martes, 31 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: éramos ricos y no nos dábamos cuenta.


¡Hola a todo el mundo!

Ayer mismo leí una frase que ya me había llegado, no por esta situación que estamos viviendo si no por otras circunstancias. Es algo tal que así: ÉRAMOS RICOS Y NO NOS DÁBAMOS CUENTA.

Siempre me ha impresionado mucho. Son muchas las citas e historietas que vienen a decir cosas parecidas, como esa otra que cuenta que alguien no valoró tanto son zapatillas andrajosas hasta que se cruzó con alguien que iba descalzo.

Yo personalmente siempre he sido muy consciente de lo afortunados que somos en estos lares. Sin irnos fuera de España, hace unas cuantas décadas, allá por los años cuarenta en algo llamado posguerra, las situaciones eran absolutamente dantescas. Acabo de leer una entrevista a Bahamontes, El Águila De Toledo, y cuenta cómo empezó a andar en una bici sobre las llantas, sin cámaras ni cubiertas, y no lo hacía para competir ni entrenar ni nada parecido. De hecho, si se le mencionara esto de entrenar seguramente le daría la risa o, directamente, se reiría de nosotros, que el bueno de Fede es mucho de reírse socarronamente. Lo hacía para ir al estraperlo, es decir, para un contrabando de pequeña intensidad de productos de primera necesidad.

Por eso estos días cuando veo según qué situaciones, me produce un poco de sonrojo compararlas con otras que se han visto o se pueden estudiar en libros de historia, porque a nosotros lo que nos están pidiendo con esto del confinamiento es que nos quedemos en nuestras confortables casas, con internet, teléfono, calefacción, la posibilidad de ir a por comida con total facilidad, etc.

Éramos ricos y no nos dábamos cuenta. Desde luego que éramos ricos y lo seguimos siendo, que no os quepa duda. Sería fantástico que cuando acabe todo esto no nos olvidásemos de lo vivido. Deberíamos de valorar mucho más de lo que lo hacíamos antes de todo esto el hecho de poder salir a dar una vuelta en bici, deberíamos de cruzarnos con otro ciclista, no ser tan chulescos y saludar, que no pasa nada por hacerlo, y cosas así. En general deberíamos de convertirnos en personas más humildes y amables. Es mi opinión pero puede que esté equivocado, quién sabe. Quizás ser mejor persona no esté bien, qué sé yo.

lunes, 30 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: nuevos sentimientos.


¡Hola a todo el mundo!

Entramos en la tercera y apasionante semana de confinamiento. ¿Qué voy a decir? ¿Que menuda mierda que seguimos encerrados? Pues en efecto, podría decirlo, pero vamos a afrontar el asunto de una manera positiva, por qué no.

Una de las cosas buenas de esta nueva semana es que yo ya he creado una rutina y los días se me pasan volando. Desayuno, café, sacar a las perras, café, rodillo y ejercicios, cosas de casa, café, hacer la comida, comer, café, escribir, merienda, café, perras, leer, cena, café, perras otra vez, TV... Algo así es lo que viene a ser un día típico de confinamiento para mí con algunas variaciones entre medias como tomar algún café. Si hay algo que se me da bien es adaptarme a la situación que toque y, al menos de momento, lo llevo bien. Mientras siga habiendo café puedo prescindir de papel higiénico.

Otra cosa que esta semana nos va a favorecer es que dan un desplome de las temperaturas de tres pares de narices. Ojalá haga malo. Pero malo, malo, malo, para que, cuando abran las puertas de los toriles y podamos salir de nuevo al exterior, nos metamos de lleno en la primavera y verano que nos merecemos. Cada día falta un poco menos para volver a nuestras rutinas de siempre. ¡Que no cunda el pánico, maldita sea!

Estamos viviendo un montón de situaciones nuevas que nadie podría haber imaginado ni en la mejor película de ciencia ficción. Es importante adaptarnos a todo ello y ser conscientes de que es algo temporal. Tan temporal como muchos sentimientos que siento dentro de mí sobre cosas y situaciones que jamás pensé que tendría.

Por ejemplo y así a bote pronto, jamás había tenido en tan buena estima a mi rodillo. Siempre fue un artilugio, apoyado en una esquina de mi habitación de las bicis, al que miraba con desgana y que sólo usaba en semanas en las que el tiempo no me permitía salir a entrenar. Un par de semanas de lluvia y nieve o cosas así, aunque yo siempre he preferido salir y mojarme que encadenar a “La Americana” al potro de tortura. No obstante, a día de hoy veo el rodillo como un artículo de lujo que me permite mover las patas, poner la patata a mil por hora y quitar el gusanillo de ciclismo que, de no ser por el rodillo, a día de hoy sería una especie de boa constrictor.

Seguimos subiendo puertos en esta vuelta por etapas.
Imagen de archivo de RTVE

Otro sentimiento raro, nuevo y diferente es el que tengo ante el cambio de hora que se ha producido este sábado de madrugada. Para empezar, me tocaba trabajar y este cambio me ha chuleado una hora de sueño. Normalmente no me importaba porque pensaba: “vale la pena por tener más tiempo de luz para, por ejemplo, qué sé yo, salir con la bici”. Pero en esta ocasión, ese será uno de los problemas. Más horas de sol durante el confinamiento y claro, eso traerá otro problema. A la hora de salir a la ventana a aplaudir, ya no valdrá salir con cualquier pijama. A las ocho de la tarde será de día. Ya no voy a poder lucir mis pijamas decadentes. Tendré que tirar de los más guapos. Todo son problemas.

Pero bueno. Aun así, sigo mirando esta situación con optimismo. Lo sigo comparando con una gran vuelta ciclista por etapas. Un ejercicio de resistencia, en este caso, mental. Y os puedo asegurar que todo esto que estamos viviendo conmigo no va a poder. Mientras conservemos la salud todo seguirá yendo bien, que no se os olvido. ¡Ánimo!

viernes, 27 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: entrenamiento mental al fin y al cabo.

¡Hola a todo el mundo!

Hoy viernes termina mi semana de rodillo y, al menos de momento, lo voy llevando bastante bien, la verdad. Salvo los fines de semana que toca currar, todos los días le he dado con ganas a este dichoso aparato. A ver si no pierdo demasiado la forma de cara al cada día más próximo momento en el que salgamos de esta situación inédita para todos.

Ayer os decía que el primer sitio al que probablemente vaya en bici será mi pueblo o alrededores y hoy os cuento que las ganas que tengo de subir un puerto no se pueden ni aguantar. Le pongo a la rueda delantera a veces la caja de herramientas para que todo el conjunto coja algo de inclinación pero es un poco una castaña.

El primer coloso que vaya a subir casi seguro que es La Cubilla. Largo y tendido para no forzar demasiado el cuerpo así de primeras. Además, justo la última semana en la que aún se podía circular con total normalidad por el mundo, iba a ir a subirlo pero daban lluvia y preferí no mojarme. Si hubiera sabido todo lo que acontecería los días siguientes hubiese ido a mojarme en las rampas de La Cubilla como os podréis imaginar pero a toro pasado todos somos Manolete, ya sabéis.

Lo mejor es pensar en lo que nos tocará vivir de ahora en adelante y por lo pronto, yo esto del confinamiento me lo estoy tomando como una gran vuelta por etapas. Hay días mejores y días peores. Alguna mañana, que es cuando yo hago rodillo, me apetece más que otras, pero imagino que a cualquier ciclista que participe en una vuelta de tres semanas, en cuanto abran el ojo en una habitación de hotel cualquiera, a tres horas vista de empezar otra dura etapa, puede que les apetezca nada y menos ponerse sobre la bici, así que esto es un poco lo mismo pero en una habitación de mi casa y sin tener que hacer traslados.

Todo es cuestión de paciencia y afrontar cada día que va pasando con la mejor de las actitudes posibles. Ni que decir tiene que ya queda un día menos y que vamos a salir de esta situación mucho más reforzados que antes. Pensad en todo este asunto como un entrenamiento mental. ¡Mucho ánimo y fuerza, ciclistas!

jueves, 26 de marzo de 2020

La extrañísima fuerza de atracción.


