martes, 28 de mayo de 2013

¿Quieres vivir al 100%?

¡Hola a todo el mundo!

Ayer, después de un fin de semana la mar de completito pero sin mucha bici, la verdad, pude volver a salir a dar una vuelta con "La Americana". Era uno de esos días en los que necesitas como el comer estar al aire libre. Nada de ruidos artificiales. Sólo mis pensamientos y yo.

En lo puramente físico de la ruta, lo cierto es que no me compliqué nada de nada la vida e hice el Fenar, subiendo por Robles. En principio no tenía mucha intención de castigarme pero me animé y a lo tonto y a lo bobo me di candela. Incluso hice un par de series en claro homenaje al Buka, que tanto me hizo sufrir con una de ellas la semana pasada.

Pero más que el entrenamiento físico, ayer estaba buscando un espacio mental en el que no hubiese nadie más que yo. Si no habéis andado nunca en bici, os aseguro que ésta es una de las mejores maneras de encontrarlo.

Ordenar muchas ideas y muchas sensaciones que tengo en mi cabeza no es tarea fácil pero gracias a toda esta maraña mental me siento vivo. Puede que haya gente que denomine a muchas de estas situaciones personales "problemas", pero creo que este tipo de cosas son los que nos hacen vivir. No me gustaría sentirme tan vacío por dentro como un zombi emocional. La vida está hecha de todas aquellas cosas que nos van pasando en el día a día, sean buenas, malas o regulares. Sencillamente, para vivir a tope, hay que estar dispuesto a sentir. Y yo siento muchísimo.

Mientras ruedas con tu bicicleta, que no os quepa ninguna duda de que todas las sensaciones personales del día a día se detienen. Rodar en bici es un "break" en lo cotidiano de una jornada cualquiera. Es el momento en el que disfrutas como nunca de esas miradas, esas palabras, aunque también sufres como nunca esas miradas, esas palabras.

Y la razón es que si sales a rodar en solitario, a no ser que tu mente comience a generar dudas y hablas solo de manera habitual, sueles quedarte contigo mismo. Contigo mismo y con tus ángeles y demonios. Pocas maneras mejores hay que andar en bici para mirar directamente a los ojos a tus demonios. Puedes rehusar hacerlo, claro, pero si estás dispuesto a comenzar una catarsis interior, ésta se puede generar perfectamente sobra las ruedas de una bicicleta.

En nuestra rutina, no hacemos más que huir de nosotros mismos. Y si no me creéis, observar nuestro comportamiento habitual al entrar en casa. Lo primero que solemos hacer es encender algo que haga ruido como la TV o la radio. Eso silencia éstos ángeles y demonios. Y ya si no queremos verlos, nos ponemos un buen chute de internet o telebasura. Pero en bicicleta no puedes escapar de ti por mucho que pedalees.

Yo soy muy partícipe de enfrentarme a mí propio yo. Hay veces que es un asco y otras no tanto pero así no soy un desconocido para mí mismo, lo cual sería un completo desastre. Conclusión. Apaga la TV y comienza a dar pedales. Te va a encantar conocerte.

viernes, 24 de mayo de 2013

La guinda perfecta.

¡Hola a todo el mundo!

En principio no sabía qué hacer. No tenía muy en mente salir a rodar ayer, pero ante un mensaje del Buka, ¿qué puedes hacer? "¿Al final sales o qué?" Pues no puedes decirle que no, maldita sea.

Quedamos otra vez cerca de mi casa. La tarde prometía mucho, la verdad. Cielo despejado y una temperatura medianamente aceptable. En el momento de quedar, el viento empezó a hacer de las suyas pero, ¿cómo imaginar que sería para tanto?

Comenzamos a rodar y, como no, a darle a la lengua. Cuando salimos el Bukanero y yo, además de las risas y de la tralla que nos damos, no parar de rajar se sobreentiende. Decidimos ir hasta La Robla haciendo el Fenar y, una vez allá, decidiríamos.

Los primeros kilómetros fueron por el carril bici. "Un día de estos tenemos que parar en el bar ese del carril tío". Con estas intenciones íbamos. Hicimos un repaso inicial al estado de forma de los compañeros de  la Grupeta Cicloturista León. La conclusión es que están como unas máquinas. Sus próximas aventuras se llaman, 10000 del Soplao, Quebrantahuesos, Marmotte...Así son los chicos. De hecho, este sábado van a hacer 170km o algo así. Sí amigos. Están grilladísimos.

Pero nosotros a lo nuestro. A hablar. Pero es que además, sin darnos cuenta, el viento nos estaba azotando de lo lindo. "Por esta zona estaremos más protegidos". Con esta promesa me engañó el Bukanero. Y digo que me engañó porque de más protegido las narices. Rachas de viento al más puro estilo Corella nos estaban dando duro. Íbamos frenados y no podíamos hacer otra cosa más que agacharnos y seguir pedaleando.

Alcanzamos la carretera de Matallana. El viento comenzó a entrar más de frente aún. ¡Qué horror! No sé a qué se debió, pero cuando me quise dar cuenta, en lugar de ir en paralelo con el Buka, estaba yendo detrás de él. Me pareció algo circunstancial, pero al parecer no lo era ya que, en menos de 500 metros, tuve que agarrarme abajo, bajar algún piñón y rezar un par de avemarías. Viento en contra salvaje y ahí estábamos nosotros. Rodando a 33km/h. Fueron los 5 km más duros del día, la verdad.

Conseguimos llegar a Pardavé sanos y salvos y fue ahí donde el Buka se relajó, volvió a ponerse en paralelo y, muy pausado, me dijo. "Una serie". Yo sólo pude articular un "te odio mucho". Pero mantenemos la amistad.

Una vez en Robles, nos fuimos, como dije antes, por el Fenar. El viento ya no entraba de frente directamente. Se llevaba mucho mejor y Buka no quería seguir haciendo series, así que yo podría salvar el día de manera digna. Además, nos esperaban a nuestra llegada a León unas cañas con unos amigos, lo que significó que teníamos que avivar el ritmo sí o sí.

Ese día radiante del que os hablé al principio, tengo que decir que era sólo fachada. El frío empezaba a hacer acto de presencia y me acordé de Jorge, el compañero de Grupeta. Al medio día me preguntó que con qué salir. Yo le dije que de corto, por supuesto. Al fin y al cabo, el día anterior salí así y estuve muy bien. Seguro que Jorge se acordó de mí en alguna ocasión, porque yo estaba de corto y empezaba a estar fastidiado de frío.

Desde La Robla a León yo creo que dimos media docena de pedaladas porque el viento nos llevaba a toda velocidad por la carretera de Cuadros. Y entramos a León de manera triunfal. Sólo teníamos en mente ver a nuestros amigos. "Estamos en el Denévola". Al final no triunfó el lugar de la cita por su infecto nombre (sólo el nombre, ojo, que el bar está muy bien).

Unas cañinas con sus risas, sus fotos y sus generosas prendas de abrigo hicieron que la ruta terminase con una guinda perfecta. Sois bien.

jueves, 23 de mayo de 2013

Cerezales' Girls son bien.

¡Hola a todo el mundo!

¿Qué mejor manera de pasar una tarde de sol (por fin) y buena temperatura, que a lomos de "La Americana"? Pues eso es lo que hice. Salir a andar en bici.

