lunes, 11 de mayo de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: "Stage" en la Montaña Central Leonesa.

¡Hola a todo el mundo!

El principal objetivo del fin de semana, en realidad era otro. Estrenar las preciosas equipaciones del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. Tardar, tardaron, sí, pero llegaron. Y lo cierto es que son una maravilla por diseño, colores, calidad y de más.


Pero una vez hecho esto, que sucedió en el momento en el que llegamos al punto de salida habitual, había que dar pedales, como todos los días. No teníamos un plan pre-establecido, sin embargo queríamos hacer unas cuántas horas sobre la bici, con subidas, para ir perfilando la preparación de cara al reto de esta parte del año. La prueba Clásica de los 10.000 del Soplao.

Este fin de semana estaríamos prácticamente solos David, Buka y yo, que coincide que somos los que nos hemos apuntado a la marcha por parte del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN, así que nos daríamos un poco de candela.

DÍA 1. SÁBADO.

El sábado habíamos decidido ir hasta La Vid, subir la collada que une este pueblo con Vegacervera, ascender un poquito más hasta Correcillas y volver por la carretera del río Torío hasta León. Un total de unos 105 kilómetros completarían esta preciosa ruta que, combinada con el grandioso día que hacía, presagiaban una magnífica jornada de CICLOTURISMO del bueno.

Salida, primeras pedaladas y primeras impresiones de la ropa nueva, nuestra piel como club. ¡Qué ilusión nos hace! El año más ilusionante sobre ruedas en muchos años, por no decir que el más ilusionante. Nuevo proyecto, nueva piel y, como decía, nueva equipación. La calidad es muy buena y el diseño no deja indiferente a nadie. Se nos ve de lejos. Si ya de por sí solemos llamar la atención por las chorradas que vamos haciendo, ahora para qué queremos más.

Llevamos manguitos, llevamos perneras y llevamos el chaleco, pero la verdad es que rápidamente uno siente que sobra tanta ropa. Parece que el verano climatológico ha entrado y esto hace que nos vengamos arriba.

Llegamos a La Robla sin mayor novedad, yendo por la carretera de Cuadros que en mi opinión es, más que otra cosa, un carril bici encubierto debido a la cantidad de cicloturistas que la surcan.

Se ha convertido ya en un clásico nuestra parada en un bar de la Plaza de La Robla. Da igual a dónde vayamos, los kilómetros que tengamos pensados hacer o lo que sea. Nosotros tomamos ahí un café porque nos tratan muy bien y el café y el bizcocho que nos ponen están cojonudos. Conclusión. El Bar de Éstas, que es como se llama el garito, nos encanta.



Con el café tomado y la jugada comentada, seguimos nuestra ruta, sólo interrumpida por un control antidroga en plena Carretera de Asturias. No nos pararon, tampoco llevábamos nada encima, con lo que proseguimos con gracia y donaire.

Pasados los túneles y de más repechos que no hacían más que sumar metros de desnivel a nuestras piernas, por fin, llegamos a La Vid. La Collada de La Vid es una subida muy maja. Serán unos 4 kilómetros y algo, con algún desnivel que se agarra bastante pero al no ser demasiado larga, sin problema...a no ser que alguien del grupo ya inicie la ascensión a fuego y los demás le sigan. Creo que todos tenemos un poquito de culpa en convertir esta subida en un verdadero infierno.


No paramos arriba. No teníamos ni fuerzas siquiera para detenernos. Hacía tiempo que no nos estrujábamos así. De vez en cuando no está mal...de vez en cuando. Así que iniciamos el descenso. Un descenso rápido y con más de una curva ciega, así que hay que llevar cuidado. De hecho, al terminar una de las curvas del descenso, nos dimos de bruces con un rebaño de ovejas. Afortunadamente somos prudentes, con lo que no pasó nada más allá de tener que quitarnos alguna que otra garrapata de encima.

También como curiosidad, cerca de Coladilla nos cruzamos con Miguel Ángel Benito. Cómo mola tener de nuevo un profesional en León. Ya era hora.

Vegacervera ya estaba ahí delante y en el desvío, giramos a la derecha y compartimos unos pocos metros de ruta con unos amigos del Club Ciclista Bernesga que estaban ahí de paso. No les convencimos para subir hasta Correcillas, así que comenzamos la subida solos.

