¡Hola a todo el mundo!
Ya ha pasado una semana desde que nos batimos el cobre en
Los 10.000 del Soplao tanto Buka como yo mismo, en representación del
CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN y sigo con esa sensación de haber hecho algo muy bonito. Se podrían contar tantas y tantas cosas que necesitaría media docena de entradas de este blog. Lo mejor es empezar y a ver qué me sale.
Teníamos marcada esta marcha desde hace ya tiempo. Podríamos decir que era el gran reto de la temporada por varios motivos. Los kilómetros (226 km), los puertos, el hecho de tener que hacer noche fuera de León con lo que ello implica en cuanto al operativo y un largo etcétera.
Si bien nuestros objetivos como club son otros, como el hacer actividades que nos motiven, estar a nuestra bola haciendo lo que nos gusta y de la manera que nos gusta y bla bla bla, el hecho de ir como club a una marcha de esta talla es una sensación fantástica. Además, en concreto, el Buka y yo. Aún recuerdo el día que nos miramos a los ojos y dijimos...."¿hacemos un club, tío?". El resultado está superando nuestras expectativas y nos ha llevada hasta el Soplao. Lo mejor de todo es la cantidad de cosas que nos quedan por hacer. Ha sido como una liberación.
Y allí estábamos. Tomando un arroz con leche en el bar La Central, en Nueva de Llanes, nuestro cuartel general para nuestras movidas por la zona de Picos de Europa en esa zona. Es territorio TRASGU, otro club, qué digo amigo. ¡Hermano! Y en representación de estos grandes, Ángel, nos comentaba dónde nos encontraríamos al día siguiente en Cabezón de la Sal, punto de partida del Soplao.
Pero no sólo iríamos Gelín,
Buka y yo. El grupo se completaría, a parte de con este Trasgu de reconocido prestigio y nuestra contribución asfáltica, con Jose y Julio, dos grandes también, de
TORSORE, la tienda on-line amiga, y García, uno de los gallos de La Grupeta del Oriente Asturiano.
El grupo ya estaba formado, ya nos conocíamos todos y sabíamos de nuestras capacidades. Estábamos allí para triunfar. Cada uno busca sus retos, su espacio. Unos terminarla, otros hacer tiempo y nosotros, pasarlo "entre cojonudo y superior".
Las nubes cubrían el sol y mantenían una continua tensión en todo el grupo. "Pues yo vi que no daban agua". "Pues yo vi que sí". Nadie tenía la solución. Habría que dar pedales igualmente, así que dejamos de mirar al cielo y nos pusimos a dar pedales. Los primeros, para llegar a la salida.
Y por allí nos encontramos con peña conocida. Algún que otro saludo, un par de charlas y nos centramos. Había que esperar un poco. Además, nosotros nos colocamos en la parte trasera del gran grupo. Somos más de adelantar a la peña subiendo, porque bajando y madrugando para coger buen sitio se lo dejamos a otros.
Dan la salida a ritmo de AC/DC, que ya es una tradición, y tardamos en tomar la salida, al menos nosotros, cerca de cuatro minutazos. Esto os dará idea de la cantidad de gente que se apunta a esta ruta. En esta edición, la séptima, seríamos más de 1800 cicloturistas, creo.
Primeras pedaladas, estas ya "oficiales" y te das cuenta de lo engañosos que son estos primeros kilómetros porque siempre piensas que estás enlazando con "el grupo", y cuando te das cuenta, llevas más de diez minutos a 40 km/h sin rumbo ni sentido. Debíamos de ser cautos. Quedaba mucha mañana.
Rodábamos agrupados (evidentemente me refiero a los colegas). Mucha risa, eso nunca nos falta, nos ayudaba a ir entrando en calor. Eso y la gran cantidad de gente de Cabezón que se vuelca con la celebración de esta prueba. Es una pasada.
Los primeros 56 km son de un continuo sube y baja por la costa. Subes un repecho grande y, de repente, te encuentras con unas calas magníficas. La belleza de esta zona es tremenda. Comillas, San Vicente de la Barquera...una pasada el ver cómo la gente sale a recibirte y darte ánimos, la verdad.
Una pequeña zona de empedrado (o pavé como le da a todo el mundo por llamar al dichoso empedrado) nos recuerda que a pesar de ser una marcha cicloturista, el peligro existe. Nos centramos de nuevo, aunque dentro de nuestra línea argumental (parida va, parida viene).