Hoy me apetecía ir a ver a las Cerezales' Girls. Trabajan en la Fundación Cerezales y son la mar de majas. Además, por la mañana, en un tema de conversación totalmente ajeno al mundo de la bici, salió dicha fundación. Cómo se pasa de hablar de café a hablar de una amiga es algo curioso, pero así fue.

Total, que cuando tuve ocasión, me vestí de romano. Tocaba arrebato por la Sobarriba. No haría muchos kilómetros, así que tenían que ser de los de calidad. De los de plato grande. De los de dolor de piernas. Así que para conseguir todo esto, tras subir el Portillín, metí plato y no volví a quitarlo hasta llegar a casa. 

Un terrible viento en contra se alió con el desarrollo para hacer de la ruta de hoy algo muy duro. Cada pedalada, un trauma. Cada metro, un logro. Cada repecho superado, un imposible. Sólo tenía ganas de llegar a ver a mis amigas y que me diesen la enhorabuena. No lo iban a hacer porque en cuanto me viesen llegar yo diría que no me costó llegar, para hacerme el valiente y tal, pero con esos ánimos iba.

Una vez en Cerezales, mis amigos estaban en medio de un curso, así que me tocaba esperar. Y qué mejor que hacerlo en el lugar del que surgió el tema de conversación por la mañana. En la cantina del pueblo tomando un riquísimo café. 

Por fin pude ir a ver a mis amigas. A una de las Cerezales' Girls no tenía el gusto de conocerla o eso creía. León es una ciudad muy pequeña y si tiras de la manta, al final, nos conocemos todos y este fue uno de esos casos. "Tu cara me suena". Esa frase que tantas veces he utilizado, pero que esta vez era totalmente cierta. Ya nos conocíamos y ahora que no me va a oír, recabando datos mentales, la he ido ubicando mejor en mi recuerdo y ¡me ha encantado volver a verla! La buena gente deja muy buen recuerdo.

Tras las risas y los abrazos, tenían que seguir trabajando y yo, con el plato grande por montera, volver a León. El resto fue más fácil porque el viento me favorecía, pero el plato grande no. De todas maneras, el camino de vuelta a casa se me pasó volando ya que yo tenía la cabeza ocupada pensando en lo buena gente que dejé atrás. 

Cerezales' Girl son bien.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Buka, Dani, sol....y otros chicos del montón.

¡Hola a todo el mundo!

¡Qué alegría cuando, antes de llegar a casa, me mandó un mensaje el Buka para salir a entrenar juntos! Qué ganas y qué caña nos íbamos a dar, eso seguro. Pero que no os quepa ninguna duda. Las risas iban a estar aseguradas. Pero risas de estas de parar la bici y tirarte a la cuneta. 

Como digo, Bukanero envió un mensaje de esos suyos del tipo "qué pasa tron? Sales hoy en bici?", y todo siguió su curso natural. Quedábamos cerca de mi casa, así que todo pintaba que iríamos por la zona de Santovenia. Comenzamos subiendo el Portillín así para entrar en calor. "Esta conversación la reanudamos arriba, ¿vale?" Palabras de Buka hacia mi persona. Explicar la burrada que le aparaté yo, es complicado, pero os puedo asegurar que nos hizo reír.

Una vez en plena Sobarriba, decidimos que iríamos en busca de los compañeros de la Grupeta Cicloturista León ya que como buen martes, habían quedado para rodar. Iban hasta Cármenes. Por su parte, el Intrépido JR también saldría, pero sólo. No coincidimos ninguno en horarios, así que, como podéis comprobar, estábamos disgregados por varias partes de la montaña central.

Buka y yo pensábamos que nos toparíamos con todos éstos en algún punto de la Carretera de Matallana, pero debíamos de darnos prisa. Los chicos son muy astutos y no iba a ser fácil atraparlos. La consecuencia es que íbamos a llevar un ritmo animado todo el santo rato.

Remontaríamos el Curueño, por la carretera de la Cándana, así que, además de las risas y el ritmo, le daríamos un gustazo a los sentidos por esta preciosa carretera. Pero antes de llegar aquí, tuvimos una discusión. "Mira Buka. Esto está quemado." "Pues yo lo veo muy verde Dani" "No me j***s Buka! Está quemado!" "Lo sigo viendo verde". 

Pero proseguimos al más puro estilo Pimpinela hasta que nos unimos en un conjunto "ANIMAL!!" cuando una presunta persona a mandos de un coche nos hizo una pasada a ras y, no conforme con eso, invadió el carril de la izquierda en el momento en el que venía una furgoneta de frente. Un as del volante en toda regla, vamos.

Seguíamos a buen ritmo y sobrevolados por el helicóptero de Calleja. Tras este momento pro-tour, ya enfilamos el último tramo de carretera de Santander, antes de llegar a la carretera de la Cándana. Fue en ese instante cuando tuvimos un momento déjà vu. Mientras Buka me comentaba algo acerca del tema que nos venía ocupando todo el camino (y hasta ahí puedo leer), le interrumpí recordándole que el año anterior, en el mismo tramo y con la misma luz, estuvimos hablando de lo mismo. No llegamos a una conclusión más allá de que estamos de la cabeza un poco regular. Pero nos lo pasamos bien.

Esta carretera siempre pica para arriba. No sé en qué momento alguno de los dos decidió que el ritmo debía de ser incómodo. Ir a 30km/h por esta carretera es incómodo, os lo aseguro. Pues así los 17 km que tiene. "No se ve a JR" era el comentario generalizado que nos permitía el ritmo. La respuesta fácil era, "habrá tirado para Correcillas". Nuestro paso por la zona no dejaba indiferente a nadie y mucho menos a los mastines que intentaban mordernos. "Si pasa uno por detrás se lo cargan", pensamos los dos.

Y en amor y compaña llegamos a La Vecilla. En este momento yo era consciente de que iba a sufrir un poco más que Bukanero. Entre éste pueblo y el siguiente hay una subidilla que se agarra. Además es recta y eso desmoraliza. No en vano, mi compañero de ruta me confesó que él utiliza este tipo de terreno para comer la moral a todo aquel que ose menospreciar su estado de forma, "yo es que de cabeza funcione muy bien". No digo nada y lo digo todo.

Y enfilamos la subida de Aviados. Es un kilómetro que si vas rápido, puedes atrancarte. Pero más allá del tema entreno, a lo lejos vimos un ciclista. "Pues puede ser JR porque parece poca cosa." "Puede ser, sí." "Pero no pedalea como él"...Total. Que resultó ser Sara y esta vez sí la conocí. "¡Sara!, Sara....¡SARAAAAA!" Y Sara que, como nos confesó más tarde, llevaba la caraja puesta, no nos conoció. Con las ganas que tengo de enredarla en una frikifoto buena.

Con nuestro gozo en un pozo, seguimos hasta Robles y sin rastros de todos estos Frikis de la Grupeta. Comenzamos a rodar por la carretera de Matallana y sin venir a cuento, comenzamos a darnos relevos. De los de ir a 40 y algo más. Pero bueno. Buka dijo que eso también venía bien. Yo le haré caso por ser quien es, pero a mí me dolían las piernas. En fin.

Nos desviamos de la carretera para meternos por la zona de Manzaneda de Torío, momento que usamos para sacar una buena foto, recordando a todos aquellos que no dejan 1'5 metros de separación lateral...


Esto y sólo esto es lo que ven por el retrovisor los tarados que no saben conducir. Y que no se paren. Semos peligrosos, ¡ojo!

