domingo, 9 de marzo de 2014

Que no lo he dejado, tranquilos.

¡Hola a todo el mundo!

Hoy era el Día D. Hoy reaparecía a lo que viene siendo la vida pública cicloturista leonesa. Hoy hacía un día espectacular. Hoy tenía muchas ganas. ¡Hoy ha sido un día genial!

La Hora H era la habitual para estas fechas. Las diez de la mañana. Tocaba salir con el Club. "Primero hinchar bien las ruedas, luego ponerme la ropa de batalla, llenar el bidón, coger un platanito". No hacía más que repasar mentalmente el ritual clásico de toda salida en bicicleta. No quería que se me olvidase nada de nada.

"¡Maldita sea! Las llaves de casa." Salvo este detallito, parecía que no se me había olvidado nada. Fui dando los primeros pedales de la mañana hasta el lugar de quedada del Club.

Llegué y allí estaban todas las caras que pensaba encontrarme y alguna que otra nueva.

-¡Hombre, Dani! Dichosos los ojos. ¿Qué tal?

Ese fue el comentario más generalizado, más alguno que otro que no puedo transcribir por respeto y decoro.

Tras firmar en el control, los de la Grupeta Cicloturista León comenzamos a charlar. Ellos ya sabían que iba a ir, así que no se sorprendieron demasiado. Unos para la ruta larga y oros para la corta, concretamente Patri, Juan, Buka, Begoña y yo.

Bukanero, que tiene la espalda un poco regular (la edad no pasa en balde) saldría con nosotros, en la corta, a pesar de que el muy "condenao" está que mete miedo. Muchos son los kilómetros que hemos compartido en diferentes situaciones y éstos que hemos hecho hoy, por pocos que hayan sido y flojos que los hayamos hecho, han sido geniales.

La cosa es que comenzamos a pedalear. Cuando se separan la corta y la larga, siempre hay alguna que otra confusión y hoy, por mucho tiempo que hiciese que no salía con el club, no iba a ser una excepción.

-¿Dónde está Begoña? ¡BEGOOOOO! ¡Por aquí!

Ya estábamos todos ordenados y conseguimos salir de León ciudad sin ningún incidente. Mi plan era mantenerme en medio del grupo, pero claro, como iba hablando con el Buka, me despisté y en nada estaba encabezando el grupo. En fin.

Como no estábamos pedaleando con rabia, cosa a la que ahora mismo no estoy capacitado, todo estaba yendo bien. Yo tenía mis dudas. No sabía cómo iba a responder el cuerpo. El corazón parecía estable y las piernas no se estaban resintiendo. Ni siquiera el hojaldre, que es lo que más sufre en las primeras rutas después de un parón. 

Después de unos cuantos kilómetros y unas cuantas risas, cambiamos de carretera. Estábamos en el corazón de la "ruta de la mierda", conocida así por la presencia allí de una cuadra de vacas. El resto os lo podéis imaginar.

Por esta zona hay algún repecho en el que tenía ganas de verme. Rodar por el llano está muy bien, pero la verdad es que en ese terreno no tengo especiales problemas. Cosa distinta es cuando la bici mira para arriba.

Comenzamos a subir un repecho de, aproximadamente, un kilómetro y yo iba, cómo no, dándole a la lengua con el Buka. En este momento fue donde se me ocurrió una formidable idea.

-Y si ataco, Buka.
-¡Venga! Dale, tío.

Y así fue. Metí plato, bajé un piñón, me puse en bielas y apreté los dientes. En definitiva, un alarde sin mucho sentido, pero que me prestó un montón porque, fíjate, no me destrozó. Vale, vale. Seguro que no fue el demarraje más duro de todos los tiempos, pero llevo tiempo sin tener regularidad en esto de salir a rodar, así que a mí me valió.

Una vez terminado este momento "freakshow", tocaba rodar hasta llegar a la base de una subida de mayor entidad. Castrillino. Aquí ya no iba a columpiarme porque no tengo, como se suele decir, el chichi para farolillos. 

-Bueno... Aquí haré lo que pueda.

Dejé caer al grupo esta advertencia para no autopicarme conmigo mismo. Pero la verdad es que según iban pasando los metros de subida, yo no me encontraba mal. Siempre a rueda, iba manteniendo un ritmo cómodo. De repente, el grupo en el que iba, se rompió. Por delante, se fueron dos compañeros, entre ellos al que le dolía la espalda. Yo me quedé en una grupeta con otros cuatro. 

"No te calientes, Daniel" era el mantra que me repetía para no echar por la borda las fuerzas que me podían quedar. Pero tengo el culo inquieto, así que me puse un objetivo. Si en dos curvas estaba igual y no pasaba nada raro, aceleraría hasta llegar al grupo del Buka.

Así que en cuanto llegó la curva que tenía marcada como punto de no retorno, bajé dos piñones y aceleré. Lo hice sentado para no ser un "notas", pero lo cierto es que aceleré lo suficiente como para llegar en un santiamén hasta los dos escapados. Ha sido el primer momento del año en el que pongo la patata a 170 pulsaciones y no me he venido abajo, así que fenomenal.

Al llegar arriba, nos quedaban como dos kilómetros para volver a cambiar de carretera y fue allí donde hicimos un alto en el camino para reagrupar y yo, para sacar tiempo para el momento foto...



Y a partir de aquí, ya no quedaba nada para llegar a León. Ahora teníamos que perfilar otras cosas.

-Buka. Tomaremos unas cañas ahora al llegar, ¿no?
-Hombre, claro.

Este plan pronto fue circulando por todo el grupo, obteniendo una unánime aceptación por casi todos. Una vez convencidos todos, llegó uno de los momentos más estupendos del día.

-Dani. Mira, soy Jose. Hace tiempo que no escribes en el blog, ¿verdad? A mí me ayudó mucho para buscar rutas cuando estaba empezando y seguro que a más de uno también, así que no lo dejes.

Por tanto, aquí está la crónica del día. Seguiré colgándolas, por supuesto. Esta va por ti, Jose.

1 comentario:

  1. Gracias hombre. A decir verdad hacía un tiempo que no entraba, pero leyendo las entradas desde el retorno..., has elevado el nivel.

    Nos vemos por la carretera, espero que haya sido la primera de muchas.

    -
    Jose.

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