viernes, 27 de febrero de 2015

Una semana cargadita. Una semana fantástica.

¡Hola a todo el mundo!

Resulta que desde que disfrutamos de la 1ª Clásica de Rioseco de Tapia los miembros que fuimos (no estábamos todos) del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, no he parado de hacer cosas de bici, si bien, lunes y martes fueron cosas de despacho.

Ya tenemos licencia de club, ya tenemos patrocinadores, ya tenemos CIF y, sobre todo, tenemos unas ganas enormes de hacer cosas. Sin ir más lejos, ya estamos trabajando en la siguiente aventurilla que nos llevará, en esta ocasión, a un terreno mágico, misterioso y lleno de sorpresas. Maragatería y Cabrera será el terreno por el que nuestro Club siga haciendo historia. La cosa marcha y marcha muy bien. 

Y cuando los dos días de despachos terminaron, tocaba saltar al ruedo y pegarse, día tras día, con el condenado viento. El terror de todo ciclista y en esto, dan igual las categorías. Los días en los que sopla de lo lindo, siempre me imagino a Vinzenzo Nibali, a mi adorado Wiggins, a Contador y a mí mismo gritando de desesperación, al unísono, maldiciendo al dichoso viento.

Y es que estos días han sido especialmente duros. Tampoco yo he escogido las mejores rutas para huir de él, la verdad. Sobre todo el miércoles en el que fui en dirección sur, allá en donde no hay ni una triste loma que te proteja. De León a Villamañán, por carreteras secundarias que pasaban por Chozas, Fontecha y lugares que nada tienen de montañoso pero que, sin embargo, azotado por Eolo, parecían carreteras que trepaban por las laderas de los Pirineos. 

Aún dolorido por el castigo, el jueves cambié de rumbo por completo y tome dirección norte, yendo hasta La Vecilla de Curueño pasando por mi carretera favorita. Y resulta que el viento cambió de estrategia habida cuenta de que el día anterior no consiguió machacarme del todo. El jueves optó por ser más sutil y, sin haber rachas que amenazasen con tumbarme, su presencia continuada y en mi contra, consiguieron que la ruta se me hiciese realmente dura. Es más. No es que llegase "apajarao", pero vamos, que no llegué con muchas reservas.


Así que hoy, como tampoco soy de volverme loco a hacer kilómetros a estas alturas, decidí salir a soltar piernas, con mucha cadencia y, como digo, no muchos kilómetros. Además, tampoco soplaba demasiado el viento y me dejaría ir tranquilo. Y cómo prestan estos días en los que, sabiendo que has hecho un buen trabajo días atrás, te relajas sobre la bici. 

Resumiendo. Que la semana ha sido tremendamente positiva. Lo mejor de todo es que ¡aún quedan dos días! 

Por delante, una más que probable ruta el sábado y, el domingo, la ruta social del Club que tanto nos presta. Así podremos hablar de las Clásicas que tenemos que preparar. En marzo, así por lo pronto, calculo que puedan salir dos adelante. 

Y, por cierto, voy a presentaros los que van a ser nuestros colores...


Los colores del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. ¡Me encanta!

lunes, 23 de febrero de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA.

¡Hola a todo el mundo!

Y llegó el gran día. Llegó el día de la 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA. La hora de salida eran las nueve y media de la mañana. Saldríamos desde León, en coche, hasta el punto de salida que, como su propio nombre indica, sería Rioseco de Tapia.

Todos fuimos razonablemente puntuales. Se notaban las ganas en el ambiente aunque, a decir verdad, estas ganas ya se percibían desde hacía unos días. Una super ruta no se hace siempre y la que teníamos ideada desde hacía un tiempo atrás, era y es de las buenas.

El recorrido de la misma de por sí es precioso, pero de nada sirve una etapa guapa si la compañía no vale nada o si tampoco sirve de nada lo que vayas a hacer con esa compañía. Y en la Clásica, nuestra clásica, la Clásica del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, se juntaban todos los ingredientes para tener un día inolvidable.

Y sería inolvidable por muchas razones, pero la principal es que ha sido la primera ruta que hemos organizado como club, así para nosotros, que era y es el fin principal de la creación de este proyecto tan ilusionante. Hacer un montón de cosas, por LEÓN o por donde haga falta y, para estar en febrero y llevar cuatro días funcionando, no vamos por mal camino.

Y cuando eran las nueve y media de la mañana,  con el coche y furgoneta cargados y las ganas a tope, salíamos en dirección a Rioseco de Tapia. Las nubes que se podían ver durante el camino no presagiaban nada bueno, la verdad. En las montañas lejanas (y no tan lejanas) había bastantes nubes que parecían regarlas, pero nuestro rumbo no llegaría hasta esas zonas. Otra cosa diferente es que el rumbo del temporal nos alcanzase a todos nosotros.

Las predicciones durante la semana habían dicho que para el recorrido por el que estaríamos rodando, no tendríamos problemas de lluvia o nieve, pero del dicho al hecho, hay un gran trecho.

