viernes, 10 de abril de 2015

Tesoros del cicloturismo. Gamoniteiro y Ermita de Alba.

¡Hola a todo el mundo!

Os pongo un poco en antecedentes. Hace ya unos añitos, como cuatro o algo así, alguien me habló de una subida, cerca de La Cobertoria, que llegaba muy muy muy muy arriba y que tenía unas rampas de esas que se agarran de verdad.

El tiempo y más conversaciones me enseñaron que esa subida se llamaba El Gamoniteiro y yo tenía desde aquel momento la intención de subirlo pero resulta que, por unos motivos u otros, no me estaba resultando fácil.

Un día, Buka quedó con Vega y Susana para hacerse unos puertos por la zona de Quirós y, ¿adivináis qué puerto subieron?

- Menudas subidas más guapas, Dani. Subimos un puerto, con un nombre raro...Gamo...Gamon..

- ¿Gamoniteiro?

- ¡Exacto!

Total. Que Buka ya lo había subido y a mí se me seguía resistiendo. Lo más cercano a subirlo fue el año pasado, durante una de mis incursiones en terreno Astur, el Gran Día en el que subí L'Angliru. Aquel día tenía intención de salir de Pola, subir La Cordal, Angliru, volver a subir la otra vertiente del Cordal, meterme por Cuchu Puerco y, una vez en la carretera de La Cobertoria, llegaría hasta arriba. La cosa es que por aquí se pasa por el desvío que conduce al Gamoniteiro, así que allí decidiría porque después del palizón que llevaba encima, no quería pasarme y no disfrutar la subida.

Justo antes de llegar al desvío, una especie de conato de calambre en una pierna me indicó que aquel día, con llegar a Cobertoria y bajar hasta Pola tenía más que de sobra. Si a esto le sumamos que justo en la cima, comenzó a pintear agua, pues día completo.

Para más inri, resulta que las cabezas pensantes de La Vuelta a España han incluido un final de etapa para este año en Quirós que terminará en la Ermita de Alba. Puede que no tenga mucha relación con lo contado al principio pero es que resulta que ambas subidas no quedan muy lejos una de otra, con lo que cualquier amante de los puertos de montaña como soy yo, comienza a trazar rutas que conectan ambas ascensiones.

Pero la casualidad ha querido que Susana y Vega hayan querido formar parte del proyecto que tanto me ilusiona, el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, y ¿sabéis lo que llevan diciendo desde el primer día que dio comienzo la andadura del Club?

- ¡A ver cuándo os animáis a venir un finde a Quirós y hacemos una etapa con Gamoniteiro y Alba!

Así que tal oportunidad ha surgido este pasado fin de semana, con ocasión de la Semana Santa en la que "Los Vega-Álvarez" pasarían unos días en el territorio de Susana, que no es otro que el Concejo de Quirós.

A mí me coincidía fenomenal, así que me apunté a nada que me invitaron. No podía dejar escapar la oportunidad de subir ni Cobertoria, ni Gamoniteiro, ni la Ermita de Alba, pero lo más importante. No podía dejar pasar la oportunidad de pasar un fin de semana con gente tan fantástica como son Vega y Susana.

Y allí estábamos. Susana, Vega, otro compañero del Club BTT Pelayo, con el que habíamos compartido kilómetros en las rutas de Cerredo del año pasado, llamado Rubén, y un servidor. Seríamos los cuatro valientes que nos lo íbamos a pasar como enanos. Eso lo teníamos claro.

Lo que pintaba un poco regular era el día, que amaneció con bruma y el sol no parecía tener muchas ganas de manifestarse. Además, calor, lo que se dice calor, pues no hacía. Las primeras dudas surgieron. Que si guantes largos o cortos, que si térmica o no. ¡Qué dudas!

Todo quedó resuelto al ver pasar a un grupo de ciclistas que bajaban de Cobertoria. Muchos de corto, con cara de frío, eso sí, pero de corto, así que decidimos salir con un poco de todo. Sin ir más lejos, yo salí con guantes largos que me puse para salir, me los quité a los dos kilómetros y no los volví a poner.

Salimos de Bárzana de Quirós en dirección a la subida de La Cobertoria, pero lo haríamos por Lindes, subida ésta más tendida y presidida en todo momento por Peña Rueda, una pirámide natural increíble.


Carretera estrecha, bacheada pero sin ser algo molesto, cubierta de vegetación dormida, porque la primavera acaba de empezar, un riachuelo acompañándonos y el sol se había impuesto con claridad. Todo pintaba muy, pero que muy bien.


Si bien esta vertiente no tiene los rampones de las otras dos caras de la Cobertoria, por este lado no paras de subir y en lugar de poco más de diez kilómetros, estamos hablando de un puerto de veinte kilómetros, con lo que lo que le falta de una cosa, se compensa con otra.

Pero más allá de desniveles, datos y de más, el día se trataba de otra cosa. Se trataba de otro ciclismo. Se trataba de CICLOTURISMO. Cada pedalada era un punto más a nuestro favor. Cada pedalada era un momento para el recuerdo. Cada pedalada era un motivo más para seguir haciendo lo mismo.

