viernes, 21 de diciembre de 2012

Purificación.

¡Hola a todo el mundo!

Lo cierto es que durante los últimos días sólo parecen existir malas noticias. No estoy echando balones fuera porque, de hecho, alguna de las últimas entradas parecen sólo tratar de temas densos y negativos. Os pido disculpas porque ese no es mi "modus operandi". 

Lo cierto es que relatan una realidad que vivimos los usuarios de la bicicleta. Y como no quiero empañar eso, el uso de la bicicleta, rompo una lanza en favor de la utilización de la misma y de la práctica de deportes en el exterior, como correr, montaña, etc.

Siempre va a existir un riesgo y, no os voy a engañar, es ese toque de riesgo el que puede atraer, en alguna ocasión, mucho más que el propio deporte. En mi caso, subir un gran puerto de montaña tiene una recompensa enorme. ¿Sabéis cual es? Bajarlo. Bajarlo a todo lo que dé. Para mí es una de las mejores sensaciones del mundo.

El deporte está lleno de satisfacciones que baten con creces a cualquiera de las partes negativas. Y lo curioso de todo es que, cuando te encuentras en medio de uno de esos aspectos negativos, emergen con más fuerza las mieles del deporte. Os cuento un caso que ha sido el origen de esta entrada.

Ayer me tocaba salir a correr. Tenía bajadas las persianas y no sabía qué es lo que podía cocerse en el exterior. El asunto es que, antes de cenar, me enfundé la ropa de correr, tomé las llaves y salí a trotar un poquito. Lo que se estaba cociendo en el exterior durante toda la tarde era lluvia. Pero no unas gotitas, no. Lluvia intensa.

Metro a metro iba mojándome, más y más, sin remedio ninguno. No podía ni levantar los ojos del suelo por la fuerza con la que las gotas golpeaban en mi rostro. Lo único que podía ver eran los focos de los coches, los cuales me hacían pensar en, precisamente, lo que estarían pensando ellos al verme correr con un día como ese.

Una vez que tuve el cuerpo perfectamente calado, eso dejó de suponer un problema y los ojos se adaptaron al repicar de la lluvia, así que pude levantar más la cabeza. Los pensamientos seguían y llegué a la conclusión de que, en realidad, lo que pensase la gente al verme correr me daba bastante lo mismo (como casi siempre)  Quien se estaba perdiendo algo genial era toda esa gente que, al verme correr, dicen que estoy loco.

Es difícil explicar la sensación de purificación que notas al correr bajo la lluvia intensa. Es como que todos los pensamientos negativos, los problemas, las tristezas y todo aquello que te sobra resbalasen, junto con el agua, y cayesen al suelo.

Este tipo de sensaciones yo sólo conozco una manera de tenerlas. Haciendo deporte. Así que os animo a que lo empecéis a practicar o, en su caso, continuéis haciéndolo.

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