viernes, 28 de marzo de 2014

Primavera secuestrada en un día estupendo.

¡Hola a todo el mundo!

Y ahí estaba yo. Con ganas de disfrutar del único día de bicicleta que había podido arrancar de la dura vida del autónomo o, como se dice ahora, el emprendedor. Todo parecía genial con una rápida mirada al calendario. Primavera, veintisiete de marzo, y no estaba lloviendo. Todo apuntaba a que iba a tener un gran día de bicicleta.

La verdad es que yo, sobre una bicicleta, siempre tengo un gran día, pero todo lo demás, teniendo en cuenta que vivo en León, también conocido como Invernalia, no parecía ajustarse a lo convenido.

Culote largo y gordo, camiseta térmica, maillot de manga larga y chaqueta gorda. Un "look" de lo más primaveral.

La primera decisión que debía de tomar era importante, más teniendo en cuenta que estaba rodeado por unas nubes negras bastante amenazantes. ¿Rodaría por la zona sur o por la fría zona norte? La verdad es que siendo un día de diario, a pesar de que en dirección a las montañas haría más "rasca", ésta era la mejor opción. Demasiado tráfico por el sur. En fin. 

"¡Qué poco me apetece subir Castrillino hoy!", exclamé mentalmente, o no tan mentalmente porque hablo sólo de vez en cuando. Una especie de fuerza magnética nos arrastró a La Americana y a mí hasta el Portillín porque, ¿qué hay mejor que subir un repecho de un kilómetro, con rampas del 15% a los diez minutos de arrancar?

Llegué a la cima de este mito del cicloturismo de la ciudad y comprobé el desastre. En invierno había matado y enterrado a la primavera. La nevada que había en las montañas era de esas que te asustan con sólo mirarla. 

Casi era imposible distinguir algo parecido a rocas. Todo estaba cubierto de nieve. Parece que el general invierno ha secuestrado a la primavera hasta nuevo aviso y, por lo que dicen las predicciones, por estos lares nos va a tocar esperar.

Según avanzaba por las carreteras, pequeñas y rugosas, de la Sobarriba, se podían apreciar algunos pequeños montones de nieve. Sin ser muy grandes, lo que dejaban patente era que mi elección de vestuario, había sido totalmente acertada. El sol no lograba imponerse del todo y no conseguía calentarme la piel. Tocaba pedalear medianamente duro para no quedarse frío.

Mi objetivo, la carretera del Condado, me quedaba aún a unos veinte kilómetros. Lo mejor que podía hacer era ir por una de mis vías de entreno principales. La Carretera de Santander, esa carretera nacional pero con una cantidad de tráfico más propio de una comarcal a lo sumo. Eso sí, sin arcén, aunque por aquí nunca he tenido incidentes dignos de mención, más allá de los propios del gremio.

Siempre es genial rodar por la zona del Condado. Es una zona bañada por el río Porma, el cual me ha acompañado durante toda mi vida. Él contempló mis primeras pedaladas a lomos de aquella pequeña GAC que todo lo podía, por Boñar, lugar de juegos y encuentros en mi juventud.

Además, por el Condado parece que el tiempo va a otro ritmo. Apenas se ve gente. Apenas se ven coches. Es como retroceder en el tiempo quince o veinte años. Un poco de actividad agrícola y ganadera, nada a gran escala. Es un lugar especial. Te permite rodar, inmerso en mil pensamientos, disfrutando de todo.


Pero no me podía detener mucho porque el frío era intenso. Debía de continuar. Aún mi forma no es la de otros gloriosos tiempos y ya no me daba tiempo a quedar, poco antes de las tres de la tarde, a tomar un café. Había calculado mal. Aún no saco medias de treinta kilómetros por hora rodando solo. Me tengo que conformar con veinticinco o veintiséis.

Me volví a sumergir en el universo Sobarriba, con su rugoso asfalto y sus continuos repechitos que hacen que las piernas te piquen cada dos por tres, pero el día estaba hecho. Otros sesenta kilómetros al saco de entrenamientos, por una zona fantástica.

Lástima que el invierno haya amordazado a la primavera.

domingo, 16 de marzo de 2014

El territorio que siempre se nos va de las manos.

¡Hola a todo el mundo!

El sábado, la Grupeta Cicloturista León tenía prevista una de esas rutas que hacen que te plantees si acompañarles en sus locuras o no. Sus ruedas girarían por uno de los entornos más espectaculares que hay en la provincia de León. La zona de Valdeteja. 

