¡Hola a todo el mundo!
Entramos en la tercera y
apasionante semana de confinamiento. ¿Qué voy a decir? ¿Que menuda
mierda que seguimos encerrados? Pues en efecto, podría decirlo, pero
vamos a afrontar el asunto de una manera positiva, por qué no.
Una de las cosas buenas
de esta nueva semana es que yo ya he creado una rutina y los días se
me pasan volando. Desayuno, café, sacar a las perras, café, rodillo
y ejercicios, cosas de casa, café, hacer la comida, comer, café,
escribir, merienda, café, perras, leer, cena, café, perras otra
vez, TV... Algo así es lo que viene a ser un día típico de
confinamiento para mí con algunas variaciones entre medias como
tomar algún café. Si hay algo que se me da bien es adaptarme a la
situación que toque y, al menos de momento, lo llevo bien. Mientras
siga habiendo café puedo prescindir de papel higiénico.
Otra cosa que esta semana
nos va a favorecer es que dan un desplome de las temperaturas de tres
pares de narices. Ojalá haga malo. Pero malo, malo, malo, para que,
cuando abran las puertas de los toriles y podamos salir de nuevo al
exterior, nos metamos de lleno en la primavera y verano que nos
merecemos. Cada día falta un poco menos para volver a nuestras
rutinas de siempre. ¡Que no cunda el pánico, maldita sea!
Estamos viviendo un
montón de situaciones nuevas que nadie podría haber imaginado ni en
la mejor película de ciencia ficción. Es importante adaptarnos a
todo ello y ser conscientes de que es algo temporal. Tan temporal
como muchos sentimientos que siento dentro de mí sobre cosas y
situaciones que jamás pensé que tendría.
Por ejemplo y así a bote
pronto, jamás había tenido en tan buena estima a mi rodillo.
Siempre fue un artilugio, apoyado en una esquina de mi habitación de
las bicis, al que miraba con desgana y que sólo usaba en semanas en
las que el tiempo no me permitía salir a entrenar. Un par de semanas
de lluvia y nieve o cosas así, aunque yo siempre he preferido salir
y mojarme que encadenar a “La Americana” al potro de tortura. No
obstante, a día de hoy veo el rodillo como un artículo de lujo que
me permite mover las patas, poner la patata a mil por hora y quitar
el gusanillo de ciclismo que, de no ser por el rodillo, a día de hoy
sería una especie de boa constrictor.
Seguimos subiendo puertos en esta vuelta por etapas. Imagen de archivo de RTVE |
Otro sentimiento raro,
nuevo y diferente es el que tengo ante el cambio de hora que se ha
producido este sábado de madrugada. Para empezar, me tocaba trabajar
y este cambio me ha chuleado una hora de sueño. Normalmente no me
importaba porque pensaba: “vale la pena por tener más tiempo de
luz para, por ejemplo, qué sé yo, salir con la bici”. Pero en
esta ocasión, ese será uno de los problemas. Más horas de sol
durante el confinamiento y claro, eso traerá otro problema. A la
hora de salir a la ventana a aplaudir, ya no valdrá salir con
cualquier pijama. A las ocho de la tarde será de día. Ya no voy a
poder lucir mis pijamas decadentes. Tendré que tirar de los más
guapos. Todo son problemas.
Pero bueno. Aun así,
sigo mirando esta situación con optimismo. Lo sigo comparando con
una gran vuelta ciclista por etapas. Un ejercicio de resistencia, en
este caso, mental. Y os puedo asegurar que todo esto que estamos
viviendo conmigo no va a poder. Mientras conservemos la salud todo
seguirá yendo bien, que no se os olvido. ¡Ánimo!
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