Llegamos a Rioseco con ganas de tomar un café tranquilamente mientras nos mentalizábamos. Y, finalmente, de lo que tuvimos que mentalizarnos fue de no poder tomar café porque los bares estaban o en obras o cerrados, con lo que la "operación cafeína" quedaba abortada.

El problema de esto fue que como todos íbamos ya en bici en busca del bar para tomar el coffee, digamos que nos encontrábamos a medio preparar. No me malinterpretéis, nadie iba con medio ciruelo al aire, pero sí es verdad que quien más quien menos, alguna cosa no tenía bien colocada. Si no era el cuello polar (vamos, la braga) eran las gafas o lo que fuese, así que el primer kilómetro y medio de la 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA lo recordaré como de puesta a punto sobre la bici, haciendo algún malabar.

Pero en seguida nos juntamos todos, nos colocamos en formación de "a dos" y comenzamos a dar pedales. Buka, Cecilio, David, Fernando, Juan Carlos, Susana y un servidor, éramos los integrantes del animado grupo que estábamos haciendo historia ya que, esta ruta y otras que están por llegar, lo han hecho para quedarse y consolidarse dentro de nuestro club.


Era como si hubiésemos hecho diez millones de kilómetros rodando juntos. Todo funcionaba como un reloj. Primer objetivo. Engañar a Fernando el mayor número de kilómetros posibles. Él tenía planes familiares y debía de estar en casa a una hora determinada, así que no completaría la ruta en su totalidad, sin embargo, nos acompañaría muchos kilómetros. Lo que él no sabía era que todos, sin tenerlo pactado ni haberlo hablado entre nosotros, estábamos trabajando en equipo para que rodase con nosotros más kilómetros de los que él tenía en mente. La técnica de la que disponíamos para hacer esto se llama COMPAÑERISMO.

Él podrá decirlo mejor pero en ningún momento se vio tirado o sin alguien a su lado o muy cerca de él. Lo suficientemente cerca como para suponer un cierto acicate, una cierta motivación. Primero hasta aquí, luego un poco más lejos. Más tarde hasta ese pueblo de más adelante. ¿Por qué no subir este repecho y, algún que otro kilómetro después, el siguiente? Y así, poco a poco, llevábamos cerca de treinta kilómetros y seguíamos todos juntos.

Pero Fernando se tenía que dar media vuelta. Era algo inevitable. Pero era algo que se produjo muchísimos kilómetros más adelante de lo que incluso él mismo creía de antemano. El compañerismo, a veces, obra milagros.


Ya sólo quedábamos seis miembros dentro del grupo. Parecía que las nubes estaban esperando a dar su golpe teatral a La Clásica justo en este momento. Justo en el momento en el que Fernando se dio media vuelta.

Rodábamos por una carretera que se veía protegida por montañas a ambos lados. Montañas grandes, muy vetustas, nada de picos escarpados y "jóvenes". Sabían lo que podía pasarnos si nos distraíamos o nos entreteníamos en demasía. Estaban conteniendo las nubes todo lo bien de lo que eran capaces, pero algún atrevido trozo de temporal nos amenazaba en forma de gotitas, no se sabía muy bien si de nieve o agua, que avivaban nuestro ritmo. Nos quedaba muy poco para coronar, llegar al límite con El Bierzo y cambiar nuestro rumbo en dirección a La Cepeda.

Por fin llegamos a este desvío. Se podía entrever, más allá, en dirección berciana, lo que las montañas estaban conteniendo y de lo que nos estaban librando. Os aseguro que nos habían estado haciendo un favor pero algo nos decía que no nos podíamos detener a darles las gracias. Era como si el espíritu de las montañas nos dijese, "¡corred, insensatos!".

Y así lo hicimos, ya en dirección a Nistoso y en dirección al techo de La Clásica. Unos 1360 metros era dicho techo que estaba cubierto por una mezcla, casi fantasmagórica de nubes, niebla y nieve en abundancia en las cunetas.



Había partes en las que se superaba el metro de espesor de nieve y esto nos permitía coger trozos de nieve en plena marcha y lanzárnoslos. La verdad era que los que estábamos tocando la moral con esto al resto de compañeros, éramos el Buka y yo, pero los compañeros no parecían tomarla con nosotros. Al fin y al cabo, ya saben la pedrada que manejamos, así que todo parecía marchar bien.

Ahora tocaba descenso. La carretera estaba bien, sin restos de nieve, sin hielo, dado que la temperatura no era del todo gélida, pero con ráfagas de viento muy intensas que conseguían moverte de un lado a otro. Lo bueno de todo era que a nuestro paso dejábamos a las montañas frenando a las nubes, que ya dejaron de ser anecdóticas para ser una amenaza real y seria.

Qué fantástico es encarar la subida a nuestro primer cartel marrón como club y que lo que predomine en todo esto sea el buen rollo, el CICLOTURISMO en mayúsculas, el "vamos a llegar todos juntos". No sabría muy bien cómo describir el ambiente, pero lo que mejor lo podría resumir es la palabra confraternidad.