Seguidamente, Jorge, miembro honorífico de la Grupeta, os presenta el siguiente gráfico que atestigua que la Provincia de León, a sólo 50 Km de la capital, cuenta con parajes, cómo decirlo...acojonantes...

Jorge, mostrando el gráfico.
Pero me surgía un problema. Si bien no estoy del todo mal, o no tan mal como cabría esperarse después de unos cuantos meses de parón, lo más probable era que si me embarcaba en esta ruta, lo pagaría durante un tiempo. Demasiados puertos para tan pocos kilómetros en mis piernas.

Así que mi misión era encontrar a alguien de la Grupeta que no tuviese ganas de hacer el León, Hoces, Valdeteja, bla, bla, bla. 

Un par de mensajes en el grupo del Whatsapp me dieron a entender que otro de los miembros honoríficos del grupo, no tenía muchas intenciones de ir hasta allí arriba. 

-Son las doce de la noche y me estoy tomando algo.

Me pareció que a partir de este mensaje, yo podría sacar un compañero para mi mañana de rodaje.

-Buka. Yo no voy a ir con estos. No tengo el chichi pà farolillos. ¿Te apuntas a rodar conmigo?

Y en efecto, el Bukanero no me iba a fallar. Tuvimos que aguantar a algún que otro gracioso que nos llamó nenas y todo eso por no querer ir con todos, pero teniendo en cuenta que un miembro de la Grupeta es Patri y anda como un tiro, nos sentimos realmente halagados.

Así que a una hora no demasiado temprana, quedamos en el Arco de la Cárcel, muy apropiado nombre tanto para Buka como para mí. Había que decidir la ruta a seguir. 

Yo lo que quería, era hacer kilómetros y Bukanero estaba en la misma onda que yo. La duda era si en medio de todos estos kilómetros nos apetecía subir algo medianamente serio o no.

-¿A ti qué te apetece, Dani?
-¡Kilómetros sin subida, coño!

Decidido. Había que llanear. La ruta elegida, en principio, era ir hasta Benavides y luego ya veríamos, así que pusimos rumbo a La Virgen del Camino, lugar por el que se accede a toda aquella zona.

Las charlas que solemos tener Buka y yo, menos de ciclismo, suelen tratar de multitud de temas. En principio, escogimos uno muy, pero que muy deportivo.

-¡¡Si es que a los autónomos nos están sangrando, todos estos hijos de p....!!
-¡¡Que sí!! Que son todos unos ladrones.

Nos podemos empezar a hacer a llamar, perfectamente, los ciclistas antisistema, os lo aseguro. Quedamos de un relajado que alucinas. En principio, ves cómo te suben las pulsaciones a mil, por todo esto de la discusión, pero luego quedas como una malva.

Poco a poco, nos estábamos acercando ya a Benavides. Toda esta zona, está bañada por el río Órbigo. Si no sois de León los que podáis estar leyendo esto, quizás este río os traiga sin cuidado, pero la próxima vez que toméis una birra, acordaros de él, porque baña a más del 80% del lúpulo del que se hacen todas las cervezas de España.

La zona no es completamente llana. No son los Alpes, en efecto, pero está plagada de cambios de rasante que, si vas a un buen ritmo como era nuestro caso, cada dos por tres sientes un cosquilleo muy rico en las piernas.

Tocaba llenar el bidón y comer algo y qué mejor lugar que en Benavides. Así podríamos concretar eso de "ir hasta Benavides y luego ya veríamos". ¿Qué significaba eso de "luego ya veríamos"?



Siempre que vamos hasta esta zona, yo no sé por qué, pero solemos tener ciertos problemas de cálculo de distancias. Aún recuerdo aquel día en el que salimos con intención de hacer 80 Km y por hacernos caso de Elías, nos salieron 110 Km de esos que no te esperas. Y ocurrió también por esta zona. Al fin y al cabo, esto es territorio de los amigos del Club Ciclista Astorga.

El Bukanero tuvo una gran idea. Una vez en Carrizo, le pareció lo mejor del mundo, ir hasta Llamas de la Ribera porque así alargaríamos la ruta unos diez kilómetros más. Y aquí estuvo nuestro error de cálculo porque de diez, las narices.

En cuanto pasamos Carrizo, como si de una advertencia a nuestro error se tratase, comenzó a sopla viento en contra que dificultaba más y más nuestra marcha. Además, como el Buka comprobó que yo no estaba tan mal, tan mal, avivó mucho el ritmo, lo cual convirtió la ruta en una ruta normal y corriente. De esas en las que uno tira un poco, el otro un poco más y el que está más fuerte, cruje al más débil, en este caso, yo.