Ya no nos quedaba nada para llegar a casa. Sólo sufrir la bacheada carretera que nos sirvió para decir alguna burrada. Nada grave. Sólo utilizamos el verbo "machacar" y el nombre "pelotas". A partir de ahí, combinar eso como podáis.

En resumidas cuentas. Pasamos una gran tarde de amigos y de bici. De la Grupeta no supimos nada. Qué pájaros que son. Secuestraron a JR:

jueves, 16 de mayo de 2013

No hay más que listos sueltos por ahí.

¡Hola a todo el mundo!

Ayer amaneció sorprendentemente despejado para las previsiones que se escuchaban por aquí. Yo me había planteado el día casi como de descanso precisamente por esos augurios lamentables de recesión al invierno (una vez más), pero los rayos de sol me animaron a vestirme de gladiador.

Ya os he dicho que normalmente soy muy indeciso a la hora de seleccionar la ruta, pero ayer lo tenía claro. Tenía que ir a ver de primera mano las consecuencias del incendio que el día anterior alguien provocó, bien con dolo, bien por imprudencia.

Así que me dispuse a subir Castrillino con mi mejor intención y con el corazón en un puño. Había mucho viento pero, aún con todo, se podían oler los rastros de la tragedia. Ese característico aroma a agua y ceniza se me metió dentro y fue un impulso extraordinario para acelerar. Quería ver cuanto antes lo que le había pasado a mi zona de entrenamientos.

El incendio amenazó seriamente la localidad de Santovenia del Monte. En efecto, los primeros ratros del fuego se veían en las afueras del pueblo. Arbustos y árboles quemados, pero nada espectacular. El olor a muerte vegetal era cada vez más intenso, así que me temía que lo de Santovenia era sólo el comienzo.

Continuaba avanzando y cada vez se podían apreciar más y más árboles calcinados. Al terminar de subir uno de los típicos repechos de la zona desde el que se tiene un panorama general bastante amplio, pude comprobar el alcance del drama.

En la prensa valoran el incendio en 800 hectáreas quemadas. Yo lo valoro como un desastre terrible. Lo más triste de todo fue ver quemados tantos robles. ¿Alguien sabe cuánto tarda en crecer un árbol de este tipo? Pues eso.

El resto de la ruta que hice la verdad es que se vio marcada por todo lo anterior. No estuvo mal y, no os voy a engañar, endulcé el carácter con el paso de los kilómetros, pero sólo pensar que cuando pase por la carretera de Santander me voy a tener que tragar todo el monte quemado por la posible imprudencia de alguien que quemó rastrojos en un día de viento, la verdad es que me pone de los nervios.

No hay más que listos sueltos por el mundo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Una de las entradas más tristes que he tenido que escribir.

¡Hola a todo el mundo!

Os voy a contar una pequeña historia. Trata de una zona muy chula por la que suelo salir a entrenar. Está en torno a un pequeño pueblo llamado Castrillino. Se situada a unos 10 kilómetros al norte de León capital y para acceder a esta zona, hay que rodar por la llamada Carretera de Santander. Es una subida de unos tres kilómetros, que te conduce hasta otro pueblo llamado Santovenia del Monte.

El paisaje que nos regalaba esta zona se componía, fundamentalmente de monte bajo, robles y algún pino que otro. Bastante normal, la verdad, pero al no haber demasiados pueblos por aquí, se mantenía lo suficientemente virginal como para que la masa forestal fuese muy densa.

En cuanto a la fauna, los animales que vivían por aquí eran zorros (me cruzaba todos los años con uno en la misma zona), aves, pequeños roedores, conejos, corzos y casi seguro que jabalíes.

Rodar por esta carretera para mí era algo fantástico ya que, a parte de poder disfrutar de todo este ambiente junto a ti, al fondo puedes ver toda la montaña central leonesa en todo su esplendor. 

Estas últimas semanas, el invierno nos había dado una pequeña tregua y, tras los meses de intensa lluvia, la primavera daba como fruto un espectáculo impresionante. Pastos altos y verdes, árboles brotados y animales en plena actividad. Recientemente había comentado lo maravilloso que era pasar por aquí este año. De verde que estaba, parecía cualquier paisaje de Asturias o algo así. Un panorama increíble, casi a la puerta de casa.

Estoy seguro que muchos de vosotros habréis notado el continuo uso de tiempos verbales del pasado. Mucho pretérito. Pues bien. La historia, ahora es cuando da un giro. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que con unas fotos?



Supongo que ahora entenderéis el repetido uso del pasado. Fuego. Un fuego enorme ha arrasado una de mis zonas preferidas. 

Seguramente os parezca una chorrada y puede que algunos no lo creáis, pero me entran ganas de llorar. Pensar que mañana, cuando pase por ahí, va a estar todo quemado, me estremece. 

Sin ir más lejos, antes de ayer pasé por aquí. Un poco más adelante del tramo de carretera que se ve en la segunda instantánea, no me detuve a sacar una foto porque estaba todo tan precioso que me daban ganas de detenerme cada 5 metros. La próxima vez sacaré fotos, sí, pero para plasmar la tragedia.

Ya nunca más veré al zorro de todos los años cruzar la carretera huidizo, nunca más me saltará un corzo a la carretera, la mayor parte de las águilas que me sobrevolaban no estarán, ni tampoco sus presas. Todos estarán muertos. Todos quemados. La vegetación hecha ceniza.

Y es que, por lo que se va sabiendo con el paso de las horas, una quema de rastrojos se descontroló. Sí. Y para situaros, ayer había mucho viento en León. Una persona, aunque a partir de ahora me referiré a ésta como criminal, prendió fuego a unas hierbas y se le fue de las manos. Y el criminal estará ahora mismo tan tranquilo durmiendo en su casa sin mayor problema. Este tipo de gente da verdadero asco. 

No se pudo apagar antes el fuego, qué pena. Y no se pudo apagar antes el fuego porque no había suficientes medios y los que había, no estaban preparados. Los aviones y helicópteros llegaron demasiado tarde.

La conclusión que extraigo de esto es que el medio ambiente, al ser humano le da lo mismo. Se prende un monte, como si se prenden veinte. Nos da lo mismo. Inmersos en una crisis económica, ¿por qué hablar o preocuparse por otras cosas?

No dudéis que la crisis terminará. Saldremos mejor o peor, pero terminará. No obstante, el medio ambiente seguirá ahí. Languideciendo, asediado por nuestro ego como especie. Pensando que todo lo podemos. Hay días en el que da bastante asco el ser humano. ¿Acaso vale menos la vida de todas esas plantas y animales que han muerto quemados que las nuestras?

No sé qué más añadir a esta triste historia. Yo estoy muy triste. Lo peor es que no creo que a mucha gente esto le afecte demasiado. Así nos va.

lunes, 13 de mayo de 2013

Una con moraleja.

¡Hola a todo el mundo!

Y en mi busqueda de rodaje para alcanzar un buen estado de forma, hoy me he cascado 80 kilómetros en plato grande por su sitio, sí señor. Y por terreno rompepiernas. Ya veis. De vez en cuando también entreno duro. No sólo jiji-jaja.

Pero como la cabra acaba tirando al monte, ¿qué mejor que entrenar por mi ruta favorita? Así, además de encontrar el castigo adecuado, también tendría algo con lo que entretener los sentidos. Me gusta tanto la ruta que he hecho hoy, que el dolor de piernas que tengo ahora mismo ha valido la pena.

