martes, 6 de enero de 2015

Cicloturismo de rendimiento por un día (no os acostumbréis)

¡Hola a todo el mundo!

Hay veces que, a pesar de mi pasión absoluta por el cicloturismo puro y duro, ya sabéis, el de pararse, tomar un café, sacar unas fotos, disfrutar de la buena compañía y todas esas cosas, como digo, hay veces que sí que me apetece alguna jornada de castigo puro y duro.

Hay veces que salgo con alguien y, en medio de la ruta que estemos haciendo, más o menos cada uno entiende cómo será el ritmo. Esto suele pasar cuando con quien sales es de confianza y os conocéis muy bien. Por ejemplo, cuando Buka y yo salimos juntos, hay días en los que salimos al "tran tran" y otros en los que nos vamos dando relevos, casi ni nos hablamos porque vamos con el corazón en la boca y cosas así.

Pero resulta que en mi caso, cuando más me machaco, suele ser cuando salgo solo. Este tipo de rutas también tienen su encanto. Te agarras a la parte de abajo del manillar, agachas la cabeza y empujas todo lo fuerte que puedes. 

Las sensaciones que se tienen cuando consigues llegar a tal o cual repecho es muy gratificante. Cuando haces un puertecito a todo lo que das es fantástico. No hacen falta ni cronómetros ni nada parecido. Cuando vas bien, vas bien y cada cual lo sabe perfectamente.

Una de estas rutas solitarias en las que me castigo, surgió el pasado domingo. Había trabajado hasta tarde y no quería madrugar demasiado. Pero en cuanto me desperté y me puse en acción, mi cabeza sólo quería bicicleta.

Así que, entre pitos y flautas, salí a rodar a las doce y media largas. No había prisa. Una ruta con subidas y de unos 70 kilómetros sería algo ideal para matar el gusanillo del castigo.

¿Qué ruta es buena para esto? Un clásico del cicloturismo en León no estaría mal. Por ejemplo, León-Carretera de Asturias-Olleros-Cillerón-León no estaría nada, pero que nada mal. 

La Carretera de Asturias es un terreno muy peculiar. Siempre pica hacia arriba. Siempre. Además, no mantiene una pendiente continua. Es un sube y baja que no cesa, pero sobre todo, sube. Después de que la hayan arreglado, hace ya algún añito, el arcén con el que cuenta es muy grande y se rueda fenomenal por ella a pesar del tráfico intenso.

La clave es agarrarte a la parte de abajo del manillar, agachar la cabeza y darle duro al pedal. Muy duro. El objetivo es llegar hasta la cumbre del Rabizo y, una vez ahí, tirarte para abajo e intentar recuperar la musculatura para la siguiente estación. La subida de Olleros.

Esta subida, de la que ya he hablado alguna que otra vez en otras entradas de este blog, tiene dos opciones. O ir por el pueblo en sí, Olleros de Alba, o ir por la variante que han construido justo al lado. Esta segunda opción es una recta de unos dos kilómetros al 8%, cosa bastante aburrida. Así que escogí la opción del pueblo que, dicho sea todo de paso, es la que escojo el 95% de las veces. 

El caso del domingo fue curioso. No soy especialmente competitivo más que conmigo mismo pero la cosa es que estaba dando caza a un compañero ciclista. Justo antes de llegar al pueblo, en el que aparece la variante de la que hablaba antes, él optó por esta opción y yo por el pueblo, así que, para cambiar un poco mi estilo habitual, saqué mi espíritu guerrero a relucir y me marqué el objetivo de llegar a la cima o antes que él o poco después, porque por el pueblo se recorre más espacio.

Y al llegar arriba con la lengua fuera y dándolo todo, conseguí estar justo detrás de él. Si lee esto, espero que comprenda que estaba castigándome y no soy así normalmente, pero bueno. Me prestó un rato. Ahora tocaba el Cillerón, una de mis subidas favoritas.

Me encanta el Cillerón. Subida tendida y de unos cuatro kilómetros largos, que desde hace una temporada me ha dado por hacer con el plato metido. Le he pillado el truco subirla así y, oye, que me gusta un montón. Si bien me estaba castigando aquí también, lo hice algo menos porque me gusta disfrutar de esta ascensión. Tiene muy buenas vistas de la zona de La Magdalena y se ve mucho monte. Además, del lado izquierdo en este sentido ascendente, hay un pinar muy grande y bonito en el que yo siempre echo un ojo, no vaya a ser que aparezca algún animalillo y me lo pierda.

Y una vez coronado el Cillerón, sólo quedaba llegar a León, primero en bajada y, más tarde, llaneando. Ha sido el primer día de esta temporada en el que he ido forzando algo en el llano y he llegado a varias conclusiones, pero la más importante es que creo que voy a volver a poner plato de 52 dientes. Así os lo digo. 

Moraleja de todo esto. El cicloturismo de rendimiento está bien de vez en cuando pero, en mi opinión, hacerlo siempre desnaturaliza la idea fundamental del asunto.

Dani  cicloturismoenleon dixit.

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