¡Hola a todo el mundo!

No hay ni que decir que todos tenemos mono de bici. De bici fuera del rodillo porque bici, al menos yo, hago todos los días pero nada tiene que ver con lo que viene siendo ciclismo, claro. El rodillo nos está ayudando a no enloquecer y poco más que ya es bastante.

También matamos un poco el gusanillo con los etapones que nos están regalando en teledeporte cada tarde desde hace una semana más o menos. Esta segunda semana de confinamiento nos están impregnando el ambiente desde la tele pública con grandes momentos de la época heroica de Miguel Induráin en el Tour de Francia y a mí se me están amontonando los recuerdos de aquel entonces porque, para bien y para mal, lo viví en directo. De aquella yo ya era un muchacho.

Desde hace unos cuantos días incluso antes del confinamiento, quería escribir acerca de una extraña fuerza de atracción que al menos a mí me empuja a hacer rutas en determinada dirección. En mi caso siempre tiendo a hacer rutas en dirección a Boñar o lo que es lo mismo, a mi pueblo, que pasa por ser el lugar en donde aprendí a andar en bici y donde disfruté, viví y sentí toda aquella época de los noventa en eso del ciclismo profesional.

Mi rutina veraniega durante el Tour de Francia era sencilla. Comprar el Marca para ver cómo iba mi equipo del Tour Fantástico Marca, mirar a ver cómo iba el tema de los fichajes de los equipos de fútbol que si bien no es que fuera lo que más me interesaba, al menos me entretenían los culebrones del mercado veraniego de los fichajes. Luego cogía la bici para dar una vueltecilla tipo “Verano Azul” o iba a la cancha de baloncesto a lanzar unas canastas y, en cuanto podía, conectaba con La 2 para engancharme ya a la etapa de turno. Seguramente mi abuelo ya estaría viendo lo que estaba pasando y me ponía al día. Conectaban con La 1 y así hasta el final. Luego ya era cuando cogía la bicicleta, me ponía un culote , una camiseta de algodón (con un par), un casco que metía miedo y así hasta la pared del pantano del Porma intentando emular a mis ídolos.


Y con todo este pasado, con toda esta historia a cuestas de años y años de disfrutar de una u otra forma de mi pueblo, resulta que a día de hoy, cuando tengo que escoger entre alguna de las rutas habituales para hacer kilómetros, es raro el día que no me acerco hasta los alrededores de mi pueblo o directamente voy hasta allí. Os podéis imaginar a dónde iré el primer día que nos dejen salir de casa con total libertad, ¿verdad?

Hay una extrañísima fuerza de atracción que muchas veces actúa sobre mí sin darme cuenta. Por ejemplo, no sería la primera vez que estoy en La Robla y acabo en Boñar y eso que entre ambas localidades de la Montaña Leonesa distan como 30 kms. Puede que esa ruta hasta La Robla en principio fuese un “voy hasta allá a tomar un café y vuelvo a casa con 60 kilometritos en las piernas” y acabo yendo hasta Boñar acumulando 110 kilometrazos de una manera absolutamente imprevista.

Una de las primeras veces en las que recuerdo que esta fuerza de atracción actúo sobre mí, sucedió hace ya unos cuantos años y en este caso sí que mi plan era llegar a mi pueblo, pero lo que vino a continuación desde luego que no estaba previsto. Resulta que una vez en la plaza de Boñar, junto a la calle sobre la que di mis primeras pedaladas sin ayuda de ruedines, tras llenar el bidón en el caño y tomar un café en el Bar Central, me apeteció ir hasta la pared del pantano del Porma, como hacía de chaval cuando terminaba la etapa del Tour. Pero antes de llegar hasta allí, fui a Oville, pueblecito al que tantas veces había ido en bici (¡y corriendo también fui alguna vez!). Antes de llegar al pantano también hay otro desvío a Valdehuesa y Rucayo que siempre es una tentación para mí. Aquel día caí de lleno en la tentación.


Y llegué a la pared del pantano, me paré a disfrutar de las vistas y a charlar con un señor, compañero ciclista, que había llegado hasta allí desde Puebla de Lillo y me pareció genial acompañarle hasta la mitad del camino y claro, luego había que volver. Pero resulta que debía de llegar a León. Buf, qué paliza me di así a lo tonto. No recuerdo la cifra, pero rondaron los 150 kilómetros cuando llegué a casa. Idas de olla mías, ¡qué le vas a hacer! Siempre fue, es y será peligroso darme la dirección del barco porque nunca sabrás a dónde nos empujará el aire.

Estos días sin ciclismo al aire libre tengo muchísimas ganas de dejarme llevar por la fuerza de atracción que mi pueblo ejerce sobre mí. Es probable que el primer día que La Americana toque de nuevo el asfalto la locura me lleva rumbo a lo muy conocido pero siempre deseado. Seguramente me lleve a las rutas en torno a Boñar. Ya queda menos para que llegue ese momento. Paciencia.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Nuevo reto para el 2020.


¡Hola a todo el mundo!

Ya estaba claro, como os dije ayer, que Los 10.000 del Soplao se cambiaba de fecha y se celebrará el 10 de octubre, con lo que el reto que tenía en mente para este año quedaba cojo. Pero hoy ya se ha confirmado que la BIBE TransBizkaia se cancela cosa que, por supuesto, no me pilla por sorpresa.

Como era algo que se veía venir desde hace dos o tres semanas, hace unos días empecé a pensar que si bien era imposible este año realizar un reto como el previsto en principio (Soplao, 6 de junio, TransBizkaia, 7 de junio) podía hacer algo lo suficientemente motivante por mi cuenta.

Así que una de las cosas que se me ha pasado por la cabeza es ir a Cabezón de la Sal. ¿Hacer el Soplao por mi cuenta? Pues no. Ir hasta Cabezón desde León, con dos narices. Y es algo que se me ha ocurrido antes del periodo de confinamiento, no es una ida de olla rabiosa a causa del exceso de rodillo, para nada.

La verdad es que sale una etapita muy bonita. Sería salir de León por la Sobarriba, dirección Barrio de Nuestra Señora para ir hasta Boñar e ir en dirección Riaño, pasar por Villafrea de la Reina (pueblo de la familia y había que meterlo en esta entrada aunque fuese con calzador) y llegar al Puerto de San Glorio. Parte leonesa de la etapa.

A partir de ahí y siendo esta la parte cántabra de la ruta, prácticamente ya nos metemos en el circuito del Soplao porque se llega a Potes tras el largo descenso del puerto de San Glorio, y ya nos meteríamos en la zona que yo considero más dura del Infierno Cántabro y por ende, de esta ruta que me ha sacado de la manga. Se enlazan el Collado de HozCollado de Ozalba y Collado de Carmona. Por supuesto la dureza de este encadenado, a parte de la propia de los puertos, radica en lo que ya se lleva en las patas.

Qué duro se hizo El Infierno Cántabro del 2019...buuuufff qué cara...

Cuando se llega a Cabezón de la Sal, los números hablan por sí mismos. 220 km más 3600 metros de desnivel positivo o alguno más. En cuanto tracé la ruta se me empezó a hacer la boca agua, la verdad, así que lo más probable es que haga la etapa con casi total seguridad.

De esta forma puedo anunciar alto y claro que he encontrado reto para este año. ¡Qué ganas de que llegue el día! Me parece que va a ser el típico año en el que a falta de locuras organizadas por terceros, las voy a organizar por mi cuenta y eso suele ser sinónimo de ida de olla, porque a mí con esto de los puertos se me suele ir la mano. ¡FANTÁSTICO!

martes, 24 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: una de reflexiones vuelapluma.


¡Hola a todo el mundo!

¿Cómo lleváis esta segunda semana de confinamiento? Yo la estoy afrontando con optimismo y buena actitud, os lo prometo y os lo juro por lo que más queráis. Lo que sí os voy a confesar es que he notado algo de tristeza en un momento muy concreto de la mañana.

