domingo, 6 de abril de 2014

Domingo de sufrido rodaje.

¡Hola a todo el mundo!

Las nueve y media de la mañana y descubro que la rueda de delante estaba pinchada. "Maldición", me dije a mí mismo. Tocaba enmarranarse las manos a primera hora. En fin. Gajes del oficio.

El problema radicaba en que la salida del club es a las diez de la mañana y yo ya andaba justito de tiempo. Coloco la rueda delantera ya reparada, inflo la de detrás, lleno el bidón y salgo de casa.

Cuando llegué a la zona de quedada, estaban todos colocando las calas para marcharse. Por los pelos.

Tras los saludos y los "pero mira quién está aquí", comenzamos a rodar. Hoy me había propuesto ir con la ruta larga. No había muchas diferencias con la corta salvo el tema de la velocidad. 

La verdad es que me encuentro cada vez mejor y tal, pero hoy se salía por la carretera del Ferral, con sus continuos toboganes que minan las piernas, sobre todo si se va a mil por hora. Había que tirar de oficio.

Y este "tirar de oficio" significaba que tenía que buscar una buena rueda para seguir y refugiarme lo más posible. 

Nada más salir de León, la velocidad empezó a subir igual de rápido que llegaban los toboganes dichosos. El grupo se estiró hasta ir en fila. El ritmo era ese en el que si te despistas y dejas dos metros de distancia con la rueda del de delante, la preparas, te das un calentón de los gordos, te cortas y la gente te odiará durante todo el domingo.

Me agarraba a la cruz del manillar, agachaba la cabeza y bajaba un piñón. Se me estaban poniendo las piernas como Conan, como diría el Bukanero.

Y de este personaje tenía yo que hablar, porque fue mi opción de "rueda buena" para no quedarme cortado. En una subida en la que se ve que alguien se despistó y, cuando nos quisimos dar cuenta, el grupo principal estaba como a cincuenta metros, vi cómo el Buka se decidió por enlazar. "Esta es la mía", pensé. Y con más fe que fuerzas, me pegué a la "rueda buena" y agaché la cabeza.

Conseguimos enlazar, recibí una felicitación de mi amigo Buka y ahora me duelen las piernas. Pero el hecho es que, después de varios meses, estaba en un grupo de ciclistas de los de sacar medias de 35 km/h, lo cual era bueno por lo de superarse y haber conseguido mejorar en poco tiempo, y también era muy malo, porque, en efecto, llevaríamos una media de 35 km/h o así.

Terminamos los dichosos toboganes y ya nos adentramos en el Universo Órbigo. Zona llana, con buena carretera y sin viento, al menos hoy. Os podéis imaginar.

Tras conseguir mi objetivo de estar en el grupo, mi siguiente meta era refugiarme lo más que pudiese. Esto me permitía ver la que se estaba formando en la cabeza del pelotón. Yo ya iba bajando piñón y agarrándome abajo. 

Se estaba formando una ruleta de relevos que incluía a Sergio, jamelgo de reconocido prestigio, César, que cuando se pone necio a tirar no entiendes nada, y Buka, que está loco perdido. También había otros clásicos de los grupos rápidos. No sé cómo se llaman por eso, porque siempre te hacen ir tan rápido que no hay momento de conversar.

En esta zona hay bastantes rotondas. La salida de cada una de ellas era un suplicio. Tirón tras tirón, hacían que cada vez me picasen más las piernas, pero estaba aguantando bien. Al borde de la angina de pecho, pero bien.

Cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos en Hospital de Órbigo. Ahí la carretera ya cambiaba. Teníamos que ir en dirección a León por una nacional con mucho tráfico y mucho arcén, lo cual deja éste último lleno de piedrecitas y basuras variadas.

Esta última parte cuenta con varias zonas de repechos de unos quinientos metros cada uno, totalmente rectos. Y como el grupo por aquí no bajaba de 35 km/h, se subían a esa velocidad. Resumiendo. Que la bici se estaba convirtiendo en un potro de tortura.


Ya llevábamos sesenta kilómetros hechos y faltaban como veinte o alguno más, y yo me di cuenta de que, salvo por el castigo propio de la ruta, me encontraba bastante bien. Cada vez estaba más adelante del grupo y no me encontraba mal, así que pensé que no sería mala idea entrar a los relevos. También me invitó a ello César.

-¡Vamos, hombre! Que te lo vas a pasar bien. ¡Que ya sabes lo que es!

No sé si me lo iba a pasar bien, pero la verdad es que rodar a lo bruto por este tipo de carreteras, tirando de un grupo, siempre me ha "molao", así que entré al trapo.

Primero pasa uno, luego otro y ahí estaba yo. Tirando de un grupo de calidad, con gracia y donaire. No os voy a engañar. Estuve como diez o quince minutos dentro de la rueda de relevos, no más. 

Pero ya estábamos llegando a León y me volví a refugiar en la inmensidad del pelotón. Quería terminar el día resguardado. Hubo un momento en el que me quedé el último del grupo y dejé cinco metros. Un repecho, de estos matadores, a mil por hora me estaba haciendo pupa. Menos mal que ahí estaba Jose para ofrecerme su rueda de manera sutil, porque si no, igual aún me estaban buscando. ¡Gracias Jose!

Una vez reestructurado el grupo, tocaba gestionar unas cañas antes de ir para casa. El Buka nunca me falla.

Y así pasé el domingo en lo que ha supuesto un reencuentro con los jamelgos rodadores. A estas horas estoy razonablemente bien para la tralla que nos dimos. Si no llega a ser por las cañas del final....

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