jueves, 29 de enero de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: el proyecto.

¡Hola a todo el mundo!

¿Cómo os está yendo enero? Por aquí, en el frío e inestable norte, pasamos de la niebla a las nevadas, dejando entre medias la lluvia, con lo que es complicado coger ritmo a no ser que salgas a rodar sí o sí, pasando del frío, del viento y de todos los componentes normales de enero.

Esta última semana, para mí, no ha estado mal. He podido salir con la flaca cuatro días consecutivos. Ya llevaba tiempo sin salir tantos días seguidos y la verdad es que se nota que estamos a primeros de año y tengo que coger ritmo, pero muy satisfecho con el estado de forma. La verdad es que si no estoy sobre ruedas, estoy corriendo, o bien en el gimnasio, o haciendo rodillo, con lo que me voy manteniendo.

Tengo ganas de que el sol coja un poco de altura porque yo creo (o más bien mi optimismo cree) que dentro de dos o tres semanas, podré rodar también algo por las tardes, aunque sea una horita. En cualquier caso, de lo que tengo ganas es de hacer muchos kilómetros. Y este año así será si nada lo impide.

Y es que, unos cuantos míticos del asfalto, nos hemos liado la manta a la cabeza y hemos creado un club. Ya os daré más detalles en cuanto tengamos toda la burocracia finalizada, pero el club se llama...

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN

Por lo pronto, ya tenemos previstas algunas rutas muy chulas, tres o cuatro retos bastante serios y exigentes y quedamos todos los domingos que el tiempo nos permite. Nuestro lema, así como el de los marines americanos, deja clara nuestra filosofía.

"Salimos juntos, llegamos juntos".

Seremos poca gente, en torno a diez personas más o menos, y es que así es como queremos que sea. Poca gente para hacer muchas cosas. Al más puro estilo de los pequeños clubes vascos y asturianos. Pero lo más importante es que en cada ruta lo pasemos genial y os puedo asegurar que así será. 

El año pasado ya tuve la ocasión de saborear el espíritu del que quería que se envolviese este proyecto. Y sucedió cuando mi amigo Vega nos invitó a Cerredo. Mucho compañerismo, muchas risas, paisajes de fábula, la compañía extraordinaria y el desnivel acumulado de quitar el hipo. 

Y es que, muy en contra de lo que opina mucha gente, el cicloturismo auténtico, el cicloturismo que desarrollaremos en el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, no sólo es exigente, si no que es muy exigente con puertos impresionantes y descensos de vértigo. 

La diferencia es que cuando vamos a rueda de alguien, sabemos que es una rueda amiga y no pretende destruirnos. Sabemos que esa rueda va a dejarnos sus desmontables si pinchamos. Va a darnos agua de su bidón como Bartali hizo con Coppi (¿o fue al revés?). Va a sacarse una foto irrepetible con nosotros, en un lugar inigualable. Va a tomarse una cerveza fresca al final del cada etapa en nuestra compañía.

Nos quedan pequeños detalles para estar al ciento por ciento pero os puedo asegurar que el proyecto es, no sólo serio, sino que también es muy sólido. 

Estos serán mis colores los próximos años. Y os aseguro que soy feliz. Lo mejor de todo es ver la ilusión reencontrada en muchos de los compañeros. Las ganas de entrenar para afrontar retos de muchas de esas ruedas amigas. Y es que salimos a entrenar sobre seguro porque, que no se os olvide, "SALIMOS JUNTOS, LLEGAMOS JUNTOS".

¿Nuestros maillot? Sólo os digo que os va a encantar. Un homenaje a uno de los más grandes ciclistas que hemos visto y un mito para casi todos nosotros. Os seguiré informando.

miércoles, 14 de enero de 2015

Pequeño avance, grandes pasos.

¡Hola a todo el mundo!

Al igual que todo cicloturista leonés, esta semana está siendo tremendamente complicada. Habréis oído por ahí que si hay anticiclón y rollos de esos, ¿verdad? Suena a sol y, al estar en invierno, a helada matutina....

Pues la realidad de esta zona no es esa. La niebla en sus diferentes versiones, ya sea de la que no pinga o de la que sí lo hace, campa a sus anchas por aquí. 