Fue justo después de desayunar y mirar un poco la tele. De repente veo un anuncio de cocinas. Cocinas Bora. Sí, familia. Bora. El equipo de Sagan, Daniel Oss, Rafal Majka y de más. Pues ahí tuve un momento de debilidad, os voy a ser sincero. Eché de menos la Volta a Catalunya, Milán- San Remo, Tirreno-Adriático y todas esas carrerillas que se disputan normalmente por estas fechas. Y qué duda cabe que lo que más echo de menos es salir a rodar con La Americana. Me da pena ponerla en el rodillo, pero es lo que hay.

Foto de La Volta Ciclista a Catalunya

No obstante, una vez que me recompuse, tomé un café y me vestí de ciclista para, precisamente, hacer rodillo. Por supuesto, con los mejores ropajes de hace quince años, que no se os olvide. Además, hoy emiten una etapa mítica de los Tours de Miguel Induráin. La crono de Luxemburgo del '92 en la que destrozó a todos sus rivales y donde personalmente creo que fue donde definitivamente el ídolo navarro obligó a apartarse de la primera fila ciclista a toda una generación de ciclistas como Lemond, Fignon o el mismo Perico Delgado.

Para los que vivimos aquellas épocas de ciclismo y estamos disfrutamos también de la actual, es una pasada ver las diferencias existentes. Por aquel entonces nos parecía todo tan normal, pero verles contrarrelojear en esas bicis que eran o bien prácticamente medievales en cuanto a la posición que les hacían llevar a los ciclistas, o bien bicicletas convencionales pero con manillares imposibles que te dan la risa vistos ahora, claro. Es una pasada la evolución que ha habido.

También es impresionante la diferencia que hay en cuanto a la elaboración de las grandes vueltas y me estoy refiriendo sobre todo a los kilometrajes, con etapas de cinco o seis puertos con 230 km, así sin ponerse “coloraos”, o cronos de 65 km, con un par de narices. Esto da para hacer una entrada monográfica acerca del tema, la verdad, pero no me voy a embarrar en este asunto en esta entrada, que hoy toca hacer una serie de reflexiones vuelapluma.

Otro tema que se me ocurre. ¿Qué hay de esa amiga y, mayormente, enemiga que tenemos en casa? ¿No sabéis a qué me refiero? ¡A la báscula! ¿Os habéis pesado últimamente? Yo lo he hecho estos días y mira que yo me corto de comer y me estoy dando unas buenas chaquetas sobre la bici más los ejercicios posteriores pero, aún así, creo que me voy a resignar y ser consciente de que algún kilillo voy a coger. Cuando volvamos a ser plenamente libres para poder salir a entrenar y de más, hay que dar el callo.

Y a este respecto, como alguna vez he escrito por aquí, mi reto de este año era hacer Los 10.000 del Soplao más la TransBizkaia en el mismo fin de semana y, por desgracia, ya no va a ser posible porque la prueba cántabra se ha cambiado de fecha, pasando al 10 de octubre o algo así y, de momento, la marcha vasca no se ha pronunciado pero en cualquier caso, la heroicidad que tenía en mente habrá que retrasarla al menos un año por lo menos.

Sin embargo, ya tengo en la cabeza algo que contará con kilómetros más que de sobra y metros de desnivel para pasar un gran día sobre la bicicleta, pero eso ya lo contaré en próximas entregas de este diario del estado de alarma.

¡Mucho ánimo, familia! ¡Somos ciclistas y podemos con esto y mucho más!

lunes, 23 de marzo de 2020

Ídolos. Miguel Induráin.

¡Hola a todo el mundo!

Pues vamos a darle al teclado para hacer una entrada de ídolos, ¡claro que sí! Y es que estos días están echando por la tele muchas etapas y carreras míticas de años pasados. Es algo fantástico porque así mucha gente se acerca a momento que otros hemos vivido por cuestiones de edad (menudo asco) y ven por qué podemos decir en algunos momentos cosas como: “¿Dumoulin como Induráin? A ver, que Tom es bueno, pero ¡INDURÁIN ERA UN EXTRATERRESTRE!”

Y precisamente en esta nueva entrega del blog voy a hablaros de mis sentimientos acerca de Miguelón.

A mí Induráin me pilló justo en el momento en el que el ciclismo estaba entrando en mi mente a chorro. Mi abuelo fue el que empezó a darme los primeros detalles de cómo iban los temas. Sentó las bases perfectas. Las premisas eran dos y muy fáciles de entender. “A ver, Daniel, hijo. Merckx ha sido el mejor que ha habido jamás, pero ¡cómo subía Bahamontes! De no tener miedo a bajar hubiera ganado más cosas.” Estas eran las bases que mi abuelo me metió en la sesera. Y luego hizo un trabajo muy fino de ponerme delante de la tele a tragar el Tour y todo el ciclismo que echasen.

Una vez sentadas estas bases a Danielín ya le apasionaba el ciclismo y, además, tenía una bici súper guay que le regaló su padrino, una GAC azul que todo lo podía, con la que trataba de emular por las cuestas de mi pueblo, de Boñar, a los héroes que yo veía por la televisión. ¿Y a quién trataba de imitar yo de pequeñajo? Pues como todos los zagales de aquella época en la que jugábamos a las chapas con caras de ciclistas dentro, trazábamos circuitos con tiza en la acera y queríamos ganar a los amigos, todos queríamos tener la chapa de dos ciclistas en particular. Marino Lejarreta y Pedro Delgado. Al menos esos eran los héroes que teníamos en el circuito de la acera de la tienda de Virina, la tiendina de alimentación. Aún no hemos llegado a Induráin, lo sé, pero paciencia. Cada cosa a su tiempo.

Por lo pronto, el joven e impresionable Danielín pasaba las tardes veraniegas de ciclismo mirando por esa ventana al mundo llamada televisión. Y las pasaba viendo cómo un muchacho con cinta en la cabeza y maneras muy diferentes, zurraba la badana (dicho muy leonés que viene a significar que les daba lo suyo y lo del vecino) a sus rivales con ataques relámpago y descensos trepidantes y, poco a poco, Pedro dejó de ser Pedro y pasó a ser Perico.

Más o menos en el mismo tiempo de Perico, un día caluroso de julio, mientras yo veía la tele disfrutando de una nueva edición del Tour de Francia junto a mi abuelo, parecía que Perico no estaba todo lo fino que todos los Periquistas deseábamos, sin embargo, en silencio pero con una fuerza, templanza y seguridad que jamás habíamos visto ni yo, ni la pandilla de la acera de Virina (mi abuelo había disfrutado de Merckx, así que él no cuenta) apareció un gigante al que todos los demás sólo podían mirar y ver cómo les destrozaba. De nombre, Miguel, y de apellido, Induráin.

Y ahí empezó un lustro de encender la radio o el televisor y saber que si corría Induráin, pocas dudas había de lo que iba a acontecer. Pero el reinado de Induráin no sólo se trataba de que conseguía muchos trofeos, no. Ese reinado y esa época fueron una especie de hipnosis ciclista en la que el mundo entero entró sin poder salir.

Si había contrarreloj, esperabas las referencias en el punto intermedio a ver la burrada de tiempo que les endosaba el bueno de Miguel a todos sus rivales. El siguiente paso era ver cómo doblaba a Chiapucci para, finalmente, ganar la crono y consolidar su liderato.

¿Que había montaña? Sin problema. Él ponía un ritmo desde abajo hasta arriba. ¿Ataques? Tranquilos que caerán de maduros porque Apisonadoras Indurain S.A. hará su trabajo. Luego le regalaba la victoria a algún escalador que en futuras etapas le ayudaría a solventar algún problemilla y santas pascuas.

Después podía ocurrir que salía alguien respondón, como aquel muchacho suizo con dientes de conejo, de un equipo asturiano (CLAS-Cajastur, TE CAGAS) y que era buenísimo en todos los terrenos, Tony Rominger, y pudiera ser que le sacaba a Miguelón más de minuto y medio de ventaja en la cima del Tourmalet y tenía contra las cuerdas al campeón navarro. ¿Contra las cuerdas? Espera, que en la acera de Virina aún nos estamos riendo de eso de “contra las cuerdas”, porque Induráin también bajaba que metía miedo a la velocidad y le recortaba esa diferencia antes de llegar al final del descenso y se ponía delante de Rominger soltando un poco la musculatura como diciéndole al suizo que si eso era todo lo que tenía que aportar.

