernos al día y trazar nuestro plan para el día siguiente. Saldríamos pronto, sobre las 8:30 a.m. para aprovechar la mañana y así, no llegar demasiado tarde, estar con Elsa y Cris y tomar el vermú reglamentario. 

En la ruta se subiría hasta el Mirador del Fito por la vertiente de Arriondas, más tendida que la otra vertiente de Loroñe, pero más larga y con algunas rampas que se agarran. Accederíamos hasta esa cara por la carretera de Torre, UNA VERDADERA MARAVILLA DE CARRETERA, que nos dejaría a 9 kilómetros de la cima. Luego por la carretera de la costa, hasta Ribadesella y para casa. La ruta quedaría tal que de esta bonita forma, pero había que coger fuerzas.

Después de unos chipirones, una ensalada templada, no recuerdo muy bien pero alguna otra cosa, unos buenos postres y el café, fuimos a tomar algo al Trasgu, punto de encuentro y reunión de varios colegas de Nueva y de los más insignes cicloturistas de la zona. Ya era oficial. A las 8:30 a.m. quedábamos en "La Central" para tomar un café y salir desde allí, Fernando, Ángel, Diego, Buka y yo. El Trasgu de Nueva y el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN rodando juntos por primera vez y no será la última. Se prepara gran quedada Astur-Leonesa. Seguiremos informando aunque eso es otro cantar.

Toca al despertador, preparamos el desayuno (rico, rico), nos lo metemos para el cuerpo y nos vestimos de romanos. Parecía que por la noche había llovido con ganas pero las nubes estaban de retirada, ganando fuerza el sol. La temperatura era buena. Como toda buena ruta, se comienza con ese sonido, que los cicloturistas relacionamos con la felicidad, como es el de las calas anclándose en los pedales. Ese sonido que tenemos todos metidos muy adentro. "Clack-clack" y vamos a La Central.

Que si un cortado, que si ponme una pulga de esas de pollo, que si Fernando no llega, que si ya estamos todas y salimos pitando. La carretera estaba delicada porque lo que no había llovido por le día, parecía haberlo hecho a la noche. Nos estábamos poniendo perdidos, pero daba igual porque el sol prometía secarnos. El sol y las rampas que nos íbamos a ir encontrando por el camino.


Mientras comentábamos la jugada, casi sin darnos cuenta ya estábamos en Ribadesella. ¡Anda que no dancé yo por ahí de chaval! Pero os aseguro que no llevaba la bicicleta. Qué tiempos aquellos de la época heroica.

Pasamos el puente de la ría, dejamos a un lado la carretera que nos llevaría a las Cuevas de Tito Bustillo y comenzamos con la carretera de la costa pero al poco, ya nos desviamos a la izquierda. Empiezan las rampas. Territorio comanche.

Tampoco teníamos prisa y nuestra idea era, no ir parados, pero esto no se trataba de una carrera. Esto es CICLOTURISMO, así que poco a poco salvamos la primera rampona de unos 300 metros que, así sin avisar, siempre hace que las piernas piquen un poquito.




Nada más salir de la carretera de la costa y, por decirlo de alguna manera, adentrarnos en la montaña, la vegetación se hizo con el control de todo lo que podíamos ver. Perecía que estábamos en Costa Rica o algo así. El túnel vegetal por el que comenzamos a transitar era tan tupido que por momentos parecía hacerse de noche...


Y, a parte de lo maravilloso de esta sensación vegetal, lo cierto es que estábamos subiendo un puertito de unos 5 km y nos quedaba por delante, otro minipuerto de otros cuatro, prácticamente enlazados el uno con el otro.

Pequeño descenso y comenzamos éste segundo minipuerto. La carretera está más despejada de árboles que antes, lo que nos permite ver la montaña. Así estábamos más distraídos a la hora de afrontar alguna de las rampas que parecía que se agarraban. Vas cómodo sentado pero, sin venir a cuento, te tienes que poner sobre bielas y piensas...."¿pero si parece que no vamos subiendo, leñe?"

Pero a pesar del esfuerzo, siempre hay un hueco para hacer amigos nuevos, como fue el caso de uno de los personajes del día. Me explico....

La cosa es que me retrasé un poquito para sacarle una foto guapa a Buka. Saqué el móvil del maillot y la lente estaba empañada, con lo que la foto quedó de pena...


Pero al fondo se podía ver a una colega que consideraba que estaba en su territorio y no pasaba por ser uno de sus planes apartarse para dejarnos pasar. "¡Y no se aparta la tía!", comentó Ángel, el Trasgu poderoso del 105.

