viernes, 4 de enero de 2013

Grupeta Cicloturista León: Elías. Esa gran mentira.

¡Hola a todo el mundo!

En primer lugar, tengo que aclarar que el título de la entrada, a pesar de lo llamativo, no quiere decir que Elías sea lo peor. De hecho, tanto Elías 1 como Elías 2 (porque tenemos dos en la grupeta) son guais, pero el primero (el de toda la vida), por un lado digamos que tiene un problema serio de geolocalización, aunque eso ya es de todos sabido, a pesar de que las Navidades le han traído un GPS, y por otro lado, ayer a Jorge y a mí nos engañó con el pretexto de una caña en la terraza de una bar. No había tal terraza, malditasea. Afortunadamente encontramos otro chiringuito. ¡Qué alivio!

Una vez aclarado el título y centrándonos puramente en la ruta de ayer, lo más reseñable fue que, al menos en mi caso, era la primera salida de 2013 en compañía de la grupeta (más bien una parte de ella). Contándome a mí éramos cinco valientes que desafiaron a las iniciales bajas temperaturas. Luego el mercurio subió muchísimo, pero así de primeras, impresionaba un poco el frío.

Los compañeros habían quedado el día anterior e hicieron la ruta del Fenar por La Robla, así que hoy, para no complicarnos mucho y dado que ir por el llano sur nunca nos ha gustado, pues hicimos la misma ruta pero en sentido opuesto. A la hora de improvisar rutas la verdad es que salen de nuestras cabezas pepitas de oro.

La verdad es que como yo no coincidía desde hace tiempo con los chicos, para que me recordasen bien les di desde el primer momento mucha guerra. Pero no de la de tirar fuerte y forzar sus preparaciones físicas, no. Les di guerra de meterme con ellos y cosas así. Todo esto siempre conlleva un montón de risas, así que creo que por esta vez me perdonaron. Además, como me he dejado bigote (y si eres lo suficientemente chistoso mentalmente acabas de hacer una rima fácil pero efectiva) tenía que hacerme reconocer, por si alguno se había despistado...

En menos de lo que canta un gallo ya habíamos llegado a Robles y teníamos que encarar la subida del Fenar que tantas y tantas veces hemos subido. A estas alturas del año está muy bien ir por aquí, aunque como bien comenté con Jorge, hace unos años sería del todo arriesgado rodar en esta dirección un 3 de enero a causa del hielo y la nieve. Este año, si bien en los altos sí que se ve nieve, a los 1000 metros o así que estaríamos, no había nada de nada. Esto lo comento por si queda alguien que niegue los efectos del cambio climático.

Dejamos atrás La Robla y al poco tiempo, el grupo se dividió en dos. Por un lado se escaparon Elías1 y Elías2 (o Zipi y Zape) junto con David mientras que yo me quedé con Jorge para que éste prácticamente se lanzase de la bici a cambiar el agua al canario. La situación parecía dramática.

Y tras unas cuantas risas y, ah sí, unos cuantos kilómetros, llegamos a León. Desarrollando lo dicho al principio, habíamos comentado el hecho de tomar algo y nos fiamos del criterio de Elías1. Error. Siempre nos pierde cuando toma las riendas del grupo así que ¿por qué sería diferente cuando le damos el mando a la hora de tomar una cañita post entreno? Así que nos llevó a un lugar en el que la terraza que nos prometió, no estaba. Nuestro gozo en un pozo. En ese momento surgió el título de la entrada.

Pero bueno, como por bares no será, fuimos a otro que está regentado por un compañero cicloturista, aunque sea pisapraos, pero yo le respeto igual. Allí pudimos tomar esa cañita que tan bien nos sentó. Así da gusto terminar un entrenamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario