martes, 28 de abril de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: XIX Marcha de Primavera de La Bañeza.

¡Hola a todo el mundo!

Para el domingo llevaban dando predicciones horribles desde hacía ya una semana pero ¿qué es eso para dos tíos duros como Buka y yo?

Además, teníamos una gran misión. Nuestra, podríamos decir que "obligación" era representar por primera vez al CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN en una marcha cicloturista. Parece que fue ayer cuando comenzamos a darle vueltas Buka y yo al tema de crear un club y ya veis. Participando en marchas y todo, organizando casi cada dos fines de semana algún "sarao". En fin. Plena satisfacción.

Pero como os comento, llevaban dando agua ya no recuerdo ni el tiempo. Estábamos incluso resignados a que al ir, porque íbamos a ir fijo, o nos mojaríamos en ruta o no tomaríamos la salida porque quedase anulada la prueba o algo así. 

- ¿Quedamos a las ocho entonces, Buka?
- Sí. En mi coche entran dos bicis, así que vamos en el mío.

Después de algún que otro mensaje mañanero en plan "magnífico día", todo ello cargado de una gran ironía casi insultante, salgo de casa en dirección a la madriguera de mi amigo. Allí estaba él, esperándome, con su preciosa Specialized Venge, "La Poderosa" como él la llama, colocada en la baca del coche. "La Americana" iría abrigadita en el maletero.

Comenzamos el viaje en dirección a La Bañeza, el hogar de los amigos y organizadores de la XIX Marcha Cicloturista de Primavera, el C. D. C. Piñón Cortés, a ritmo de Trance Metal, cosa que nos motiva a ambos.

Los primeros rayos de sol nos indicaban varias cosas. La primera fue que, en efecto, había sol, rediós, cosa casi impensable el día anterior con todo lo que había llovido. Otra cosa que parecían indicar estos rayos de sol era la tendencia. No nos lo podíamos creer, pero cabía la posibilidad de que no nos mojásemos.


Estábamos cerca de La Bañeza y la llamada del café hacía acto de presencia. Buka ya había estado en esta marcha. Yo, la verdad es que nunca me había coincidido bien. El trabajo me lo había impedido algún que otro año, así que en esta ocasión que sí pude asistir, imaginad las ganas que tenía. Muchas veces Buka me había comentado lo impresionante del trato de la buena gente de La Bañeza, que los compañeros del Club Ciclista Piñón Cortés eran oro molido. Así que estaba a punto de comprobarlo por mí mismo. 

Llegamos a la salida. Muchos coches aparcados, gente ya vestida de romano y nosotros tan panchos. La verdad es que somos tranquilos, de eso no hay duda. Montamos las bicis, ponemos la música del coche alta para hacernos notar (y recordad que era Trance Metal) y motivarnos. 

Había gente de muchos sitios. Un muchacho de Cuenca que, a la postre, se haría con el trofeo al participante venido desde más lejos, varios cicloturistas de Valladolid, un club de Aguilar de Campoo, peña del C. D. C. Zamora, gente de Ponferrada, un autobús entero con los amigos del Buenavista de Gijón, algunos de Benavente y, por supuesto, los organizadores del Piñón Cortés.

Aquí, he de hacer un pequeño inciso porque me parece importante. Lo que más me llamó la atención fue la poca gente de León que acudió a la marcha, más teniendo en cuenta que La Bañeza está a 50 km de casa. La verdad es que luego decimos que no se hacen cosas y, cuando se hacen, nos escudamos en que "que si el carácter leonés". ¡MAMANDURRIAS! Debemos de apoyar las cosas que se hacen en casa. Hay que ponerse las pilas y no querer que nos lo den hecho siempre.

La inscripción anticipada para federados eran 12 eurillos y para los rezagados como Buka y yo, 15€. Por este dinero, atended a lo que te ofrecen. Avituallamiento líquido y sólido, la seguridad de coches protegiéndonos ante el tráfico, Guardia Civil, ambulancia y tal (aunque esto no debería de contar porque es obligatorio), te sacan mil millones de fotos, al llegar dispones de duchas con agua caliente infinita, preparan una paellada en plan "Villarriba vs Villabajo", embutido, empanada, postre, trofeo para cada participante más los típicos de al ciclista más veterano, el de más lejos, el club más numeroso, etc.

Como podéis comprobar, hay rutas cicloturistas en lugares muchísimo más lejanos que no te ofrecen tanto y te cobran mil veces más. Vale que en La Bañeza no vamos a subir el Tourmalet, de acuerdo, pero se pasa por lugares bien chulos y, qué demonios, lo organiza una buena gente que te cagas y está al lado de casa, leñe. ¡HAY QUE APOYARLES PARTICIPANDO MASIVAMENTE!