Mientras charlo con García, no sé por qué ni cómo, pero el hecho es que yo grito algo parecido a...."¡que viva la Grupeta del Oriente!" y esto calienta a García que se anima y sube el ritmo. Le sigue Ángel.
Buka y yo nos despistamos y se nos marchan. Les tenemos a tiro y nos ponemos a enlazar. ¡La madre que los parió! No hay quién les eche mano. Nos costó un montón engancharles. Desde ese momento no volví a sobremotivar a García, porque él solito se vale muy, pero que muy bien.
Y llega el primer avituallamiento. Nuestra política de repostaje era clara. Pararíamos en todos los avituallamientos y reagruparíamos siempre que fuese factible, y lo sería hasta casi el final. En este primero, muchos de nosotros teníamos muchísimas más ganas de sacar que de meter. En agua del canario cambiada hizo que retomásemos la idea principal de lo que viene siendo un avituallamiento. Tragar. Y así lo hicimos, porque en una etapa de este pelo, como se te olvide comer y beber, el pajarón puede ser de campeonato.
García y Ángel salen unos segundos antes y eso nos iba a costar un calentón de narices, pero por el momento no nos centramos en enlazar. Julio, Jose (los
Torsore)
Buka y yo rodábamos más o menos tranquilos. Además, tras este primer avituallamiento, la marcha ya se había roto. Nuestra idea era enlazar con nuestros escapados compañeros antes de empezar a subir
El Soplao, que sería la primera dificultad seria del día.
Ahora sí, tocaba enlazar. Y nos pusimos a tirar como endemoniados. Justo antes de subir El Soplao, calentón para el cuerpo. Perfecto. Justo lo que ninguno queríamos. Pero es que el gallo de la Grupeta del Oriente, García, y el robusto Trasgu, Ángel, estaban como toros y nos iba a costar engancharles.
Pero como somos muy cabezones y los colores del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN nos dan super poderes, logramos reunificar. El problema era que nada más hacerlo, ya teníamos que forzar de nuevo para afrontar la subida del Soplao.
Y llegados a este punto y debido a que ya veníamos un poco encendidos, pues comenzamos a poner un ritmo, llamémosle, alegre. Al fin y al cabo, tras el descenso estaba el siguiente avituallamiento, con lo que después de analizar la situación, yo personalmente decidí darme un poco de caña.
Y en este tipo de marchas con tantísima gente uno se motiva fácilmente debido a que si aprietas el ritmo, no paras de adelantar a otros cicloturistas. No porque yo sea la pera limonera, sino por probabilidad, digo.
Y es que me calenté de narices. Tal es así que paré a esperar a Buka, García y Ángel porque pensé que me estaba encendiendo demasiado. En La Florida me pareció buen sitio. Así, la segunda parte de la preciosa subida al Soplao la volvería a hacer a lo loco, esperando arriba y bajando juntos.
De nuevo unidos y, una vez más, aprieto los dientes para disfrutar por todas esas curvas de herradura. ¡Qué gozada! Iba encendido. Casi me dio pena de que se acabase la subida pero las cosas duran lo que duran y para puerto infinito, el siguiente del día, Piedrasluengas. "El esfuerzo de la subida al Soplao, es el último calentón del día", pensé y dije en alto, porque a veces hablo solo como bien sabéis.
Rápido y peligroso descenso nos tocaba afrontar ahora a
Buka y a mí. Tan peligroso es que adelantamos a un grupo de asistencia que estaba ayudando a un chico que cayó, partió el cuadro de la bici y el brazo. Hizo el día, el mes y el año este participante. Espero que esté bien.
Y, a lo lejos, allí estaba el segundo avituallamiento...
Aquí tocaba comer y beber bien. Lo siguiente a superar era de órdago.
Piedrasluengas. 38 kilometrazos de puerto machacón.
Se repite la historia. Ángel y García salen primero. "Ya verás tú para atraparlos", pensé, pero el daño ya estaba hecho. Salimos
Buka y yo, una vez más, con ritmo de caza. De cacería de nuevo.
