martes, 17 de marzo de 2015

CLUB CICLISTA ASFALTO LEÓN: 1ª CLÁSICA ASFALTO EN EL COCIDO.

¡Hola a todo el mundo!

No sabíamos a qué le teníamos más ganas. Si al trazado de la ruta, un lugar poco transitado debido a la distancia desde LEÓN, si al hecho de seguir haciendo historia con el Club Ciclista Asfalto León, si al propio domingo entre amigos o si al pedazo de cocido maragato que nos esperaba en Santiago Millas cuando llegásemos.

Seguramente le teníamos ganas a todo lo anterior. Y todo lo anterior se hace llamar la 1ª Clásica Asfalto en el Cocido.

Esta nueva clásica se pergeñó mientras dábamos pedales en la 1ª Clásica de Rioseco de Tapia y la idea surgió del Titán de la Sobarriba, o lo que es lo mismo, el gran Cecilio. 

Que si yo de vez en cuando ruedo por ahí, que si sé de un sitio que ponen buen cocido. Consecuencia de estos comentarios lanzados al aire. Se organiza algo y punto pelota. 

Y así fue, porque en realidad, teniendo las ganas que tenemos, sumado a que somos de fácil movilización, las consecuencias de estas cosas suelen terminar en ruta. Es más. Este domingo alguien pronunció "Riaño", pero eso aún está por ver.

Pero centrándonos en la Clásica que nos ocupa, la mañana en León amaneció fría y gris. Habíamos tenido una semana primaveral cien por cien, pero este León es así. Y como contra el clima nada podemos hacer porque no depende de nosotros, pues seguimos con nuestro plan. Y eso que la amenaza de lluvia, sinceramente, no era algo totalmente descartable pero, ¡al cuerno! Un cocido y un gran día de ciclismo nos esperaban.

Y, además, nos esperaba Óscar, el Caimán de Sanabria que también se ha venido con nosotros al Club Ciclista Asfalto León. Es nuestro socio de competición. Si alguien quiere retarnos, nosotros presentamos a Óscar. Compite con otro nombre y otra piel, pero en su faceta cicloturista, es uno de los nuestros. Y yo hacía que no le veía mucho tiempo y me hizo muchísima ilusión. De hecho, para mí era uno de los alicientes. Gran persona, gran amigo y gran ciclista en general. Y lo que organiza todos los años en Sanabria, ya habrá crónica del evento, pero es impresionante.


Habíamos quedado a las nueve de la mañana, en el lugar habitual para días de movilización. Yo había trabajado hasta tarde y se me pegaron un poco las sábanas, así que Cecilio me riñó. Sólo un poco, pero la bronca de un Titán, es la bronca de un Titán y punto. Esto me recuerda a esa escena de La Escopeta Nacional en la que el Marqués de Leguineche le dice a su hijo, interpretado por José Luis López Vázquez, "un hombre en la cama, es un hombre en la cama", a lo que López Vázquez, responde, "respéteme, padre", pero en fin, no me voy a dispersar más.

Iniciamos, como digo, la marcha unos minutos tarde por mi culpa pero, sin mayores contratiempos, llegamos a una hora razonable a Santiago Millas, localidad maragata y que, a las horas a las que desembarcamos allí, estaba desierta. 

Entre que montábamos las ruedas en las bicicletas y nos terminábamos de colocar los culotes y tal, abrió Casa Lucinio para poder empezar el día con un café encima, porque hacía un frío del tres, y así disfrutábamos del aroma de los garbanzos haciéndose y que después nos comeríamos en este mismo mesón, totalmente recomendable, por cierto.

Y emprendimos la marcha. Y comenzamos a descubrir la maragatería, esa zona misteriosa, con carreteras estrechas y parcheadas, de esas que convierten una jornada de cicloturismo en algo un poco más atractivo de por sí. Esas carreteras por las que suelen rodar los compañeros del Piñón Cortés de La Bañeza y los compadres del Club Ciclista Astorga. De hecho, nos cruzamos con un pelotón de cicloturistas que estaba compuesto por una mezcolanza de estos clubes. Buena gente todos ellos. 

Esto nos recordó que por esta zona por la que ahora rodábamos como Club Ciclista Asfalto León, el Piñón Cortés ha organizado algún año la Marcha Cicloturista Primavera y que es algo a lo que tenemos pensado varios socios, acudir y gozar del buen cicloturismo de los compañeros de La Bañeza.

Lo primero que destaca del trazado diseñado por Cecilio, del trazado de la 1ª Clásica Asfalto en el Cocido, es que hay un elemento que preside todos nuestros movimientos. Un elemento al que hay que reverenciar porque no deja de ser un lugar venerado y dedicado a los dioses. El Teleno era el espectador de todo lo que hacíamos. Sus laderas nevadas, su fortaleza sujetando las nubes amenazantes, su altitud. Te hace sentir un poco pequeñajo pero somos valientes. Somos ciclistas.

Poco a poco, íbamos atravesando varios pueblos de la zona. Que si Destriana, que si Castrillo de la Valduerna, que si Tabuyo del Monte. Una cosa nos quedaba clara. La Maragatería tiene una arquitectura especial y que, en mi opinión, es preciosa. Y no sólo eso. También hay que decir que los pueblos están cuidados y siguen todos un patrón. Este tipo de piedra, esta forma de tejado y cosas así. Estos detalles son los que hacen que los pueblos resulten atractivos al visitante y nosotros lo éramos.