Y cuando ves el cartel del Alto del Val del Oso, a pesar de no ser la subida más dura y reseñable que vayamos a hacer o hayamos hecho, sientes que es el comienzo de algo grande que te llena tanto como cicloturista, como integrante de un grupo de buenos amigos, unidos por algo tan sencillo en apariencia como una bicicleta.


Ahora el objetivo era llegar al bar del Embalse de Villameca, donde nos esperaba una tortilla, un poco de queso, un poco de calor y una gente encantadora. LEÓN tiene muchas sorpresas y este embalse es una de ellas. Tiene muchas características curiosas. Una de ellas es que no sólo está cerrado por una presa, si no por tres nada más y nada menos. Sólo anegó un pueblo llamado Oliegos. Si pasáis por la zona, os lo recomiendo.

La llegada a un bar, con gente al ser domingo, de un grupo de ciclistas, normalmente es algo que llama la atención a los parroquianos. Siempre recibes atención, buen trato y la curiosidad de alguien. "Pero con el día que hace, ¿cómo habéis salido?", "¿desde dónde venís?", suelen ser las expresiones generalizadas y más habituales.




A golpe de tres cervezas y tres refrescos comenzamos las series duras de la 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA. De aquí hasta el final de la ruta, el regusto a riquísima tortilla siempre estaría presente.

Con la promesa segura de unas sopas de trucha para la próxima vez que fuésemos por parte de los dueños y de volver por allí por nuestra parte, retomamos la marcha, sinceramente, sin demasiadas ganas porque lo que nos pedía el cuerpo era una siesta, pero era lo que debíamos de hacer.

Ahora el viento nos iba a echar una mano. No rodábamos. Volábamos. Nuestro siguiente objetivo era el Mirador de La Cepeda. Un verdadero espectáculo al poder contemplar muchísima meseta desde una posición más que privilegiada. El día permitía contemplar algo, que no todo, de lo bonito de esta zona. Se empezaba a cerrar y había que moverse rápido porque, de hecho, alguna gota se estaba escapando. Antes de llegar al mirador, el trazado de La Clásica permitía ver, a una prudente distancia, la zona del Alto del Val del Oso que ya habíamos dejado atrás, y las cosas pintaban mal por allí.





Próxima estación. Desvío de La Garandilla y dirección Las Omañas. Aquí cambiábamos el rumbo para alargar unos diez kilómetros la ruta inicial. Quedan mejor 90 kilómetros que 80 kilómetros, de toda la vida, así que hasta Las Omañas, Santiago del Molinillo y ya iríamos en dirección al punto de partida.

Este trozo fue en el que dimos algo más el callo, la verdad. Espoleados por el viento, no bajábamos de cuarenta kilómetros hora, aunque eso nos daba a todos un poco igual. La cosa es que nos salió sin pensar. Nos sentíamos agusto, sin más. El, digamos, problema, fueron los últimos kilómetros de viento en contra, pero lo solventamos sin mayor apuro.

Qué gusto llegar de nuevo a Rioseco de Tapia con la sensación de haber hecho algo fantástico. Todos sentíamos una gran satisfacción, pero ninguno se mostró especialmente eufórico porque somos muy conscientes de que la 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA ha supuesto la primera gran etapa, de lo que promete ser un año lleno de experiencias, de rutas, de kilómetros, de camaradas, de anécdotas. De CICLOTURISMO.

viernes, 20 de febrero de 2015

Rompe-piernas, rápido, cercano...¡SOBARRIBA!

¡Hola a todo el mundo!

Pues resulta que esta semana es realmente especial para mí. Y lo es por algo tan sencillo y evidente en mi caso, como por el hecho de poder sacar la bicicleta. Pero la novedad es que la he podido sacar a pasear por la tarde.

¡Y eso supone una pequeña revolución que lo cambia todo! El poder salir a rodar por las tardes hace, de manera clara, que no tenga un parón de una semana en el ritmo cada vez que trabaje por las mañanas, con lo que sumar kilómetros resulta muchísimo más fácil.

De acuerdo que quedo con algún compañero, o voy a rodar en solitario, a eso de las seis menos cuarto y que el tiempo del que dispongo para gozar con "La Americana" es muy reducido, pero esta magnífica noticia en mi rutina, ha hecho que mis días sean mucho más esperanzadores y, por otra parte, gane en ritmo sobre la bicicleta.

Y es que, si de ritmo vamos a ponernos a hablar, estos días las rutas que he podido hacer han tirado a cortas o muy cortas (problemas de luz, ya sabéis), pero resulta que como hay que aprovechar el tiempo, darse estopa seriamente ha sido lo que ha predominado.

De cuatro días, he salido tres y ninguno de ellos ha sido un paseo. El lunes, el Buka y yo no dimos algo de leña. El martes, se animó a salir con nosotros dos, David, compañero del club ciclista asfalto León, y ese día no hubo tregua alguna. Leña, leña y más leña. Y hoy, salí yo solo y no me permití ni un segundo de descanso.