Las sensaciones que iba teniendo en cada metro de ascensión son tan indescriptibles que incluso a alguien tan locuaz como yo, se le hace casi imposible describirlo con palabras.


Estábamos en la mitad de la subida y para continuar había que afrontar un rápido descenso a través de una carretera, la QU-5, en malas condiciones. Muy estrecha, con las humedades propias de estas fechas, la mayor parte de las curvas eran ciegas. Debíamos de tener mucho cuidado. "¡COCHE!", se le escucha decir a Vega, que es quien conduce la bajada. Yo le copio. Un todo terreno, el de la Guardia Civil, es el que casi nos comemos, y eso que somos cautos y prudentes. ¡Imaginad si fuésemos mal!

No quedaba nada para la cima de La Cobertoria y la vegetación nos empezaba a dejar contemplar la maravilla que es toda esta zona. Unos valles profundos que dejan intuir algún que otro pueblecito. Cuento de hadas, se podría decir. Y mientras estaba ensimismado en todo esto, justo delante de mí, ahí estaba el primer objetivo del día.


Ya habíamos hecho presa y esto no había hecho más que empezar porque en todo momento podíamos ver el repetidor que hay en el Gamoniteiro. "¡Hoy no te me vas a escapar, condenado!", le repetía una y otra vez, siempre que lo tenía a tiro.

Y comenzamos a bajar en dirección al desvío hacia el coloso. Hacia, prácticamente, el cielo. Y es que, como se puede ver en las fotos, no había ni una nube que ensombreciese nada. "Lo he subido once veces y nunca había pillado un día como el de hoy", comentaba Vega. Yo no quería decir nada, pero la verdad es que suelo tener suerte con el tiempo en mis incursiones astures. Dicho lo cual, es muy probable que jamás vuelva a ver la luz del sol en el Principado. A ver si sigo con mi racha.

Alcanzamos, en nada y menos, el cruce que nos conduciría al repetidor. Y es curioso porque casi siempre que Juan Carlos organiza una ruta, acabas en un repetidor, pero sarna con gusto no pica.

Las primeras rampas, la verdad es que no son duras. Ni siquiera pican las piernas, pero es justo esto lo que quiere que pienses el Gamoniteiro. Quiere que le trates como a uno más. Pero yo ya venía aleccionado. La clase maestra me la dio el año pasado su vecino el Angliru. Él me había dicho que "SOMOS LO QUE LOGRAMOS", y que lo más probable es que nos costase, pero que al final del todo, la recompensa en forma de satisfacción era inmensa. También me dijo que él era el más duro de todos los puertos Asturianos, así que sabiendo eso, Gamoniteiro me costaría, sí, pero que podría con ello.

Y más teniendo en cuenta que este año, en todos los aspectos, estoy mejor preparado para subir puertos que nunca. Cambio de estilo de pedaleo a la hora de subir. "Te pasas más tiempo sobre bielas que sentado", me dijo Vega. Y es que así subo mejor. Es uno de los cambios. Me lo enseñó el Angliru y La Camperona, ésta última subida fue la que me picó a, no sólo intentar, si no a buscar puertos extremos.

Y ahí me veía yo, rodeado de cimas inmensas, rocas peladas, prados llenos de caballos, buitres volando a escasos metros de nosotros y, sobre todo, tres compañeros de subida formidables. Nadie exigía nada a nadie, todos sabíamos que íbamos juntos y todos sabíamos que llegaríamos juntos de uno u otro modo.

Pero esta subida era algo personal, llevaba mucho tiempo detrás de ella, así que sobre bielas, apreté un poco el ritmo, me concentré y el Gamoniteiro comenzó a hacer que mis piernas picasen.


Una vez que ya te pones en modo "ascensión", en mi caso siempre me pongo en lo peor. Siempre pienso que un muro imposible e infinito va a aparecer al otro lado de cualquier curva, así que en el momento en el que una zona hormigonada se interpuso en mi camino, me imaginé que sería así hasta arriba, ¡y aún quedaban varios kilómetros!. Pero por fortuna esta zona sólo duró unos cien metros. Menos mal.

Y qué reconfortante es cuando personas que están pasando el día en la montaña y ven cómo te esfuerzas y te retuerces sobre la bicicleta, te regalan alguna palabra de ánimo en plan "vamos, campeón" o mi favorita. "¡Venga, que ya lo tienes!", a pesar de que aún falten varios kilómetros. Y en esta subida no te consiguen engañar porque puedes ver la antena en todo momento.

Llega un momento en las subidas a los puertos en el que el dolor de piernas desaparece. Da lo mismo las rampas que se crucen en tu camino porque ya no hay dolor, ya te da todo lo mismo. Pero lo más curioso del asunto es que en ese preciso y precioso momento es en el que más estás disfrutando. Es el momento en el que más te fijas en el paisaje, en la carretera, en la sensación del sol sobre tu piel o el viento rozando tu cara. El momento en el que la lluvia desaparece y el frío deja de ser doloroso. El momento por el que has sacado tiempo de donde no lo hay para entrenar y poder estar preparado para subir puertos.

