¡Hola a todo el mundo!
Diez menos cuarto en la barra de
un bar. En realidad yo llegué diez minutillos más tarde para no perder las
tradiciones. Ahí y a esa hora (más o menos) era la cita del CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN.
En esta ocasión acudimos Buka,
Manuel y yo. Las rutas de esta época del año molan porque el único objetivo de
salir en bici es pasarlo bien, dejando un poco de lado el ritmo, el número de
kilómetros y de más.
No es que yo tenga un trauma con
el frío ni nada de eso. Sencillamente es que me parece una mierda y no me gusta
nada, así que lo primero que comentamos nada más vernos, además de que soy un
tardón y que con las perneras y el culote de verano parece que voy disfrazado,
fue que ya hacía fresco y cada uno comentó lo que llevaba puesto. Yo, según
Manuel, iba disfrazado, el gracioso de Manuel iba con un traje mixto que
incluía térmica, culote de invierno y maillot de verano (luego el que iba
disfrazado era yo) y Buka iba vestido como si fuese a colonizar el Polo Norte,
con las mejores galas invernales. Aquí cada uno tiene de lo suyo.
Pero lo que sí marcaba bastante
tendencia era nuestro rumbo. Ruta sureña, de esas en las que lo que menos
buscas es una sombra que te deje congelado. Por estos lares ya no se puede
hacer el tonto con esas cosas. Puede que el termómetro marque 10ºC, pero es una
temperatura y una sensación térmica que no dan tregua y no te dejan entrar en
calor.
Sólo nos podría salvar un buen
anticiclón en forma de Manuel dando pedales y no dejando a uno mantener una
conversación tranquila sin que se te llenase la boca de babas, porque intentar
hablar a 30 km/h se hace complicado, la verdad. La chorrada de que Manuel era
el anticiclón que nos hacía falta para la ruta, se convirtió en su mote para el
día de hoy y para la presente entrada.
Bueno, pues resulta que
Anticiclón, Buka y yo pusimos rumbo hacia Mansilla de las Mulas, a otro bar, en
efecto, amigos, para tomar otro café, ver un poco el desfile del día 12 de
octubre y de más. En realidad esto último no era el plan, pero en el bar lo
estaban viendo como si de un partido de fútbol se tratase, en fin. Cosas que se
encuentra uno en mitad de ninguna parte.
Nosotros, a lo nuestro, que era
hablar de anécdotas de las pájaras que ha ido atropando a lo largo de su exitosa
carrera ciclista, nuestro amigo Anticiclón. La de Tarna, la de Ventana, la de
San Lorenzo…qué ganas tenemos todos de ver la siguiente…
Y una gran conclusión a la que
llegó Anticiclón (si es que este apodo no trae más que ventajas) fue que los
compañeros de grupeta somos los únicos que nos vemos los unos a los otros en
situaciones absolutamente límite como una pájara de esas en las que te sientes hambriento,
deshidratado, fatigado y mentalmente roto. Nadie, y digo bien, nadie nos ve de
esa manera. Ni pareja, ni familia, ni nadie. Y los únicos que nos pueden echar
una mano son, precisamente, los compañeros de grupeta que saben precisamente lo
que nos hace falta. Desde agua, pasando por comida, compañía o sacrificio,
quién sabe.
Tras llegar a esta preciosa
conclusión, Anticiclón siguió castigándonos porque Buka tenía comida familiar y
había que llevarle a casa rápido. Nuestra conversación acerca de las aventuras
pasadas nos había comido mucho tiempo lo que, por un lado, aceleró nuestra
vuelta a casa y por otro, me ha hecho pensar en el tema a tratar en la próxima
entrada del blog. Una aventura que nos reunió tanto a Buka, como a Anticiclón
(que os recuerdo que es Manuel), como a un servidor. Me pongo a ello ya mismo…
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