Y el terreno de castigo, como tantas y tantas veces, ha sido la tan trabajada Sobarriba. No me cansaré jamás de alabar este territorio que, sin ir más lejos, en la ruta que he hecho hoy yo solito, he sacado 430 metros de desnivel en tan solo 48 kilómetros y eso que no han sido todos ellos por allí. Lo que quiero decir con esto es que en León, tenemos una suerte descomunal de contar con un terreno como la Sobarriba a, tan sólo, unos 6 kilómetros de casa. Rompe-piernas es poco decir.

Y poco a poco, kilómetro a kilómetros, ya no quedan más que dos días para la Primera Clásica Rioseco de Tapia que tanta ilusión nos hace  dentro del Club Ciclista Asfalto León que, por cierto, ya somos, a efectos legales, Club Deportivo para la Junta de Castilla y León.

Mañana más.

lunes, 16 de febrero de 2015

¿Qué podía salir mal? Solución, al final del todo.

¡Hola a todo el mundo!

Bonito domingo el de hoy, la verdad, de no ser porque ayer terminé tarde de currar y madrugar mucho no pasaba por ser una de mis metas para hoy. Así que decidí salir a rodar yo solo a pesar de ser día de ruta del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. 

Como digo, salí en solitario. Más bien, la decisión de salir o no en bici no la tomé yo. La tomó mi sueño, que no quiso conciliarse después de despertarme a eso de las once de la mañana, con lo que dado que hacía un día muy bueno, me parecía casi un pecado no aprovecharlo. 

Teniendo en cuenta todos estos factores, una ruta de unos 45 km o 50 km, no me iba a hacer ningún mal. Es más. Me vendría fenomenal para eso de ir sumando algún kilómetro.

Me pongo la térmica, un maillot y la chaqueta (por supuesto, el culotte también porque si no, menudas risas) y salgo a rodar. Primeras diferencias con los días pasados. Muy buena temperatura. No me hizo falta forrarme con más capas. Hay veces que es para verme. Los expertos no recomiendan tanta capa, pero el friolero que llevo dentro, no sólo lo recomienda, si no que lo marcan como una condición sine qua non.

Las primeras pedaladas fueron sensacionales. A mí es que el frío me mata y en cuanto ya no hace tanto, me vengo arriba, así que me puse en bielas y un pequeño spring inició el domingo. ¿Qué podía salir mal, maldita sea?

Mi intención era ir en dirección sur, en plan Palanquinos y todo eso, pero finalmente, opté por tirar para Cembranos, quizás llegar a Valdevimbre, y volver a una hora razonable para comer en familia. 

Mientras estaba pensando en mis cosas, el sol acariciaba mi cara, el viento me golpeaba de lado y todo parecía marchar perfectamente. Tomo un desvío para salir de la carretera de La Bañeza para acceder a la general que me llevase directamente hasta Cembranos.  ¿Qué podía salir mal?

Bueno, pues en efecto, algo podía hacerlo. Porque en cuanto llegué a la carretera por la que me apetecía rodar....¡PLAS! PINCHAZO.

Peor no un pinchazo cualquiera. El pinchazo que se tiene cuando se pasa por encima con la rueda trasera un trozo de cristal. En cuestión de cinco metros, me quedé sin aire. Había que comprobar los daños porque parecía, por el sonido del asunto, que el agujero no era pequeño.

Así de antemano, el pinchazo se podía ver sin demasiado esfuerzo...

-"¡Me cago en su p__a madre!", grité con gracia y donaire.

Soy muy positivo y pocas cosas me hacen desfallecer, así que esta situación la comencé a vivir como una oportunidad. Y en este caso, la oportunidad que se me presentó fue poder charlar con un perro muy gracioso que me ladraba, amenazante, en la finca anexa a la zona de la avería.

Primeramente, yo era para él una amenaza, pero después de ver que el humano que tenía enfrente le estaba hablando sin temor, porque los perros me gustan y mucho, pues al final se dejó acariciar. Ya hice un amigo. Dani 1 // Pinchazo 0

O en realidad, estábamos empate, porque el agujerito no era pequeño, pero bueno. Cambié cámara y en paz.

Proseguí la ruta, después de despedirme de mi nuevo amigo, el perro, y comprobar que durante los domingos, la gente es mucho más amable que entre semana porque tres diferentes personas en coche, se detuvieron para preguntarme a ver si necesitaba ayuda. La verdad, es que ha sido mi pinchazo más social desde que ando en bicicleta.

¿Qué podía salir mal? Pues lo que podía salir mal es un segundo pinchazo que, en efecto, se produjo a los quinientos metros o así del primer pinchazo. El agujero me estaba tocando las narices. Era lo suficientemente grande como para generar un segundo pinchazo. Yo siempre llevo dos cámaras, así que sin problema, pero tocaba hacer un "chapú" para evitar un tercer pinchazo que ya supondría un problema más serio.

Una vez reparado el segundo pinchazo, la verdad es que se me quitaron las ganas de hacer la ruta. Además, ya se me había hecho tarde, pero siempre pasan cosas positivas si sabemos verlas, y aquí es donde surgen las oportunidades de las que hablo.