Esta semana era una de esas, en las que trabajo de tardes y puedo sumar kilómetros. Como comprenderéis, no he podido salir nada desde el domingo, así que estoy que me tiro un poco de los pelos, pero he estado muy entretenido.

Hoy, sin ir más lejos, pude ir a machacarme al gimnasio, hacer rodillo y pierna, con lo que me he relajado un poco. 

Pero lo más entretenido de la semana ocurrió el lunes y el martes. Esos dos días estuve haciendo gestiones de cara a crear un club de ciclismo. Así como os lo estoy contando.

Los primeros pasos ya están dados. Hay junta directiva, hay acta fundacional, estatutos y algún que otro papeleo. Lo que sobran, desde luego, son ganas. Y el primer paso, el registrarlo en la Junta de Castilla y León, ya está dado. Ahora a esperar a que nos remitan los estatutos sellados y de más.

El proyecto gordo de este año, ya ha echado a rodar, así que estamos todos muy ilusionados. 

La crónica gorda de la aventurilla de la creación del club la escribiré cuando todo sea aún más oficial, pero los primeros pasos de este proyecto ya se han dado.

Como llevo diciendo desde hace tiempo, el 2015 promete y será un gran año.

sábado, 10 de enero de 2015

Un día rutinario, limpiando la bici.

¡Hola a todo el mundo!

Puede que a muchos esto no le importe demasiado pero hoy me di un tute de los gordos en bici. Y todo esto, señoras y señores, sin dar un solo pedal.

Y el tute me lo di porque saqué las herramientas, los trapos y el aceite lubricante, y me decidí a poner a "La Americana" a punto dentro de mis posibilidades y conocimientos.

¡Qué apasionante es desmontar los puentes de freno, usar algún producto de limpieza que salga a presión y limpiar hasta el último trocito de metal! En efecto, queridos amigos, es una de mis ironías, porque pocas cosas más pestosas hay, que hacer esto. No obstante, he de reconocer que cuando se termina, la satisfacción es total y absoluta. Además, los frenos tienen otro tacto y otro sonido.

El tema de la cadena es más sencillo. Limpiarla con mimo y engrasarla con cariño, hace que la vida útil de ésta, sea mucho más benigna para los piñones por ejemplo, y esto nos puede hacer ahorrar unos durillos llegado el caso, aunque cuando toca cambiar, toca cambiar, y no hay más tu tía.

De todas maneras, hoy, además de dar cera, pulir cera, también he revisado mi posición sobre la bicicleta. A golpe de mediciones y cinta métrica, he retocado algún detallito aunque, a falta de que algún aficionado a la biomecánica me contradiga, no han sido estos cambios demasiado importantes.

Y sobre todo, mientras me dedicaba a estas labores, pensaba en la ruta de mañana. Espero que la climatología nos permita rodar porque hemos quedado gran parte de los miembros del proyecto que me traigo entre manos. Así, sin gran estridencia, en medio de este párrafo, os anuncio que se trata de un Club de Ciclismo que se va a llamar Club Ciclista Asfalto León (o leonés, ya veremos) y que nos ilusiona un montón. Ya tenemos primeros bocetos del diseño de la equipación que va a ser muy reconocible y una pasada de bonita, y tenemos ya medio organizadas unas rutillas que quitan el hipo.

El anuncio super oficial, ya lo haré de manera más rimbombante y a esto espero que nos ayude algún medio de comunicación local al que estamos sondeando. También espero que nuestras rutas den a conocer a los patrocinadores que nos hemos buscado. Sí, sí. Hasta con patrocinadores. 

Pero lo más importante de este proyecto es el lema que presidirá todas nuestras actividades. "Salimos juntos, llegamos juntos".

Seremos pocos, unos cuantos colegas que compartimos pasión e ideas muy parejas de lo que es el cicloturismo, con lo que vamos a gozar de lo lindo de nuestra ilusión.

Por lo demás, todo bien. A ver cuántos leen toda la entrada hasta el final. 

jueves, 8 de enero de 2015

Esas pequeñas cosas que nos hace felices.

¡Hola a todo el mundo!

Supongo que a mí me pase como a todo cicloturista normal y corriente. Cada cosa que hago al cabo del día, todas esas pequeñas cosas que componen infinidad de pequeñas chorradas cotidianas, las relaciono inmediatamente con la bici. Me explico.