Como os decía, ya estábamos en la salida. Esta marcha es controlada salvo un par de tramos, justo antes del avituallamiento y los últimos 25. El día seguía respetándonos e incluso al sol se estaba de muerte. Nosotros, que somos de socializar, entablamos las primeras conversaciones con unos amiguetes bercianos. 

- ¿Nos sacáis una foto?

Y esta foto se convierte en histórica para el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN dado que, como decía, es nuestra primera participación en una marcha cicloturista. 


Para la historia también quedará que, de fondo, ahí teníamos a Basurco. Un clásico del Cicloturismo leonés que se apunta a un bombardeo. ¡Bien por Basur!

Y tomamos la salida. Éramos unas 110 personas a lomos de nuestras máquinas, más o menos. En este tipo de marchas hay que tener cuidado con los frenazos inoportunos, así que hay que andarse con mil ojos. Buka y yo tomamos posiciones, en las últimas del pelotón, que está más estirado el asunto y controlas más. 

La ruta iba a desarrollarse por un territorio que ya conocíamos. El CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN se comió un cocido maragato por estas tierras.

El ritmo era tranquilo, pero yo tenía un problema que todo aquel que sale de ruta conmigo conoce. A los 20 km como máximo, o paro a mear o caigo inconsciente. Así que en la cima de un repecho paré a disfrutar de la brisa mañanera, pero después de tirar como dos litros de "agua" (¡qué bien me quedé, pordiós!) tocaba enlazar con el pelotón, así que para mí y otros seis meones como yo, el primer tramo libre llegaba antes de tiempo. 

Ya no quedaba nada para el avituallamiento y el verdadero primer tramo libre, se abrió. Mucho galgo había camuflado y saltaron como liebres a un primer grupo. Como Buka y yo íbamos atrás del todo, pues fuimos avanzando posiciones hasta llegar a situarnos en el segundo grupo detrás de los galgos. Ya podíamos oler el bollo industrial con corazón de fresa artificial, las galletas rellenas de chocolate y el Kas Naranja (escribe fino).


El avituallamiento era en Luyego. Un terreno que ya conocíamos del día del cocido y en donde tenemos alguna que otra fotografía de familia asfaltera...


Como se puede ver en la foto, el día seguía soleado a pesar de las predicciones de los días precedentes. Y era increíble la suerte que estábamos teniendo porque en torno a nosotros sí es verdad que las cortinas de agua eran reales y relativamente cercanas. Además también era verdad que nos habíamos mojado algo porque sobre la carretera había agua recién caída. Pura suerte la nuestra.

Pusimos rumbo a la zona de Tabuyo y pasamos por los pinares resineros que sobrevivieron al tremendo incendio de hace dos años y medio. ¡Qué desastre! Para que los de fuera os hagáis una idea, las cenizas del incendio caían sobre León, ¡a más de 60 km de distancia!

La siguiente parada sería en Quintanilla en donde se abriría el segundo y último tramo libre. Yo no tenía la menor intención de meterme en guerras de este tipo, metiendo codo y cuneta a pesar de la insistencia de Buka que no hacía más que encizañarme. 

La cosa es que una vez que se abren las hostilidades, empiezas un poco a lo tonto. Ya que enlacé con este grupo y teniendo el cabecero a cincuenta metros, apretando los dientes un poquito, agarrándote a una rueda y a otra, pues te ves a 55 km/h en el grupo cabecero con otros nueve gallos echando espumarajos por la boca al igual que tú y, claro está, te calientas. Y mira que yo soy "cero" competitivo en este plan, pero de vez en cuando, entrar en una batalla así presta.

Y justo a cinco kilómetros del final, comenzó a llover un poquito. ¡Mirad si tuvimos suerte! Llegamos un grupo de unos diez cicloturistas, de manera endemoniada, al final de la ruta. Al poco, otro grupo y luego un rosario de felices compañeros de ruta. Ninguna caída es lo que hay que destacar de todo esto.


Ahora quedaba prepararse para lo mejor de todo. La comida después de una gran mañana de bicicleta, previa ducha, con las anécdotas que surgen en todo esto.

La primera parte de la "friki-aventura" de Buka y mía comenzó justo después de esta foto, porque teníamos que llegar al coche. Resulta que lo que por la mañana era tierra, ahora era barro y nos pareció lo mejor del mundo terminar la mañana haciendo ciclocross con las bicis. 

- ¡Qué error más grande!

Esta fue la lapidaria frase de mi amigo al ver que las bicis estaban de barro hasta las narices y que yo casi me esmoño por hacer el gañán.