La cosa es que cuando ya estaba en León ciudad, yo tenía ganas de más bici, claro, pero iba con más miedo que vergüenza a pinchar una tercera vez. Sin embargo, me pareció una idea prodigiosa, no me digáis por qué, callejear. Explorar una ruta urbana, por avenidas grandes y de fácil paso para las bicicletas. Seguramente, si no hubiese pinchado, no hubiese llegado a la ciudad con ganas de explorar rutas urbanas.

Y esto me ha venido realmente bien porque esta semana, a pesar de trabajar de mañanas, si el tiempo lo permite voy a comenzar a sacar la bici por las tardes. Los días han crecido y hasta las siete de la tarde parece que hay algo de luz. Pero teniendo este circuito urbano, la verdad es que se me abren muchas posibilidades.

Así que mis investigaciones urbanas han descubierto un, llamémosle, "túnel ciclista" de unos 13 kilómetros, con lo que si podemos hacer una ruta de unos 20 kilómetros por la Sobarriba o algo así, damos dos o tres vueltas a este circuito y nos queda una etapa maja. 

La conclusión del domingo. ¿Qué podía salir mal? Pues si lo sabemos mirar, nada puede salir mal. Y este consejo es aplicable a la vida en general.

jueves, 12 de febrero de 2015

El ojo en ellas y el corazón en la "primera" Clásica de Rioseco de Tapia.

¡Hola a todo el mundo!

Y al quinto día, decidí descansar después de cuatro días seguidos saliendo a rodar. Y estos son los días que el clima, por estos lares, nos ha permitido entrenar. El resumen meteorológico de estos días ha sido:

1) Domingo. Primer día post-temporal de nieve. Un frío del carajo.
2) Lunes. Buen día, alcanzando incluso los diez graditos. Cojonudo.
3) Martes. Bajada de tempera pero sol al fin y al cabo. "Nifúnifá"
4) Miércoles. Más frío y nubes agarradas en la montaña, pidiendo paso. Otra vez, leñes.
5) Jueves, es decir, hoy. Las nubes se han hecho notar. La madre que las parió.

En definitiva. Que hoy ha comenzado a llover y, a primera hora de la mañana, incluso ha nevado. Pero según está viniendo el invierno (está viniendo de manera normal, cosa poco normal desde hace años) ya no me sorprendo de nada. Ahora, lo único que nos queda es mirar con ilusión las diferentes aplicaciones móviles, referentes al tiempo, y esperar que escampe.

Gracias a estas aplicaciones de las que hablo, he conseguido ir calculando más o menos los días en los que se podía coger la bici, así que el descanso de hoy (sentadito en mi casa estoy, tomando un café caliente) ya estaba más que previsto.

Ahora bien. Según estas mismas app's, el fin de semana pinta regulín-regulero. Y me da rabia, porque este domingo, un par de nuevos fichajes para el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, tenían pensado tomar la salida en nuestras adictivas rutas. Y os aseguro que lo son, siempre y cuando, no te tomes el domingo como un día de competición. 

Los días de castigo, al menos los míos, son entre semana, en solitario o con algún otro interesado en hablar poco y pedalear mucho. Eso sí. Los domingos, si yo de por sí soy de hablar (y quien me conoce lo sabe), este día me quedo a gusto. Cómo me gustan los domingos sociales del club. 

Y según esas aplicaciones que sin pretenderlo, están siendo protagonistas de esta publicación, para el fin de semana del día veintidós de febrero, esto es, dentro de dos fines de semana, el clima nos va a permitir gozar de lo lindo de la 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA

Lo cierto es que llamar "primera" a esta ruta, no es del todo correcto porque el año pasado, don Vega, don Bukanero y un servidor ya hicimos este recorrido o parecido. Y quedamos tan maravillados por el recorrido, el desnivel, la belleza y, sobre todo, la proximidad de la ruta, que este año se merecía una pequeña organización en plan, terminar haciendo una comida estupenda.

Así que, con el ojo puesto en las aplicaciones meteorológicas y el corazón en el ASFALTO LEÓN. Ilusión máxima.

lunes, 9 de febrero de 2015

Las duras rampas que empiezan en Palanquinos.

¡Hola a todo el mundo!

Ver cómo el sol le gana la partida al temporal, a mí me llena por completo. Este hecho había que aprovecharlo. Tocaba hacer una ruta sureña y de las chulas. 

Ya lo tenía en mente dado que, al trabajar esta semana por las tardes, tengo toda la mañana dedicada al cicloturismo. Pero ya me ha pasado alguna vez, hace un par de semanas o algo así, que los lunes tengo tantas ganas de rodar con "La Americana", que quedo tocado para el resto de días. Había que ser prudente, ya que me falta un poco de fondo. Hay que rodar para ir cogiendo poso.

Comencé calcando casi al milímetro la ruta de ayer domingo que hice con el Club Ciclista Asfalto, subida a Valdesamario incluida. Así entré en calorcito, aunque la diferencia de temperatura con respecto a ayer era tremenda. Mucho mejor hoy. 