Y este instante dura hasta que ves el cartel marrón con el nombre del puerto en cuestión o, en el caso de este magnífico día, hasta que te das de frente contra una antena gigante que marca el punto final de esta preciosa y muy recomendable subida.


Este pequeño rato de soledad me permitió hablar en solitario con el señor Gamoniteiro. Me permití el lujo de decirle que había sido un placer y que no sería la última vez que nos volveríamos a encontrar. También le dije que su amigo y vecino Angliru me parece más duro, pero que es un digno final de Vuelta a España.

Y poco a poco, fue llegando el resto de la tropa...


Allí, todos juntos, con el espectacular día que teníamos, pudimos comprobar la inmensidad de la Cordillera Cantábrica. Podíamos ver los Picos de Europa perfectamente, allí a lo lejos, allá abajo. ¡Menudo regalo que la naturaleza nos estaba brindando!


Pero había que bajar y por lo que pudimos comprobar durante la subida, salvo dos pequeños tramos de hormigón, el resto de la carretera estaba bastante bien, así que sería un descenso para disfrutar. Para disfrutar y para detenernos y sacar unas buenas fotos. El único problema de hacer esto último era escoger dónde sacar la foto porque, insisto una vez más, el día estaba siendo impresionante.

Todos los planos eran preciosos. También se podía ver el siguiente gran objetivo del día, La Ermita de Alba. Lo que no se podía ver con claridad eran las últimas rampas de Alba, pero eso lo comentaré en un ratito.


Por el momento estábamos bajando el Gamoniteiro y, además, también debíamos de bajar la Cobertoria en dirección a Bárzana de Quirós. Esta segunda bajada, ya con una carretera estupenda, supuso que la velocidad, las tumbadas, el acople y todo lo demás que se suele hacer en una bajada, aumentase, cambiase, mejorase o lo que sea. La cosa es que bajábamos como tiros. Las curvas eran amplias, sí, pero los porcentajes que hay de este lado hacían que algunos giros se te hiciesen cortos y el quitamiedos se acercase demasiado, pero no tuvimos ningún susto.

Y llegamos al punto de inicio. Bárzana. Aquí el equipo se dividía. Susana y Rubén quedaban en casa y Vega y yo continuábamos para acometer la subida a La Ermita de Alba.

Los primeros y únicos kilómetros llanos de la jornada los íbamos a vivir justo antes de alcanzar el desvío para Salcedo y Alba, en donde nos encontramos las huellas de un compañero y amigo de esto da las subidas, como es Marce Montero.


Y comenzamos la subida. Yo, lo único que conocía de este reto era que iba a ser final de etapa de este año, que tenía rampar de quitar el hipo y que no era excesivamente larga, pero poco más. Dónde estaban los rampones sería algo que descubriría sobre la marcha ya que me había centrado mentalmente muchísimo en el Gamoniteiro.

Carretera estrecha, de asfalto con brea líquida en días calurosos. La típica carretera que a mí me enamora a primera vista como así sucedió desde el primer metro de la subida. La verdad es que una vez que te metes en materia en esto de subir puertos, llega un momento en que te da igual lo que te echen, o al menos eso me pasa a mí, así que estaba disfrutando muchísimo de todo lo que nos rodeaba a Juan Carlos y a mí.

La primera parte del puerto estaba siendo bastante normal. Tenía sus momentos de dureza, sus curvas de herradura, pero nada por lo que puedas pretender echar el pie a tierra o algo así. Pero llegamos a Salcedo y algo parecía cambiar. Sobre todo lo notaron las piernas.



Y justo aquí, la subida a La Ermita de Alba demuestra por qué va a ser foco de atención mundial en la próxima edición de La Vuelta Ciclista a España.

Podríamos definir esta subida como una sucesión de escalones. Primero te topas con una pared al 20%, tienes un "descanso" al 12% y te vuelves a encontrar con un muro al 20%. Y así todo el santo rato hasta que llegas a la parte final. Y es que en la parte final, en lugar de un desnivel al 20%, te encuentras con una rampa de garaje a más del 25% por ser conservador y no pasarme. IMPRESIONANTE.


Tras una buena conversación con un motorista que también era ciclista y estaba estudiando la subida, nos sacamos las pertinentes fotos con el logro y encaramos el descenso.

Un descenso que tiene su miga porque hay partes un poco desconchadas que te encuentras en plena curva a 60 kilómetros por hora, medio tumbado, así que es algo peligrosilla por este hecho. Lo cierto es que Vega y yo la bajamos bastante alegremente, también es verdad.

Ya sólo nos quedaba llegar a casa donde nos esperaban Susana y Rubén con algunas que otras barritas energéticas...


¡Qué fin de semana más fantástico! Ruta en bicicleta impresionante, puertos de montaña de los que se recuerdan para siempre, paisajes increíbles, risas casi constantemente y, esto es lo más importante, unos compañeros y amigos de primera especial. No sé cómo agradecerles este fin de semana. Lo que les califica como personas es la respuesta a esto último. "Viniendo más veces, Dani".

Contad con ello, amigos míos. Contad con ello.

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