Imaginad esta situación. Os veis ante la situación en la que se os abre la puerta del ascensor. Justo al lado tenéis las escaleras. ¿Qué escogemos si pensamos en la bici? ¡Da igual! Porque cualquier decisión va a estar motivada en función de la próxima salida con la bici. Si subís por las escaleras, lo consideráis un mini-entrenamiento y si optáis por el ascensor, será un buen descanso para conservar fuerzas.

A mí al menos, este tipo de cosas me pasan varias veces al cabo del día. Y si ya vais a un gimnasio o algo así, para entrenar algo más duro de cara a los retos que todos nos marcamos, con más motivo.

Hoy me ha pasado algo muy curioso. Estaba yo precisamente en el gimnasio de turno. Suelo empezar mis rutinas con una sesión combinada de carrera y bici, que sumen treinta minutos en total, a modo de calentamiento. A partir de aquí, ya empiezo a hacer alguna cosilla de aparatos y tal. Unas rutinas medianamente específicas para la bici. 

La cosa es que yo tiendo a ganar volumen con facilidad. Con mucha facilidad. Es una de mis luchas diarias de cara a rendir un poquito en bici. La cosa es que para evitar este extremo, los pesos que yo levanto suelen ser, por decirlo de alguna manera digna para mí mismo, ridículos. Hablamos del tren superior. El tema piernas ya es otra cosa.

Después de la chapa física, comienza lo cómico de esta pequeña historia. 

Pues heme ahí, en una banca, tumbado horizontalmente para hacer mi rutina de pecho. Yo con las mallas de correr y mi maillot de la Valgrande-Pajares 2012, levantando, y no os estoy vacilando, dos kilos y medio. Sí, amigos. Dos kilos y medio. No por cada disco, no. En total.

Lo gracioso era comparar esta bonita postal con los dos recios mozos que tenía a la diestra y a la siniestra. Creo que se les pasó por la cabeza levantarme a mí porque, en apariencia, lo conseguirían con facilidad. Como diría el amigo Rubén, un runner que va por el bar y espero que esté leyendo esto, parecían vivir en una rama de un árbol, dado su tremendo tren superior.

Supongo que no os haga demasiada gracia a no ser que os hayáis visto en alguna situación similar. Y es que todo mi día a día, está dirigida a la bici de una forma u otra, siempre sin perder de vista que no soy profesional, no vivo de esto y pretendo que no se me vaya de las manos.

Y así transcurre un día cualquiera en mis semanas de turno de mañana durante las cuales, no puedo salir a rodar. ¡Qué penica! Parezco un yonki en busca de aquello que me hace feliz. Pero la conclusión positiva de todo esto es que ya han crecido los días un montón. Venga, compañer@s que ya tenemos la primavera a la vuelta de la esquina....

....(os recuerdo que soy ultra optimista).

martes, 6 de enero de 2015

Cicloturismo de rendimiento por un día (no os acostumbréis)

¡Hola a todo el mundo!

Hay veces que, a pesar de mi pasión absoluta por el cicloturismo puro y duro, ya sabéis, el de pararse, tomar un café, sacar unas fotos, disfrutar de la buena compañía y todas esas cosas, como digo, hay veces que sí que me apetece alguna jornada de castigo puro y duro.

Hay veces que salgo con alguien y, en medio de la ruta que estemos haciendo, más o menos cada uno entiende cómo será el ritmo. Esto suele pasar cuando con quien sales es de confianza y os conocéis muy bien. Por ejemplo, cuando Buka y yo salimos juntos, hay días en los que salimos al "tran tran" y otros en los que nos vamos dando relevos, casi ni nos hablamos porque vamos con el corazón en la boca y cosas así.

Pero resulta que en mi caso, cuando más me machaco, suele ser cuando salgo solo. Este tipo de rutas también tienen su encanto. Te agarras a la parte de abajo del manillar, agachas la cabeza y empujas todo lo fuerte que puedes. 

Las sensaciones que se tienen cuando consigues llegar a tal o cual repecho es muy gratificante. Cuando haces un puertecito a todo lo que das es fantástico. No hacen falta ni cronómetros ni nada parecido. Cuando vas bien, vas bien y cada cual lo sabe perfectamente.