Tiré hasta Mansilla de las Mulas y tomé dirección Palanquinos. Como veis, la zona de rodaje, sureña y sin sobresaltos era total y absoluta. A partir de aquí, creo que la subida más dura sería del suelo a la bici cuando paraba para mear, porque ya me diréis. 

Sin embargo, este era el plan. Rodar para ir ganando algo más de fondo dado que la temporada de este año lo va a requerir. Kilómetro a kilómetro, pedalada a pedalada, todo va sumando y cuando menos nos lo esperemos, nos hará falta tirar de resistencia y veremos que sí que hay de dónde tirar. 

No nos acordaremos de los días rodando como demonios por Palanquinos. Seguro que el día que más vamos a recordar es ese subiendo un super puerto, pero antes de eso, señoras y señores, hay que pasar por Palanquinos, Ardón, Valdevimbre y todas esas zonas.

Y la verdad es que hoy pasar por Valdevimbre ha sido toda una delicia. La razón es el hecho de que sea la capital del Prieto Picudo y centro neurálgico de la Denominación de Origen Tierra de León

Para empezar, con lo primero que te recibe este pueblo es con Los Prietos, empresa dedicada a los orujos. Así que la primera delicia sensorial fue el olor a orujo del bueno. Y para continuar, todo el pueblo huele a fruta madura. Increíble. El vino de este año, pronostico que estará de rechupete.

Hoy el viento me castigó bastante. Tuve relativa suerte porque, de cara totalmente, sólo me dio los últimos quince o veinte kilómetros. Se hicieron durillos, la verdad, pero me ayudó mucho el pensar que esa dureza final me estaba viniendo bien. Que la dureza de estos últimos kilómetros, marcarían la diferencia en alguna dura rampa de algún duro puerto. 

La ruta de hoy ya se terminó pero ha quedado almacenada por completo en mis músculos, en mi corazón y en mi mente, con lo que ha sido un buen día. Mañana más.

domingo, 8 de febrero de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: un domingo frío pensando en la 1ª Clásica.

¡Hola a todo el mundo!

Domingo, nueve de la mañana, yo despierto e inquieto porque tocaba ruta con el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. Después de unos cuántos días sin poder salir a causa de la nieve y la falta de tiempo, hoy sobraban las ganas y, sobre todo, el frío. 

Cuatro grados bajo cero presidían la mañana. Cómo podría explicaros el frío que hacía. Muy duras las primeras pedaladas. Llegar hasta el lugar de quedada habitual, la Plaza de San Marcos, se hizo durillo al tener que circular por calles que no habían visto aún el sol, pero sin problema. 

Ahí estaban ya esperando Buka y Vega...¡y toda una grupeta de "master's" de reconocido prestigio de León! Estaba claro que no iban a venir con nosotros porque nuestra filosofía es, digamos, un pelín diferente, pero no está mal verles y comprobar, unos cuantos kilómetros más adelante, por qué nos presta más nuestro rollo.

El plan que teníamos en mente era ir hasta Villaobispo, lugar en el que habíamos quedado con David, y luego subir el Portillín e ir hasta Villavente, lugar en el que tomaríamos un café, así para ir empezando, y donde nos reuniríamos con Cecilio, "el titán de la Sobarriba". Así completaríamos la grupeta de hoy. 

En los primeros kilómetros había que ser precavido porque las placas de hielo aparecían como por arte de magia. La cosita estaba delicada pero se podía circular. Una vez coronado el Portillín, ahí estaba Cecilio. Su misión ahora era guiarnos hasta el bar de Villavente. 

Tras el café, los "qué tal la semana" y todo eso, proseguimos. La idea inicial era coronar Valduvieco, una subida muy chula y que tiene algún que otro rampón curioso. Lo que ocurría era que las placas de hielo que nos íbamos encontrando a nuestro paso por la Sobarriba, nos empezaban a quitar las ganas ya que por esa subida apenas hay circulación, así que las bajadas estarían muy complicadas.

Pero sin problemas, porque una vez llegamos al Condado, aquí las posibilidades son muy grandes. Y la opción que escogimos fui ir de Villimer hasta Villafañe, y una vez allí, hasta Mansilla de las Mulas. Pero bueno. Paso a paso.

Por lo pronto, aún estábamos en la Sobarriba esquivando placas de hielo. "¡No toques el freno!", me aconsejó Vega, pisapraos de reconocido prestigio y mejor conocedor de hacer el cafre con la bici. Pero bueno....Parece que íbamos librando de las posibles costaladas. 

Los primeros 20 km se resumen en esto. Ritmo, parón, hielo y continuamos. Después de terminar esta fase, a mí me entraron ganas de cambiar el agua al canario y parece que eso ayudó a que no volviésemos a encontrar hielo. La verdad es que me meaba mucho, pero no creo que tenga relación alguna.