Me encantaría poder enseñaros alguna fotografía para que comprendáis lo bonito que está todo, pero en uno de los instantes en los que pensé en echar pie a tierra para sacar una foto, comprendí que era absurdo sólo enseñaros una ya que me daban ganas de parar todo el rato cámara en mano.

En lo puramente físico, como os comentaba, hoy nada más coronar el portillín engrané el plato grande y hasta el final. Sacrifiqué mi amada cadencia de pedaleo en busca de dureza. Ahora mismo, la perspectiva de tener que ir a currar  con este dolor de piernas es descorazonador, pero hay que aguantar.

Al fin y al cabo, los verdaderos héroes del ciclismo somos los cicloturistas. Por mucho castigo que te des, por muchas pasadas que te den los coches, por mucha lluvia que te toque, siempre acabas haciendo tu vida normal sin darte importancia. Y todo esto sin masajes, suplementos, ni leches.

Moraleja. ¡Que vivan los pelos en las piernas!

Palabras con poso caen sobre estanque.

¡Hola a todo el mundo!

Mi domingo, como el de tantas otras personas, tenía un objetivo claro. Salir en bicicleta a dar una vuelta. Y digo más. Había planeado salir en la ruta del club. Me parecía lo más adecuado ya que los miembros de la Grupeta Cicloturista León se habían dividido en dos. Unos se fueron a Asturias a subir repechines. Nada. Lagos de Covadonga y cosas así. Otros nos habíamos quedado por aquí con variopintas historias que nos impidieron apuntarnos a la locura astur.

Total. Que mi plan era levantarme a eso de las 8 de la mañana del domingo, desayunar, prepararme e ir al punto de inicio de todas las rutas del club, a eso de las 9:30. Hasta ahí todo bien. Pero claro. Este plan lo tenía maquinado con una semana de adelanto, cosa que para mí, es todo un logro. Odio planear. No me encuentro cómodo haciéndolo. Mirar más allá del día de mañana me resulta muy difícil. Quien me conoce, lo sabe. Cada uno tenemos nuestras cosas y ésta es la mía. 

Pero como iba diciendo, sabía que me resultaría duro el madrugón porque, normalmente, suelo terminar las cosas del curro los sábados por la noche, a eso de las 3 de la madrugada, así que ya me tocaba madrugón. Pero coincidió que este sábado se complicó algo más de lo habitual y llegué a casa a las 5. Casi nada. Pero con toda mi buena intención, puse los despertadores pertinentes a las 8 de la mañana, esto es, tres horas después de acostarme.

Y efectivamente conseguí despertarme a la hora prevista, pero en unas condiciones de cansancio tan abrumadoras que la cama consiguió absorberme. "Ya me cae una bronca del Buka", fue lo primero que pensé. Él iría con el club junto con Juanjo, pero el Buka me iba a reñir. Yo lo sabía. Él sabía.

Pero proseguí con mi cura de sueño, hasta que a eso de las 12 de la mañana (como un señor quedé) salí de la cripta y como si de un zombi se tratase, me arrastré en busca de café. Siguiente objetivo. Otro plan. Comer en casa de la familia. 

Tras el preceptivo aseo personal, me dirigí a casa-padres a degustar las ricas viandas que mi hermana nos había preparado. Tras una fantástica sobremesa, yo decidí marcharme a casa. Seguía con la idea de montar en bici. 

Tan pronto como entré por la puerta de mi hogar, sin más dilación, comencé a ponerme el disfraz. En un pis-pas, ya estaba en la calle dando pedales. Parecía que al fin, conseguía llevar a la práctica el plan principal del domingo.

Dado que eran las 17:30 ó así, tenía tiempo de hacer kilómetros. No 100, pero sí unos cuantos. Tras un par de dudas, la mejor opción me pareció León/Manzaneda/Fenar/Olleros/Cillerón/León. Son unos 85 Km que transcurren por zonas muy bonitas, con montañas y de subidas no va escasa la ruta.

Iba yo aún en los kilómetros de calentamiento, sumido en mis pensamientos cuando, de repente, noto la presencia de alguien tras de mí. "Hola chaval", me dijo una veterana y familiar voz. "¡Hombre! ¿Qué tal?", respondí muy alegremente. Era uno de los compañeros más experimentados del club, con los que me encanta salir de vez en cuando. Tras los "holas" y los "cómo va eso", comenzamos a poner nuestras rutas en común. "Pues hasta La Robla te acompaño", me dijo.

La compañía de mi amigo cambiaría para mejor las perspectivas del entreno. Bien es cierto que durante el rato que compartiésemos kilómetros, iríamos despacito, pero la conversación sería estupenda. El tiempo acompañaba. Sol, buena temperatura y nada de viento. Formidables condiciones. Ahora sólo tenía que abrir bien los oídos porque de las personas más mayores que uno mismo, lo más fácil es que aprendas muchas cosas. Los años y las experiencias, dan puntos de vista muy ricos en todos los temas.

Comenzamos con temas fáciles. Que si un poco del tiempo, que si un poco de lo que ha llovido este año y cosas así nos llevaron varios kilómetros. La verdad es que enlazamos muy bien éstos temas iniciales con el de "batallitas sobre la bici". Esto es un clásico, pero cuando hablas con gente mayor, la cantidad de anécdotas es inmensa.

Al llegar a Manzaneda los temas pasaron a ser más densos. Un poco de actualidad política nos encendió lo suficiente como para ponernos en bielas ante un repecho y bajar algún piñón para coger más ritmo. En nada y menos nos vimos en Robles con la sana intención de subir el Fenar.

Y en este punto fue donde la conversación tomó un cariz muy interior. Todo comenzó nada más empezar a subir. Un conductor, le llamaremos así, por no decir un asesino, me pasó cerca no, lo siguiente. Noté muy cerca el retrovisor. Y no conforme con esto, la pasada la acompañó con el claxon. Todo esto se produjo en una recta con buena visibilidad y sin coches de frente. Un encanto de persona, vamos. Tras los pardieces y el llamamiento a varios santos del cielo, mi compañero de ruta comenzó a hablar seriamente. Yo me callé y presté el mil por ciento de mi atención.

Sus palabras eran reflexiones que provenían de toda una vida de experiencias personales. "Hay gente que no deja vivir a los demás", fue una de las frases que llamaron mi atención, no por el significado mismo de la frase, sino por el poso que tenían esas palabras. Pero mi amigo continuó con el discurso de forma pausada y muy firme.

"Nunca sabes cuándo te va a tocar a ti. Hay que vivir el momento y disfrutar de lo que se está haciendo en cada instante. Mi mujer me dice que por qué sigo saliendo en bici, que ya soy muy mayor. Y yo le digo que no me lo recuerde. Yo procuro ser feliz viviendo y dejando vivir. Hay que vivir el instante, disfrutar y ser feliz al máximo, porque de eso se trata la vida"

Por un instante se hizo el silencio entre los dos. Las palabras que acababa de escuchar, por mucho que las haya podido leer en miles de sitios, por muy obvias que sean, escuchadas en directo, de boca de alguien que las está diciendo con unos 75 años de vivencias, de buenos y malos ratos, caen sobre tu cerebro como una piedra en un estanque. Las ondas que se producen son brutales. Y más en alguien como yo que continuamente está pensando en cosas de este estilo.

Con mis paupérrimos 31 años de vivencias, de buenos y malos ratos, ¿qué podría yo aportar a ese discurso? "El mañana no existe. Odio hacer planes". Mi compañero, al asentir tras mis palabras, hizo que me fuese a subir Olleros con la sensación de que no había dicho ninguna tontería.

