¡Hola
a todo el mundo!
No
sé si sólo me sucede a mí y espero que no porque de no ser así,
quedo en mal lugar y daría a entender que soy un vago y alguien sin
ningún tipo de inquietud, pero resulta que el otro día fui a Llamera, un pequeño municipio muy cercano a mi pueblo, es decir,
Boñar.
La
clave del asunto es que es la primer vez que me dio por coger el
desvío hasta este pueblo de la montaña leonesa. Habré pasado por
el desvío que te permite llegar hasta allí, aproximadamente diez
millones de veces tirando por lo bajo y sin exagerar. Y resulta que
hay una subida de unos 2 km al 5% súper bonita y muy
entretenida se ascender, además de que Llamera es un pueblo muy
bonito, ¡mira tú!
Mi
reflexión es: ¿cuántos lugares me estoy perdiendo por pura pereza
o por no “perder” quince minutos en desviarme un poquitín del
camino? Porque es que ahora tengo unas ganas enormes de volver a
subir a Llamera. ¡Que es del tipo de subidas en las que yo disfruto
como un perrín pequeño! Al 5 o al 6 por ciento en donde te exprimes
todo lo que quieras en función de las ganas que tengas. No de esas
cuestas de cabras, que también adoro, la verdad, pero que en ellas
sufres sí o sí.
¿Os
pasa también a vosotros en vuestros territorios? Pensad en cuántas
veces habéis pasado por delante de un desvío a un pueblo en el que
pone “2 km” y no vas porque piensas que, para dos tristes
kilómetros, no vale la pena.
Son
de ese tipo de reflexiones que me da por pensar así, mientras
preparo unas lentejas para comer y pienso en qué rutas voy a hacer
esta semana. Chorradas ciclistas que pasan por mi mente.
Más
chorradas ciclistas que pasan por mi mente. ¿Habré acabado por fin
con ese dichoso ruido que parece provenir de las roldanas del cambio?
Porque me lleva dando por el saco dos meses y hasta que no he
desmontado y dejado impecables las dichosas ruletinas no ha parado de
sonar pero necesito una segunda ruta de confirmación silenciosa. Y
esto también me hace pensar en mi necedad al haber desmontado y
limpiado en estos dos meses, no sé, unas diez veces el pedalier para
llegar a la misma conclusión. El ruido no venía de ahí.
A
ver que se me ocurra alguna otra chorrada ciclista. ¡Ah, sí! En
relación con esto de los ruidos, no hago más que pensar en que si
la industria de las bicicletas nos quita la posibilidad de poder
tener máquinas con frenos convencionales, es decir, NO DE DISCO
(dicho a sí en mayúsculas, maldita sea) ¿qué vamos a hacer los
tarados de los ruidines con este asunto? Porque por encima del debate
de que si los frenos de disco bien o mal (que para mi manera de
verlo, MUY MAL), lo que es innegable es que los frenos de mier....
digooo, los frenos de disco son mucho más ruidosos que los de
herradura, debido a pequeños desajustes y roces. Es cierto que se
soluciona de manera sencilla, pero me parecen una castaña infumable.
¿Qué necesidad hay de complicar un aparato, la bicicleta, que
siempre destacó por su sencillez, introduciendo elementos que
complican el asunto como los ejes pasantes, el freno este de las
narices y alguna que otra “innovación” más?
Y
otra chorrada ciclista que va en relación con esto último es que si
me diese a día de hoy por cambiar a La Americana por cualquier
motivo, que hoy por hoy no se me ocurre porque mi bici es genial, me
gusta, hemos vivido mucho juntos y cada día va más y más fina, la
verdad, algo que me estoy planteando es encargar una bicicleta hecha
de manera artesanal. Son varias las empresas que se dedican a ello y
estoy viendo últimamente unas bicis construidas a base de titanio
que son una verdadera maravilla y que si tú así lo quieres, te las
montan con frenos de herradura. No se disparan mucho de precio a
decir verdad, dentro de que no son baratas precisamente, pero según
está a día de hoy este asunto de las bicicletas en el que cualquier
bicicletucha de carbono (o más bien mucha resina con algo de
carbono) te cuesta más de 2000€ montada con unas ruedas
verdaderamente tristes, pues en relación calidad precio, una
bicicleta hecha a capricho no sale tan mal.
Legend By Bertoletti. Bicicleta hecha de titanio |
Como
veis, un ciclista de andar por casa como soy yo tiene muchas
chorradas en la cabeza que si las planteas a alguien que no esté en
tu misma sintonía pueden parecer verdaderas mamarrachadas, pero los
ciclistas somos así de frikis, la verdad. Saludo a todos los frikis
ciclistas, por cierto. Como podéis comprobar, no estáis solos en
vuestras comeduras de tarro.
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