Todos los terrenos eran válidos para el nuevo rey del ciclismo. Nadie podía con él. En donde Virina ya no jugábamos a las chapas porque habíamos crecido y se nos pasó ese tema de juegos infantiles aunque seguíamos juntos admirando las tremendas hazañas de nuestro Ídolo mientras comíamos pipas en la plaza o cosas así.

Yo tengo que reconocer algo. Lo voy a decir así sin ponerme colorado. Induráin era un poco aburrido. Recordad que yo venía del Periquismo. Ataques, idas de olla, pájaras y un montón de subidas y bajadas emocionales durante cada etapa. ¿Le habéis escuchado decir durante las retransmisiones “Thibaut Pinot” o “Deceuninck-QuickStep”? Pues él competía de la misma trepidante forma que pronuncia todo eso.

Así que apareció Miguel Induráin y todo fue más seguro y fiable. Fue como cambiar del Seat Ibiza divertido, al seguro y fiable coche grande familiar. Es todo más seguro y mejor pero menos divertido. Yo me intenté buscar alguna alternativa entretenida porque os recuerdo que mi abuelo disfrutó de “El Caníbal” pero su corazón estaba con “El Águila de Toledo”, ya veis que está dentro de mis genes y viene de familia ir un pelín contra corriente, así que a mí quien me hacía vibrar y volverme loco era Marco Pantani...pero ¿a quién no le apetece darse una vuelta con el cochazo grande, seguro y fiable? Así que disfrutaba y mucho de Miguelón. Del extraterrestre que convertía lo difícil en sencillo, lo imposible en un hecho cierto.

Lo mejor de Induráin era que todo lo que logró, todo lo que nos impresionó, todo lo que nos hizo alucinar, lo hizo con la mayor discreción, sin darse importancia y prácticamente en silencio. Con el mismo silencio que un día decidió bajarse de la bici camino de Lagos de Covadonga (quién no lo ha querido hacer sabiendo lo que te espera) y con la misma discreción con que una vez descubrimos que era en realidad un ser humano como todos los demás.

Y pasaron los años. Muchos. Muchísimos. Tantos que yo ya no podía montarme en mi GAC azul que todo lo podía desde hacía muchísimo tiempo y tantos años que ya había perdido la pista a la pandilla de la acera de Virina. Sin embargo no habían pasado ni pasarán los años suficientes como para olvidarme de ese ídolo llamado Miguel Induráin. Llegó el momento de conocerle en persona. También llegó de manera silenciosa gracias a alguien del mundillo del ciclismo. Fue tan sencillo como “Miguel, mira ven que te presento a estos amigos”.


Y ahí apareció Miguel. Ahí apareció Induráin. Ahí apareció un ídolo irrepetible, único, inmensamente admirado y admirable.

domingo, 22 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: ídolos pasados para próximos días.


¡Hola a todo el mundo!

Ayer antes de irme a currar, estaban echando por la tele el mundial de contrarreloj del 95 que, por cosas de la edad, yo recuerdo haber visto. Nos hacemos mayores, es cierto, pero qué grandes recuerdos ciclistas nos están programando en la televisión.

Y ahí aparecía Miguelón, Indurain para los profanos. Qué manera de destrozar el reloj cada vez que tocaba luchar contra el crono. La verdad es que, si bien no desarrollaba un ciclismo tan agresivo como mi gran ídolo de aquella época, Marco Pantani, Miguel tenía algo que cautivaba a todo el mundo. Era hipnótico verle pedalear. Era increíble verle subir puertos sentado, agarrado a la cruz del manillar, destrozando a verdaderos especialistas de la montaña.

Yo era más de los típicos escaladores como el ya citado Pantani. Por ejemplo, por aquel entonces me gustaba un montón Perico, que fue el primer ídolo que me llamó la atención y al primero que intenté imitar con mi GAC azul que todo lo podía. A parte de Pantani, otro ciclista que a mí siempre me llamó mucho la atención, ya metido más en los profundos y también convulsos años noventa, fue Laurent Brochard. No sé si se debía a que tenía un pelazo muy de grupos heavys que ya empezaban a gustarme mucho, o a sus presencias en fugas, o al mundial que ganó, pero lo cierto es que me molaba. Yo qué sé. Mi pedrada, ya sabéis.

Foto by Pinterest. Brochard en el 97
Hoy también me tengo que ir a trabajar y no voy a tener mucho tiempo para contaros mis cosillas pero como lo voy a tener más que de sobra durante estos próximos días como bien sabréis todos ya a estas horas (quince días más de confinamiento) algunos capítulos de este diario del estado de alarma versarán sobre algún ídolo personal como, sin duda, fueron los tigres que os citaba antes.

Mucho ánimo, familia, que esto lo pasamos entre todos. ¡Ánimo!

sábado, 21 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: primera parte de la etapa.


¡Hola a todo el mundo!

Hoy, en este particular diario que escribo durante este periodo de confinamiento, no voy a hablaros de nada en concreto. He abierto el PC y me he puesto a teclear a ver qué sale. Ademas, tampoco tengo mucho tiempo porque me toca ir a currar.

Ya ha pasado una semana de todo este asunto y no sabemos muy bien cuánto nos quedará por delante pero, y aun a riesgo de caer en frases hechas, ya hemos terminado la primera parte de esta etapa que nos ha tocado por disputar, así que ánimo que ya hemos organizado el pelotón, cada uno está en su lugar, puede que la fuga esté ya organizada y ahora nos queda juntarnos con los de nuestro equipo, que no haya caídas y afrontar la segunda parte de la etapa, en la que ya habrá seguramente algún puerto.

En pelotón saldremos adelante...PERO CADA UNO EN SU CASA, ¿EH?
Y en esta semana que va a entrar, como digo, seguro que nos topamos con algún puerto, pero ya sabéis cómo va esto, que somos ciclistas, ¡maldita sea! Paciencia y que no se nos vaya muy lejos la fuga, que en esta carrera llegamos todos juntos, ya veréis. Ahora nos toca dar relevos a todos. ¡Que nadie sin ninguna razón buena se achique de dar el callo!

De esta salimos seguro, ¿vale? Que no se os haga muy duro el sábado, compañeras y compañeros. ¡Ánimo!

viernes, 20 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: Bartali siempre presente.


¡Hola a todo el mundo!

Uno de los libros que tenía pendientes y que en estos días de confinamiento tengo tiempo para leérmelo, cosa que por cierto ya he hecho, es una pequeña biografía de mi ciclista clásico favorito. Gino Bartali.

Su tenacidad, sacrificio y época en la que le tocó vivir son parte de las cosas que más me han llamado la atención. Y digo “parte” porque son muchas las facetas que tiene este personaje histórico que desborda al ciclismo y se puede enmarcar en la historia de Italia.

Mientras leía el libro, página a página me iba dando cuenta de que si había alguien que hubiese podido llevar bien este encierro era precisamente mi admirado Bartali al que le tocaron vivir situaciones aún peores que ésta debido a los tiempos que corrían y al país en el que se encontraba. Para aquellos que nunca os hayáis acercado a la figura del campeón italiano, deciros que su carrera se vio partida por la mitad debido a la Segunda Guerra Mundial por lo que vivir en Italia por aquella época y algún tiempo más atrás era algo complicado debido al ascenso del fascismo, con Mussolini como cabeza de lanza y sus alianzas con Hitler. Lo que no os voy a contar es el secreto que guardó hasta el día de su muerte y que se descubrió por casualidad tres años después de su fallecimiento. Mejor lo descubrís por vosotros mismos y os encantará.

El asunto es que en el libro se adjudica a Gino Bartali una frase que, al parecer, él solía decir a uno de sus hijos.

