¡Hola a todo el mundo!
Ayer no pude escribir una
entrada, ni hacer rodillo, ni nada. Bueno, en realidad eso de “nada”,
no es del todo cierto. Sí que estuve haciendo algo. Y es que día
tras día la habitación de las bicis se nos ha ido más y más de
las manos a María y a mí. En cuanto María lea esto ya verás qué
movida porque tengo que reconocer que a quien se le ha ido de las
manos es a mí.
Vamos a partir desde el
comienzo que es desde donde empiezan los mejores viajes. Con el paso
de los años uno ha ido amontonando más y más material. Primero
empiezas con una bici, sin ningún repuesto de esos que tienes “por
si acaso”, tienes un par de maillots, un par de culotes, un
conjunto de invierno, unas zapatillas, un casco y listo. Al final,
eso entra en cualquier sitio.
Pero sigue avanzando tu
vida ciclista, la mía ronda ya los veinte años de pasión absoluta,
y dicha pasión ocupa cada vez más espacio tanto emocional como
físico. Pasas a tener dos o tres bicis, medias docena de conjuntos
de verano o alguno más entre lo que te dan en las marchas y tal,
luego tienes desparramado por todos los sitios repuestos cada vez más
rocambolescos, cubiertas, dos juegos de ruedas, dos o tres cascos,
gafas de sol y es que no sigo porque ya me estoy volviendo a agobiar.
Por una u otra razón he
tenido que hacer un montón de mudanzas en lo que llevo de vida y
cada vez se hace más complicado el moverte de un sitio a otro con
este equipo ciclista. Cada vez parece más un equipo Continental en
desplazamiento que una mudanza, pero es que además de condicionarme
el movimiento, todo este asunto condiciona el seleccionar una u otra
vivienda.
Al principio, con tener
un rinconcillo me servía. Ese rinconcillo, sin saber muy bien cuándo
ni cómo, pasó a ser media habitación hasta llegar el momento en el
que necesito una habitación destinada a tal efecto.
En medio de esto, María
se aficionó al ciclismo, primero como una manera de hacer algo al
aire libre y luego pasó a ser algo que condiciona muchas cosas de su
vida. “El ciclismo engancha, María”, le dije en su momento sin
que ella me tomase demasiado en serio. ¡JA! Y si ya compra vestidos
pensando a ver de qué manera le tapan el moreno ciclista, pues por
supuesto que necesita un espacio tanto para la bici como para todo el
equipo.
El resumen de esto es que
la habitación de las bicis estaba reventona ya que si a todo lo
anterior le sumamos que yo creo que tengo un poco de Diaógenes, pues
como resultado tenemos una situación que roza el peligro. Todo esto
es un poco exagerado, a ver, que tampoco soy un dejado total...
Después de este pequeño
viaje, como os decía al principio, llegamos al día de ayer, que fue
en el que aprovechamos para poner patas arriba la habitación de las
bicis. Nuevo sistemas de anclaje a la pared para las máquinas,
cambio de posición de un par de muebles, selección de ropa,
selección de cachivaches varios, además de la obvia limpieza. Un
día entero dedicado a estas labores, únicamente amenizado por una
soporífera etapa del Tour del '93, es como podría resumiros el día
de ayer.
Pero he de reconocer que
ha valido la pena porque la habitación ha quedado muy chula y mucho
más habitable, esto último es importante habida cuenta de que estos
días es donde estamos haciendo rodillo y cualquier día podríamos
tener un accidente o algo así. Pero que tire la primera piedra quien
no tenga un espacio dedicado a la bici y que nunca se le haya ido de
las manos, ¡maldita sea!
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