Y tras subir Cillerón, llegar a casa, ducharme y cenar, las ondas del estanque siguen bailando de un lado para otro. ¡Qué gran compañía!

viernes, 10 de mayo de 2013

Una semana como las de antes (por fin)

¡Hola a todo el mundo!

Por fin completo una semana de buenos entrenos. Y ya hacía meses que no agarraba siete días tan buenos como éstos últimos. He tenido de todo. Ruta enorme, ruta para soltar piernas, ruta de castigo con plato grande todo el rato. Como digo, de todo.

Mañana tocará descanso y que el cuerpo gestione como pueda éstos estupendos días de entrenamiento. Mientras tanto, yo me quedo con haber vuelto a salir a rodar con los colegas y haberme reencontrado con caras conocidas.

Como me ha ocurrido hoy, que me encontré en pleno entrenamiento a un muchacho la mar de salao al que le tengo mucho aprecio. Uno de esos rapaces de las escuelas ciclistas del C.C. León con los que compartí kilómetros. Cada vez que me los encuentro y dejan de entrenarse para echar una parrafada es genial. Ahora no tengo apenas tiempo para mí mismo, así que no puedo rodar con ellos.

Y para finalizar la semana de entrenos, di consejos acerca de cómo gestionar un cambio de zapatillas y no morir en el intento. Ya sabéis. Zapatilla reluciente, tendinitis inminente.

En resumen. Una semana como las de antes. Poco a poco, vuelvo a la normalidad.

jueves, 9 de mayo de 2013

Sonría por favor.

¡Hola a todo el mundo!

Y allí estaba yo. Poniendo cafés, preparando algunas tapillas para que el pueblo acompañase el vino con alguna vianda y, de repente, entraron ellas. La verdad es que apenas pude distinguirlas tras esas impresionantes sonrisas.

Y da gusto cuando la gente te regala una sonrisa, porque de caras serias está en mundo lleno y a mí, personalmente, la vida no me parece algo por lo que estar serio. Así que las Cerezales' Girls me alegraron aún más la mañana.

Mientras nos besamos, nos pusimos al día e hicimos un poco el bobete, comenté a mis amigas que el día anterior había pasado junto a Cerezales del Condado y no había entrado a verlas. De manera muy cortés, me echaron la bronca, así que debía de reconducir la situación. "Pues hoy voy a salir con la bici y voy a veros. ¡No se hable más!".

Nos despedimos y me quedé con la sensación de que la pelota estaba en mi tejado. Parece una tontería, pero para mí, el hecho de cumplir lo acordado era de capital importancia. Podía quedar en entredicho mi palabra.

Así que, nada más salir del curro, marché como un tiro para casa pero basta que tengas prisa para que te surjan chollos. Que si una cosa, que si otra y todo así. Las chicas me habían comentado que se marcharían entre 7 y 7:30 de la tarde y puesto que salí de casa a las 6:30 y Cerezales está a unos 25 kilómetros, estaba muy justo de tiempo.

El camino a seguir era uno de mis campos de entrenamiento habituales. La carretera de Santander. Terreno rompepiernas de continuos repechos. Además del incómodo perfil, al tener prisa, debía de ir rápido, así que tocaba arrebato.

Al coronar cada subidita, no hacía más que mirar el reloj. "No vas mal de tiempo Dani", me auto-motivaba, pero por si las moscas, me fijaba en cada coche que iba de camino a León por si las chicas ya se volvían para casa, no fuese a ser que mi misión estuviese siendo un fracaso.

Estaba terminando de subir la última cuesta y ni rastro de las chicas. Eran las 7:15 y parecía que cumpliría con lo previsto. ¡Qué emocionante! No siquiera las pequeñas gotitas primaverales, procedentes de una tormenta próxima, conseguían desprenderme de la sonrisa ante la posibilidad de cumplir con mi palabra.

Llego a Cerezales y a lo lejos, consigo divisar la Fundación. Y junto al edificio, veo un coche negro que pertenece a una de mis amigas. "¡Conseguido!", grité entre dientes. De repente, veo que están saliendo del edificio y se dirigen hasta el coche.

Un pequeño "esprín" acompañado de un "¡guapas!", consiguen detener sus pasos. "¡Dani! ¡Al final viviste!" ¡Qué bien sienta cumplir la palabra! 

Y mejor sienta hacerse una autofoto con un par de amigas...


Ahora quedaba el camino de vuelta a casa bajo el diluvio universal de aquella tormenta antes próxima, ahora inminente. Me daba lo mismo. Yo no me podía quitar la sonrisa desde por la mañana.

Conclusión. Vamos a hacer todos un ejercicio de risa diaria e igual somos más felices en general. Las Cerezales' Girls y yo ya hemos empezado. ¡SONRÍA POR FAVOR!

miércoles, 8 de mayo de 2013

Danielín.

¡Hola a todo el mundo!

Tras la mega ruta del otro día, la conclusión fundamental que pude extraer de la misma fue clara. No estoy en mi mejor momento de forma. Así que eso había que solucionarlo. Y la mejor manera que se me ocurrió  fue hacer una rutilla de unos 95 km el lunes.

¿A dónde ir? Cuando mi idea es rozar los 100 km o, según por dónde regrese a León, superar esta mítica cifra, es ir hasta Boñar por la carretera de Santander. Una primera parte bastante llana, aunque con un inicio quebradizo, y una vuelta muy similar. Para hacer kilómetros es ideal.

Así que, de buena mañana (mentira...me dormí y salí a las 11 de la mañana) comencé a rodar con gracia y donaire. Las piernas aún se resentían algo de la ruta del sábado, así que me lo tomaría con la suficiente calma como para no forzar demasiado.

Parecía claro que no me iba a mojar, pero el cielo no estaba azul ni mucho menos. Hoy no me pondría moreno. No sería uno de esos días. Sin embargo, la temperatura era muy agradable. El frío no era un problema y eso a mí me da la vida, cosa que me hace pensar y pensar encima de la bicicleta. Éstos pensamientos van desde qué desarrollo engranar en un momento determinado hasta cómo será mi vida dentro de 10 años. Ya veis. Algo variado.

Pues me veía inmerso en toda esta maraña de divagaciones cuando, de buenas a primeras, ya había llegado a Barrio de Nuestra Señora. "¿Y qué pasa aquí?", os preguntaréis algunos. Pues que me empezó a surgir una duda. "¿Voy hasta Boñar o me desvío y encaro mi carretera favorita?" Unos momentos de duda seria, pero mantuve los planes iniciales. No sabía por qué, pero algo me estaba arrastrando irremediablemente a Boñar.

Pasé junto a Cerezales del Condado. Más dudas. "¿Entro a ver a mis amigas de la Fundación Antonino y Cinia o sigo?" Boñar seguía arrastrándome. "Otro día iré a verlas", pensé.

Esta nueva parte de carretera es realmente llana. Poco hay que hacer más que dar pedales y pensar. En cuanto enfilo este camino, un montón de recuerdos inundan mi cabeza. Recuerdos de niñez, primeras experiencias de miles de cosas, felicidad. Y es que en Boñar pasé todos y cada uno de los veranos de mi infancia. 

Llegué a Vegaquemada y al mirar la torre de su iglesia, volví a tener la misma sensación de cuando era niño. "Ya no queda nada". El lunes tenía ganas de llegar para llenar el bidón, vacío ya tras una hora y cuarto de esfuerzo, pero cuando era un muchacho, tenía ganas de llegar para poder alcanzar esas cotas de libertad que te dan los primeros veranos de nuestras vidas, que con los años vamos perdiendo.

