¡Hola a todo el mundo!
Hay veces que parece que el mundo del cicloturismo, de la bici o como lo queramos llamar, te manda determinados mensajes, como si se tratase de un ente muy vivo, y hoy me ha mandado el siguiente mensaje: "Querido Dani. Como hacía días que no sacabas la bici, hoy te tengo preparado un día para que te acuerdes de él" Y tengo que decir que sí que me voy a acordar durante mucho tiempo del entreno de hoy. ¡Vaya que sí!
Esta mañana quería hacer kilómetros. Últimamente no he podido entrenar con la bici mucho, así que hacer unos 80 km estaría genial. Como no me tocaba currar, no tenía prisa ninguna, con lo que desayuné y me puse a enredar en internet, trastear con la guitar y cosas por el estilo.
A eso de las 11:30, ya me empecé a plantear el inicio del ritual. Culote, pulsómetro, camiseta térmica y toda la parafernalia. El sol brillaba, con lo que me imaginaba un día más que aceptable. Con un frío intenso ya contaba, pero en cuanto puse un pie en la calle, me di cuenta de una cosa. De una cosa que no me gusta nada...
...Y es que el primer detalle por el cual, el día de hoy se iba a quedar en mi memoria por un tiempo considerable, era que soplaba un viento muy pero que muy fuerte. Digamos que soplaba viento a la corellana. ¡Madre mía! A parte de impedirte avanzar, conseguía que la camiseta térmica no sirviese de nada.
Para rematar todo esto, a los cinco minutos de empezar a rodar, comenzaron a caer copos de nieve. El día seguía con sus "cositas para recordar". "Mi gozo en un pozo", pensé. Tenía que reestructurar la ruta. Con ese viento y la continua amenaza de la nieve, no iba a hacer 80Km ni de coña, así que, como si de un vikingo se tratase, alcé la vista al cielo, analicé las nubes, recordé las carreteras con posibilidades de cruzarse con otras que sirviesen de escape rápido y la conclusión fue tomar la carretera de Matallana.
Inicié la marcha por ésta carretera y de inmediato, el enfrentamiento con el viento se presentaba duro. Plato pequeño, agachar la cabeza y sujetar bien el manillar para evitar sustos. Así se presentaba esta primera parte.
Igual que llegó, la nieve se fue de manera sorprendente, pero se notaba claramente que unos kilómetros más adelante estaba arreando duro el temporal. Dado que tenía una carretera de escape, la de Manzaneda, confiaba en que la nieve me respetase, al menos, hasta ese punto.
Cada pedalada era un esfuerzo titánico, cada metro un triunfo, cada kilómetro una aventura. El viento no podía ser ni más frontal ni más gélido. Bebí un sorbo de agua del bidón y se me pasaron todos los dientes. Hasta ese punto hacía frío hoy.
Llegué a Garrafe y los copos de nieve hicieron acto de presencia una vez más. Parecía que estaban siendo arrastrados por el viento, más que caer de alguna nube justo encima de mí, así que, como todo pintaba muy chungo, apreté el ritmo para llegar cuanto antes a Manzaneda de Torío por donde huiría en dirección León.
Y, efectivamente, al llegar a ésta carretera, la cosa estaba muy oscura y complicada, así que no me paré ni tan siquiera a hacerme una frikifoto. Pero una vez que tomé esta nueva dirección, tuve que engranar el plato grande ya que, al ser el viento tan fuerte, ahora que entraba a favor, me puse a 40 km/h con facilidad.
Y a los pocos kilómetros me topé con otro de los momentos que iban a hacer de este día algo especial. En primer lugar, me gustaría comentar que no he estudiado biología, ni soy zoólogo ni nada parecido, pero me crucé en media de la carretera con lo que, sinceramente, creo que era un lobo. Sí, sí. Lo que estáis leyendo. Un lobo. Estaba en medio de ninguna parte, parecía muy huidizo y no tenía pinta de perro doméstico. Conclusión no experta. Un lobo. Además, se marchó corriendo a través del puro monte.
Así que con la imagen de este animal en mi mente, llegué al final de esta carretera donde tenía tres opciones. Tirar ya para casa, coger el carril bici o subir por Castrillino. Opté por ésto último para rematar el entreno porque la verdad es que muchos kilómetros no he hecho.
Al final me quedé en 50 km, pero ojo. De los que no se olvidad. Nieve, viento, lobo...¡qué cosa!
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