Así que cuando me tocó a mí pasar al lado de nuestra amiga vaca, decidí tirarle una foto. No tenía ni idea de cómo quedaría porque la hice en movimiento, a la remanguillé y sin un plan preconcebido, pero cuando el día terminó y revisé las fotos, descubrí que pillé a nuestra nueva amiga posando y bien atenta al objetivo, así que...."decid PATATA....."


Después de este momento "foto justo en el momento preciso", tocaba descender para enlazar con la carretera que nos llevaría a la cima del Mirador del Fito. Una paradita para mentalizarnos y leña...


Fue justo aquí donde comenzó todo. Yo, la verdad, es que no tenía un plan muy claro de cómo subir el puerto. Mi idea era hacerlo junto al Buka hasta que él me comenzó a hablar. 

- Vamos a darnos caña. Tú hazme caso a mí. Que me quiero probar.

Pues nada, que había que meter el plato grande, así que haciendo caso a mi amigo Buka, comienzo a tirar fuerte. Él me sigue como había prometido. Y más fuerte, y más fuerte, y más fuerte. Tira que te tira del plato grande hasta que en un momento dado me doy cuenta de que estoy más solo que la una y ni rastro del Buka, ni de Ángel, ni Fernando, ni tampoco de Diego.

Con todos estos ingredientes y dado que el daño ya estaba hecho pensé que sería un buen día para castigarme seriamente. "¿Por qué no?", pensé, o dije en alto porque, como sabrán los lectores habituales, de vez en cuando hablo solo.

Así que me puse sobre bielas a tirar como un demonio del plato grande hasta que no pudiese más, hecho que se produjo después de cuatro kilómetros, tras los cuales decidí que sería buen momento de engranar el plato pequeño y evitar, de esta forma, la angina de pecho.

Con el plato pequeño tocaba cambiar de estilo. Sentado y con cadencia, tirando de riñón si fuese necesario. Así llegué a la parte final. Esta vertiente la conocía, pero de haberla bajado el año pasado con Jorge y el galgo de Cádiz. Recordaba que había bajado rápido con lo que las rampas tenían su aquel. De hecho, los últimos dos kilómetros se hicieron durillos, la verdad. Pero con un sprin final la mar de digno, coroné.


Las vistas eran espectaculares desde allí arriba. Los Picos de Europa aún contaban con una pequeña túnica invernal en forma de nieve, pero es que la luz del día era muy singular.


Y mientras yo estaba enfrascado en contemplar lo maravilloso del panorama (y echando una meadita, que no va a ser todo tan bucólico), fueron llegando los compañeros.


Ángel

Fernando

Diego
Para celebrarlo, tomaríamos algo en el bar que hay ahí arriba y comentaríamos la jugada. Que si tal, que si cual, hasta que cuando más a gusto estábamos, siempre alguien dice algo en plan, "bueno, qué, ¿seguimos o nos quedamos aquí?".

Total, que iniciamos el descenso, rápido y vertiginoso por el lado de Loroñe de la subida del Fito. Con el Cantábrico de fondo, os podéis imaginar lo bonito del impresionante espectáculo.


En nada y menos nos encontrábamos en la carretera de la costa, de nuevo en dirección a Ribadesella, primero, y luego hasta Nueva, finalmente. Pero si hay algo que caracteriza a esta carretera es lo rompepiernas que es. De hecho, creo que una foto de su trazado debería de ser la definición de esta expresión tan ciclista. Rompepiernas. Digo más. Hay dos repechos a partir de un pueblo que se llama Berbes que, madre mía, cómo pican "les pates". 

Pero ya daba todo un poco igual porque el día estaba siendo formidable. La compañía era impresionante. Buen rollo, buen ritmo y buenos puertos. Si además sumamos que todo el mundo pensaba que iba a diluviar y, sin embargo, hacía sol y calor, para qué queremos más. 

Nuevo paso por Ribadesella. Pilota la grupeta Diego. Tira de todos nosotros exprimiendo las fuerzas que le quedan por alguna que otra rampa traicionera. Nos deja en la carretera que conduce a Nueva perfectamente. Ahora todos trabajaríamos para él.


Ángel, su fiel compañero, no le deja ni a sol ni a sombra. Fernando, un poco más adelante, hace de enlace hasta Buka y un servidor, que procurábamos tapar todo el aire posible. Pero Nueva ya estaba ahí delante. Diego no nos ataca, por puro respeto, y no se hace con la victoria. La etapa la ganamos todos porque el día de CICLOTURISMO fue impresionante.

Volveré. Y casi seguro que no una sola vez más. Un día de estos me empadrono allí. He dicho. 

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