Una de estas rutas solitarias en las que me castigo, surgió el pasado domingo. Había trabajado hasta tarde y no quería madrugar demasiado. Pero en cuanto me desperté y me puse en acción, mi cabeza sólo quería bicicleta.

Así que, entre pitos y flautas, salí a rodar a las doce y media largas. No había prisa. Una ruta con subidas y de unos 70 kilómetros sería algo ideal para matar el gusanillo del castigo.

¿Qué ruta es buena para esto? Un clásico del cicloturismo en León no estaría mal. Por ejemplo, León-Carretera de Asturias-Olleros-Cillerón-León no estaría nada, pero que nada mal. 

La Carretera de Asturias es un terreno muy peculiar. Siempre pica hacia arriba. Siempre. Además, no mantiene una pendiente continua. Es un sube y baja que no cesa, pero sobre todo, sube. Después de que la hayan arreglado, hace ya algún añito, el arcén con el que cuenta es muy grande y se rueda fenomenal por ella a pesar del tráfico intenso.

La clave es agarrarte a la parte de abajo del manillar, agachar la cabeza y darle duro al pedal. Muy duro. El objetivo es llegar hasta la cumbre del Rabizo y, una vez ahí, tirarte para abajo e intentar recuperar la musculatura para la siguiente estación. La subida de Olleros.

Esta subida, de la que ya he hablado alguna que otra vez en otras entradas de este blog, tiene dos opciones. O ir por el pueblo en sí, Olleros de Alba, o ir por la variante que han construido justo al lado. Esta segunda opción es una recta de unos dos kilómetros al 8%, cosa bastante aburrida. Así que escogí la opción del pueblo que, dicho sea todo de paso, es la que escojo el 95% de las veces. 

El caso del domingo fue curioso. No soy especialmente competitivo más que conmigo mismo pero la cosa es que estaba dando caza a un compañero ciclista. Justo antes de llegar al pueblo, en el que aparece la variante de la que hablaba antes, él optó por esta opción y yo por el pueblo, así que, para cambiar un poco mi estilo habitual, saqué mi espíritu guerrero a relucir y me marqué el objetivo de llegar a la cima o antes que él o poco después, porque por el pueblo se recorre más espacio.

Y al llegar arriba con la lengua fuera y dándolo todo, conseguí estar justo detrás de él. Si lee esto, espero que comprenda que estaba castigándome y no soy así normalmente, pero bueno. Me prestó un rato. Ahora tocaba el Cillerón, una de mis subidas favoritas.

Me encanta el Cillerón. Subida tendida y de unos cuatro kilómetros largos, que desde hace una temporada me ha dado por hacer con el plato metido. Le he pillado el truco subirla así y, oye, que me gusta un montón. Si bien me estaba castigando aquí también, lo hice algo menos porque me gusta disfrutar de esta ascensión. Tiene muy buenas vistas de la zona de La Magdalena y se ve mucho monte. Además, del lado izquierdo en este sentido ascendente, hay un pinar muy grande y bonito en el que yo siempre echo un ojo, no vaya a ser que aparezca algún animalillo y me lo pierda.

Y una vez coronado el Cillerón, sólo quedaba llegar a León, primero en bajada y, más tarde, llaneando. Ha sido el primer día de esta temporada en el que he ido forzando algo en el llano y he llegado a varias conclusiones, pero la más importante es que creo que voy a volver a poner plato de 52 dientes. Así os lo digo. 

Moraleja de todo esto. El cicloturismo de rendimiento está bien de vez en cuando pero, en mi opinión, hacerlo siempre desnaturaliza la idea fundamental del asunto.

Dani  cicloturismoenleon dixit.

domingo, 4 de enero de 2015

Los cuatrocientos metros que marcan la diferencia.

¡Hola a todo el mundo!

Ayer mismo tuve una sensación muy extraña sobre la bicicleta que no ha hecho más que darme vueltas todo el día en la cabeza.

Todo se basa en la importancia de unos simples cuatrocientos metros. Ese corto espacio, puede marcar la diferencia de muchas cosas. Pueden cambiar por completo una ruta, un día y, poniéndonos intensos, una vida. 