Como ya estábamos en plan castigo, pues seguimos así. El primer lanzador de la subida fue Buka, ya no sólo por su relevo, si no también por sus suaves palabras de motivación.

- ¡Vamos, coño! ¡¡Tirad!!
- ¡Que te den por el c__o!

En ese plan estábamos, sí. Pero lo cierto es que consiguió azuzarnos lo suficiente como para no dejarnos llevar y apretar durante toda la preciosa subida de Correcillas, encajonada en un valle super verde y llena de toboganes, con un final explosivo.

Mirad en qué plan estábamos el sábado que, en éste final explosivo del que hablo, ¡hubo hasta spring! Pero recobramos el buen juicio y comenzamos a socializar con dos chicos super majos que había en la fuente y también estaban pasando un gran día de bici.



La bajada, siempre rápida y delicada por la poca visibilidad en las curvas y por la gravilla, nos dejó en la carretera que nos conduciría hasta casa. Para terminar el día, lo mejor que podíamos hacer era llegar a León dándonos relevos y no aflojar.

Conclusión del día, sábado. Como diría una amiga mía....GARBANZADA. Mucha caña, bastantes kilómetros y primera marca de sol en los brazos.

DÍA 2. DOMINGO.

Misma hora. Mismo lugar. Un día increíblemente veraniego (y yo soy un adorador del sol y el calor). Mismos compañeros. Peores piernas. Pero más ganas que el día anterior porque los tres sabíamos que estábamos haciendo un buen trabajo. Este segundo día de castigo sería de esos que las piernas recuerdan, por mal ese mismo día por la tarde, pero por bien en el futuro.

Queríamos hacer kilómetros, aunque se iban a ver marcados en todo momento por el día anterior, que nos había dejado un poco tiesos. Tiesos pero muy enteros y con ganas, síntoma de estar haciendo las cosas bien.

Pusimos rumbo a La Robla un día más. Lo hicimos casi por inercia aunque no sé muy bien si el rumbo era a La Robla o al Bar de Éstas, nuestro bar de referencia en esta localidad leonesa...

Claro ejemplo de la "mirada de las 1000 yardas"
Por inercia, costumbre o lo que sea, la cosa era que ya estábamos en La Robla. Las sensaciones eran de estar con lo justito, al menos yo. El día anterior de esta especie de "Stage de preparación" había sido durillo y, además, yo tuve que trabajar hasta tarde, con lo que sólo pude dormir unas cuatro horas y media. Esto hacía que cualquier pequeño esfuerzo me supusiese un desgaste brutal, pero el día de CICLOTURISMO prometía y mucho.

La ruta que finalmente pergeñamos era un clásico del CICLOTURISMO leonés. Iríamos hasta Robles por el Fenar, tiraríamos hasta las Cuevas de Valporquero y volveríamos por la carretera del Torío.

Así que, sin más dilación de la debida y azuzados esta vez un poco por David, que tenía comida familiar con lo que todo ello supone, arrancamos la maquinaria de nuevo. Tocaba subir el Fenar.

No es que tuviésemos la idea fija de darnos candela, la verdad, pero en nada me vi tirando fuerte para subir a un ritmo alto y llegar a Robles con alegría. Se doblan codos, se agacha la cabeza, se baja un par de piñones y no miras para atrás. Estaba molido, "eslomao", frito, fundido...pero ese tramo lo hice con el cuchillo entre los dientes. Cuando estuvimos en la cima de esta subidilla y recibí relevo, afirmé:

- Recordad esto porque va a ser el último gran esfuerzo del día para mí.

Y no mentí porque si bien fui toda la jornada bien, sin quedarme rezagado y de más, en ningún otro momento del día di tanto de mí como en ese tramo, aunque más que una decisión personal, se trataba de una consecuencia de los esfuerzos acumulados. Vamos, que estaba más "quemao" que la furgoneta de un hippie.

Enfilamos la carretera que nos llevaría a esa maravilla leonesa llamada Hoces de Vegacervera. Pocos paisajes más diferentes y espectaculares hay en León. E ir rodando en bici por aquí es de esas cosas que nunca te cansarás de hacer.



Después de recargar el bidón, encontrarnos con Deivid, del C. C. León y charlar un poquito, ya no quedaban más narices que subir las Cuevas de Valporquero. Ninguno íbamos a darlo todo, principalmente, porque los dos días de entrenamiento bueno ya se notaban y no es que tuviésemos mucho en el depósito a esas alturas del día. Además, veníamos de llevar ropa de abrigo hasta hacía nada y menos y los primeros días de calor siempre se notan. Casi estábamos a 30ºC y, quieras que no, esos también te desgastan algo.

