lunes, 30 de marzo de 2020

Diario del estado de alarma: nuevos sentimientos.


¡Hola a todo el mundo!

Entramos en la tercera y apasionante semana de confinamiento. ¿Qué voy a decir? ¿Que menuda mierda que seguimos encerrados? Pues en efecto, podría decirlo, pero vamos a afrontar el asunto de una manera positiva, por qué no.

Una de las cosas buenas de esta nueva semana es que yo ya he creado una rutina y los días se me pasan volando. Desayuno, café, sacar a las perras, café, rodillo y ejercicios, cosas de casa, café, hacer la comida, comer, café, escribir, merienda, café, perras, leer, cena, café, perras otra vez, TV... Algo así es lo que viene a ser un día típico de confinamiento para mí con algunas variaciones entre medias como tomar algún café. Si hay algo que se me da bien es adaptarme a la situación que toque y, al menos de momento, lo llevo bien. Mientras siga habiendo café puedo prescindir de papel higiénico.

Otra cosa que esta semana nos va a favorecer es que dan un desplome de las temperaturas de tres pares de narices. Ojalá haga malo. Pero malo, malo, malo, para que, cuando abran las puertas de los toriles y podamos salir de nuevo al exterior, nos metamos de lleno en la primavera y verano que nos merecemos. Cada día falta un poco menos para volver a nuestras rutinas de siempre. ¡Que no cunda el pánico, maldita sea!

Estamos viviendo un montón de situaciones nuevas que nadie podría haber imaginado ni en la mejor película de ciencia ficción. Es importante adaptarnos a todo ello y ser conscientes de que es algo temporal. Tan temporal como muchos sentimientos que siento dentro de mí sobre cosas y situaciones que jamás pensé que tendría.

Por ejemplo y así a bote pronto, jamás había tenido en tan buena estima a mi rodillo. Siempre fue un artilugio, apoyado en una esquina de mi habitación de las bicis, al que miraba con desgana y que sólo usaba en semanas en las que el tiempo no me permitía salir a entrenar. Un par de semanas de lluvia y nieve o cosas así, aunque yo siempre he preferido salir y mojarme que encadenar a “La Americana” al potro de tortura. No obstante, a día de hoy veo el rodillo como un artículo de lujo que me permite mover las patas, poner la patata a mil por hora y quitar el gusanillo de ciclismo que, de no ser por el rodillo, a día de hoy sería una especie de boa constrictor.

Seguimos subiendo puertos en esta vuelta por etapas.
Imagen de archivo de RTVE

Otro sentimiento raro, nuevo y diferente es el que tengo ante el cambio de hora que se ha producido este sábado de madrugada. Para empezar, me tocaba trabajar y este cambio me ha chuleado una hora de sueño. Normalmente no me importaba porque pensaba: “vale la pena por tener más tiempo de luz para, por ejemplo, qué sé yo, salir con la bici”. Pero en esta ocasión, ese será uno de los problemas. Más horas de sol durante el confinamiento y claro, eso traerá otro problema. A la hora de salir a la ventana a aplaudir, ya no valdrá salir con cualquier pijama. A las ocho de la tarde será de día. Ya no voy a poder lucir mis pijamas decadentes. Tendré que tirar de los más guapos. Todo son problemas.

Pero bueno. Aun así, sigo mirando esta situación con optimismo. Lo sigo comparando con una gran vuelta ciclista por etapas. Un ejercicio de resistencia, en este caso, mental. Y os puedo asegurar que todo esto que estamos viviendo conmigo no va a poder. Mientras conservemos la salud todo seguirá yendo bien, que no se os olvido. ¡Ánimo!

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