Aumentar el ritmo ahora comenzaba a ser peligroso porque aún no habíamos llegado a la mitad del recorrido y nos quedaban cuatro puertos por delante, sin embargo las sensaciones estaban siendo inmejorables. Parece que las horas de entrenamientos, las rutas largas y con duras subidas estaban dando sus frutos.
Pasamos junto a un cartel que hizo que nos estremeciésemos un poco al poner "Piedrasluengas 38 km", pero ya estábamos concentrados y con la marcheta alegre activada. Poco a poco íbamos atrapando grupos y cicloturistas en solitario. El rosario de gente era impresionante y, como digo, esto motiva mucho porque siempre vas teniendo, a unas decenas de metros, algún objetivo que atrapar, pero ni rastro de García y Ángel. Se ve que ellos estaban en modo "ciclistas fugados", así que había que apretar un poco más.
Durante los primeros 16 kilómetros de puerto, si bien son los más fáciles y tendidos, no levantamos los ojos del manillar. Sólo bajábamos el ritmo para adelantar con seguridad a algún grupillo grande. Se aproximaba la zona del
Embalse de la Cohilla que pasa por ser la parte más dura y, sobre todo, más bonita del puerto. Aquí sí que había que fajarse de lo lindo. Esta zona se caracteriza por atravesar un desfiladero, así que la carretera, hasta llegar a la presa del embalse, se retuerce bastante por la montaña y sube muy arriba. Son dos kilómetros duros, uno al 7% y otro al 8%.
Y por ahí, entre grupo y grupo, ¿a quién nos encontramos por fin? En efecto, Ángel y García estaban haciendo una subida fantástica. Nos costó a
Buka y a mí unos 20 kilómetros enlazar con ellos. Jose y Julio, los grandes
Torsore's, iban por detrás, a su ritmo, muy enteros como dos héroes que son.
Tras un par de minutos en los que bajamos algo el ritmo para recuperar el aliento, cada uno volvió a su ritmo. Quedamos en el avituallamiento de la cima del puerto. La suerte estaba echada. Ahora sí que ya nadie se iba a dejar nada. Lo íbamos a dar todo absolutamente ¡y que saliese el sol por donde le diera la gana! Si tocaba pájara, pues con orgullo por haberla alcanzado de esa forma, y si no tocaba desfallecer, pues ¡
A TOPE!
Sin pensarlo dos veces, engrano plato grande, porque después de la presa se puede meter, y no miro para los lados ni para atrás. Ya sólo para adelante. Pedaladas fuertes, seguras y potentes. No quería que el ritmo decayese ni un poquito, así que en cuanto veía que bajaba un poco, sobre bielas para lanzar de nuevo la bicicleta.
Continuaba atrapando grupos e individuos en solitario. A medida que avanzaba terreno, alguno intentaba seguir el ritmo, reventando a los pocos metros. Yo, he de decir que estaba a tope y muy muy motivado. Hacía años que no me marcaba una subida así.
Me encuentro con un cartel que indica que faltan ocho kilómetros para la cima. Me toca un poco las narices, la verdad, pero la mejor receta para eso fue volverme a poner sobre bielas y apretar un poco más los dientes. Sudor a chorro resbalando por mi rostro estaba siendo el resultado del trabajo bien hecho.
Pero comenzó a surgir un problema. Se me terminó el agua y tenía la boca seca. Faltaban pocos kilómetros para el avituallamiento y comenzaba a necesitarlo. La solución fue bajar un piñón y apretar aún más.
Por fin, después de una curva a derechas, ahí estaba el repostaje. Entro pletórico y a toda leche. Un miembro de la organización me aplaude y consigue que sonría al felicitarme por la subida, pero yo veo a otra persona que me interesa mucho más. Un tipo con una caja de agua y otra de Powerade. ¡A por él!
- Hola. ¿Quieres un poco de agua?
- Dame dos de cada.
- Pero....
-¡Vamos!
En un minuto trago un litro de agua y otro de bebida isotónica. Tiempo suficiente como para que llegue Buka y se una al "botellón". Hemos hecho una subida para enmarcar.
Al poco tiempo, aparecen García y Ángel. Mientras reponemos fuerzas, vemos que hay viejos conocidos. ¡Los amigos del
Piñón Cortés de La Bañeza! Qué bien nos lo pasamos en la
XIX Marcha de Primavera de La Bañeza. Además, los compadres del Cortés con los que siempre hemos coincidido, son gente extraordinaria.
