¡Hola a todo el mundo!
Si lleváis algún tiempo andando
en bici, y me refiero a algún que otro año, sabréis de sobra lo ingrata que a
veces es la bicicleta. Cómo nos maltrata, la dichosa bici, en cuanto no la
coges quince días. Es como que te dice…”así que esas tenías, ¿eh? ¡Te vas a
enterar, maldito ciclista!”
En esas ando yo ahora mismo, que
después de quince días de descanso o, como yo lo llamo, desentrenamiento, he
retomado la actividad ciclista y, tras dos días en los que puede que haya
apretado más de la cuenta debido a las ganas, tengo las patas como Connan, como
Hulk o como un par de palos.
Pero resulta que mola verse de
vez en cuando hecho una piltrafilla. Ayer, sin ir más lejos, en un inocente
repecho que, por regla general, paso casi sin darme cuenta, me tuve que poner
sobre bielas y fui plenamente consciente de que me faltaba chicha. Pero ese era
mi plan, así que soy un maestro del arte de desentrenar. Me podéis consultar
cuando queráis y os preparo unas tablas de “antientrenamiento”.
Y también mola sentirse con agujetillas
en alguna parte del cuerpo a causa de la bici. Bueno, a ver. A mí me mola, que
no quiere decir que os tenga que gustar a vosotros, pero sí es verdad que creo
que estas épocas del año te hacen valorar más aún los momentos en los que
estamos como toros y da igual lo que se nos ponga por delante.
Tampoco hay que subestimar la
cercanía de las Navidades. Si comenzamos a entrenar de manera regular como un
mes y medio antes, la ingesta de dulces típicos causa menos dolor de corazón.
Os lo digo yo, que el tema del dulce típico y atípico lo controlo bastante
bien.
Eso sí. Espero ponerme a tono en
otros quince días o así, porque cuando menos te lo esperas, viene algún
compañero de equipo y te propone cualquier maldita locura a la que no puedes
negarte. Yo qué sé….subir La cubilla con algo de nieve en las cunetas o alguna
mandanga de esas. A ver si me lo lee alguien que se sienta aludido y propone
algo bonito. Yo, ahí lo dejo.
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