Comenzamos a subir, a buen ritmo pero sin matarnos. La típica marcheta que te permite disfrutar de lo que estás haciendo, sí, pero que te va castigando.




Sin embargo, había alguien dentro del grupo que quería hacerse una prueba de esfuerzo y no éramos ni David ni yo. En efecto, el Buka quería ver qué tal tenía la maquinaria y la secuencia de los hechos quedó registrada en imágenes por casualidad....

Paso primero: a Buka le entra el ardor guerrero que tiene metido dentro del hueso...


Paso segundo: Buka va tomando posición, analizando la situación...


Paso tercero: Buka nos ataca...



Y ya no le vimos hasta arriba del todo. Lo único que pudimos articular fue un, "¡¡no nos ataque, cabronazo!!" que no sirvió más que para ganarnos una mala contestación, pero bueno. Le queremos tal y como es porque es buena gente, qué le vas a hacer.

Muy lejos no podía huir el bueno del Bukanero y David y yo le teníamos controlado a una prudente distancia de unos cien metros o algo así. Además, cuando dentro de un grupo perseguidor alguien dice, "yo no voy a ir a por él", queda todo dicho. Además, yo estaba fundido del todo. Justo en la última recta noté que me estaba entrando el típico hambre pre-pájara que me dio un mal rollo del copón, así que una vez llegamos arriba...



...me puse a beber y comer como si no hubiese mañana. De hecho, tras la confirmación de que íbamos a parar a tomar algo en El Pescador, el bar justo de debajo del inicio de la subida, anclé calas y me tiré para abajo como un loco. Necesitaba más chicha. Los días de "stage" se notaban.



Y mientras nos sentábamos en la terraza del bar a comer y beber, comenzamos a mantener un animado debate acerca de las sensaciones del impacto de un insecto cuando se va en moto. A veces se nos va la pinza, pero quien nos conozca lo sabe más que de sobra.

Justamente aparecieron dos moteros y nosotros, que somos de socializar, pues preguntamos el tema del insecto a uno de estos dos chicos. Encabecé yo mismo la formulación de la pregunta...

- Perdona. Vosotros cuando vais en moto y os da un mos......¡HOSTIA! Tú eres Roberto, ¿verdad?
- Ehhh....Sí.....¡Coño, Dani!

Y así, sin esperarlo, nos encontramos con Roberto, un compañero de estudios al que hacía que no veía como mil años. Y resulta que también hace bici, al igual que su compañero de moto. Y entre conversaciones sobre bicicletas, de caídas y de hombros dislocados cinco punto cero, el tiempo se nos echaba encima y debíamos marcharnos.

Mientras atravesábamos las Hoces de vuelta a casa, enlazamos con un chico que estaba también de regreso a León, con lo que dejamos de ser tres y pasamos a ser cuatro los miembros del "pelotón". Y además nuestro nuevo amigo, con sus ruedas de perfil de un palmo, nos vendría la mar de bien a la hora de rodar por la siempre cansina carretera del Torío.

Pero es que, casualidades de la vida, resulta que el chico de las ruedas de perfil de un palmo, cuyo nombre es David y nos ha encantado compartir kilómetros con él, es colega de Juanjo y Roberto, miembros tanto de nuestro tan querido CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN como de los hermanos del ROLDANAS BTT, con quienes haremos una ruta "Interclubes" y con algunos otros hermanos asturianos.


Ya estábamos llegando a León y las sensaciones eran de haber hecho un gran día de CICLOTURISMO. No pudo ser una jornada más redonda. Colegas, cafés, buen día, temperatura genial, ruta guapa, reencuentros, nuevos colegas y risas. Muchas risas.

En general, ha sido un fin de semana muy muy muy exigente. Hemos hecho bastantes kilómetros y muy rápido. El poso que nos dejan estos dos días es de haber sentado las bases para afrontar más entrenamientos exigentes y así, llegar perfectos al Soplao.

Pero por encima de todo está el haber estrenado la ropa del Club porque ha supuesto la firma, el sello definitivo, de haber completado esta fase inicial de un proyecto tan sumamente ilusionante como es el CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN. Seguimos escribiendo nuestra pequeña historia. Todas son páginas magníficas hasta el momento.

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