martes, 25 de febrero de 2014

Hoy, nada ni nadie.

¡Hola a todo el mundo!

¿Me recordáis? ¡Sí, hombre! Soy Dani. El chico, a una bicicleta pegado, que hace unos nueve meses que no ha tocado a "La Americana".

Para resumiros estos nueve meses sin coger la bicicleta. Sencillamente, no me apetecía. Así sin más. 

Durante este tiempo, he pensado muchas veces en escribir alguna entrada en la que explicaros lo que pasaba por mi cabeza, pero no lo he creído conveniente, pero ahora lo voy a hacer.

Creo que cuando alguien se siente ciclista, o en mi caso y en el de unos cuantos, cicloturista, casi da igual si estás saliendo a rodar o no. Te sientes así y ya está. Es un sentimiento. Sólo es cuestión de tiempo el que vuelvas a entrenar. Y mi tiempo, ha regresado.

Muchas veces os he contado lo que la bicicleta significa para mí. Es una extensión de mi persona. Y como durante este tiempo, no me apetecía nada de nada salir a rodar, si lo hubiese hecho sin ganas, hubiese sido como traicionarme a mí y a la bicicleta y a lo que ésta significa para mí. Es un poco lío, pero yo me entiendo.

Durante este "embarazo" no me he quedado quieto, a ver si me entendéis. Sobre todo, he estado haciendo gimnasio. Primero un poco, luego algo más y últimamente se me estaba yendo de las manos, con lo que esto supone de ganancia de volumen. Que estoy como un oso, vamos.

Como no he perdido ni mucho menos el contacto con la Grupeta Cicloturista León, mi nuevo volumen ha sido objeto de mofa por los muy cabronazos. Pero el día que haya viento y todos se sitúen a mi rueda, se lo voy a recordar. Eso y que ahora que estoy de gimnasio, puedo bajarme de la bici y acabar con todos ellos. Es broma, por supuesto, pero que se anden con ojo.

En definitiva. Que llevo ya dos semanas con muchas ganas de salir a rodar pero no había podido debido a la serie de ciclogénesis explosivas o, como lo llamábamos antes, al tiempo de mierda que ha hecho. Por aquí en León, nos sale el agua por las orejas.

Ayer ya tenía preparados todos los bártulos, pero la mañana amaneció lluviosa. Pero hoy, como hacía sol, dije: "hoy es el día".

Y en efecto, me vestí de romano, otra vez, engrasé la cadena de "La Americana" y comencé a pedalear de nuevo.

"No te calientes, Daniel", fue el mantra que no hacía más que repetirme. Sabía que no estaba físicamente anulado. Sabía que podía querer ir más rápido mi voluntad que mis piernas. Era un riesgo que debía de correr.

No tenía intención más que de hacer como 40Km para recuperar sensaciones y comprobar mi estado. Tranquilito, sin alardes.

"No metas el plato grande, Daniel". Este mantra sustituyó al anterior. La experiencia que no se olvida, por muchos meses que lleves sin rodar, te dice que como metas el plato grande, al final te calientas. Y más teniendo en cuenta que la semana anterior me había dado unos buenos tutes de pierna en el gimnasio como preparativo a mi inminente vuelta a las carreteras. 

Todo estaba saliendo fenomenal. Ni me estaba picando conmigo mismo, ni estaba abusando de plato, ni nada. Tenía muchas ganas de verme en una subida, porque ahí sí que sé que he perdido todo lo que había podido ganar en el pasado. En la ruta que había escogido para mi reaparición, hay una subidita de unos 400 metros, que suponía para mí hoy, una buena toma de contacto.

Llegué a la base de la subida, subí un par de piñones, me agarré a la cruz del manillar y avivé el ritmo. Éste ha sido el único momento de la rutilla de hoy en la que me di cuenta de que estoy muy muy verde o, como dicen en algunos lugares, que estoy muy royo. 

Por supuesto, no me he olvidado del momento foto....

Esta se la dedico a Jorge, con todo el cariño...jajajajaja

On water!!

Y la anécdota de la ruta de hoy comenzó aquí. Durante mi sesión fotográfica, ya me estaban cayendo algunas gotitas. Nada importante, la verdad, pero al mirar al horizonte, pude ver cómo unas cortinas de agua me estaban retando. "¿Te atreves a pasar?" 

Anclé las calas en los pedales y pensé, "¡Me sobran cojones¡". Ahí comenzó la fiesta climática.

Nada más que salí a la carretera principal, todo el viento que había estado oculto durante toda la mañana, se manifestó. Parecía que el clima había visto mi órdago.

Primero un par de ráfagas de viento muy duras y laterales. Ahí me acordé de las ruedas de perfil de Jorge y del peso pluma del intrépido JR y Fernandín. Pero agradecí haber ganado peso estos nueve meses (de músculo, que quede claro)

Cuando el general Viento comprobó que no podía nada contra mí, el mariscal Lluvia comenzó a dar todo lo que tenía dentro de sí. 

Unas enormes y gélidas gotas de agua empezaron a avisarme en el casco. Tas, tas, tas, tas....De pronto, parecía como si una ametralladora estuviese impactando sobre mí. 

Pero lo que ninguno de esos poderosos fenómenos sabía era que mis ganas de pedalear eran enormes. Hoy nada ni nadie podría detenerme porque mi regreso a las carreteras era un hecho.

No detuvieron sus embestidas sobre mí. Pero yo tampoco dejé de pedalear hasta llegar a casa con la sensación de que había vuelto. De que había vuelto por la puerta grande.