En cuanto pasé Palazuelo, me daba la bienvenida la recta dónde está "La Cuadra", hoy efectivamente es una cuadra, pero hace años era una discoteca mítica de toda esta zona. "Si esas paredes hablaran, los mastines que me están ladrando comenzarían a llorar", divagué una vez más.

Y tras dejar la gasolinera a la izquierda, comencé mi entrada triunfal en Boñar. Los lunes son días de mercado y las calles se adornan de gente. Comienzo a ver alguna cara conocida. Personas de siempre que no hacen más que llevarme de cabeza a mi niñez una vez más. No sabía qué me estaba pasando, pero me estaba gustando.

Giré a la derecha en el cruce y me metí de lleno en el pueblo. Todo parecía estar en su sitio. La panadería de "Chucho", "El Cordobín" con sus patatas bravas, la tienda de Focho. Todo estaba aparentemente igual.

Llegué a la Plaza del Negrillón. El inmenso árbol, con un tronco de 6 metros de diámetro y una altura de unos 30 metros, hoy sólo es un esqueleto. Recuerdo como si fuese ayer el día que lo talaron. Miraba a la plaza y ya no tenía aquellos adoquines tan incómodos donde el autobús de Fernández aparcaba cada noche.

Mientras llenaba el bidón en el caño, recordaba la cantidad de veces que jugué en el pilón. A veces te tocaba tirar a alguien al agua. Otras veces era yo el que caía. Me fui justo en frente de la puerta de la iglesia y miré la calle que baja hasta donde Pito tenía su pequeño taller de bicicletas.


Me quedé embobado un par de minutos mirando al frente y viendo en el recuerdo a un chavalín que con una pequeña bicicleta, desafiaba todos sus miedos, comenzaba una aventura que parecía no tener fin. Aquel pequeñajo recorrió los 50 metros de esta calle, con tantas ganas e ilusión, que le dieron impulso para afrontar cualquier cosa en la vida. Nada podría con él. Ni siquiera los ruedines que el mecánico del fondo de la calle le acababa de quitar para siempre.

Y la verdad es que aquel chavalín, moreno como un tizón, se había hecho grande y acababa de llegar de León hasta Boñar y estaba mirando la calle donde, muchos años atrás, había aprendido a andar en bicicleta.

De repente, me caí del sueño. Volví a la realidad y me vi en medio de la plaza vestido de ciclista. Sin embargo, el niño que transgredió todos sus límites hace más de 25 años seguía conmigo. Ese niño está dentro de mí y sin él no sería nada. No podría nada. No valdría nada.

Así que, con las mismas, salí de Boñar por el puente romano. El primer trayecto que hice fuera de los límites permitidos por mis abuelos. Prometo recordarte más a menudo Danielín.

lunes, 6 de mayo de 2013

Grupeta Cicloturista León: You'll never walk alone.

¡Hola a todo el mundo!

¡Qué momento tan especial el sábado por la mañana! El esperado reencuentro con la Grupeta Cicloturista León se iba a producir. El día anterior salí a rodar con la mirada puesta precisamente en este momento y ya lo había conseguido. Eran las 7:45 y me había despertado. Porque sí. Tenía miedo, y mucho, a quedarme pegado en la cama. Así que ya había superado el primer trance. ¿Quién iba a pensar que se producirían más a lo largo de la mañana? Poco a poco Dani. poco a poco.

Ahora tocaba desayunar como un campeón. La ruta que se me venía encima era de las de órdago a la grande. El año pasado, ante la posibilidad de una ruta de este pelo, mi encuadre de la situación hubiese sido muy diferente. "¿Dónde les daría el hachazo a todos estos?" o "¿En qué momento me pongo a tirar a 45km/h para sacar de punto a alguien?" serían mis pensamientos mientras afilaba el cuchillo.

Este año es todo diferente en ese aspecto. Mientras me vestía después del desayuno, me colocaba el casco pensando "¿en qué momento me dará el pajarón padre?". A estas alturas, por unas y otras cosas, no estoy preparado para una ruta de 130 km con tres puertos, o lo que es lo mismo, que no tengo el chichi para farolillos, pero esto segundo es mejor obviarlo dado que el blog es para todos los públicos.

Pero lo cierto es que, al ser plenamente consciente de que no estoy en mi mejor momento, no me exigía nada más que pasarlo bien, ver una zona sencillamente espectacular como es el valle de Casares y, sobre todo, pasar la mañana con unos amigos que son lo más de lo más.

Valle de Casares
Hasta llegar al momento de la foto tenían que pasar muchas cosas, pero yo por el momento me estaba acercando al punto de quedada habitual. Habíamos quedado a las 9 de la mañana para que no se nos hiciese demasiado tarde. Ya sabéis. Queríamos evitar discusiones de pareja al llegar a casa y temas de esos. Somos unos especialistas en este tema, así que quien evita la oportunidad, evita el peligro. 

Mientras pasaba por los depósitos de agua de Eras de Renueva, comencé a pensar en lo puramente físico. Sabía que iba a sufrir. Era un hecho. Hasta ese momento me intentaba mantener al margen de las discusiones de mis piernas. "¡Pero dónde iras con 1500 km a estas alturas de temporada!". Esto es lo que decían las muy pesadas. Yo les insistía que no estaba del todo mal y que para hacer kilómetros, tenía que sufrir días como éste y bla bla bla...¡Que sí! Que hablo solo y punto.

Todas estas divagaciones se fueron al garete en cuanto me encontré con todos los colegas. "¡Hombre! ¿Qué tal? ¿Qué alegría verte?"...bueno...esto sé que lo pensaron, porque lo que en realidad dijeron fue "¡Pero dónde irás de corto y de rosa, trastornao!" Con un "que os den" genérico para todos, me valió para que sobreentendiesen "¡cómo me alegro de volver a estar aquí con vosotros, joder!"

Y no sólo estaba contento por ver a los de siempre. También me alegré un montón de ver a Juan y a Patricia. Conseguí convencer a ésta última dos días atrás, en interesante conversación que dio sus frutos. No sabía yo que tuviese esta persuasión habida cuenta de que intenté lo mismo con Fernando y pasó del tema. ¡Fer! ¡Te voy a dar! También se apuntó Emerson, colega de Félix, en busca de sensaciones.

La verdad es que todo seguía como siempre. El intrépido JR organizando, Juanjo hablando de la pisapraos de las narices, Buka en silencio hasta que suelta alguna perla, Zipi y Zape, esto es, Elías1 y Elías2, con sus cosas de que hay que llegar antes de las 3 y sus rollos de biomecánicos, Luis, con ganas de arrancar ya, nervioso como siempre, David a la espera de acontecimientos, Sergio preparado para la acción con su sonrisa tridimensional, Félix con el 52-11 y así hasta el final....y Jorge, llegando tarde pero aliviado. Todo como siempre. Juan y Patricia miraban expectantes. Juan, tímido. Patricia, sonreía nerviosa.

Por mi parte, comencé con mi festival del humor en cuanto pude. Que si chorrada va, chorrada viene, que si en cuanto me quise dar cuenta me habían colocado en cabeza de grupo. "¡NO! Yo no tiro que no estoy como para derrochar". En esta ocasión no me iba a esconder. De todas maneras, la Grupeta era plenamente consciente de mis escasas posibilidades.