Mientras seguíamos tragando para recuperar fuerzas, había que hacerse una foto de familia...
- En el Desfiladero de La Hermida va a dar el aire de cara.
Así sin más, esa lapidaria frase la deja caer uno de los "moteros" de la organización. Eso hace que nos volvamos a poner en modo ciclistas, porque llevábamos media hora o más parados en el avituallamiento, la verdad. Por primera vez en todo el día,
Buka y yo salimos antes y no tenemos que cazar a nadie.
Comenzamos la bajada. Hasta el desfiladero de La Hermida quedan más de 30 kilómetros y nos habíamos planteado como reto llegar allí dentro de un grupo, con la sana intención de refugiarnos del viento que parecía que nos iba a dar de jeta. El problema era que Piedrasluengas había roto aún más la prueba, con lo que ahí estábamos
Buka y yo, solos completamente bajando como dos demonios, a toda velocidad, trazando las curvas como dos profesionales, en busca de algún grupo grande que no terminaba de aparecer.
Pasaban los kilómetros y sólo conseguimos atrapar a un chico de Valladolid que casi nos acompañaría hasta el final de la marcha. Así que, los tres en conjunto, comenzamos a darnos relevos para lograr enlazar con alguien. Comenzaba a ser frustrante el hecho de estar tirando fuerte, yendo por el llano a 35 km/h y no dar con nadie, hasta que casi ya en el desfiladero, vemos a lo lejos un grupo de unas 15 unidades.
¡Y cómo íbamos a dar con ellos si iban a mil por hora! Pero el trabajo ya estaba hecho, con lo que nos escondemos a cola de grupo para recuperar y, dicho sea de paso, chupar rueda.
La siguiente dificultad montañosa sería el
Collado de Hoz. Unos diez kilómetros al 5% de media, alcanzando en algunos tramos el 12%. Lo que viene siendo una putada, y más a esas alturas de día, porque ya llevábamos encima 170 km de ritmo alegre.
Parada técnica en otro de los avituallamientos a pie de puerto. Rellenamos bidón, comemos algo, bebemos mucho, vaciamos vejiga y vemos cómo comienza a orbayar. Y esto no nos iba a abandonar hasta el final de la etapa. Aparecen García y Ángel. La épica daba comienzo.
De nuevo juntos, tocaba hacerse foto...
Comenzamos a subir, ya no era tiempo para heroicidades, así que la supervivencia gana terreno a las demostraciones de fuerza. La verdad es que íbamos muy bien, ni rastro de bajones ni muchísimo menos, pero tampoco animaba demasiado el hecho de la fina lluvia. Ponemos un ritmo aceptable y más que digno. De ahí hasta el final,
Buka y yo íbamos a ir continuamente justos.
Como digo, el ritmo que llevábamos, ya no era ese fresco y alegre rodar, pero no íbamos mal. De hecho, durante la subida, no dejamos de adelantar a gente. Ya os he comentado que nos gusta pasar a la peña subiendo. Conseguimos formar un grupillo de ascensión de seis personas. Y en estos momentos en los que todos pretendíamos terminar el puerto sin más, resulta que un "notas" ataca....JAJAJAJA....Y eso no me gustó. Nada. El "churriataque" de nuestro amigo "el notas", resultó no tener un pijo de fuerza, claro. Me puse a tirar del grupillo, sin destrozarlo. Creo que todos entendieron lo que pretendía. Pasar al fugado todos a la vez. Cosa que sucedió a unos cien metros de coronar. Qué satisfacción mirar de lado a este personajillo, justo antes de terminar el puerto, entre la niebla y rebasándole todos en grupo, bien formados.
Y comenzó el descenso. Peligroso por el trazado de la carretera y por el agua sobre el
asfalto. Y nuestro amigo "el notas", era el típico que pretende enmascarar sus carencias como escalador, bajando rápido y, sobre todo, mal. En una curva de herradura nos pasó por el interior y pensé que tenía que ir a darle dos h_s_i_s porque si se llega a caer, nos lleva a todos por delante. En fin. Cuanto "retrasao" cría el pan.