Como no estoy yo hoy como para ponerme muy intenso, iré al origen de estos pensamientos míos. Todo ocurrió en la carretera del Condado por la que yo entreno muchos días. Si salgo en bicicleta diez días, es muy probable, que siete de esos días, acabe pasando por ahí.

Recuerdo el día que investigamos el Buka y yo por ésta carretera para ver las posibilidades reales que tenía. Llegamos a un punto en el que teníamos que escoger entre girar a la derecha o hacerlo a la izquierda. 

En esto, llegaron tres señorinas mayores que venían de dar un paseo que les estaba sentando la mar de bien. Así tenían el cutis ellas. A lo que iba. La cosa es que les preguntamos que cuál sería la mejor opción, derecha o izquierda (y que no se os olvide que estamos hablando de una carretera, no de la vida).

El hecho es que ellas nos dijeron que saldríamos a la carretera general si optábamos por girar a la derecha y, como respetamos mucho a nuestros mayores, hicimos caso. 

Pero lo más curioso de todo es que hemos estado haciendo caso un año entero. Un año, entero y verdadero. Siempre girando a la derecha día, tras día, tras día.

Y ahora nos situamos en la jornada de ayer. Yo venía de haberme hecho el día anterior cien kilómetros con Sara y no quería forzar demasiado durante la siguiente salida en bici, es decir, ayer. Con unos 50 ó 60 kilómetros tendría de sobra a pesar de que, al final, me salieron algunos más. 

Pero la cosa es que allí estaba yo, plantado en la encrucijada en la que las señorinas nos dijeron al Buka y a mí que teníamos que girar a la derecha. Y vive Dios que miré a un lado y a otro antes de atreverme a transgredir la doctrina de aquellas señoras, no fuera que tuviese la mala suerte de que apareciesen aquellas adorables mujeres del lugar. 

Para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas. Esta es una de mis máximas vitales, así que lo llevé a la práctica. Empiezo a dar pedales hacia lo desconocido.

A ver si me entendéis. Más o menos sí sabía a dónde podía conducir esta carreteruca, pero no había estado nunca y me estaba haciendo ilusión. Además, la vida suele premiarte cuando haces cosas distintas a las habituales. Es algo que tengo comprobado, os lo aseguro. Y mi premio fueron unas vistas preciosas en un puente sobre el río Porma.




La nueva carretera me llevó a otra que sí que conocía. Y durante toda una vida, para mí habían estado separadas por la friolera de 400 metros de longitud. Hay que joderse. Porque gracias a mi "descubrimiento", ahora se me ocurren un montón de rutas, producto de mezclar unas de un lado y otras de otro.

Conclusión. No tengo perdón de Dios por no haber ido antes por ahí. 

Los grandes cambios, a veces, están a muy poco distancia.

sábado, 3 de enero de 2015

Dos de enero, con sorpresón y los primeros cien al saco.

¡Hola a todo el mundo!

Como he dicho, el nuevo año 2015 se presenta realmente ilusionante. Y qué mejor forma de dar forma a un año así, que haciendo el día dos de enero la primera ruta de más de 100 kilómetros.

Y si encima la ruta la hago en buena compañía, pues mejor que mejor. El Buka sigue flojete y yo no iba a salir pronto, así que Sara estaba dispuesta a embarcarse en mi plan. 

En el lugar de otras veces. Allí estaba mi nueva amiga esperándome. Porque sí, amigos y amigas, llegué tarde, también como otras veces.

La ruta que íbamos a hacer es una de mis favoritas. La primera parte tiene muchos repechos, luego se cambia de carretera y se entra en mi carretera favorita, ya sabéis, la de La Cándana. Una vez que se llega a La Vecilla, vamos en dirección Boñar y a partir de mi pueblo, todo llanear casi hasta casa, dependiendo de por dónde decidamos ir a León.

Primeros kilómetros de calentamiento, como de costumbre y como todo el mundo debería de hacer por esas cosas de la salud y eso. Y como siempre, con Sara no se para de hablar. O más bien creo que esto se debe a mí, locuaz por naturaleza, así que no luché contra mí mismo y no parábamos de rajar. Que si esto, que si lo otro. 