Entre risas y buenas palabras, llegó el primer momento reseñable. Problemas. "¿Dónde está Juan?" Estaba descolgado con problemas de última hora que le hacen darse media vuelta a Patricia y a él mismo. ¡Qué pena! Yo tenía más ganas que vosotros de que completaseis el recorrido, pero lo vamos a volver a intentar, ya lo veréis. Por supuesto, la Grupeta al completo se detiene y arropa a nuestras dos primeras bajas. ¡Faltaría más!

Continuamos la marcha y en nada y menos llegamos a La Robla. En cuanto enfilamos la nacional, el ritmo se elevó bastante. Con un terreno que está continuamente picando para arriba por poco que sea, ir a 30/35 km/h hizo que el Compañero Emerson cediese sin remedio. Tercera baja.

Una vez que superamos el repecho de Pola de Bordón, o como comenzamos a llamar Jorge y yo, la Col du Bordon (risas), llegamos al desvío que nos conduce hasta Geras, puerta de acceso al puerto de Aralla. En los 9 km que distan hasta la base del puerto, Buka y un servidor nos dedicamos a tirar del grupo para que la fiesta no decayese. Al fin y al cabo, yo sabía que nada más comenzar la ascensión, me iba a descolgar, por tanto, tenía que contribuir en algo, pardeiz.

"¿Paramos en la fuente de Geras?", pregunté. Silencio por respuesta, sólo roto por los ajustes de los desarrollos, me hacen pensar que la subida va a ser de las bonitas de verdad. Comienza la traca, inicial en este caso. A Zape se le sale la cala y el cambio le hace un extraño. "¡Menuda mierda de bici!", sentencia Buka. Yo me parto la caja, cosa que empeora mis posibilidades de mantener un ritmo aceptable.

A partir de este momento, no tengo ni idea de lo que pasa en el grupo cabecero, porque si bien otrora sabía lo que se cocía en él, ahora sé lo que ocurre por detrás. Juanjo sufre, Elías1 y yo hacíamos lo que podíamos. Yo me planteé una subida a mi ritmo sin forzar ni una gotica. 170 pulsaciones. Ni una sola más. La mañana iba a ser muy larga y quedaba mucha vaina.

El Buka se descuelga para hacernos compañía. ¡Qué salao que es! La mitad de puerto la hago con él. Pensaba que iba a sufrir mucho más, la verdad, pero la conclusión que saco en que me faltan muuuuuuchos kilómetros.

Al coronar, vemos que los demás se han tirado sin parar. Esta vez subiríamos hasta el túnel, así que de bajada sólo hay 2 kilómetros y luego más subida con carretera de las que se agarran. En este punto, Juanjo se retira también. Compromisos le reclaman, así que cuarta baja.

Buka, Elías1 y yo comenzamos el descenso hasta el cruce de la carretera que lleva hasta el túnel que comentaba antes. Jorge, al más puro estilo "niña de la curva", nos espera. Haría ésta ascensión con nosotros. De repente, se ve cómo un buitre grande como una avioneta,  sobrevuela toda la carretera. Yo pensé que era porque me había olido a mí. No me cabía ninguna duda. Esta segunda ascensión, si bien no la estaba haciendo mal del todo, ya me hacía notar cosas raras en las piernas. "Ya verás en la Collada de Villamanín", medité. 

Pero seguí tirando, disfrutando del momento tan estupendo que estaba viviendo. ¿Qué me importaba la Collada de Villamanín si lo que estaba era pasándomelo cañón? Y llegó el túnel, que marca el punto final de la subida. Me quedé parado dentro, para intentar dar un susto a Jorge y a Buka que venían por detrás de mí, pero nada. Son tipos duros. Hielo en la sangre es lo que tienen. Y a la salida del angosto pasadizo, estaban todos los amigos disfrutando del panorama...

Luis, Sergio, Buka, Jorge, David, yo haciendo el cafre, Zape, Zipi, Félix y JR al aparato...
...el del aparato.
Comenzamos el peligroso descenso del puerto de Aralla hacia Rodiezmo, que a muchos que no seáis de León os sonará por los mítines que dan por aquí Alfonso Guerra, el sindicalista de turno y gente de ese palo. Toda esta zona es minera 100%, a la cual se la quieren cepillar por el artículo 33. Durante muchas décadas se sacrificaron bajando a los pozos y sacando carbón de las entrañas de la tierra, para quemar en centrales térmicas que producían electricidad con la que el resto de España se desarrollaba. Ahora el carbón se muere, arrastrando tras de sí a las gentes de estas zonas. Y ese resto de España, ahora próspero gracias, entre otros, al sacrificio de las cuencas mineras, dice que claro, no se puede estar dando ayudas toda la vida. SOLIDARIDAD PURA ES LO QUE ES ESO, SÍ SEÑORES. Como nieto e hijo del carbón os digo. Que os den...Y tras este momento de opinión, prosigo.

Como decía, el descenso era peligroso porque el asfalto, o no estaba, o estaba en penosas condiciones, así que era delicado. Pero en cuanto el piso mejoró, rápidamente me coloqué en cabeza, puesto que abandoné en el momento que entramos en un pueblo llamado Poladura de la Tercia....Poladura....Vamos, que paré para sacarme una foto...Poladura...Y, cómo no, se me sumó uno que ya me sabía yo...

No quedó como yo esperaba, pero valdría.
Pero este momento creativo lo íbamos a pagar porque, ¿acaso pensáis que la Grupeta nos iba a esperar por esto? Pues no. No valoran el arte, así que, como entre pitos y flautas, nos tiramos minuto y medio, casi dos, haciendo el gañán, pues había que enlazar.

Los siguientes 5 ó 6 kilómetros no los recuerdo muy bien porque no hacía más que pensar que las fuerzas que me quedaban para pasar decentemente la Collada de Villamanín, las estaba tirando por la borda para enlazar. Y efectivamente, cuando enlazamos fue justo en Villamanín, al inicio de la Collada del mismo nombre. 

La consecuencia inmediata fue que me descolgué desde el minuto uno, comenzando mi calvario. No encontraba el ritmo adecuado. En bielas mal, sentado peor. Tuvieron que pasar dos kilómetros hasta que agarrase una marcheta lo suficientemente cómoda como para llevar buen ritmo y poder comer algo de los bolsillos de atrás..."¡OH NO!", exclamé con miedo en mis ojos. "Tengo sensación de hambre y no me queda nada de comer". Ingredientes éstos para conseguir una pájara rica rica y con fundamento.

Pero en éstas, apareció mi salvador del sábado. El Bukanero. Su gel y su compañía en ese momento de mierda, fueron lo más grande del día. Él, que está como un toro y podría estar tirando del grupo y sacando los ojos a todos los demás, estaba echándome el cable del millón. ¡GRACIAS BUKA! 

Y conseguí llegar a la cima cual cadáver humano. Y me tiré para abajo como un poseso del descenso. Tenía que recortar en la bajada lo suficiente como para que Buka enlazase con el grupo y subiese con ellos las Cuevas. Sí amigos. Quedaban las Cuevas de Valporquero. ¿Y sabéis quién las iba a subir? Rita, porque yo ya no estaba para esa subida. Me dieren unos calambres muy feos en los compases finales de la subida de Villamanín y el forzar se va a acabar.

Total. Que Buka y yo, una vez más teníamos que enlazar. Yo le daba los relevos que podía, mientras que él tiraba como un demonio. Justo a la entrada de Felmín, enlazamos con el grupo y yo me quedé en el bar del pueblo tomando unas recuperadoras viandas. Buka enlazó. Lo conseguimos.