Total, que en este momento "post-orina", tuve que apretar un poquito porque si bien los chicos me dijeron que no paraban, pero que aflojaban el ritmo, yo creo que, aflojar aflojar....pues poco, pero no se lo tendré en cuenta ya que me esperaron en Villafañe. 

Y aquí es donde comprobamos que nuestro rollo nos gusta más que el rollo máster. La verdad es que, según lo estoy escribiendo, me parece una perogrullada porque si lo que denomino "nuestro rollo" no nos gusta más, apaga y vámonos. Pero a lo que voy es que en este momento en el que me estaban esperando todos, justo al llegar, por ahí pasó uno de los máster que había en la Plaza de San Marcos como dos horas antes. Por ahí iba, solo y sin ningún colega. Pues qué queréis que os diga. Ese rollo, en el que el domingo quedas con una gente, te saludas y más tarde te dejan tirado, pues no me mola.

La cosa es que después de esta pequeña reafirmación de nosotros mismos, proseguimos nuestra ruta que, por otro lado, ya no se estaba haciendo tan dura debido al frío. A ver si me entendéis. Calor no hacía, ni creo que lo haga en tiempo, pero ya no era doloroso. Ahora era muy molesto.

Quieras que no, subir hasta Villasabariego ayudó a que nuestros cuerpos templasen un poco. Es una subida de unos dos kilómetros que nos ayudó mucho. Y cuando nos dimos la vuelta para esperar a los rezagados y comer el plátano, el espectáculo era impresionante. 

Desde ahí arriba se podía ver gran parte de la Cordillera Cantábrica. Gran parte de ella y el resultado de una semana de tremendas nevadas. Las más copiosas de los últimos treinta años. Sencillamente, ha sido una de las mejores cosas de la mañana del domingo.




Ahora bien. Todo lo que se sube, a no ser que te quedes a vivir allí, y no me apetece asentarme en Villasabariego, dicho con el máximo respeto, hay que bajarlo. Y una bajada, a pesar de no ser la más extrema y tremenda del mundo, con la rasca de hoy, hace que te quedes pajarín. Así que, lo que habíamos calentado, lo perdimos. Mala suerte.

Desde aquí, ya sólo había que llegar a casa. Faltaban unos 30 kilómetros más o menos. Llegamos a Puente Villarente y Buka y Fernando tenían compromisos familiares, con lo que debían de ir directos a León, por tanto, Cecilio, Vega, David y yo íbamos a rematar la etapa, yendo hasta Villarroañe. ¿Paso previo?


Una cervecita con su tapa no nos iba a hacer ningún mal. De hecho, he de alabar la tortilla que prepara el bar de Marne, que fue en el que paramos. Estaba como los espárragos. ¡Cojonuda!

Total. Que con las pilas cargadas (aunque tampoco es que las hubiésemos descargado del todo) seguimos y, esta vez, aceleramos el ritmo. Nadie lo propuso, la verdad, pero así fue. Comenzamos a darnos unos relevos bastante majos y llegamos a Villarroañe en un plis-plas.

De ahí a León, mantuvimos esta misma idea. Así que, cuando eran, más o menos, las dos, la una en Canarias, hicimos nuestra entrada triunfal en León. Y qué gusto da saber que ya queda menos para la siguiente ruta del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, porque lo que queda claro es que estamos tremendamente a gusto, contentos e ilusionados en nuestro nuevo "hogar". 

Próxima estación. Domingo que viene para preparar la primera especial. 1ª CLÁSICA DE RIOSECO DE TAPIA. Seguiremos informando. 

viernes, 6 de febrero de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: la reconversión.

¡Hola a todo el mundo!

Llevamos unos días muy duros por aquí en "Invernalia". Ya sabéis. Aquí en León. Y es aún más duro si lo que te gusta es realizar actividades al aire libre, en nuestro caso, cicloturismo. También me gusta salir a correr, o hacer running, como dicen ahora los modernos, pero volvemos a lo mismo. El dichoso temporal.

Hacía más de veinticinco años que no caía una tan gorda por aquí. En el casco urbano es un incordio, pero en muchos de los pueblos por los que todos pasamos en verano, con el calorcito y sobre nuestras bicicletas, más que algo engorroso, es un problema.

Por León, quien más quien menos tiene algún familiar o amigo viviendo en alguno de estos pueblos de los que hablo y las cosas están chungas por allá arriba. En mi caso, tengo familia en Boñar, Villafrea de la Reina y Cofiñal. En todos los casos, las fotos que nos enseñan son flipantes, la verdad.

Pero a parte de todo esto, voy a compartir con vosotros un sentimiento que yo tengo. Suele suceder a primera hora de la mañana. No seáis marranos. No es eso. Es al poner la radio y escuchar la información del tráfico. Todo comienza, más o menos, de la siguiente manera....

"Cerrado el puerto de Ventana, San Glorio, el Pontón y San Isidro. Con cadenas, Pajares, Somiedo y Tarna". 