Una vez en el coche, las dudas comenzaron a surgir. Porque cuando dos adultos se preguntan casi a la vez "¿dónde he puesto los calzoncillos?", es que algo está fallando.

Una vez solucionado este pequeño asunto, que fue yendo a comer en plan comando, super frescos por otra parte, a mí en las duchas me dio por llamar a los compañeros asturianos "gallus".

Por fin dejamos de hacer el mambrú y devolvimos el dorsal (Buka el 84 y yo el 85), recobrando un poco el buen juicio, dentro de lo que cabe.

Y llegamos a la cancha de baloncesto, reconvertida en comedor por un día. Agua, vino tinto y rosado, entremeses varios y empanada. Así nos recibieron los maestros del Piñón Cortés. ¡Para ponerles un monumento! Y ya cuando apareció la paellera del tamaño de una rueda de tractor, yo casi me desmallo.


Como muestra el diagrama de la parte superior, La XIX Marcha de Primavera de La Bañeza, un año más había sido un éxito. Siempre la tendremos como fija porque vale la pena por todo. Las cosas de casa merecen la pena y hay que "hacer patria", pero con gente tan fantástica como los del Piñón Cortés, esto es muy sencillo.

Muchas gracias por todo, amigos bañezanos, y nos vemos seguro el año que viene. Próximas citas en LEÓN:
  • XVI Marcha Cicloturista León-León, organizada por Bicicletas Blanco (28/06/2015)
  • XI Villa de La Robla, organizada por el C. D. C. Bernesga (19/07/2015)
Hay alguna marcha más no muy lejos, como en Los Ancares o en Ponferrada pero es que estas dos que destaco están a un paso de casa. A ver si nos ponemos las pilas, leoneses.

jueves, 23 de abril de 2015

Club Ciclista Asfalto León: Foncebadón y Manzanal.

¡Hola a todo el mundo!

Todo empezó como siempre. "Podíamos hacer algo el domingo, ¿no?" En principio no había un plan concreto, hasta que el gran Vega dejó caer algo. "Foncebadón-Cruz de Ferro y Manzanal"

Sólo con mencionar esas dos buenas subidas, ya comenzamos a organizar el operativo. Que si quién va, que si cómo vamos, que si a las dos no estamos en casa ni de coña, etcétera, etcétera.

El tiempo no era algo que fuese muy fiable, así que sería un día complicado en cuanto a lo meteorológico. No porque supiésemos a ciencia cierta que nos iba a llover, sino porque no teníamos ni la más remota idea de qué sorpresas nos tenía reservado el clima.

Quedamos en Trobajo, a eso de las 9:30. Íbamos a tener alguna baja importante como David, Roberto, Juanjo, Fernando y, además, el Buka, con el que pasé la noche del sábado cenando en su casa y comprobando el trancazo que maneja. "No voy nada fino, tío". Pero es lo más normal del mundo, habida cuenta del catarrazo tremendo que tiene y, aún así, ha salido algo para probarse. Se va a recuperar y yo estaré ahí para protegerle del viento.

Cuando llegué (un par de minutos tarde, otra vez) ahí estaban "Los Vega y Cecilio". Iríamos en la furgo del Titán de la Sobarriba, que ya es una más de nosotros, a buscar a Rubén, que ya ha hecho un par de rutas con nosotros y parece ser nuevo fichaje del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN.

Las rutas de Vega siempre tienen un componente de misterio por varios motivos. El principal es que, a pesar de contarte los puertos gordos que vamos a subir, siempre se reserva varias sorpresas en forma de "micro puertos sin nombre ni cartel" que te dejan patas arriba. Otro motivo suele ser la cantidad de kilómetros. Te da ese dato, pero suele ser orientativo y, por regla general, tiende a quedarse corto.

Pero aún no habíamos empezado a dar pedales. Acabábamos de llegar a Astorga, ya teníamos montadas las bicis y teníamos localizado un bar con un gran pincho de tortilla. Eso pide parada obligatoria, sin duda.


Una vez sentadas las bases del espíritu de nuestras rutas sociales de los domingos, comenzamos a dar pedales por una carretera por la que ya habíamos rodado en otra de nuestras escapadas y, en tan sólo cuatro meses de actividad, llevamos hechas muchas rutas, llamémoslas, especiales. La cosa marcha más que bien.

Dejamos atrás Castrillo de los Polvazares y a los pocos metros, nos desviamos por la carretera que nos llevaría a Santa Colomba de Somoza, lugar en el que comenzaríamos la primera ascensión del día. El puerto de Foncebadón-Cruz de Ferro.