Los máquinas de Las Cuevas
Una vez que la tropa bajó de Valporquero, me reincorporé al grupo con las fuerzas otra vez a punto gracias a dos tapas de sardinas. Las odio, pero estaba muerto. Comenzamos a rodar en dirección a casa con ganas y buen ritmo. Dado que había lastrado algo a los compañeros, tiré todo lo que pude. Tampoco fue demasiado ya que por mucho omega 3 que tengan las sardinas, tampoco hacen milagros, así que en cuento llegamos a Robles y enfilamos la carretera del Torío, los galgos de verdad comenzaron a tirar en serio.

"¡Ven aquí atrás, Dani! ¡A la oficina!", sugirió Jorge, siempre astuto como el que más. Como el que más, que es JR. Así que hasta León, Jorge, JR y yo estuvimos chupando rueda. Sí amigos. Así fue. Y ahora me pregunto. Yo tengo escusa, ¿pero ellos? Dejo esta pregunta al aire para que la Grupeta la valore.

Por fin llegamos a León. Ya había ganas, pero más ganas hay de volver a juntarnos todos. La conclusión del día es que con compañeros así, nunca caminarás solo.

viernes, 3 de mayo de 2013

Daba igual todo.

¡Hola a todo el mundo!

Teniendo como telón de fondo la pedazo de ruta que nos vamos a aplicar mañana (más de 130 km, casi 2000 metros de desnivel, galgos por todos los lados) hoy decidí salir a subir algo. Por si acaso mañana no me quedaba conforme, ya sabéis.

Lo hice en solitario, cosa que siempre es mucho más aburrida. Pero dado que en los últimos días hemos sufrido por aquí una recesión, ya no sólo económica, sino que también hemos sufrido una recesión al invierno, el solo hecho de ver el cielo plenamente despejado, incitaba a rodar.

"¿Me pongo la térmica? ¿Y los manguitos?" Así todo el rato. Con este loco tiempo no se sabe, maldita sea, pero como soy un friolero, me cubrí de capas por si las moscas.

Ha sido una ruta muy curiosa porque no hacía más que pensar en la de mañana. Qué ganas de reencontrarme con la Grupeta. Hace un montón que no salgo con ellos y mañana lo haré, así que voy a darles guerra de narices. Así no se olvidan de mí.

Pero centrándonos en la que hice hoy, una cosa tenía clara. Quería subir "El 18", mítica subida leonesa, pero no por el hecho de la dureza de alguna de sus rampas, sino por las vistas que hay en la cima. Sí. Por eso. Yo soy así de cicloturista. El problema era que tampoco quería meterme la kilometrada padre, así que el paso previo "al 18" era mi odiada subida de "La Hoja". No soporto subir esto, madre mía.

Pero no quedaba más remedio, así que una vez que llegué a Lorenzana, apreté, como se suele decir, un huevo contra otro, y tiré para arriba. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, pero "La Hoja" no es que sea una subida dura, pero yo le tengo un asco especial. Tráfico, viento, subida discontinua...lo peor.

Pero igual que llegó, se fue, así que una vez que tomé el desvío del 18, todo cambió. La montaña emergió tan preciosa como siempre. Gran parte de ella estaba nevada, otra parte estaba vestida de un verde oscuro, cada vez más claro. Y el cielo no podía estar más azul...


Bajé hasta Rioseco de Tapia. Lo que estaba descendiendo en ese momento, minutos más tarde debía de subirlo. Esta bajada es una de esas en las que pienso en lo más profundo de mi corazón que alguna vez me voy a caer. Tiene varias curvas rápidas y la pendiente te permite alcanzar con facilidad los 70 km/h. Si a esto le sumamos que a mí bajar me encanta y, por lo tanto, me tumbo, acelero, etc, pues eso. Camisa transparente, peligro en el ambiente.

Pero a mí ya me daba todo igual. El espectáculo de la montaña leonesa en un día despejado de primavera me había absorbido. Daba igual que estuviese subiendo "El 18". Daba igual que estuviese pensando que mañana lo iba a pasar genial. Daba igual todo. 

¡Qué pena aquellos que lo único que ven es la rueda trasera del que tienen delante!

No os preocupéis que yo os protejo.

¡Hola a todo el mundo!

Hoy se ha confirmado una pedazo de ruta que nos vamos a marcar los miembros de la Grupeta Cicloturista León. Tiene un perfil de los que asustan y bordea los 140 Km ya que según se van aportando ideas, todas parecen ser fantásticas, así que esto es un suma y sigue. La rutita es esta, mirad.

Y podéis decir..."pues muy bien Dani, ¿a dónde quieres llegar?" Paciencia, contestaría yo. Trabajemos un poco la entrada por tarde que sea. Vamos a empezar.

Seguramente os ha ocurrido algo así. Le contáis la ruta a alguien que os apetece que vaya. Una de estas etapas duras, con puertos, subidas duras, muchos kilómetros y con gente que está en plena forma. La respuesta a este tipo de ofrecimientos suelen ser unos ojos abiertos como platos, llenos de ganas e ilusión, seguido de unas palabras en plan..."joe, cómo mola, pero yo paso porque eso es mucho para mí" o rollos de esos.

Mis queridos cicloturistas del mundo. Yo os digo. ERROR. Nunca algo es demasiado. Nunca. Siempre están los límites de alguien que lleve 10 años sin tocar la bici o algo así, pero para una persona que esté medio en forma, nunca es demasiado. Me explico.

Todo esto ha surgido tras una encantadora conversación con una amiga cicloturista. Entre canción y canción y entre tapa y tapa, surgió algo muy mío. La posibilidad de sumar un integrante más a la Grupeta. "¿Por qué no te apuntas a la ruta?". Pasó lo que me esperaba. "Es que tal" "Es que pascual".

Pues yo creo que una ruta, por dura que sea, está al alcance de cualquier persona medianamente entrenada por una razón muy sencilla. De lo que se trata es de hacer cicloturismo, no de matarse. La eterna discusión. Pero es que a mí me parece algo realmente importante porque la idea del "cicloturismo de rendimiento" ha hecho muchísimo daño y ha tirado a mucha gente para atrás por no verse con las cualidades suficientes o rollos de esos.

La ruta del sábado tiene varios objetivos muy claros. El primero es pasarlo bien. El segundo es hacer algo de ejercicio mientras lo pasas bien. El tercero es contemplar el paisaje mientras lo pasas bien. El cuarto es encontrarte con gente muy maja mientras lo pasas bien. ¿He comentado que hay que pasarlo bien?

Y dentro del cicloturismo, creo que debe predominar por encima de todo un espíritu de grupo. Una solidaridad enorme que haga que el miembro más débil de la "manada", se vea agrupado en todo momento. Porque el rol de "miembro débil de la manada" suele ser algo rotativo.

Si todo lo anterior no se da en un grupo y/o en una ruta, ¿estás seguro que te interesa ir? A mí no, desde luego. Eso no es cicloturismo.

Por tanto, si te lo pasas bien por encima de todo y existe ese espíritu de solidaridad dentro del grupo, cuantos más kilómetros mejor, ¿no? ¡Más rato para pasarlo cañón!

Así que, no lo dudéis e id a la ruta que yo os voy a proteger. ¡Ojo! Con el fin de que me protejáis a mí llegado el caso. ¡No seáis pájar@s!