miércoles, 3 de octubre de 2018

Avisados quedáis.


¡Hola a todo el mundo!

¿Os acordáis de mí? Es normal que no os acordéis. Madre mía la cantidad de tiempo que no me remango y escribo algo por aquí. La verdad es que la explicación de mi silencio es la falta de tiempo, por un lado y, a diferencia del resto de la humanidad, mi desconexión de gran cantidad de las redes sociales o, más bien, de aquellas que no me aportan demasiado, la verdad.

Si bien no me he dado de baja de muchas de ellas, lo que sí he hecho es dejar de prestarles atención y, os voy a decir que se puede sobrevivir aquí fuera. Aquí, al otro lado de la corriente generalizada de nuestros tiempos, no se está del todo mal. Podríamos decir que se está hasta más descansado.

En realidad yo me dedico a lo de siempre. Andar en bici, disfrutar de mi familia y de los míos, currar y cosas así. Lo que podríamos llamar una vida normal, siempre todo ello enmarcado dentro de mi particular forma de ser.

Y si rompo mi silencio en el blog es porque hace unas semanas conocí a unas personas muy guays, la verdad. Uno muy relacionado con el ciclismo y otra, no tan relacionada, pero al hablar y de más, salió en una conversación mi tan querido (y olvidado) blog.

Desde ese día me volvió a picar el gusanillo de escribir una entrada. “¡Por los viejos tiempos, joder!”, pensé. Y comencé a buscar algo que mereciese la pena contar o analizar. Fui a subir el Angliru (y hasta aquí mi ración de ego diaria) y me pareció lo suficientemente transcendente como para comentaros algo al respecto. De hecho, empecé a escribir acerca del tema, pero me parecía que era una cosa que a pocos o a nadie les iba a interesar. Este es un blog de bicis y de más, en efecto, pero a los fieles lectores que tuve, les llamaban más la atención otros aspectos del temario como las chorradas, las experiencias o la manera de contar mis anécdotas.

Y en esas andaba yo, pensando en qué contaros, a lomos de mi fiel Americana, porque no he cambiado de bici, aunque si la vieseis ya no la conocéis ya que sólo conserva de la compra original el cuadro. La cosa es que me crucé con una persona montada en bicicleta (me niego a llamarle ciclista o cicloturista y ahora lo entenderéis)

-          -“¡Hasta luego!”
-        -  “……..(no hay respuesta)……..”

En efecto, amigos. No obtuve respuesta a mi amable saludo. Y no es la primera vez que me pasa, ni será la última, ni seré el último al que le pase esto. Y es que me he percatado de un fenómeno que quizás os haya pasado a vosotros también.

Andar en bici, se ha puesto de moda. Y como todas las modas, esto está arrastrando a gente de muy diferente condición. Verdaderos aficionados que se embarcan en esta aventura que es hacerse ciclista, con el mejor de los ánimos y dispuestos a aprender los usos y costumbres tradicionales como pueden ser, parar a tomar el café o saludar a otro ciclista.

Y también esta moda ha atraído a verdaderos personajes a los que me niego a llamar ciclistas, ni cicloturistas, ni nada de esto. Personajes que no saludan. Pringaos que te encuentras en marchas o quedadas y llevan andando en bici dos años o menos y ya piensan que lo saben todo. Verdaderos mequetrefes que se ríen del sudor de esforzados ciclistas en baja forma o muy novatos. ¡Hasta me he cruzado últimamente por aquí a un notas que no lleva casco, por el amor de Dios!

¿En serio que tanto cuesta saludar? ¿En serio que la buena educación está reñida con andar en bici? No lo creo. Es más. Hace algún año no muy distante de este 2018, recuerdo que con sólo ver de lejos a alguien, por la manera de pedalear ya casi sabías quién era. Veías una bicicleta aparcada junto a un bar de algún pueblo y ya sabías quién te iba a invitar a un café y con quién volverías a casa de cháchara.

Os aseguro que no hace tanto de esos buenos tiempos. Y eran buenos porque había un compadreo, una complicidad, un compañerismo, que ya no existen de aquella manera. Y este es el momento en que enlazo aquello de que yo me estaba bajando del tren del exceso de atención a las redes sociales y de más.

Recuerdo un tiempo en el que yo tenía Facebook. Seguro que lo recordáis porque daba bastante guerra por ahí con las entradas del blog, mi música, mis fotos de bici y de más. Y es que a veces, entre muchas de las cosas que podían verse por ahí, observaba a gente que le daba a “me gusta” o a “me súper encanta” a asuntos míos y luego en lo que viene siendo la vida real, como lo de verse por la carretera y saludar y de más, ni ojitos negros. Ahí nace mi rebeldía y mis cabreos cuando alguien no me saluda por la carretera (tranquilos, beteteros, porque por el monte también me he encontrado peña que no saluda)

Así que te hago un llamamiento a ti. Sí, a ti, que llevas una pedazo de bicicleta último modelo, de la mejor marca y más sabroso carbono. Vestido con las más delicadas y suaves lycras, por lo general de colores oscuros, un asco para la necesaria visibilidad, pero qué guapos que vais, ¿eh? También me refiero a vosotros. En efecto, a vosotros. Que habéis empezado hace cuatro días en este oficio, os habéis asociado en peña ciclista o en club, al menos lleváis equipaciones con colores visibles pero no sois capaces de señalar un puto bache en la carretera para que el de detrás no se lo coma con patatas.

Queridos amigos. Sois bienvenidos. Puede que nadie os haya dado la bienvenida y por eso no saludáis. Pues de verdad que sois bienvenidos. Pero, en serio, empezad a saludar de una vez y a señalar los obstáculos de la carretera y a aprender de los veteranos porque os aseguro que sacaréis más cosas en claro que si os quedáis dentro de vuestras cavernas de modernidad y red social “a tutiplé” y equipaciones negras de a 200€.

Aquí afuera hay todo un mundo de gente súper maja y agradable. Está el Rizos, el Rafa, el Elías, el Sergio, el Buka, el Barbas, el Juanjo, el Jona, el Rubio, el Iñaki, el de la bici de acero con un Dura-Ace del diablo, la paisana que lleva andando en bici más años que años de vida tenéis los que acabáis de empezar en esta moda de la bici, el gilipollas del Telecom (que tampoco saluda pero desde hace más de diez años, pero su nombre lo dice todo)…

Podría citaros cientos de personajes que van sobre una bici y que hacen de esta afición algo tan especial. Pero para que os podáis empapar de toda esta cultura ciclista, lo primero de todo es que saludéis al cruzaros con un compañero. Porque con el que os cruzáis es eso. Un compañero de oficio, chavales. Ni más ni menos. Avisados quedáis.

2 comentarios:

  1. ¡Qué bien que vuelvas al blog! Estoy de acuerdo en lo de saludar, pero no solo por educación, a mí me parece bueno por el rollo compañerismo, saber que si tienes una avería o un pinchazo alguien puede parar a ofrecerte ayuda, o cuando te coge la noche poder unirte a un compañero para ir cuidando uno de otro, etc.
    Al final saludar cuesta muy poco y lo que recibes a cambio es muchísimo.
    Posdata:Yo bajando un puerto saludo con un gesto de barbilla o más bien barbona, no me atrevo a soltar más manos, jajaja.
    man_cas

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    1. No sueltes las manos a ver si te desgracias otra vez, eh?!?!
      Cada vez saluda menos gente, es un asco, de verdad!!!

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