Mientras avanzábamos, el cielo nos amenazaba con un poco de todo. Lluvia, frío, viento, nieve...¡DE TODO! Y también sol. Uno no sabía si ponerse el chubasquero, quitarse los guantes, ajustarse la braga (cuello polar, que íbamos con señorita) o qué demonios hacer. Lo mejor fue adaptarse a lo que nos fuese tocando. La temperatura, al menos, no era mala, al menos, de momento.

Llegamos a la base del puerto y yo tenía intención de subirlo apretando el ritmo. Llevaba varios días sin coger a "La Americana" y tenía mono. Además, quería hacerle un estress-test, porque estuve limpiándola y engrasándola a conciencia, un par de días atrás. El problema de esto último fue que casi me cargo la patilla del cambio y no sabía cómo iba a responderme el grupo, así que tenía que estrujarla.

Engrano plato grande, subo un par de piñones, me pongo sobre bielas y, sin mirar atrás, aumento la velocidad. Una vez arriba, daría media vuelta y coronaría con todos, así que no me despedí. Metro a metro, peregrino tras peregrino, porque esto es Camino de Santiago y hay a patadas por esta carretera, comprobé que "La Americana" iba como la seda y que yo, más o menos también.

El problema comenzó a ser otro. Y es que la temperatura se desplomó en cuestión de un par de kilómetros y a penas superaba los 8ºC. A mi paso por el pueblo de Foncebadón, la temperatura bajó incluso más, no superando los 5ºC. Con el cuerpo sudado por el esfuerzo, esto era algo que no me estaba gustando mucho, pero era lo que había. Contra el tiempo no se puede luchar.

Pero ya no quedaba nada para coronar. A lo lejos ya se podía contemplar la Cruz de Ferro que marca la entrada a "Territorio Bierzo" y señalaba el final de mi aventura en solitario porque, sin echar pie a tierra, me di la vuelta y me fui a buscar a los demás.

No tardamos en reagruparnos y coronar, esta vez sí, como debe de ser. Como colegas.



Pero no podíamos quedarnos ahí arriba mucho tiempo. El frío era tremendo y, sobre nuestros cuerpos sudados, esto no va bien, con lo que después de colocarnos algo de ropa, nos tiramos para abajo. Aunque no es del todo cierto, habida cuenta de que el descenso propiamente dicho, se sitúa después de una especie de meseta que debíamos de superar, así como algún que otro repecho potente que aún quedaba.

Pero al final, el valle se abrió, no sin antes recibir algún sano consejo...


Algún que otro metro después de ese punto informativo, pudimos contemplar el valle de La Herrería. Sólo puedo decir que no me esperaba un espectáculo tan formidable como ese. Un valle profundo, de monte bajo, sobre todo brezo en flor, que le daba a la "fotografía" unas notas de color que al día aún no tenía.


El sol bañaba la ciudad de Ponferrada. Los cambios de temperatura seguían castigándonos seriamente, pero la parada se convertía en obligatoria cuando llegamos a El Acebo, un pueblo muy singular y precioso. Es tan singular que para las bicicletas de carretera es un tanto problemático porque el piso de toda la calle principal está cubierto de un empedrado muy característico.

Seguíamos con el rápido descenso porque, por esta vertiente, el Puerto de Foncebadón es todo un señor "Hors Catégorie". Tremendas rampas las que estábamos bajando que, sumado esto al paisaje por el que transitaba esta carretera, hicieron del descenso algo maravilloso. Volveré a subirlo y no tardando demasiado.

Nuestro objetivo era llegar a Molinaseca para tomar allí algo. Nuestra especialidad. Los bares en ruta. ¡Cómo nos gusta, rediós! Y qué bien que se estaba a más de 15ºC, pero el frío ya lo teníamos metido en los huesos. Esta sensación heladora que te impide entrar en calor por buen clima que haga. Necesitábamos alguna rampa para sacar esa horrible sensación del cuerpo.

Vega nos ayudó a ello porque, si bien él era el único que no sentía frío, cerca de Molinaseca se situaba una de las sorpresitas de don Juan Carlos. Nada más salir del pueblo, abandonamos la carretera que nos llevaría hasta Ponferrada y viramos a la derecha por una carretera que formaba parte del trazado original del Mundial de Ponferrada 2014.

Nos encaminamos hasta un pueblo llamado El Poblado. Hasta ahí todo correcto pero es que, hasta llegar a ese pueblo, hay entre medias un kilómetro y medio, digamos, de calidad.

Lo primero de todo el plato fuera, por el qué dirán, y lo segundo, sobre bielas, cada uno que aguante lo que pueda. Tremendo rampón que, sin duda, expulsó de nuestros cuerpos la sensación de frío. Terminaba en un pinar y yo, para que no decayese el buen humor tras el esfuerzo, me metí por una pista forestal con "La Americana". En fin. Luego que por qué pincho.

