sábado, 15 de septiembre de 2012

Jugando a ser ciclistas.

¡Hola a todo el mundo!

El jueves, junto con el martes, podríamos decir que es el día oficial de QDDA’S. Son los días en los que más compañeros nos juntamos y en los que hacemos más kilómetros (entre semana)

Y este pasado jueves no fue una excepción y nos dimos cita en el punto habitual unos 10 cicloturistas con ganas. Siempre aparecen dudas de hacia dónde ir, aunque casi con total seguridad, y más ahora que hace buen tiempo, nos solemos encaminar hacia La Robla.

Uno de los míticos integrantes del grupo de los jueves, Daniel el doctor, suele tomar una determinación. Subir a Llombera. Y le hicimos caso.

Así que en amor y compaña fuimos en dirección a La Robla con el objetivo de tirar para Llombera, ya sabéis, eso paraíso del cicloturismo. Subida de 5Km que tiene la sorpresa al final, con rampas de las que se agarran.

Hasta llegar a la base de la subida, la verdad es que pocas cosas fueron reseñables. Fuimos a buen ritmo pero sin volvernos locos, yo por fin conocí a Sergio, Juanjo se escaqueó sin disimulo alguno de dar relevos, Elías cabeceaba como un pescaito frito de esos que ha devorado este verano…Todo normal.

Ya en la subida, Manuel y Rafa se medio escaparon y realizaron la subida en solitario. Tomaron mucha distancia, pero en el grupo de los perseguidores, en el cual me encontraba yo, manteníamos la unidad. Creo que lo dije en alto y si no, ya lo hago aquí, pero yo suponía que íbamos a llegar casi a la par de los fugados. Manuel no conocía la subida y el final siempre se atraganta la primera vez. Rafa, que está en un gran estado de forma, había hecho unos cuantos alardes antes de llegar a escaparse en la subida, así que eso lo pagaría.

Por tanto, en el grupo no hubo hostilidades. Mantuvimos un ritmo muy majo hasta que ya encaramos el kilómetro final. Durante toda la subida yo había estado chupando rueda (sí amigos, y no me pongo ni colorao al decirlo) y no había forzado, porque sé que el final es durillo. Así que cuando escuché que miembros del grupo subían coronas, yo bajé una y subí un poco el ritmillo.

Me quedé solo en busca de Rafa y Manuel, a los cuales ya tenía a unos 20 metros, pero como sabía del duro final (insisto tanto porque es que es duro de verdad) aflojé un punto lo que permitió que conectase conmigo otro de los integrantes que me siguió en el acelerón.

Lo que ocurre es que como tenía cerca a los fugados, me entró el Ansia Viva y apreté de nuevo, aunque por los cálculos que hice, ya no me quedaba espacio suficiente como para echarlos mano, así que me conformé con una muy meritoria 3ª posición.

Ahora sólo quedaba encarar la vuelta a casa que nos llevaría, primero por la “carretera” de la Mina (entrecomillo porque ya está a un paso de convertirse en camino de lo mal que está) y después por la carretera de Matallana (siempre dura por que solemos ir a cuchillo por  aquí)

Después de un pinchazo en la “carretera” de la Mina por parte de Óscar el segoviano, ya enfocamos la carretera de Matallana que, tras un parón en la fuente de Pardavé, confirmaba las expectativas de dureza por el ritmo desenfrenado que nos autoimpusimos.

Yo tenía ganas de jugar a ciclista y me mantuve reservón en todo momento. Quería dejar a todos muertos con un devastador ataque en la parte final. Veía como uno tras otro, los compañeros lo daban todo para endurecer el ritmo. Juanjo, que hacía ya 50Km utilizaba como argumento el “es que voy justo” para no dar relevos, ahora era, junto con Manuel, el que más cera nos estaba dando.

Pero pronto llegamos a Villasinta, lugar que tenía marcado para ir cogiendo posición y lanzar un ataque entre éste pueblo y Villaquilambre. Cuando me faltaban dos turnos para dar relevo, bajé dos piñones, me puse en bielas, apreté los dientes y reventé el grupo.

Los que más muertos se quedaron fueron Juanjo y Manuel ya que su plan era atacar en este mismo punto, lo que pasa es que me adelanté. Juanjo, que suele aguantar mis envestidas, a los 300 ó 400 metros logró cogerme el rebufo y, a relevos, llegamos a León en solitario. Al poco, nos alcanzó Manuel poniendo fin a nuestra aventura ciclista.

Lo peor fue que no pudimos despedirnos de todo el grupo porque quedó muy fragmentado y cada unos tomo las de Villadiego, pero bueno, lo pasamos “fetem”.

¡Mañana más!

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