La verdad es que, a pesar de los 30 km extra que me metió el Buka con calzador, no se me hicieron largos, salvo por el pequeño detalle de que habíamos cambiado de territorio. Yo no nos movíamos por la zona de Benavides y Carrizo. Ahora estábamos en territorio "Omañas", lo que significa repechos duros y, a nada que te desvíes, te encuentras con un puerto de segunda, así que debíamos de ir con cuidado.

Durante esta breve incursión por el "territorio Omaña", yo me tuve que servir de la firme rueda de mi compañero de andanzas. El viento, mi falta de rodaje y el hecho de que el Bukanero avivó el ritmo, hicieron que mi paso por este territorio se me hiciese pelota, pero al llegar al cruce que nos reconduciría a León, mis piernas se recuperaron y empecé a dar algún relevo.

Paramos en Cimanes del Tejar porque necesitábamos reponer un poco de agua. Que si una meadita, que si el recuerdo de una pájara de hace unos añitos por esta zona y proseguimos. Lo más complicado que nos quedaba eran los repechos de la carretera que nos llevaría a León. La del Ferral. Casi totalmente recta y con continuos toboganes de quinientos metros. 

El primero de ellos lo encabezó mi compañero. Yo me agarré a su rueda como si no hubiese mañana. Aguanté como pude. En la bajada me hizo una confesión que me dio la motivación suficiente como para tomar los mandos durante el siguiente repecho.

-¡Pues estás fuerte, perra!

Así que me puse en bielas con el plato grande, apreté los dientes y leña. Hasta que se acabase el repecho. Y de ahí hasta el final del día, que no puedo calificarlo de otra manera que no sea como fantástico.

En efecto, se nos fue de las manos, porque lo que iba a ser una ruta de unos 75 Km, al final se quedó en una de casi 100, pero lo hicimos como dos paisanos, sí señor. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Que no lo he dejado, tranquilos.

¡Hola a todo el mundo!

Hoy era el Día D. Hoy reaparecía a lo que viene siendo la vida pública cicloturista leonesa. Hoy hacía un día espectacular. Hoy tenía muchas ganas. ¡Hoy ha sido un día genial!

La Hora H era la habitual para estas fechas. Las diez de la mañana. Tocaba salir con el Club. "Primero hinchar bien las ruedas, luego ponerme la ropa de batalla, llenar el bidón, coger un platanito". No hacía más que repasar mentalmente el ritual clásico de toda salida en bicicleta. No quería que se me olvidase nada de nada.

"¡Maldita sea! Las llaves de casa." Salvo este detallito, parecía que no se me había olvidado nada. Fui dando los primeros pedales de la mañana hasta el lugar de quedada del Club.

Llegué y allí estaban todas las caras que pensaba encontrarme y alguna que otra nueva.

-¡Hombre, Dani! Dichosos los ojos. ¿Qué tal?

Ese fue el comentario más generalizado, más alguno que otro que no puedo transcribir por respeto y decoro.

Tras firmar en el control, los de la Grupeta Cicloturista León comenzamos a charlar. Ellos ya sabían que iba a ir, así que no se sorprendieron demasiado. Unos para la ruta larga y oros para la corta, concretamente Patri, Juan, Buka, Begoña y yo.

Bukanero, que tiene la espalda un poco regular (la edad no pasa en balde) saldría con nosotros, en la corta, a pesar de que el muy "condenao" está que mete miedo. Muchos son los kilómetros que hemos compartido en diferentes situaciones y éstos que hemos hecho hoy, por pocos que hayan sido y flojos que los hayamos hecho, han sido geniales.

La cosa es que comenzamos a pedalear. Cuando se separan la corta y la larga, siempre hay alguna que otra confusión y hoy, por mucho tiempo que hiciese que no salía con el club, no iba a ser una excepción.

-¿Dónde está Begoña? ¡BEGOOOOO! ¡Por aquí!

Ya estábamos todos ordenados y conseguimos salir de León ciudad sin ningún incidente. Mi plan era mantenerme en medio del grupo, pero claro, como iba hablando con el Buka, me despisté y en nada estaba encabezando el grupo. En fin.

