jueves, 12 de diciembre de 2019

Mirando al más allá con las cositas del invierno.


¡Hola a todo el mundo!

Pues sí. Cositas del invierno. No es la primera ni será la última vez que escriba algo acerca del invierno. A todos los que vivimos en algún lugar especialmente frío como es en mi caso León, esta estación nos marca bastante porque sabemos que durante, más o menos, la mitad del año vamos a tener que convivir con circunstancias un poco, digamos, particulares, si queremos seguir haciendo cosas de ciclistas como es dar un rule en bici, por ejemplo.

No sabes muy bien cómo afrontarlo. En León no tenemos mucho tiempo para pensarlo porque pasamos de días de calor a días heladores en cuestión de una semana y hablo de manera literal. Este año lo que ha sucedido es que el sol dio paso un mes de lluvia seguido. Así, sin anestesia. ¡Ha sido genial! (ironía)

Si la jornada va a ser lluviosa, yo prefiero que lo sea desde el primer momento del día porque como tenemos la costumbre y el vicio de andar en bici, puede que a eso de las diez de la mañana no llueva y tengas un montón de ganas de entrenar. Te vistes pensando en todo lo que vas a gozar después de varios días en el dique seco (mira tú qué paradoja). Abres la puerta de casa, te pones las gafas y notas cómo empiezan a caerte unas inocentes gotillas de agua, pero aún así continuas con el plan inicial. Conclusiones finales del día. Has hecho una ruta de 50 kilómetros en los que te ha llovido con fuerza 45.

A ver. Luego hay cosas buenas, como entrenar con el rodillo (ironizo una vez más). Enganchas la bici en ese artilugio del demonio y das pedales sin ir a ningún sitio durante 45 minutos o una hora. Algo que, al menos para mí, supone una verdadera proeza. ¡Qué horror! Lo que más valoro del rodillo es que me hace amar aún más las rutas al aire libre.

También sucede que en invierno el viento no se está quieto. Cuando no sopla de un lado, sopla de otro pero, eso sí, siempre con todas las ganas. Avanzas por una carretera en apariencia plana y no metes plato pequeño por vergüenza…¡Qué diablos! ¡METES PLATO PEQUEÑO!

Pero la verdad es que te da tiempo a pensar en tus movidas ciclistas. Que si el año que viene  voy a hacer tal o cual reto, o me voy a pillar esto o lo otro para intentar mejorar, o voy a ver si quito este ruido de las narices que lleva dos meses en la bici porque no deja de llover y siempre que limpio y engraso el pedalier me vuelve a pillar día de lluvia y otra vez hay que volver a limpiar y engrasar el dichoso pedalier…grrrrrrr

El caso es que mis objetivos de esta parte del año, a parte de acabar con ese ruidillo del demonio, es ir adaptándome a las nuevas medidas tanto de la potencia (de 100mm a 80mm) como de las bielas (de 175mm a 172’5mm) y puedo decir que lo he hecho rápidamente y me encuentro genial. La Americana es una máquina del carajo. Cada día me gusta más mi bicicleta. Me estoy convirtiendo en un señor mayor que valora cada día más el titanio, el aluminio y el acero pero bueno, son males menores.

Otro objetivo era mentalizarme para el día que saliesen las inscripciones de la BIBE TransBizkaia. Me explico un poco y espero no repetirme demasiado.

Todo surgió este año 2019 durante Los 10.000 del Soplao. Un año especialmente duro y que la ruta me apretó de lo lindo. El calor y mi intención de hacer un buen tiempo hicieron de la etapilla un verdadero etapón de subsistencias tanto física como mental.

El asunto fue que coincidí con Jose Iván Gutiérrez e Igor Antón y con éste último estuve hablando (cómo me acabo de tirar el moco, ¿eh?) que él, al día siguiente iba a ir a la TransBizkaia esta. Y yo ya me había fijado que ambas pruebas eran en días consecutivos, valorando la opción de ir a la marcha de Durango en caso de no poder ir a Cabezón de la Sal, pero el germen de hacer las dos pruebas el mismo año ya caló en mi mente. La verdad es que en ningún momento barajé si era buena o mala idea, la verdad, pero ya se me metió entre ceja y ceja y yo que soy bastante cabezón…


Llevaba varios meses pendiente de cuándo le ponían fecha a la BIBE TransBizkaia, porque a El Soplao yo me apunto sí o sí al poco de salir la inscripción. El Infierno Cántabro suele celebrarse el primer fin de semana de junio y hoy, amigas y amigos, se abre la inscripción de la marcha vasca y me voy a apuntar, sí señor, porque es al día siguiente del Soplao.

Así que el objetivo del 2020 es sin duda un gran reto. Hacer el día 6 de junio los 230 kilómetros y 4000 metros de desnivel positivos de La Clásica de El Soplao y el día 7 de junio los 180 kilómetros y 3500 metros de desnivel positivos de la TransBizkaia.

Me motiva, me asusta, me da respeto, pero sobre todo tengo muchísimas ganas de afrontar ambas pruebas para ver qué le pasa al cuerpín con una chaqueta tan enorme (enorme al menos para mí, ojo) Me va a tocar un año de hacer muchas rutas largas y enlazadas. Pero una de las cosas buenas de plantearte retos de este tipo, no es el reto en sí, si no el camino hacia ellos, con lo que os daré la chapa de vez en cuando contando mis penurias, que las habrá.

Así que ya sabéis. Si hay alguien interesado en embarcarse en esta locurilla mía, que lo diga y así compartimos miserias porque ya se sabe que las miserias en compañía lo son menos.

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