jueves, 5 de marzo de 2020

Ciclismo y Café. Tanto monta, monta tanto.

¡Hola a todo el mundo!

De todos los que me conocen un poquitín es sabido que el café me gusta entre mucho y muchísimo. Es muy raro el día en el que no me tomo, no sé, diré que unos cuántos cafés porque hay veces que me da hasta vergüenza confesar la cifra. En mi vida varios son los caminos que han hecho que me cruce con este delicioso fruto. De hecho incluso regenté un despacho de café en el que vendía cafés de especialidad.

Pero es que me parece un producto que está muy ligado al mundillo del ciclismo como creo haber comentado en algún renglón de este blog. Personalmente no hay ruta en la que no me pare a tomar un café. Os juro por lo que más queráis que de verdad no hay ruta sin parar a tomar un café aunque sea súper rápido. Es como que sin ello la ruta está incompleta.

Naked Coffee

Antes de salir de casa también suelo prepararme un café para entrar en calor. Ya vestido de ciclista cojo mi vieja cafetera italiana, con mi blend de Brasil y Colombia, esos granos recién tostados por un barista de reconocido prestigio junto a mi casa, molidos gruesos en mi molino, caliento el agua, cierro todo el asunto y por arte de magia bruta ese zumo de los dioses.

Pero es que, más allá de mi pedrada con el café, existen varios ejemplos del binomio ciclismo-café que a nadie medianamente aficionado a esto del ciclismo se le escaparán, como por ejemplo es el caso de “Café de Colombia”. Esta sería una marca absolutamente ligada al mundo del pedal habiendo intervenido de manera crucial en la formación de un equipo mítico de los ochenta, época del boom de este deporte en España o, al menos, la época en la que se popularizó de manera bestial. Nombres como Lucho Herrera, Fabio Parra o José Patrocinio Jiménez nos evocan a míticas jornadas de puertos de montaña en el Tour, La Vuelta, Giro de Italia, la Coors Classic y un largo etcétera. Escarabajos tomando café, ya sabéis.

Fabio Parra. Foto de www.sitiodeciclismo.net

Pero volviendo a lo más terrenal como puede ser una quedada con nuestra grupeta habitual o con el club o lo que sea, me resultaría muy extraño pensar en una ruta sin parar en un bar de algún pueblo a tomar un café o quedar en algún bar para preparar la etapa del día o cosas por el estilo.

A mí no me van mucho las modas. Ya lo decía mi abuela...”quien va a la moda perece en ella” y según van pasando los años más razón le tengo que dar, pero es cierto que dentro del mundillo del ciclismo, el café y todas las cosinas que lleva aparejado entorno a sí, están de moda. Habitual es ver al profesional de turno colgando una foto en Instagram preparando en su casa un café con una cafetera de un grupo mientras hace filigranas con la crema de la leche y cosas así. También es muy típico ver a profesionales tomando un café y una tostada en un bar de un puerto de montaña después de hacer 120 kms más tres puertos y decir que están gozando junto a los colegas, sin decirnos al resto de los mortales que les quedan otros 120 kms, más otros dos o tres puertos. Eso no lo dicen, en efecto, pero el café sí que lo toman. Seguramente la bebida que hoy nos ocupa sea lo que más nos asemeja a los ciclistas profesionales.

Bizipoz Kafe”. Así es como se llama una cafetería de la que es dueño un viejo rockero del pelotón internacional y para mí un ejemplo a seguir en cuanto a la manera de afrontar la vida. Markel Irizar dejó el pelotón internacional para interesarse por el café de manera seria por lo que tengo entendido y por lo que he leído en el último número de Volata. Este sería otro ejemplo de cómo el café y el ciclismo están absolutamente ligados el uno al otro.

¿Y qué sería de subir el Tourmalet sin parar en el bar de arriba y tomarte, por ejemplo, un café? Estoy seguro que cualquiera de vosotros sabéis de decenas de rutas en las que uno de los puntos clave de las mismas están regadas con café. Un ejemplo más de las profundas raíces del café en el ciclismo o, no sé muy bien si del ciclismos en el café.



Lo que tengo muy claro es que el uno sin el otro y el otro sin el uno no prestarían tanto. Que no os quepa duda de que algunos de mis mejores momentos en la vida se han dado sentado, con la bici apoyada junto a mí, tomando una taza de buen café, mirando a lo lejos, mientras el sol calienta toda esta escena. Al menos para mí, esto sería algo muy parecido a ser feliz.

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