Como no estábamos pedaleando con rabia, cosa a la que ahora mismo no estoy capacitado, todo estaba yendo bien. Yo tenía mis dudas. No sabía cómo iba a responder el cuerpo. El corazón parecía estable y las piernas no se estaban resintiendo. Ni siquiera el hojaldre, que es lo que más sufre en las primeras rutas después de un parón. 

Después de unos cuantos kilómetros y unas cuantas risas, cambiamos de carretera. Estábamos en el corazón de la "ruta de la mierda", conocida así por la presencia allí de una cuadra de vacas. El resto os lo podéis imaginar.

Por esta zona hay algún repecho en el que tenía ganas de verme. Rodar por el llano está muy bien, pero la verdad es que en ese terreno no tengo especiales problemas. Cosa distinta es cuando la bici mira para arriba.

Comenzamos a subir un repecho de, aproximadamente, un kilómetro y yo iba, cómo no, dándole a la lengua con el Buka. En este momento fue donde se me ocurrió una formidable idea.

-Y si ataco, Buka.
-¡Venga! Dale, tío.

Y así fue. Metí plato, bajé un piñón, me puse en bielas y apreté los dientes. En definitiva, un alarde sin mucho sentido, pero que me prestó un montón porque, fíjate, no me destrozó. Vale, vale. Seguro que no fue el demarraje más duro de todos los tiempos, pero llevo tiempo sin tener regularidad en esto de salir a rodar, así que a mí me valió.

Una vez terminado este momento "freakshow", tocaba rodar hasta llegar a la base de una subida de mayor entidad. Castrillino. Aquí ya no iba a columpiarme porque no tengo, como se suele decir, el chichi para farolillos. 

-Bueno... Aquí haré lo que pueda.

Dejé caer al grupo esta advertencia para no autopicarme conmigo mismo. Pero la verdad es que según iban pasando los metros de subida, yo no me encontraba mal. Siempre a rueda, iba manteniendo un ritmo cómodo. De repente, el grupo en el que iba, se rompió. Por delante, se fueron dos compañeros, entre ellos al que le dolía la espalda. Yo me quedé en una grupeta con otros cuatro. 

"No te calientes, Daniel" era el mantra que me repetía para no echar por la borda las fuerzas que me podían quedar. Pero tengo el culo inquieto, así que me puse un objetivo. Si en dos curvas estaba igual y no pasaba nada raro, aceleraría hasta llegar al grupo del Buka.

Así que en cuanto llegó la curva que tenía marcada como punto de no retorno, bajé dos piñones y aceleré. Lo hice sentado para no ser un "notas", pero lo cierto es que aceleré lo suficiente como para llegar en un santiamén hasta los dos escapados. Ha sido el primer momento del año en el que pongo la patata a 170 pulsaciones y no me he venido abajo, así que fenomenal.

Al llegar arriba, nos quedaban como dos kilómetros para volver a cambiar de carretera y fue allí donde hicimos un alto en el camino para reagrupar y yo, para sacar tiempo para el momento foto...



Y a partir de aquí, ya no quedaba nada para llegar a León. Ahora teníamos que perfilar otras cosas.

-Buka. Tomaremos unas cañas ahora al llegar, ¿no?
-Hombre, claro.

Este plan pronto fue circulando por todo el grupo, obteniendo una unánime aceptación por casi todos. Una vez convencidos todos, llegó uno de los momentos más estupendos del día.

-Dani. Mira, soy Jose. Hace tiempo que no escribes en el blog, ¿verdad? A mí me ayudó mucho para buscar rutas cuando estaba empezando y seguro que a más de uno también, así que no lo dejes.

Por tanto, aquí está la crónica del día. Seguiré colgándolas, por supuesto. Esta va por ti, Jose.

sábado, 8 de marzo de 2014

Día D, hora H

¡Hola a todo el mundo!

Pues creo que ya ha llegado el día de reencontrarme con el pelotón leonés. 

Podría decir que "he decidido", pero en realidad he de decir, "me han convencido", de que mañana salga con el Club Ciclista León, en su salida dominical. No tenía muy claro esto de reaparecer con gente tan pronto, porque estoy muy tierno aún. 

Esto me condena, de manera irremediable, a la cola del pelotón, a chupar rueda como un condenado y, más que probable, a salir en la ruta corta, pero tengo unas ganas enormes, así que como si llueve mañana....

...¡PERO DA LA CASUALIDAD DE QUE DAN BUEN TIEMPO!

La conclusión es que mañana va a ser un gran día para mí. Mi adorado sol bañando mi piel, mi adorado ciclismo haciéndome disfrutar y mis cicloamigos, que son mucho más que eso, haciéndome reír como si no hubiese mañana.