Y llegó la subida de Castrillino para fastidiar nuestra conversación y hacer que nos tuviésemos que esforzar un poquito, con lo que las palabras se las llevó el viento. Pero me encanta, cuando voy con alguien y estamos en media subida, soltar alguna parida para que la gente se ría y pierdan un pelín de fuelle. Yo, que tengo estas cosas.

Y coronamos. ¡Estamos hechos unos fieras! La verdad es que los días que hemos quedado para rodar, ninguno de los dos lo ha dicho, pero estamos saliendo tranquilos, sin forzar, sumando kilómetros y buen ambiente.

Comenzamos a hablar de proyectos, objetivos y futuras rutas más veraniegas que a ambos nos encajasen. Lagos, Sanabria, Camperona, Nueva de Llanes. Son tantos los planes que seguro que nos dejamos algo en el tintero, sin embargo, ya nos habíamos adentrado en mi carretera favorita. 

Avanzar kilómetros, con el Pico Correcillas mirándote fijamente y La Valdorria desafiándote a lo lejos, es algo que me atrae muchísimo de esta carretera. Picos nevados al fondo, con la carretera encajonada en un valle frondoso, verde y soleado, hacen de la Carretera de La Cándana algo increíble para los sentidos.

Nuestras conversaciones se veían de vez en cuando interrumpidas por silencios profundos y, a la vez, cómodos, en los que cada uno disfrutaba de algo diferente. El viento, el sonido del invierno o cualquier otra cosa.

Pero llegó el momento de hacer una paradita para comer algo porque de lo que, tanto uno como otro, nos habíamos dado cuenta era de que el viento soplaba de cara, con lo que los últimos kilómetros por esta carretera, que siempre pica hacia arriba, se habían hecho algo más duros de lo esperado.

Y como si nada, nos estábamos acercando a Boñar. Nos estábamos acercando a mi pueblo. Y aquí, claro, siempre me surgen mil historias de recuerdos de la infancia y la primera juventud. Que si esto y aquello. Pero no íbamos a parar. Seguimos nuestro camino.

Y unos kilómetros más adelante de Boñar, surgió la sorpresa del día. ¡Y qué sorpresa! ¡A mí me prestó un montón!

- Hostias, Sara. ¿Qué es eso? ¿Una ardilla?
-¡No! Un zorro.
-Eso no es un zorro.

Pues resulta, que por un campo junto a la carretera, había un gato montés, grande como un castillo, que estaba haciendo sus cosas de gato montés, supongo, y al pasar nosotros, pues se asustó y empezó a escapar como alma que lleva el diablo. ¡Qué bicho más guapo! ¡Menudo gustazo ver animales de estos! 

Luego uno se queda pensando en que no hay tantos como debería, por nuestra mala cabeza como especie, pero en fin, eso para otra entrada en plan monográfico.

Y después de comer un plátano a medias, comprobar que ni Sara ni yo teníamos más comida y apreciar que ya era una hora prudente para encaminarnos a nuestras respectivas casas, comenzamos la retirada por la Sobarriba. 

Al final, nos salieron 100 km justos y "clavaos", aunque bien es cierto, y de esto se va a enterar mi amiga leyendo esto, que yo alargué la ruta un par de kilómetros más para redondear la cifra, por mucho que me vaya a acusar ahora de "friki".

En resumidas cuentas, podríamos decir que el dos de enero ha sido fantástico. ¡Esto marcha! 

jueves, 1 de enero de 2015

El día uno marca la tendencia del año.

¡Hola a todo el mundo!

Pues estamos en 2015, sin darnos un pijo de importancia y muchos de vosotros, así como he hecho yo hoy, habréis iniciado el año haciendo lo que más os gusta. Es decir, lo que os sale de las narices, ¿verdad?

En mi caso, lo que he hecho es salir a rodar un poco con "La Americana" por mi zona habitual de entrenamientos. El Condado y la Sobarriba son mi sala de juegos particular, con lo que decidí que sería un buen y bonito comienzo de año.

Todo empezó como de costumbre, primeros kilómetros de calentamiento. Una paradoja en un día como el de hoy en el que la helada nocturna fue dura. Cadencia alta, velocidad baja. Esas son mis premisas en los primeros kilómetros. Salía solo, así que no me importó ir los primeros compases de la ruta a dos por hora. 