Los siguientes kilómetros, a parte de encontrarnos con otra sorpresita de éstas, justo antes de llegar a Castropodame, fueron muy tranquilos. De hecho, demasiado tranquilos porque la zona era un poco fantasmagórica. Contaba con algún pueblo abandonado, infraestructura minera en desuso y cosas así. Daba la sensación de que estábamos rodando por un pequeño Chernobyl.

La temperatura parecía estar, por fin, estable en unos 15ºC, y estábamos haciendo una parada precisamente en Castropodame. No sería la última antes de regresar a Astorga. Nosotros somos de socializar.



El Titán de la Sobarriba, es decir, Cecilio, Rubén, Susana, Vega y yo, seguíamos avanzando por estos parajes bercianos que, he de decir, han supuesto para mí una grata sorpresa. ¡Qué maravilla de paisajes! Montes cubiertos por brezos que dan un toque de color increíble a kilómetros a la redonda. Mientras dábamos pedales, no hacía más que pensar en que no tenía vergüenza de no conocer esta zona. Aquí al lado y, sin embargo, casi desconocida. Voy a corregir esto, os lo garantizo.

Y llegamos a Bembibre y pusimos rumbo a Torre del Bierzo por la carretera antigua. "La más antigua de todas", hacía hincapié Vega. Carretera buena, ancha, rodeada de monte y casi sin tráfico. Siempre picando para arriba porque, según algunas altimetrías, desde la salida de Bembibre ya se considera Puerto del Manzanal, que era lo que estábamos subiendo.


Nuestra última parada ya estaba hecha y ya no nos quedaba más remedio que acometer el puerto. Tendido y suave, la verdad. Fácil de subir, aunque esto siempre lo dictamina la velocidad a la que se haga tal cosa, pero nosotros a estas alturas de la película no teníamos ganas de acelerones.

Subíamos en grupo mientras charlábamos. Que si uno dice una chorrada y otro, dice una mayor. El Titán de la Sobarriba casca un chiste y nos descompone un poco a todos al hacernos reír. Así nos las gastamos en el Club Ciclista Asfalto León.

De esta forma, como podéis comprender, en menos de lo que canta un gallo ya teníamos el cartel marrón delante. Y lo ves y casi te da hasta pena de que se acabe la subida porque lo íbamos pasando genial. En las bajadas no podemos charlar tan cómodamente como subiendo. Yo creo que esta es la razón por la que a todos nosotros nos gusta más subir puertos que cualquier otra cosa. Llamadme excéntrico, quizás.


Ahora sí que ya sólo nos quedaba una bajada hasta Astorga. La ruta tocaba a su fin y dejaba un poso de satisfacción muy bueno. Gran ruta, gran compañía, grandes sorpresas, grandes momentos y muchas ganas de trabajar para pergeñar la siguiente escapada del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. ¡Y eso que ya van unas cuántas!

Sólo nos quedaba rematar como se merecía la gran jornada de CICLOTURISMO que estábamos viviendo.


Esta pasión, que es el cicloturismo, compartida con estos amigos, deja un regusto formidable. Las ganas enormes de seguir haciendo cosas, son un síntoma muy positivo de lo que está siendo este año y estos proyectos.

viernes, 10 de abril de 2015

Tesoros del cicloturismo. Gamoniteiro y Ermita de Alba.

¡Hola a todo el mundo!

Os pongo un poco en antecedentes. Hace ya unos añitos, como cuatro o algo así, alguien me habló de una subida, cerca de La Cobertoria, que llegaba muy muy muy muy arriba y que tenía unas rampas de esas que se agarran de verdad.

El tiempo y más conversaciones me enseñaron que esa subida se llamaba El Gamoniteiro y yo tenía desde aquel momento la intención de subirlo pero resulta que, por unos motivos u otros, no me estaba resultando fácil.

Un día, Buka quedó con Vega y Susana para hacerse unos puertos por la zona de Quirós y, ¿adivináis qué puerto subieron?

- Menudas subidas más guapas, Dani. Subimos un puerto, con un nombre raro...Gamo...Gamon..

- ¿Gamoniteiro?

- ¡Exacto!

Total. Que Buka ya lo había subido y a mí se me seguía resistiendo. Lo más cercano a subirlo fue el año pasado, durante una de mis incursiones en terreno Astur, el Gran Día en el que subí L'Angliru. Aquel día tenía intención de salir de Pola, subir La Cordal, Angliru, volver a subir la otra vertiente del Cordal, meterme por Cuchu Puerco y, una vez en la carretera de La Cobertoria, llegaría hasta arriba. La cosa es que por aquí se pasa por el desvío que conduce al Gamoniteiro, así que allí decidiría porque después del palizón que llevaba encima, no quería pasarme y no disfrutar la subida.