Como un verdadero deportista, después de una caída, hay que levantarse para luchar, si cabe, con más determinación. El triunfo está en ese sufrimiento, en lo que cuesta, a pesar de todo, llegar a la meta.”

No sé si Gino se la decía realmente a su hijo pero después de haber leído bastantes cosas acerca de este gran campeón durante años, me parece muy consecuente con su habitual manera de actuar y de ser, así que la daremos por válida. Pero lo que me ha llevado a exponeros este asunto aquí es que me parece una frase perfectamente aplicable a todo esto del estado de alarma en el que nos encontramos.

Todo este tiempo que nos toque estar así, hay que interpretarlo como algo que necesariamente nos hará más fuertes, no cabe duda de ello. Perderemos condición física, casi seguro que sí, pero eso no puede restar en nada nuestra determinación para lograr nuestros objetivos. Cuando todo esto acabe y volvamos a la normalidad valoraremos muchísimo más todo lo que hasta ahora estábamos dando por normal y absolutamente pétreo e imperturbable.

Las próximas pedaladas fuera del rodillo van a ser un gran logro ya que habremos doblegado al virus entre todos y los próximos objetivos conseguidos van a ser el mayor de los triunfos, ya lo veréis.

Mi brazo derecho. Bartali me gusta y me inspira hasta tal punto.
Mucho ánimo a todas y todos porque entre todo el mundo vamos a conseguir salir de esta. Que no se os olvide que somos ciclistas y tenemos una determinación de acero. En el Olimpo de los ciclistas nos está vigilando Gino Bartali. Él nunca desfallecería ante esto. A él esto le haría más fuerte. Yo siempre seguiré la rueda de Gino. Bartali siempre me ayudará en los peores momentos.

jueves, 19 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: el lado positivo del asunto.


¡Hola a todo el mundo!

Seamos sinceros. En todo esto del estado de alarma y del tener que quedarnos en casa hay muchas cosas positivas. ¿Que no? ¡Que sí, leñe! Se me ocurren varias cosas, de verdad.

Por ejemplo y sin ir más lejos, vuelvo a insistir en que odio fuertemente el rodillo. De verdad que sí. Pero estoy creando una nueva relación con este instrumento sin el cual estos días serían bastante diferentes y bastante peores. Ya no por el ejercicio que puedas hacer con él si no por el hecho de, al menos en mi caso, institucionalizar una hora determinada de ejercicio dentro de un día que podría ser algo mucho más tedioso. Es como que mi cabeza tiene ese momento programado en medio de la jornada y se me pasan los días volando, la verdad.

Otra cosa positiva de todo esto es que estoy recuperando equipaciones que estaban al borde de irse a la basura. Imagino que todos tenemos de esas equipaciones que a lo largo de los años han pasado por diferentes momentos. Primero eran las prendas que más aprecio teníamos. Luego pasaron a un pequeño segundo plano, sin dejar de ser usadas. Hubo un año en el que solamente las usamos algún día porque nos acordamos de refilón de ellas y puede que ese siguiente invierno las utilizábamos para poner debajo de las prendas de invierno. Ya después de eso, se mantuvieron en lo más profundo de un cajón o un armario. Comenzamos a pensar que debíamos de hacer limpieza en ese cajón o armario y puede que alguien os amenazase con tirar ese trapo. “¡¿Cómo que trapo?!”, habréis contestado más de una vez. “Me servirá en algún momento”, he llegado a responder yo. Pues aquí está ese momento. ¡Lo ves, María! Te dije que me haría falta en algún momento el maillot de Etxeondo de hace doce años. ¡JA!

Este podría ser yo haciendo rodillo...
Y al respecto del típico cajón o armario de cosas de bici o, en mi caso, una habitación entera dedicada a mi particular enfermedad ciclista, que a veces se confunde con el síndrome de Diógenes, estos días son perfectos para hacer una buena limpieza. La verdad es que ese espacio que yo tengo reservado para el mundo ciclista, se me está yendo de las manos. Que si una cámara pinchada que “ya repararé uno de estos días”, que si ese perchero en el que está toda la ropa de invierno colgada que “ya ordenaré un día, no te preocupes”, que si esos colgadores de bicis nuevos que “colgaremos esta semana” y así seguimos con la madriguera ciclista como si hubiesen entrado en casa en busca de micrófonos o algo así.

Otra cosa que nos vendrá bien a la mayoría y hablando de preparación física para variar un poco, es que seguramente le prestemos más atención a nuestro tren superior que tanto olvidamos nosotros los ciclistas. Alguna vez sí que nos da por ahí, sí que le prestamos un poco de atención a eso de hacer abdominales, hacer algo de hombro, brazo o cosas así pero se nos pasa rápido ese ímpetu. Muchas veces con tanto entrenar sobre la bici llegamos a casa con cero ganas de nada más y nos vendrán bien los abdominales, tablas de ejercicios y de más mandangas que seguro estamos haciendo estos días.

Seguro que a vosotras y vosotros se os ocurren un montón de cosas positivas que puede dejarnos todo este periodo diferente e inédito que nos esta tocando vivir. Y sólo me he puesto a hablar del mundillo ciclista porque yo, que soy un positivo ideológico, podría enumeraros un montón de cosas. Así, vuelapluma, se me ocurren, por poneros unos ejemplos, mirar más al pequeño comercio en lugar de tanto a los desabastecidos supermercados, valorar más lo que tenemos y podemos perder del día a la noche, escuchar un disco de principio a final y empaparte de la historia que quiere contarte el artista, disfrutar del limpio ambiente que hay en la ciudad sin tantos humos de los coches, disfrutar del trino de los pajarillos que ahora se pueden escuchar mejor, vamos a tener más tiempo para leer ese libro para el que nunca sacamos tiempo. Son unos pocos ejemplos que se me ocurren pero podría seguir.


Y para terminar de manera positiva que es como hay que afrontar este asunto, deciros que como dice mi padre, nunca llovió que no escampó, es decir, que esta situación pasará. Sólo hay que tener un poco de paciencia. Mucha fuerza y mucho ánimo, compañeros y compañeras. Ya queda un día menos.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: echando humo.


¡Hola a todo el mundo!

En mi intento de mantener un buen ritmo de escritura para que, en la medida de lo posible, tengáis algo que leer aunque sea para ir al WC, hoy quiero contaros que en esta casa hay varias cosas que están echando humo.

Una es el rodillo. Ya no voy a insistir más en ello porque lo odio con toda mi alma aunque se está convirtiendo en una tabla de salvación estos días. Además, todo el universo ciclista está a tope con lo de dar consejos, colgar fotos, intentar motivar y todas esas cosas, ya sabéis. Ya os di mis truquillos para llevarlo mejor y espero que le haya servido a alguien. Hoy ya tuve mi sesión de ciclismo indoor que me ha dejado las patas tocadillas, la verdad. No sé que repercusión en el estado físico tendrán todas estas sesiones de rodillo pero al menos mentalmente me da la tranquilidad de saber que algo estoy haciendo. Por litros de sudor no será.

Pero no sólo mi particular potro de tortura está echando humo. La otra gran heroína de este periodo es la cafetera. Recientemente escribí sobre la relación del mundo del ciclismo con el café y más particularmente, la que tengo yo con este brebaje. No me atrevo a deciros la cantidad de veces que me voy a la cocina a preparar una taza de café. Más que no atreverme, me da hasta vergüenza. El efecto que tiene sobre mi sueño es nulo, os lo aseguro. Sin ir más lejos, mientras escribo esto alguna cabezada estoy dando. Lo que tengo claro es que el kilo de café que conseguí comprar el pasado viernes, no me va a llegar para todo este asunto creo yo. Tendré que conformarme con algún café del súper. Además, también añoro los cafés en el bar de algún pueblo en medio de una ruta. ¡Qué ganas! Pero ya queda un día menos, ¡leñe! ¡Vamos! Hay que motivarse...