Cuando me voy a adentrar en "mi zona", siempre tengo la misma duda. ¿Castrillino o Portillín? El primero supone menos esfuerzo pero más tiempo y, lo mejor que tiene, es que cuando comienzas a subirlo, ya has calentado. El segundo es muy explosivo y lo peor es que está a nada y menos de haber empezado a rodar, con lo que estás frío.

Hoy, quise mimetizarme con la fría mañana y opté por el Portillín. Hacer la primera subida del día y del año, casi sin calentar, con lo que la paz y la tranquilidad reinarían en mi ascensión así como durante el resto de la ruta.

Todos los kilómetros que llevo hechos, en lo que podríamos considerar la nueva temporada, están hechos sin rabia. Aún no me he conectado al pulsómetro ningún día, pero me extrañaría que hubiese llegado a 160 pulsaciones en algún momento. 

En cualquier caso, como digo, la mañana pintaba espléndida. Una vez coronado el Portillín, toda la Sobarriba se presentaba ante mí, bañada por un extraordinario sol de enero. Ni una nube en el cielo que mermase el brillo con el que contaba la mañana. Y este baño de sol hacía que la temperatura no fuese tan agresivamente fría como inicialmente parecía. En resumen. El típico día de invierno leonés. Una helada de tres pares de narices pero un sol radiante que te va calentando. Lo mejor para curar nuestros extraordinarios embutidos.

Así iba la primera mañana del año. Primeros repechos, primeros kilómetros y primera parada a cambiar el agua al canario, a comer un plátano (por si no había quedado harto ayer después de tanto turrón) y a hacer un vídeo felicitando el año.

Y fue poco después de esta parada cuando escucho el móvil sonar. La melodía de "Seek and Destroy" de los Metallica hacía que se detuviese la maquinaria para atender la llamada. ¿Y quién era? 

Pues si leéis la última entrada del año pasado, es decir, la anterior a esta, me refería en primera persona a uno de los integrantes de este blog. En efecto, niños y niñas, Jon me estaba llamando.

-¿Qué pasa, Jon? ¿Dónde andas?
-¡Hola, Dani! Estoy en Barrio de Nuestra Señora.
-Estoy ahí en 5 minutos.

Y, en efecto, ahí estaba Jon, mi amigo guipuzcoano, rodando a mi lado por la zona del Condado. La verdad es que me parece increíble cuando algo que ocurre sobre el papel, se transforma en algo real. Y este era el caso.

Tras los primeros saludos, comenzamos a hablar de cosas de bicis, pasando por el análisis de la situación actual del sector de los viveros y un largo etcétera de cosas. En ningún momento nos faltó el tema de conversación y es que creo que cuando se está haciendo lo que uno quiere y le que a uno le gusta, tu mente se convierte en algo dinámico, permeable y burbujeante, cosa que facilita la charla amistosa.

La verdad es que dar pedales, con el paso del tiempo, para mí siempre ha sido algo que me permitía machacarme, también ha sido algo que me permitía satisfacer mi espíritu aventurero, sin menospreciar lo sano que siempre ha sido superar retos. Todo esto me lo ha ido dando el cicloturismo. Pero es que también ha supuesto algo gracias a lo que he conocido a mucha gente que vale la pena realmente. 

Y Jon es uno de esos tipos que te aportan tranquilidad, buen rollo y ganas, por ejemplo, de no dejar de escribir en este blog. El chute de motivación que me ha dado, es algo de lo que creo que Jon nunca será realmente consciente.


Y después de presentar a mi amigo lo que es la zona del Condado, sobre la que habrá leído algo en este blog, también aproveché la oportunidad para presentarle la Sobarriba, sobre la que habrá leído un puñado de entradas aquí también. 

Pedal a pedal, el reloj iba avanzando en este recién nacido 2015 que me motiva un montón. Así que ya se aproximaba la despedida, que es un hasta la próxima, no un hasta nunca.

El día uno de enero ha empezado de manera magnífica y es el comienzo de un gran año. Estoy seguro de ello, y todo gracias a gente magnífica como Jon. 

LOS SOÑADORES NO PODEMOS SER DOMADOS.