¡Qué ganas! Así que, sin más dilación, os emplazo a mañana o pasado, más o menos, a leer la crónica de lo que pase en el día de mi vuelta a la vida pública cicloturista.

Una cosa os voy a adelantar. Nos vamos a reír seguroooo.

lunes, 3 de marzo de 2014

Queda mucho por delante.

¡Hola a todo el mundo!

Primer gol del Madrid. "Decidido. Salgo a andar en bici."

Esto fue lo que pensé a eso de las 17:05 de este domingo en el que me debatía entre el quedarme en casa y descansar de toda una semana de trabajo y salir con "La Americana" a dar una vuelta para coger ritmo de entrenamiento.

Lo cierto es que estaba fundido. Por cosas del curro, había llegado a casa tardísimo y no entraba dentro de mis planes el madrugar, cosa que no hice finalmente. Porque las dos de la tarde no es madrugar, ¿verdad?

Como os digo, tras el gol madridista, y aquí hago un inciso, apostillando que yo soy muy del Atlético de Madrid, mis luchas interiores quedaron resueltas. Había que salir a entrenar. Esta semana que entra no voy a tener mucho tiempo, así que este era uno de mis últimos cartuchos para rodar.

Lo primero que tenía que hacer era asomarme como un lémur por una ventana, para comprobar una cosa. En efecto, el día era un asco. Viento, suelo mojado y amenaza constante de lluvia.

Los compañeros de la Grupeta Cicloturista León no hacen más que repetir que lleva así todo el invierno. Eso son buenas noticias porque así podré aproximarme a su nivel en menos tiempo del esperado dado que no han podido castigarse duro como otros años. En fin. A veces me sale el ramalazo puñetero.

El martes, en mi regreso a las carreteras, la verdad es que no me encontré del todo mal. Tampoco hice muchos kilómetros, con cuarenta tenía más que de sobra para empezar, así que hoy no tenía intención de cambiar de parecer. Una rutita corta me vendría fenomenal. Además, hasta que cambien la hora, salir a las 17:30 implica que te va a pillar el toro o, mejor dicho, el atardecer.

La ruta que escogí, es un clásico del "soltar pierna" leonés. Todo llano, carretera tranquila, paisaje no demasiado horrible...En definitiva, una buena elección para lo que son mi nivel actual y el poco tiempo que tenía hoy. 

Nada más salir, lo primero de lo que me percaté fue de las enormes posibilidades que tenía de que me cayese un chaparrón encima. Éstas eran entre un "segurísimo" y un "desde luego". Pero daba lo mismo porque, al fin y al cabo, ¿qué otra cosa tenía mejor que hacer hoy?

Pasados los primeros kilómetros de calentamiento, comencé a pensar en que el día anterior de entreno había estado fenomenal porque, tras terminar, no quería morirme. "A ver si hoy es igual", me dije para mí, en alto pero muy bajito, para que nadie que me pudiese ver hablando solo, comenzase a juzgar mi salud mental.

La verdad es que cuando llegué al kilómetro 15, comencé a notar que el día no sería, ya no igual , sino ni tan siquiera parecido. No tenía flojera en las piernas. Tampoco estaba ahogado y el corazón se mantenía en unas pulsaciones correctas. Pero lo cierto era que yo no conseguía estar a gusto. No me sentía cómodo en el rodar.

Para resumiros mis sensaciones a lomos de la bici, os he preparado un diagrama explicativo....


Diagrama explicativo.

Lo mejor del día sucedió en el ecuador, más o menos, de la ruta. Cambié de carretera, para enfilar en dirección a casa, y me detuve para ponerme el chubasquero dado que empezaba a llover. A pesar de ello, el sol, que ya casi estaba despidiéndose en el horizonte, bañaba con su luz toda la zona. El color de todas las cosas a mi alrededor era maravilloso. Pero cuando levanté la mirada, ahí estaban. Dos arcoiris seguidos uno del otro, de unos colores muy intensos y justo encima de mí. Un verdadero expectáculo.

Lo que me quedaba de camino, lo hice en compañía de mis amigos viento, lluvia y atardecer. Las sensaciones no habían mejorado y ahora tenía que añadir la presencia del viento de cara, así que no fue un paseo por el parque todo esto.

Conclusión del día. Me queda mucho trabajo por delante pero mi cabeza vuelve a pensar en "ciclista". Os seguiré informando.