Justo antes de llegar al desvío, una especie de conato de calambre en una pierna me indicó que aquel día, con llegar a Cobertoria y bajar hasta Pola tenía más que de sobra. Si a esto le sumamos que justo en la cima, comenzó a pintear agua, pues día completo.

Para más inri, resulta que las cabezas pensantes de La Vuelta a España han incluido un final de etapa para este año en Quirós que terminará en la Ermita de Alba. Puede que no tenga mucha relación con lo contado al principio pero es que resulta que ambas subidas no quedan muy lejos una de otra, con lo que cualquier amante de los puertos de montaña como soy yo, comienza a trazar rutas que conectan ambas ascensiones.

Pero la casualidad ha querido que Susana y Vega hayan querido formar parte del proyecto que tanto me ilusiona, el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, y ¿sabéis lo que llevan diciendo desde el primer día que dio comienzo la andadura del Club?

- ¡A ver cuándo os animáis a venir un finde a Quirós y hacemos una etapa con Gamoniteiro y Alba!

Así que tal oportunidad ha surgido este pasado fin de semana, con ocasión de la Semana Santa en la que "Los Vega-Álvarez" pasarían unos días en el territorio de Susana, que no es otro que el Concejo de Quirós.

A mí me coincidía fenomenal, así que me apunté a nada que me invitaron. No podía dejar escapar la oportunidad de subir ni Cobertoria, ni Gamoniteiro, ni la Ermita de Alba, pero lo más importante. No podía dejar pasar la oportunidad de pasar un fin de semana con gente tan fantástica como son Vega y Susana.

Y allí estábamos. Susana, Vega, otro compañero del Club BTT Pelayo, con el que habíamos compartido kilómetros en las rutas de Cerredo del año pasado, llamado Rubén, y un servidor. Seríamos los cuatro valientes que nos lo íbamos a pasar como enanos. Eso lo teníamos claro.

Lo que pintaba un poco regular era el día, que amaneció con bruma y el sol no parecía tener muchas ganas de manifestarse. Además, calor, lo que se dice calor, pues no hacía. Las primeras dudas surgieron. Que si guantes largos o cortos, que si térmica o no. ¡Qué dudas!

Todo quedó resuelto al ver pasar a un grupo de ciclistas que bajaban de Cobertoria. Muchos de corto, con cara de frío, eso sí, pero de corto, así que decidimos salir con un poco de todo. Sin ir más lejos, yo salí con guantes largos que me puse para salir, me los quité a los dos kilómetros y no los volví a poner.

Salimos de Bárzana de Quirós en dirección a la subida de La Cobertoria, pero lo haríamos por Lindes, subida ésta más tendida y presidida en todo momento por Peña Rueda, una pirámide natural increíble.


Carretera estrecha, bacheada pero sin ser algo molesto, cubierta de vegetación dormida, porque la primavera acaba de empezar, un riachuelo acompañándonos y el sol se había impuesto con claridad. Todo pintaba muy, pero que muy bien.


Si bien esta vertiente no tiene los rampones de las otras dos caras de la Cobertoria, por este lado no paras de subir y en lugar de poco más de diez kilómetros, estamos hablando de un puerto de veinte kilómetros, con lo que lo que le falta de una cosa, se compensa con otra.

Pero más allá de desniveles, datos y de más, el día se trataba de otra cosa. Se trataba de otro ciclismo. Se trataba de CICLOTURISMO. Cada pedalada era un punto más a nuestro favor. Cada pedalada era un momento para el recuerdo. Cada pedalada era un motivo más para seguir haciendo lo mismo.

Las sensaciones que iba teniendo en cada metro de ascensión son tan indescriptibles que incluso a alguien tan locuaz como yo, se le hace casi imposible describirlo con palabras.


Estábamos en la mitad de la subida y para continuar había que afrontar un rápido descenso a través de una carretera, la QU-5, en malas condiciones. Muy estrecha, con las humedades propias de estas fechas, la mayor parte de las curvas eran ciegas. Debíamos de tener mucho cuidado. "¡COCHE!", se le escucha decir a Vega, que es quien conduce la bajada. Yo le copio. Un todo terreno, el de la Guardia Civil, es el que casi nos comemos, y eso que somos cautos y prudentes. ¡Imaginad si fuésemos mal!