Justo en ese momento es cuando se me ponen los dientes largos y pienso...."Eso, eso. Que se conserven en frío y estén listos para cuando vaya con la bicicleta"

Termino de ducharme, voy a la habitación y ahí está "La Americana" (porque, en efecto, duermo con ella a mi lado). La miro e incluso le digo en alto (porque, en efecto, , a veces, sí que hablo un poco solo): "¡este año la vamos a petar, reina mora!"

Entre que estoy ultramotivado por el recién nacido Club Ciclista Asfalto León y que el año pasado senté las bases de una nueva forma de andar en bici, tengo más ganas que nunca de hacer rutas.

Esta nueva manera de andar en bici se basa en que me voy a centrar más en sumar metros de desnivel que kilómetros. De rodador a escalador a los 33, sí señor, pero lo veo factible. Siempre he disfrutado de hacer kilómetros por el llano y nunca me desagradó subir, pero sí es cierto que me costaba más. Ahora, si bien no he perdido el gustirrinín por rodar acoplado sobre la bici, al ver una cuesta, un repecho o un puerto, me tiro para allá como un caza.

Me he preparado desde mediados del año pasado para acometer la reconversión, y los más de diez kilos de peso perdidos os aseguro que ayudan. Dejar de ir al gimnasio a hacer el animal y ajustar ciertos hábitos alimenticios han hecho de mí alguien bastante ligero para subir. Es flipante.

Así que, ya veis. Año de cambios. De club, de filosofía, de culottes (porque no me valen los que tenía) y de rutas. Y esto último se debe a que dentro del CLUB CICLISTA ASFALTO, tenemos la idea, y ya los proyectos reales, de salir de la ciudad, iniciando las rutas desde otros puntos y, de esta manera, poder subir más alto, más bonito, más duro, más exigente. Más ilusionante.

Así que, por lo pronto, esperemos que este domingo el tiempo acompañe y podamos salir a rodar, ya que tenemos que coger ritmo de cara al día veintidós de este mes ya que tenemos el primer evento desde Rioseco de Tapia.

Nos vemos en el ASFALTO.

domingo, 1 de febrero de 2015

La gran olvidada y parece mentira.

¡Hola a todo el mundo!

Estaba viendo un reportaje del ciclismo épico que a mí me gusta y me emociona. El ciclismo de la época de Gino Bartali. Para los que no lo sepan, por aquel entonces los ciclistas parecían señores mayores a pesar de tener treinta años o menos, se hacían etapas de 350 kilómetros y se subían los grandes puertos que suben hoy los Contador y compañía pero sin asistencia y sin asfalto. 

En mi vida como cicloturista y en mi vida en general, me suelo mover por emociones. Si las cosas no me emocionan, no hacen que mi corazón se mueva de su sitio con tremendos latidos, sencillamente no me interesan y no les presto atención. Soy muy emocional y así es como me gusta ser.

En el reportaje que estaba viendo, varias cosas hicieron que mi corazón palpitase bien fuerte, pero la que más fue algo que dijo el hijo de Bartali. Este señor comentaba que para su padre, el gran Gino Bartali, la bicicleta era su fiel compañera.

Y en esta frase me he visto muy representado y por eso me he emocionado. Resulta que me han podido pasar muchas cosas en mi vida, buenas o malas, pero siempre me acompaña algo. Mi bicicleta. Esa fiel amiga a la que cuides o maltrates, siempre hará de ti alguien un poquito más feliz.

No sé por qué razón, llevo unas semanas dándome cuenta de que el tiempo pasa. No es que esté entrando en ninguna crisis ni nada parecido, es más, me considero a mis 33 añitos un chaval, pero sí es cierto que recuerdo perfectamente el primer Tour de Francia que ganó Indurain y ya han pasado más de veinte años.

A lo que voy es que la bicicleta, ese artilugio en apariencia sencillo, hace de mí alguien feliz a pesar de lo que pueda haber alrededor. Es mucho más que dar pedales. Es un modo de vida. Puede incluso que no salgas a rodar desde hace meses, pero si te ha entrado el virus de la bici, seguirás pensando en porcentajes, en rutas, en grupetas y toda la parafernalia por muy fuera de forma que estés.

Muchas veces, el simple hecho de mirar mi bicicleta, hace que sonría después de un día de mierda o hace que, sin necesidad de dar pedales, me vaya muy lejos. Me vaya a lugares en los que las preocupaciones del día a día no te pueden seguir.

Sinceramente, no creo que valoremos como se merecen a nuestras bicicletas. Si miráis a vuestra máquina y no veis más allá de los componentes, me gustaría que hicieseis el esfuerzo ahora mismo. Recordad la cantidad de veces que habéis llegado a casa con la cabeza hasta arriba de cosas y os habéis vestido de ciclistas, habéis cogido la flaca y, a la vuelta, todo había desaparecido.

Parece mentira que la bicicleta sea la gran olvidada de nuestra actividad favorita. Así que, como ejercicio del domingo por la noche, os pongo deberes. Id a pedirle perdón a vuestras bicis ahora mismo. Rendid pleitesía a uno de los mejores inventos que el ser humano ha creado. La bicicleta.