lunes, 13 de abril de 2020

Saborear como nunca antes lo hicimos.


¡Hola a todo el mundo!

“Hay muchos kilómetros de carretera esperándonos. Me parece que cuando podamos salir los vamos a saborear como nunca lo hicimos antes”.

Estoy seguro de que a mi buen amigo Jon no le parecerá mal que cite textualmente una frase suya. Fue parte de una conversación vía mensajes de móvil, como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta el confinamiento en el que vivimos y teniendo en cuenta también que nos separan unos 500 kms o algo así de nuestras respectivas casas.

El haber conocido a Jon es una de las cosas más positivas que me ha regalado este blog porque nos conocimos hace ya unos añitos gracias a que él leía y lee las cosas que yo escribía y escribo y él visitaba y visita León de vez en cuando, así que cada cierto tiempo tengo la grandísima suerte de compartir kilómetros y charlas con él.

La cosa es que en cuanto leí la frase que prácticamente encabeza esta entrada pensé que daba para escribir acerca del tema porque es algo que yo no dejo de pensar desde hace ya un par de semanas.

El cambio de hora y la entrada de la primavera, con la gran cantidad de olores que se pueden percibir en esta época del año, me están ayudando mucho a que mi cabeza, cada dos por tres, vuele libre por un mundo imaginario a día de hoy. Un mundo en el que yo monto en bicicleta por lugares que ahora mismo sólo pueden estar en mi recuerdo y donde yo he sido feliz.

Una carretera cubierta de una tremenda vegetación que permite pasar parte del radiante sol que, kilómetros después, va a broncear mi piel en los kilómetros finales de un precioso puerto de montaña en donde yo soy absolutamente feliz. No hago más que pensar en esto. Me ocurre muchísimas veces a lo largo del día y en algún momento de debilidad se me ocurre cuestionarme en lo más profundo de mi mente si alguna vez volveré a sentir esas cosas.


Como digo, sólo es un momento de debilidad porque como bien me dijo Jon, vamos a saborearlo como nunca antes lo habíamos hecho.

El mundo que nos vamos a encontrar en cuanto se abran las puertas no me cabe la menor duda de que será un lugar diferente pero no por lo que físicamente hallemos ahí fuera, si no más bien por lo que queramos encontrar dentro de cada uno de nosotros mismos. Sinceramente espero que saquemos un montón de conclusiones positivas de todo esto porque, como dije hace poco, éramos ricos y no nos dábamos cuenta.

Y éramos ricos, sí, pero después de todo, cuando las aguas vuelvan a su cauce, si sabemos hacer un balance interno y nos detenemos un poco a pensar, nos daremos cuenta de que saldremos al nuevo mundo con la convicción de que no es que éramos ricos, si no que lo seremos muchísimo más.

Un paseo será un privilegio, quedar con los amigos a tomar un café será un tesoro, poder ir a visitar a nuestras familias será todo un acontecimiento, poder dar una vuelta en bicicleta será ganar el campeonato del mundo.

Por eso, cuando volvamos a nuestras vidas rutinarias, espero que lo que también cambie, además del mundo en el que nos va a tocar vivir, sea nuestra manera de percibir todo eso que antes considerábamos rutinario y en muchas ocasiones sin valor porque ahí es donde va a residir la fuerza con la que nos levantemos después de todo esto. En saborear las cosas como nunca antes lo hicimos.

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