Personalmente, y hablando de bicicletas de nuevo, yo no tenía mi mejor día. Tenía un sueño del copón, pero todo lo que había a mi alrededor llamaba mi atención. Vega explicando algo de algún monte o algún pueblo, Cecilio contando algún chiste, Buka y Óscar poniéndose al día, Rubén contando alguna historia de sus kilómetros pasados por la zona, David aguantándome de vez en cuando alguna vacilada, Fernando maquinando algo y Susana aguantando mis chapas, porque cuando tengo sueño, estoy hablador (más aún, para los que me conocéis). 

En menos de lo que canta un gallo, ya habíamos hecho más de 25 kilómetros y hallamos el lugar ideal para hacer una parada y sacarnos alguna foto de familia. Un precioso corral, presidido por un Maragato, en Luyego de Somoza.



La verdad es que la temperatura había subido bastante con respecto al inicio de la marcha y el viento ya no nos pegaba tanto. Algo estaba frenando el frío. No sabíamos muy bien lo que era, pero llegamos a Filiel, cambiamos de rumbo y comenzamos a subir una colina. Las vistas que estábamos dejando atrás eran, sencillamente, impresionantes.



Una vez terminada esta ascensión, ésta nos dio paso a una pequeña meseta en la que ya se escucharon las primeras sugerencias. "Podíamos parar a tomar algo, ¿no?", "¿no hay bares por aquí?".

Así suele comenzar todo y, por regla general, siempre alguien conoce alguna taberna. Lucillo era el pueblo más cercano y, aun teniendo bar, y contando éste con cierto aliciente, y hasta ahí puedo leer, decidimos seguir un poco más adelante y llegar hasta Santa Colomba de Somoza.

Había que bajar unos kilómetros. Estábamos cambiando de cara de la montaña y, justo en este momento, descubrimos que quien estaba protegiéndonos del frío y el viento, era esta santa colina porque, justo de este otro lado, la temperatura había bajado como cinco grados y un aire, más que intenso, muy molesto, nos comenzó a acompañar en nuestro viaje.

Así que apretamos el ritmo, formamos un sólido pelotón y llegamos al bar prometido, espoleados por las ganas de cafeína, de tortilla o de ambas...




Con las pilas cargadas, el pis echado y la tapa comida, proseguimos nuestro camino y en breve, comenzaríamos a ir en paralelo por el Camino de Santiago. Aunque una de las anécdotas del día se iba a producir justo en el instante en el que nuestro rodar se iba a cruzar con El Camino. 

Según salimos del bar, la verdad es que nos dispersamos un poco. Se hicieron tres grupillos, separados todos ellos por escasos cincuenta metros, a ver si me entendéis. El último de estos grupos estaba formado por Óscar y Fernando que, ni cortos ni perezosos, tomaron dirección Foncebadón-Cruz de Ferro. Ahí les tenéis. Con un par. Así que Buka y Cecilio, cuando nos dimos cuenta, fueron a buscarles. Se pusieron a darle a la lengua y se les quedaba corta la ruta, se ve. Querían alargar por Ponferrada.

Esto me da pie para introducir otro de nuestros retos. A parte de ese de Riaño que parece que alguien ya pronostica, también tenemos idea de hacer una ruta circular por, precisamente, Foncebadón-Cruz de Ferro y el Manzanal, pero más adelante.

Por lo que respecta a la 1ª Clásica Asfalto en el Cocido, nuestros pasos, o más bien nuestros pedales, se dirigían ya hasta Astorga, y nos encontrábamos ya en Castrillo de los Polvazares. Una de las cosas más buenas de esta ruta ha sido que durante casi todo el trayecto, el tráfico es prácticamente inexistente. De hecho, en la carretera de Castrillo, por la que ya sí que pasaban coches, al llevar toda la mañana sin la compañía del tráfico, los coches molestaban un poco más que de costumbre. Qué bien habíamos estado toda la mañana, rediós.

Ya divisábamos Astorga y, lo que era aún más importante. Casi saboreábamos el cocido Maragato que nos esperaba en Casa Lucinio. Los días de ruta del Club Ciclista Asfalto León, la verdad es que no aprovechamos para castigarnos en cuanto al ritmo, pero sí es verdad que estamos todo el día subiendo algo y no hacemos pocos kilómetros, con lo que hacemos muchas horas sobre la bici, que es lo que toca. Esto hizo que en Astorga ya hubiese voces que comentaban que había hambre.

Quedaba la última parte. Quedaban, tan sólo, quince kilómetros y todos teníamos ganas ya de sentarnos en la mesa del restaurante. Sin ir más lejos, yo llevaba un rato pensando en esos garbanzos, acompañados de un poco de "vino-gas" y perturbaba mi mente todo ello. Así que cuando, a falta de cuatro kilómetros, Vega y Cecilio dijeron, "tramo libre", me agarré abajo, bajé varios piñones y puse la bici a cincuenta kilómetros por hora. Quería cocido y lo quería "¡YA!". 

Seguido por Óscar, llegamos al final de esta maravillosa ruta. Poco a poco, llegaron todos. Buka, David, un perro que nos estaba atacando a todos, en fin, cosas que pasan.

Ya sólo quedaba subir el puerto más duro de todos...



Así que, como conclusión de todo esto, se podría decir que ya estamos esperando una nueva edición de la CLÁSICA ASFALTO EN EL COCIDO. El Club Ciclista Asfalto León sigue escribiendo, con letras de oro, los renglones de una historia que nos está haciendo disfrutar, muchísimo, de todo. 

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