No quedaba nada para la cima de La Cobertoria y la vegetación nos empezaba a dejar contemplar la maravilla que es toda esta zona. Unos valles profundos que dejan intuir algún que otro pueblecito. Cuento de hadas, se podría decir. Y mientras estaba ensimismado en todo esto, justo delante de mí, ahí estaba el primer objetivo del día.


Ya habíamos hecho presa y esto no había hecho más que empezar porque en todo momento podíamos ver el repetidor que hay en el Gamoniteiro. "¡Hoy no te me vas a escapar, condenado!", le repetía una y otra vez, siempre que lo tenía a tiro.

Y comenzamos a bajar en dirección al desvío hacia el coloso. Hacia, prácticamente, el cielo. Y es que, como se puede ver en las fotos, no había ni una nube que ensombreciese nada. "Lo he subido once veces y nunca había pillado un día como el de hoy", comentaba Vega. Yo no quería decir nada, pero la verdad es que suelo tener suerte con el tiempo en mis incursiones astures. Dicho lo cual, es muy probable que jamás vuelva a ver la luz del sol en el Principado. A ver si sigo con mi racha.

Alcanzamos, en nada y menos, el cruce que nos conduciría al repetidor. Y es curioso porque casi siempre que Juan Carlos organiza una ruta, acabas en un repetidor, pero sarna con gusto no pica.

Las primeras rampas, la verdad es que no son duras. Ni siquiera pican las piernas, pero es justo esto lo que quiere que pienses el Gamoniteiro. Quiere que le trates como a uno más. Pero yo ya venía aleccionado. La clase maestra me la dio el año pasado su vecino el Angliru. Él me había dicho que "SOMOS LO QUE LOGRAMOS", y que lo más probable es que nos costase, pero que al final del todo, la recompensa en forma de satisfacción era inmensa. También me dijo que él era el más duro de todos los puertos Asturianos, así que sabiendo eso, Gamoniteiro me costaría, sí, pero que podría con ello.

Y más teniendo en cuenta que este año, en todos los aspectos, estoy mejor preparado para subir puertos que nunca. Cambio de estilo de pedaleo a la hora de subir. "Te pasas más tiempo sobre bielas que sentado", me dijo Vega. Y es que así subo mejor. Es uno de los cambios. Me lo enseñó el Angliru y La Camperona, ésta última subida fue la que me picó a, no sólo intentar, si no a buscar puertos extremos.

Y ahí me veía yo, rodeado de cimas inmensas, rocas peladas, prados llenos de caballos, buitres volando a escasos metros de nosotros y, sobre todo, tres compañeros de subida formidables. Nadie exigía nada a nadie, todos sabíamos que íbamos juntos y todos sabíamos que llegaríamos juntos de uno u otro modo.

Pero esta subida era algo personal, llevaba mucho tiempo detrás de ella, así que sobre bielas, apreté un poco el ritmo, me concentré y el Gamoniteiro comenzó a hacer que mis piernas picasen.


Una vez que ya te pones en modo "ascensión", en mi caso siempre me pongo en lo peor. Siempre pienso que un muro imposible e infinito va a aparecer al otro lado de cualquier curva, así que en el momento en el que una zona hormigonada se interpuso en mi camino, me imaginé que sería así hasta arriba, ¡y aún quedaban varios kilómetros!. Pero por fortuna esta zona sólo duró unos cien metros. Menos mal.

Y qué reconfortante es cuando personas que están pasando el día en la montaña y ven cómo te esfuerzas y te retuerces sobre la bicicleta, te regalan alguna palabra de ánimo en plan "vamos, campeón" o mi favorita. "¡Venga, que ya lo tienes!", a pesar de que aún falten varios kilómetros. Y en esta subida no te consiguen engañar porque puedes ver la antena en todo momento.

Llega un momento en las subidas a los puertos en el que el dolor de piernas desaparece. Da lo mismo las rampas que se crucen en tu camino porque ya no hay dolor, ya te da todo lo mismo. Pero lo más curioso del asunto es que en ese preciso y precioso momento es en el que más estás disfrutando. Es el momento en el que más te fijas en el paisaje, en la carretera, en la sensación del sol sobre tu piel o el viento rozando tu cara. El momento en el que la lluvia desaparece y el frío deja de ser doloroso. El momento por el que has sacado tiempo de donde no lo hay para entrenar y poder estar preparado para subir puertos.

Y este instante dura hasta que ves el cartel marrón con el nombre del puerto en cuestión o, en el caso de este magnífico día, hasta que te das de frente contra una antena gigante que marca el punto final de esta preciosa y muy recomendable subida.


Este pequeño rato de soledad me permitió hablar en solitario con el señor Gamoniteiro. Me permití el lujo de decirle que había sido un placer y que no sería la última vez que nos volveríamos a encontrar. También le dije que su amigo y vecino Angliru me parece más duro, pero que es un digno final de Vuelta a España.