Nos faltaban dos puertos. La Collada de Ozalba y la Collada de Carmona. No son dificultades demasiado duras en sí mismas, pero claro, en Puentenansa, que está justo en medio de ambos puertos, llegaríamos a 200 kilómetros, cifra que los cicloturistas no estamos acostumbrados a alcanzar. Si a esto le sumamos que no estábamos teniendo un día radiante precisamente, pues las dos colladas que nos quedaban por superar eran de categoría especial.
Sabíamos que García y Ángel no debían de ir muy atrás, pero
Buka y yo nos preguntábamos qué sería de
Julio y Jose. Sabemos que son peleones como los que más, así que estarían bien seguro. Ahora tocaba fajarse sobre la carretera mojada de la Collada de Ozalba.
Volvimos a compartir alguna parte de la ascensión con los compañeros del
Piñón Cortés. La subida volvía a estar cubierta por la niebla, lo que revestía todo de un componente de épica muy majo. Muy majo pero que comenzaba a tocar un poco las narices. La lluvia y el frío, que lo hacía, no son el medio natural
ni mío ni del Bukanero.
Llegamos de nuevo a otro avituallamiento. En este paramos muy poco. Lo justo como para echar una meadita, llenar bidones y beber. Nos quedaba por delante la
Collada de Carmona. Otros diez kilómetros de subida al 4,3% de media, pero con varios kilómetros por encima del 6%. En fin. Ya teníamos en las piernas 200 km de recorrido, de viento, de agua y de puertos, pero tiraban más de nosotros los 26 km que nos separaban de completar el reto.
Esta subida, habida cuenta de que se presentaba con niebla y, más que llovizna, lluvia propiamente dicha, nos la tomamos de cachondeo, hasta tal punto que busqué en mi móvil una lista de reproducción de Metallica, le di al "play" y por lo menos subimos el puerto de manera animada.
Entre la niebla, que por momentos se hizo muy espesa, apareció la cima del último puerto, rodeada de gente viendo pasar a los cicloturistas. De 10 la gente en torno Al Soplao, entregados a la Marcha Cicloturista al cien por cien. Una gozada que motiva de manera increíblemente para completar los últimos kilómetros.
Ya sólo nos quedaba el descenso, muy delicado debido a la lluvia, y unos kilómetros favorables hasta Cabezón.
Buka y yo tomamos la decisión de, hasta la meta, apretar los dientes y, a relevos, llegar a tope. Así no se nos haría larga la última parte de la etapa. Al fin y al cabo, estábamos terminando como toros, física y psíquicamente perfectos.
Junto a un compañero con el que compartimos muchos kilómetros de marcha, de la
Unión Ciclista Burgalesa, comenzamos a darnos relevos. ¡Comenzamos a ir volando! No bajábamos de 36 km/h. Y ya, cuando nos adelantaron dos troncos que iban a cuarenta y pico por hora y conseguimos echarles mano, ¡para qué deciros más! ¡A TOPE!
La sorpresa fue que estos compañeros que nos adelantaron a última hora, estaban haciendo la prueba de Gran Fondo de 315 km y ellos sí que estaban terminando a tope. De hecho eran el 5º y el 6º clasificados, con lo que a punto de llegar a Cabezón, se disputaron el sprin, a lo que nosotros no entramos.
Y allí estábamos
Buka y yo, entrando juntos, muy enteros y completando el reto. El reto para el que durante los últimos meses nos habíamos estado preparando, buscando horas de donde no las hay para poder entrenar, planeando rutas exigentes los fines de semana para coger fondo, yendo a currar cansados, llegando a casa cansados y, aun así, saliendo a entrenar. Supongo que la historia común que tenemos todos los cicloturistas.
Nosotros representamos también un proyecto común de unos cuantos colegas, el
CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, y una particular forma de entender el
CICLOTURISMO. Esta edición del Soplao, la primera dentro de este proyecto, ha sido muy especial.
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Ángel, a la izquierda. El Gran Trasgu. |
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García, llegando a tope. |
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Buka y yo, justo al llegar. |
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Jose (Torsore) al entrar en meta. |
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Julio, luchando y venciendo en Piedrasluengas. |
Y lo más especial de todo fue el grupo que formamos. Trasgus, con ese Ángel inconmensurable. Grupeteros del Oriente, con García a toda mecha. Torsores, con Julio y Jose, batiéndose el cobre como pocos. Y Asfaltos, siempre dando la cara. Todos unidos por una pasión llamada
CICLOTURISMO.