También echa humo en este hogar la libreta y el bolígrafo. La razón es que cada poco estamos organizando nuestras salidas al exterior. Somos bastante responsables al respecto y, salvo para pasear a las perras, no salimos demasiado, así que planificamos todos los movimientos. Sólo un día hemos tenido que salir a comprar, que fue hoy, por cierto. Me sentí por un momento como un director deportivo de un equipo World Tour organizando la logística de una París-Roubaix.


Otra cosa que echa humo es mi cabeza, pero no por que me esté agobiando con esto del confinamiento y de más, qué va. María y yo lo estamos llevando “deluxe”. Lo que no hago más que pensar es qué puerto será el primero que vaya a subir según nos den vía libre para poder salir con libertad de casa. La primera semana que se pueda, aunque no tenga fondo ninguno, voy a hacer una escapadita a Asturias y subir algo, pero no sé qué. Tiene muchas papeletas La Cubilla, la verdad, pero no descarto alguna que otra cosilla como San Isidro para enlazarlo con Las Señales o algo así. Ya veremos porque mi futuro más inmediato es una nueva sesión de rodillo mañana por la mañana.

Vamos a ver cuánto tardamos en recuperar la normalidad e intentar que no se nos acabe la paciencia aunque, casi seguro que a nosotros se nos va a terminar el café bueno. Qué desgracia.

martes, 17 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: así lo vamos llevando en esta casa.


¡Hola a todo el mundo!

Aquí sigue el estado de ALARMA. Ya está aquí el confinamiento responsable en nuestras casas. Y ya está aquí una época inédita de rodillo aunque veamos ante nosotros un día formidable o sencillamente no veamos que llueva. Todo lo que nos queda a los ciclistas es el rodillo.

Estado de alarma. Una nueva situación...
Y la verdad es que si nos lo proponemos podemos hacer muy buenos entrenamientos si mantenemos una disciplina, nos cuidamos algo, trancamos bien la puerta del frigorífico y nos mantenemos activos en general.

Y eso es lo que le digo yo a María. Que si hacemos rodillo, que si hacemos ejercicios, que si estiramientos y un largo etcétera. Y toda esta situación ayer por la noche, después de que María terminase de hacer rodillo, saltó un poco por los aires.

La historia fue que, como digo, después de que María terminara de hacer una hora de rodillo como una campeona, yo insistí en rematar ese asunto con ejercicios complementarios en plan zancadas, sentadillas, lumbares y bla, bla, bla. Yo estaba haciendo unos giros de torso ayudado de una especie de palo con el que, aprovechando que María estaba en el suelo, le corregía algunas posturas que yo consideraba mejorables. La respuesta fue clara.

“Mañana, en lugar de darme con el palito, también me insultas, y así puedo llamarte el Sargento de Hierro. ¡Joder con Clint Eastwood!”

Sólo puedes que reírte, claro, porque además de estar confinados, no sé en vuestras casas pero en este hogar se vive un pequeño festival del humor cada dos por tres. Lo estamos cogiendo con ganas esto de la cuarentena, la verdad. Es verdad que María y yo tenemos la suerte de estar muy a gusto juntos, cierto es, pero hay que sacarle el lado positivo a todo.

Por ejemplo, os voy a ser sincero. El rodillo me parece una porquería muy seria, pero menos mal que lo tengo, porque de no ser así, todo iba a ir mucho peor. Y si lo miro por el lado del estado de forma y de más, sólo pienso en que la próxima vez que me enfrente a un puerto de montaña, me va a parecer un paseo por el parque porque si una cosa se entrena mucho subido a un rodillo es la mente. Para mí hacer una hora de rodillo, una hora intensa, es muy duro psicológicamente. Se me hace muy cuesta arriba. Parece que el tiempo no avanza, la verdad.

La habitación de las bicis, el rodillo y yo.
Mis truquitos son sencillos. No suelo escuchar música. Lo que me alivia bastante es escuchar podcast, ya sean de ciclismo como no podía ser de otra forma, o de historia, otra de mis pasiones, o de ciencia y un largo etcétera. La verdad es que eso me despeja mucho.

Que la sesión de rodillo sea dura e intensa también me lo hace todo, paradógicamente, más fácil porque dar pedales por que sí, no me motiva demasiado. Para ello me ayudo del pulsómetro, procurando estar continuamente por encima de un número determinado de pulsaciones. Más que para lo físico, lo hago para mantenerme entretenido de alguna manera porque os aseguro que a mí el rodillo se me hace mucha pero que mucha pelota. Prefiero hacer 10 horas de ruta que no una sola de rodillo.

Después de la tortura del rodillo vienen los ejercicios en los que trabajo todos los grupos musculares. Pierna, luego abdominales, lumbares, brazos, bueno, toda la parafernalia. Acabo bastante bien de ejercicio, la verdad. De hecho, mientras escribo esto noto las patas castigadas.

Por otro lado y cuando el tiempo del ejercicio ha terminado, para sobrellevar mejor el día hay unas cosas que molan mucho y que por casa suele haber de sobra. No necesitan enchufarse, los abres y siempre están encendidos. Cuentan historias increíbles. Libros. Se llaman libros. Son una pasada y con todo este tiempo muerto que vamos a tener se pueden devorar. Por ejemplo, para estos días estaría bien pillar “El Conde de Montecristo” pero yo tengo pendientes un par de biografías de Gino Bartali (el mejor de siempre para mí) que me regaló María hace una semana por mi cumpleaños. Hay grandes cosas acerca de ciclismo que se pueden leer, la verdad.

Nos quedan unos cuantos días de confinamiento y habrá que llevarlos lo mejor que se pueda. En esta casa por lo pronto vamos a intentar mantenernos activos física y mentalmente. Voy a ir por el palito a ver qué me dice hoy María. Ya verás qué risas nos echamos.

lunes, 16 de marzo de 2020

CoronaVirus. Ya queda un día menos.


¡Hola a todo el mundo!

La verdad que tengo una entrada medio preparada para publicar pero con todo esto del Covid-19 la voy a meter en la nevera para próximos días, porque de lo que me sale hablar es de este asunto del virus.

El viernes por la mañana fue el último día que pude salir a rodar y ya fue una mañana rara, ya que se sabía que esa misma tarde iban a decretar el estado de alarma, situación que nos recluiría a todos los amantes del deporte al aire libre en general y de la bicicleta en particular.

Por responsabilidad es lo mejor que podemos hacer para frenar el avance del virus porque sin contacto social nos cargamos el bicho. Eso es lo que tenemos que tener claro todos. No es una cosa banal esto de la PANDEMIA GLOBAL. Parece que hay gente que se lo toma a chirigota. Seamos responsables, por favor.


Ahora hay que intentar mantenernos activos dentro de casa. Es tiempo de rodillo. Y si habéis leído algo del blog sabréis que para mí el rodillo es la mayor tortura que existe pero probablemente no sea el único que piensa así. Pero es lo que hay y espero que todos los problemas que me genere esta situación sea esto. Que no me gusta el rodillo. Si se queda en eso, la cosa habrá ido de lujo.

En esta casa somos dos ciclistas a compartir rodillo. Mientras escribo esto, María le está dando duro a la bici indoor. Yo ya actué por la mañana. Lo más probable es que le acompañe en los ejercicios complementarios porque no sé vosotros pero yo tengo un régimen de ejercicios programado para esta reclusión. De no ser así, puede que enloquezca o algo parecido. Vamos a pasar de actividad a tope a actividad cero patatero y no puede ser.

Os animo a que no paréis de hacer cosillas en casa. Si buscáis por internet veréis que se pueden hacer muchos entrenos de mayor o menos nivel. Así se nos pasará mejor este tiempo complejo que nos toca vivir.

También aprovecharé para escribir alguna cosilla. Si le resuelvo aunque sea diez minutos de cautiverio a alguien, aunque sea para ir al water, ya habrá servido para algo.

Mucho ánimo, compañeros y compañeras. ¡Ya queda un día menos!

lunes, 9 de marzo de 2020

BikeFrienly. Cicloturismo 100%.

¡Hola a todo el mundo!