Y poco a poco, fue llegando el resto de la tropa...


Allí, todos juntos, con el espectacular día que teníamos, pudimos comprobar la inmensidad de la Cordillera Cantábrica. Podíamos ver los Picos de Europa perfectamente, allí a lo lejos, allá abajo. ¡Menudo regalo que la naturaleza nos estaba brindando!


Pero había que bajar y por lo que pudimos comprobar durante la subida, salvo dos pequeños tramos de hormigón, el resto de la carretera estaba bastante bien, así que sería un descenso para disfrutar. Para disfrutar y para detenernos y sacar unas buenas fotos. El único problema de hacer esto último era escoger dónde sacar la foto porque, insisto una vez más, el día estaba siendo impresionante.

Todos los planos eran preciosos. También se podía ver el siguiente gran objetivo del día, La Ermita de Alba. Lo que no se podía ver con claridad eran las últimas rampas de Alba, pero eso lo comentaré en un ratito.


Por el momento estábamos bajando el Gamoniteiro y, además, también debíamos de bajar la Cobertoria en dirección a Bárzana de Quirós. Esta segunda bajada, ya con una carretera estupenda, supuso que la velocidad, las tumbadas, el acople y todo lo demás que se suele hacer en una bajada, aumentase, cambiase, mejorase o lo que sea. La cosa es que bajábamos como tiros. Las curvas eran amplias, sí, pero los porcentajes que hay de este lado hacían que algunos giros se te hiciesen cortos y el quitamiedos se acercase demasiado, pero no tuvimos ningún susto.

Y llegamos al punto de inicio. Bárzana. Aquí el equipo se dividía. Susana y Rubén quedaban en casa y Vega y yo continuábamos para acometer la subida a La Ermita de Alba.

Los primeros y únicos kilómetros llanos de la jornada los íbamos a vivir justo antes de alcanzar el desvío para Salcedo y Alba, en donde nos encontramos las huellas de un compañero y amigo de esto da las subidas, como es Marce Montero.


Y comenzamos la subida. Yo, lo único que conocía de este reto era que iba a ser final de etapa de este año, que tenía rampar de quitar el hipo y que no era excesivamente larga, pero poco más. Dónde estaban los rampones sería algo que descubriría sobre la marcha ya que me había centrado mentalmente muchísimo en el Gamoniteiro.

Carretera estrecha, de asfalto con brea líquida en días calurosos. La típica carretera que a mí me enamora a primera vista como así sucedió desde el primer metro de la subida. La verdad es que una vez que te metes en materia en esto de subir puertos, llega un momento en que te da igual lo que te echen, o al menos eso me pasa a mí, así que estaba disfrutando muchísimo de todo lo que nos rodeaba a Juan Carlos y a mí.

La primera parte del puerto estaba siendo bastante normal. Tenía sus momentos de dureza, sus curvas de herradura, pero nada por lo que puedas pretender echar el pie a tierra o algo así. Pero llegamos a Salcedo y algo parecía cambiar. Sobre todo lo notaron las piernas.



Y justo aquí, la subida a La Ermita de Alba demuestra por qué va a ser foco de atención mundial en la próxima edición de La Vuelta Ciclista a España.

Podríamos definir esta subida como una sucesión de escalones. Primero te topas con una pared al 20%, tienes un "descanso" al 12% y te vuelves a encontrar con un muro al 20%. Y así todo el santo rato hasta que llegas a la parte final. Y es que en la parte final, en lugar de un desnivel al 20%, te encuentras con una rampa de garaje a más del 25% por ser conservador y no pasarme. IMPRESIONANTE.


Tras una buena conversación con un motorista que también era ciclista y estaba estudiando la subida, nos sacamos las pertinentes fotos con el logro y encaramos el descenso.

Un descenso que tiene su miga porque hay partes un poco desconchadas que te encuentras en plena curva a 60 kilómetros por hora, medio tumbado, así que es algo peligrosilla por este hecho. Lo cierto es que Vega y yo la bajamos bastante alegremente, también es verdad.

Ya sólo nos quedaba llegar a casa donde nos esperaban Susana y Rubén con algunas que otras barritas energéticas...


¡Qué fin de semana más fantástico! Ruta en bicicleta impresionante, puertos de montaña de los que se recuerdan para siempre, paisajes increíbles, risas casi constantemente y, esto es lo más importante, unos compañeros y amigos de primera especial. No sé cómo agradecerles este fin de semana. Lo que les califica como personas es la respuesta a esto último. "Viniendo más veces, Dani".

Contad con ello, amigos míos. Contad con ello.