Bonito domingo el de hoy, la verdad, de no ser porque ayer terminé tarde de currar y madrugar mucho no pasaba por ser una de mis metas para hoy. Así que decidí salir a rodar yo solo a pesar de ser día de ruta del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN.
Como digo, salí en solitario. Más bien, la decisión de salir o no en bici no la tomé yo. La tomó mi sueño, que no quiso conciliarse después de despertarme a eso de las once de la mañana, con lo que dado que hacía un día muy bueno, me parecía casi un pecado no aprovecharlo.
Teniendo en cuenta todos estos factores, una ruta de unos 45 km o 50 km, no me iba a hacer ningún mal. Es más. Me vendría fenomenal para eso de ir sumando algún kilómetro.
Me pongo la térmica, un maillot y la chaqueta (por supuesto, el culotte también porque si no, menudas risas) y salgo a rodar. Primeras diferencias con los días pasados. Muy buena temperatura. No me hizo falta forrarme con más capas. Hay veces que es para verme. Los expertos no recomiendan tanta capa, pero el friolero que llevo dentro, no sólo lo recomienda, si no que lo marcan como una condición sine qua non.
Las primeras pedaladas fueron sensacionales. A mí es que el frío me mata y en cuanto ya no hace tanto, me vengo arriba, así que me puse en bielas y un pequeño spring inició el domingo. ¿Qué podía salir mal, maldita sea?
Mi intención era ir en dirección sur, en plan Palanquinos y todo eso, pero finalmente, opté por tirar para Cembranos, quizás llegar a Valdevimbre, y volver a una hora razonable para comer en familia.
Mientras estaba pensando en mis cosas, el sol acariciaba mi cara, el viento me golpeaba de lado y todo parecía marchar perfectamente. Tomo un desvío para salir de la carretera de La Bañeza para acceder a la general que me llevase directamente hasta Cembranos. ¿Qué podía salir mal?
Bueno, pues en efecto, algo podía hacerlo. Porque en cuanto llegué a la carretera por la que me apetecía rodar....¡PLAS! PINCHAZO.
Peor no un pinchazo cualquiera. El pinchazo que se tiene cuando se pasa por encima con la rueda trasera un trozo de cristal. En cuestión de cinco metros, me quedé sin aire. Había que comprobar los daños porque parecía, por el sonido del asunto, que el agujero no era pequeño.
Así de antemano, el pinchazo se podía ver sin demasiado esfuerzo...
-"¡Me cago en su p__a madre!", grité con gracia y donaire.
Soy muy positivo y pocas cosas me hacen desfallecer, así que esta situación la comencé a vivir como una oportunidad. Y en este caso, la oportunidad que se me presentó fue poder charlar con un perro muy gracioso que me ladraba, amenazante, en la finca anexa a la zona de la avería.
Primeramente, yo era para él una amenaza, pero después de ver que el humano que tenía enfrente le estaba hablando sin temor, porque los perros me gustan y mucho, pues al final se dejó acariciar. Ya hice un amigo. Dani 1 // Pinchazo 0
O en realidad, estábamos empate, porque el agujerito no era pequeño, pero bueno. Cambié cámara y en paz.
Proseguí la ruta, después de despedirme de mi nuevo amigo, el perro, y comprobar que durante los domingos, la gente es mucho más amable que entre semana porque tres diferentes personas en coche, se detuvieron para preguntarme a ver si necesitaba ayuda. La verdad, es que ha sido mi pinchazo más social desde que ando en bicicleta.
¿Qué podía salir mal? Pues lo que podía salir mal es un segundo pinchazo que, en efecto, se produjo a los quinientos metros o así del primer pinchazo. El agujero me estaba tocando las narices. Era lo suficientemente grande como para generar un segundo pinchazo. Yo siempre llevo dos cámaras, así que sin problema, pero tocaba hacer un "chapú" para evitar un tercer pinchazo que ya supondría un problema más serio.
Una vez reparado el segundo pinchazo, la verdad es que se me quitaron las ganas de hacer la ruta. Además, ya se me había hecho tarde, pero siempre pasan cosas positivas si sabemos verlas, y aquí es donde surgen las oportunidades de las que hablo.
La cosa es que cuando ya estaba en León ciudad, yo tenía ganas de más bici, claro, pero iba con más miedo que vergüenza a pinchar una tercera vez. Sin embargo, me pareció una idea prodigiosa, no me digáis por qué, callejear. Explorar una ruta urbana, por avenidas grandes y de fácil paso para las bicicletas. Seguramente, si no hubiese pinchado, no hubiese llegado a la ciudad con ganas de explorar rutas urbanas.
Y esto me ha venido realmente bien porque esta semana, a pesar de trabajar de mañanas, si el tiempo lo permite voy a comenzar a sacar la bici por las tardes. Los días han crecido y hasta las siete de la tarde parece que hay algo de luz. Pero teniendo este circuito urbano, la verdad es que se me abren muchas posibilidades.
Así que mis investigaciones urbanas han descubierto un, llamémosle, "túnel ciclista" de unos 13 kilómetros, con lo que si podemos hacer una ruta de unos 20 kilómetros por la Sobarriba o algo así, damos dos o tres vueltas a este circuito y nos queda una etapa maja.
La conclusión del domingo. ¿Qué podía salir mal? Pues si lo sabemos mirar, nada puede salir mal. Y este consejo es aplicable a la vida en general.
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