Pues ya se me han terminado las vacaciones invernales. El objetivo siempre es relajar, disfrutar, comer genial y un largo etcétera que seguramente sea el objetivo común de mucha gente. Esta vez María y yo nos llevamos las bicis con la idea de salir los días que se pudieran. Era un pequeño acto de fe porque nos fuimos a Asturias en medio de varios temporales. Tuvimos mucha suerte porque de los cinco días en los que podríamos haber montado en bici, lo hicimos dos, con buena temperatura, algo de viento eso sí, pero no vamos a pedir milagros tampoco.

Además, las rutas discurrieron por el entorno de Oviedo dirección Teverga y a mí, que me gusta investigar carreterillas que si tienen subidas mejor, para desgracia de la pobre María, encontré unas rutas estrechas y verticales que harían las delicias de mucho “cuestacabrista”, pero de lo que me apetece hablaros hoy es del principio de todo. ¿Dónde dejamos las bicis cuando llegamos al hotel?

No era la primera vez que nos alojábamos en el establecimiento en el que lo hicimos, pero sí que era nuestra primera experiencia allí con las bicis a cuestas. Y es que resulta que nuestro alojamiento es un hotel BikeFriendly.


Resumiendo el tema muy mucho, deciros que es una marca a la que se acogen ciertos establecimientos hoteleros, casas rurales, etc, con especiales facilidades de cara al viajero que va a pasar unos días de descanso con la bicicleta.

Ya conocía el tema de BikeFriendly pero no lo había disfrutado. Y digo bien disfrutar porque no puedo más que alabar esta idea de negocio. Os cuento mi experiencia que por cierto, no está patrocinada aunque lo pueda parecer. Sencillamente he quedado absolutamente encantado con la experiencia.

Para empezar, tanto en la web del hotel como una vez que llegas a las instalaciones del mismo, “BikeFriendly” aparece por todos lados. Te lo meten por los ojos hasta que, aficionado o no al ciclismo, te interesas por ello. Carteles, pantallas con reportajes acerca de las bondades de las rutas de la zona, expositores con bidones, maillots o cosas así y más asuntos que si coincide que eres ciclista, llamarán poderosamente tu atención.

Cuando dices en recepción que quieres ir a guardar las bicis, te dan una llave para un candado y te indican dónde está el garaje de las bicicletas. Entonces, con la misma llave de la habitación que te han asignado, accedes a un espacio llamado “zona taller”. ¡Y qué espacio! Consta de unos cuantos colgadores de pared para poner la bici y poder candarla de forma fácil, así como un par de soportes para poder hacer ajustes en la bici, una mesa de taller, herramientas, una bomba de pie, además de disponer para todo esto, espacio más que de sobra para no estar agobiado ni mucho menos. También existe además de todo lo anterior, una zona de lavado para dejar la bici impoluta.

Otras veces he viajado con la bicicleta y las experiencias han sido de todo tipo. La verdad es que yo suelo subir la bici a la habitación y si en algún hotel no me dejan, pues no acostumbro a reservar en establecimientos con este, para mí, inconveniente. Cuando he hecho el acto de fe de guardar la bici en las zonas que ciertos hoteles tienen reservadas para ello, no guardo buen recuerdo, la verdad. En la última ocasión que lo hice dejé la bicicleta a las seis de la tarde y a eso de a las diez de la mañana ya tenía una caja de herramientas apoyada sobre ella. ¿Solución? La bici a la habitación.

Así que encontrar un establecimiento BikeFriendly es un verdadero lujazo como podréis comprender seáis o no aficionados al ciclismo. También tengo que añadir que esta idea turística no sólo se reduce a contar en ciertos hoteles con un formidable espacio para las bicis. Además intentan crear un motor económico a través del cicloTURISMO, con eso de “turismo” en mayúsculas.

No es algo muy habitual, al menos por el momento, que el cicloturismo sea un motor económico de relevancia en España. La experiencia que tengo de alguna vez por Francia me ha hecho pensar que por ese lado de Los Pirineos están más adelantados en este sentido, pero creo que se debe a la relación que se tiene en la vecina Francia con la bicicleta. Una relación mucho más cicloturística, diferente a la idea española predominante de practicar un ciclismo deportivo por encima del turístico. Pero ideas como BikeFriendly pueden suponer un gran empujón a esta faceta turística.

Esta cara más lúdica, viajera y gastronómica del ciclismo no tiene más que ventajas. Limpia, saludable, que se suele desarrollar por eso que ahora se conoce como la España vaciada que tanta necesidad tiene de un cierto impulso, el que sea. Son muchos los aspectos positivos que se consiguen al desarrollar este sector y BikeFriendly parece haberlo visto.

Siempre que me sea posible intentaré en lo sucesivo buscar alojamientos BikeFriendly y os animo a que le echéis un ojo a este tema porque facilita mucho las cosas a la hora de viajar con la bici a cuestas. Un sobresaliente a esta empresa, sí señor.

jueves, 5 de marzo de 2020

Ciclismo y Café. Tanto monta, monta tanto.

¡Hola a todo el mundo!

De todos los que me conocen un poquitín es sabido que el café me gusta entre mucho y muchísimo. Es muy raro el día en el que no me tomo, no sé, diré que unos cuántos cafés porque hay veces que me da hasta vergüenza confesar la cifra. En mi vida varios son los caminos que han hecho que me cruce con este delicioso fruto. De hecho incluso regenté un despacho de café en el que vendía cafés de especialidad.

Pero es que me parece un producto que está muy ligado al mundillo del ciclismo como creo haber comentado en algún renglón de este blog. Personalmente no hay ruta en la que no me pare a tomar un café. Os juro por lo que más queráis que de verdad no hay ruta sin parar a tomar un café aunque sea súper rápido. Es como que sin ello la ruta está incompleta.

Naked Coffee

Antes de salir de casa también suelo prepararme un café para entrar en calor. Ya vestido de ciclista cojo mi vieja cafetera italiana, con mi blend de Brasil y Colombia, esos granos recién tostados por un barista de reconocido prestigio junto a mi casa, molidos gruesos en mi molino, caliento el agua, cierro todo el asunto y por arte de magia bruta ese zumo de los dioses.

Pero es que, más allá de mi pedrada con el café, existen varios ejemplos del binomio ciclismo-café que a nadie medianamente aficionado a esto del ciclismo se le escaparán, como por ejemplo es el caso de “Café de Colombia”. Esta sería una marca absolutamente ligada al mundo del pedal habiendo intervenido de manera crucial en la formación de un equipo mítico de los ochenta, época del boom de este deporte en España o, al menos, la época en la que se popularizó de manera bestial. Nombres como Lucho Herrera, Fabio Parra o José Patrocinio Jiménez nos evocan a míticas jornadas de puertos de montaña en el Tour, La Vuelta, Giro de Italia, la Coors Classic y un largo etcétera. Escarabajos tomando café, ya sabéis.

Fabio Parra. Foto de www.sitiodeciclismo.net

Pero volviendo a lo más terrenal como puede ser una quedada con nuestra grupeta habitual o con el club o lo que sea, me resultaría muy extraño pensar en una ruta sin parar en un bar de algún pueblo a tomar un café o quedar en algún bar para preparar la etapa del día o cosas por el estilo.

A mí no me van mucho las modas. Ya lo decía mi abuela...”quien va a la moda perece en ella” y según van pasando los años más razón le tengo que dar, pero es cierto que dentro del mundillo del ciclismo, el café y todas las cosinas que lleva aparejado entorno a sí, están de moda. Habitual es ver al profesional de turno colgando una foto en Instagram preparando en su casa un café con una cafetera de un grupo mientras hace filigranas con la crema de la leche y cosas así. También es muy típico ver a profesionales tomando un café y una tostada en un bar de un puerto de montaña después de hacer 120 kms más tres puertos y decir que están gozando junto a los colegas, sin decirnos al resto de los mortales que les quedan otros 120 kms, más otros dos o tres puertos. Eso no lo dicen, en efecto, pero el café sí que lo toman. Seguramente la bebida que hoy nos ocupa sea lo que más nos asemeja a los ciclistas profesionales.

