¡Hola a todo el mundo!
Ayer salí a rodar aprovechando el solecito que bañaba los estores de mis ventanas. La mejor de las alternativas que se me ocurrieron fue ir por la primera ruta que hice a lomos de una bicicleta de carretera, hace ya unos añitos. León-Robles-Fenar-La Robla-León.
Lo cierto es que, además de ser una ruta especial para mí, es un clásico básico de todo cicloturista leonés. Ruedas por una zona bonita, no es llana pero no tiene ninguna subida agobiante, en su mayor parte vas por buenas carreteras y al ser, como digo, un clásico, lo más probable es que te cruces con alguien en caso de tener algún problemilla.
Como os decía antes, el sol bañaba los estores de mis ventanas. Todos los días ventilo, como no podía ser de otra manera, y ayer no fue una excepción. No reparé en si hacía frío o no, la verdad, y como luego desayuné y me puse a hacer alguna cosilla, pues me olvidé del tema ambiental. Con que no lloviese a mares como el día anterior, me conformaba.
Comencé a vestirme y ponerme la gala de invierno. Culote largo, camiseta térmica, un maillot corto y, sobre todo esto, la manta zamorana en forma de chaqueta. A esto hay que añadir complementos como un pañuelo en la cabeza que me da aspecto de corsario junto con los pendientes, pero que abriga, los cubre-botas y unos guantes que son más de motero que de otra cosa. Pensé que, al ser 21 de diciembre, por cierto, fin del mundo, tenía que pillarme abrigado habida cuenta de que yo me esperaba un día más o menos fresco.
Desembarqué en la calle y comencé a pedalear. En toda la ecuación algo fallaba. Las ganas estaban a tope. El cuerpo estaba a punto. La Americana por su sitio. Lo que no encajaba eran los 10ºC que había. Y yo con todo el kit de invierno.
Pero pensé que como estaría cerca de la montaña, por allí refrescaría. Devoraba kilómetros a ritmo de plato pequeño, porque el grande lo estaba reservando para hacer unas pruebas finales, y con mi cadencia de a 100 pedaladas notaba cómo un hilillo de sudor incesante, resbalaba por el centro de mi espalda. "Caloraco hace", dije en alto. Pero ya no podía hacer nada. Tenía que asumirlo. Los puristas seguro que dirán que es mejor pasar un poco de frío porque así el cuerpo rinde más o no sé qué leches. Yo prefiero el calor y el rendimiento se lo dejo a Purito, Contador y Cancelara.
Llegué "al puerto" del día. El Col du Fenar. Tranquilos. Son como 4Km al 4% en el mejor de los casos, pero era la mayor dificultad del día. Me sentí bien subiendo este "coloso" la verdad. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba bajando. tan sumido estaba yo en mis pensamientos. El mayor de todos ellos era que, si los Mayas tenían razón, toda esa situación apocalíptica me pillaría lleno de lycra. ¿Qué le iba yo a explicar a San Pedro, Caronte o quién tuviese que ser? Éste último, al darle yo las dos monedas para cruzar la Laguna Estigia, se iba a imaginar cualquier otra cosa, ¡por diosanto!
Paré en una fuente para echar un trago. Dado al calorazo y mis tres capas de ropa, bebía de manera exagerada pero muy necesaria, así que tenía que hidratarme bien. Pero en esta fuente, quien más agua se llevó fue La Americana ya que, al haber estado lloviendo todo el día anterior, la carretera estaba llena de charcos, barro y demás historias, así que una sucinta mirada al cuadro de la bici me hizo comprender que necesitaba un pequeño baño.
Ya encaraba los últimos 25Km del día con la ilusión que me hacían. Digo esto porque serían los primeros kilómetros de la recién comenzada temporada en que metería el plato grande para apretar los dientes y ponerme serio, si es esto posible conociendo cómo soy.
Tenía inquietud por saber dónde estaba en cuanto al físico se refiere. La verdad es que estaba donde me esperaba. En ese momento en el que, gracias al gimnasio, tengo las patas como Konan y tiro de desarrollo como un caballo percherón. Las rectas por las que rodaba se me quedaban cortas. Podía con los piñones más pequeños y, como era una prueba, no tenía reparos en engranarlos. Durante los 10Km finales, además de ir agarrado abajo, me puse en posición contra-reloj, con la ganancia en velocidad que esto supone.
Tengo que decir que la prueba fue un éxito, pero como el día era caluroso para lo que suele ser diciembre, y yo estaba abrigado como un diciembre normal requeriría, llegué muy sudado y cansado, pero satisfecho. Además, y esto me hizo especial ilusión porque yo creo que es donde se ve si estás en forma o no, recuperé fenomenalmente bien. A los 2 minutos de soltar, ya tenía las pulsaciones en su sitio y como si nada hubiese pasado. Como digo, todo un éxito.
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