Bizipoz Kafe”. Así es como se llama una cafetería de la que es dueño un viejo rockero del pelotón internacional y para mí un ejemplo a seguir en cuanto a la manera de afrontar la vida. Markel Irizar dejó el pelotón internacional para interesarse por el café de manera seria por lo que tengo entendido y por lo que he leído en el último número de Volata. Este sería otro ejemplo de cómo el café y el ciclismo están absolutamente ligados el uno al otro.

¿Y qué sería de subir el Tourmalet sin parar en el bar de arriba y tomarte, por ejemplo, un café? Estoy seguro que cualquiera de vosotros sabéis de decenas de rutas en las que uno de los puntos clave de las mismas están regadas con café. Un ejemplo más de las profundas raíces del café en el ciclismo o, no sé muy bien si del ciclismos en el café.



Lo que tengo muy claro es que el uno sin el otro y el otro sin el uno no prestarían tanto. Que no os quepa duda de que algunos de mis mejores momentos en la vida se han dado sentado, con la bici apoyada junto a mí, tomando una taza de buen café, mirando a lo lejos, mientras el sol calienta toda esta escena. Al menos para mí, esto sería algo muy parecido a ser feliz.

lunes, 2 de marzo de 2020

El "Landismo" y la Fundación Euskadi.


¡Hola a todo el mundo!

A la hora de encarar una hoja en blanco del procesador de texto y empezar a escribir, mejor o peor, eso ya me lo diréis vosotros, suelo hacerlo de dos maneras. O directamente improviso y “lo que surja” o voy haciendo anotaciones en una libreta a lo largo de un periodo de tiempo sobre temas que se me van ocurriendo.

Hoy voy a escribir siguiendo un método híbrido. En base a un par de garabatos que tengo en la libreta, voy a improvisar el resto. Ambas anotaciones me surgieron el mismo día, no recuerdo cuándo exactamente, pero vi un vídeo de un ataque de esos como Dios manda, con las manos en la parte baja del manillar, como se lo decía yo a los chicos de escuelas...”¡agarraos abajo!”, del gran Mikel Landa durante la Vuelta a Andalucía. Inmediatamente anoté “landismo”. Así sin mayores pretensiones. Nunca he escrito nada acerca de ello, si bien sí es cierto que no suelo comentar nada de ciclismo de competición propiamente dicho, pero esto del “landismo” creo que va más allá del ciclismo de competición y del ciclismo en general, cosa que trataré dentro de unos renglones.

La siguiente anotación la hice cuando vi a, precisamente, Mikel Landa en la rueda de prensa después del anuncio de Euskaltel de su vuelta al patrocinio de la Fundación Euskadi. Apunté en mi libreta “euskaltel”. No me rompí la cabeza, la verdad. Hay veces que abro un pequeño guión acerca de este tipo de anotaciones como para establecer unas bases sobre las que hablar en plan, por ejemplo, “resultados”, “Azanza motivación”, “Gotzon futuro corredorazo”. Cosas así podrían haber formado parte de mis anotaciones pero, como digo, en esta ocasión fui simple.

Dos anotaciones, recordad. “Landismo” y “Euskaltel”.

Es ahora cuando voy a remangarme e improvisar. Allá vamos.

Y eso es lo que creo que hace muchas veces Landa cuando ataca sin venir a cuento. Me imagino a Mikel decir en voz alta, “allá vamos”, en medio del grupo de favoritos, agarrarse abajo como le repetiría un entrenador de escuelas muy chapas como podría ser yo (“¡Mikel! Agárrate abajo”) y darlo todo sin saber si es buena idea, si está fastidiando a su supuesto líder de equipo, si es buena idea o lo que sea.

Fotografía de El confidencial

Y es que creo que si el “landismo” conecta tanto con el común de los ciclistillas de medio pelo como yo y tantos otros es porque Mikel hace cosas que no tienen mucho sentido pero que le salen del fondo del alma. ¡Me siento tan identificado con él, maldita sea!

Recuerdo una ruta que hicimos Manuel, David y yo por Picos de Europa. Ya sabéis. Varios de los tigres de C. C. ASFALTO LEÓN. Manuel y yo somos muy del “landismo”. Nuestra manera de andar en bici a lo largo de una ruta larga suele tender a algo descerebrado. David es más cerebral. Recuerdo que aquel día, el primer puerto a subir era San Glorio y Manuel y yo íbamos a tope o algo parecido a ello, pero era porque nos sentíamos súper bien. Un día soleado, una zona guapísima, con colegas...pues nosotros pedaleábamos como si no nos faltasen otros dos puertos por subir. El resumen es que ese día Manu libró, pero yo acabé apajarado y David, que reguló todo el día, pues acabó bien.

El asunto es que cuando te sale algo desde lo más profundo del corazón casi te da lo mismo acabar con una pájara de primera, o que nunca te hayas subido a un podio de una gran vuelta. Eso te da lo mismo pero si Mikel sigue haciéndonos vibrar, el “landismo” se seguirá metiendo en nuestros huesos y jamás rodará solo. A tope con Mikel.

Y es que, claro. Yo entiendo que esa manera que tiene de pedalear y competir se traslade a su forma de vivir. Imagino que en varios aspectos de su vida Landa sea muy parecido a todo eso que nos muestra cada vez que ataca agarrado abajo. Todo pasión. Así que, ni corto ni perezoso, Mikel Landa tomó las riendas de la Fundación Euskadi y apechugó con el asunto en una época en la que tanto la fundación como el ciclismo base no pasaban por buenos momentos. Cómo llegó a la presidencia del asunto lo desconozco. No sé si es que le tocó en suerte como podría haberle tocado a otro u otra, pero el hecho es que ahí está el bueno de Mikel, protagonista de esta nueva manera de hacer y sentir el ciclismo que es el “landismo” a cargo de Fundación Euskadi. ¡Casi nada!

Madariaga cede el testigo a Mikel Landa. Foto de la Fundación Euskadi

Poco a poco se ha ido creando una base, casi podríamos decir que ideológica, con algo tan sencillo como vestir al equipo de naranja. ¡Ay!, el color naranja en un equipo del País Vasco...qué recuerdos nos trae a todos los buenos aficionados. Aún recuerdo a Roberto Laiseka zurrando la badana (expresión muy leonesa) a todo aquel que tratase de rechistarle en ese puerto que yo bien conozco (PAJARÓN QUE APAÑÉ ALLÍ) de nombre mítico como es Luz Ardiden.

Y poco a poco veíamos cómo en carreras de la categoría Élite se asomaban unos cuantos chavales vestidos de naranja y hacían buenos puestos. Y de repente resulta que Orbea se implicó en el proyecto y como que la cosa coge forma y sacan equipo Continental-Profesional.

Euskaltel vuelva a apoyar el proyecto. Foto de Fundación Euskadi

Y un buen día, resulta que la Fundación Euskadi convoca a los medios de comunicación porque tiene que hacer un anuncio importante. Lo cierto es que ese día pensé en que sería gracioso que anunciasen que Euskaltel volvía a patrocinar un proyecto ciclista pero me resultaba algo impensable, no sé. Sin estar en la zona ni respirar el ambiente pues no sabes muy bien lo que pasa por allí. Puede que en las grupetas y corrillos del País Vasco fuese un secreto a voces, no lo sé, pero cuando se confirmó la noticia de que, efectivamente, Euskaltel iba a patrocinar de nuevo a la Fundación Euskadi, un sentimiento de alegría me salió muy de dentro.

Salió del mismo lugar en donde reposa el “landismo” que llevo dentro. Del sitio en donde descansan, crecen y brotan los sentimientos más ilusionantes. Porque toda esta mezcla de “landismo” y la vuelta de la Marea Naranja del Euskaltel-Euskadi es precisamente eso. Una ilusión tremendamente buena y positiva. Ojalá todo salga genial. Ojalá Mikel reviente a todos en una gran vuelta y ojalá Gotzon gane una etapa, de las buenas, mientras Jorge Azanza le da instrucciones desde el coche, naranja por supuesto, y le grita que se agarre abajo.