¡Hola a todo el mundo!
Efectivamente, tras la tormenta de la cena de la Grupeta que, por un motivo u otro, supuso un poco de parón, ya llevo estos días sumando kilómetros y kilos de acero levantados de nuevo. De hecho hoy tocó gimnasio.
Lo más curioso de ir al gimnasio, entre unas cuantas cosas, porque eso es un mundo especial, es que al día siguiente me apetece muchísimo salir a rodar. Casi es como si lo necesitase. Y no por el hecho de soltar piernas y todo ese tema, que también, sino por la sensación única que te da la bicicleta de libertad.
Y sé que es una moñada y un tópico, pero lo que también sé es que es muy cierto. Hacer gimnasio está muy bien por lo que supone para el físico. Puedes trabajar de manera más específica ciertos músculos, al ser más específico tardas menos en entrenar y, qué demonios, no pasas frío, pero la bici...¡Ay! Qué tendrá esta condenada máquina.
Es más. Esto seguramente es demasiado obvio como para ser expresado, pero lo voy a hacer. Lo que más me atrae del cicloturismo es el hecho de estar en contacto con la naturaleza, esa sensación de libertad, etc. Todo eso. Por eso me parecen unos héroes todos aquellos que se suben a las bicis de spining o cosas similares y están una hora o más. Yo, que alguna vez lo he hecho, envejezco varios años cada vez. Es durísimo. Muy parecido al rodillo, pero con éste, al menos, estás en tu bici o similar, en tu casa, etc.
Así que mañana tengo la sana intención de despejar la mente a los mandos de "la Americana". Pretendo hacer una rutilla de entre 50 y 60 kilómetros. Eso sí. Si el tiempo lo permite porque la cosa no pinta bien.
Todo parece apuntar a una misma dirección. La ruta del Fenar. Y el momento adecuado parece ser por la tarde al tener ciertos asuntos matinales, pero todo puede variar debido a nuestro amigo el sol, que por estas fechas deja de ser un astro para convertirse en una anécdota, así que mañana ya os contaré qué pasó.
¡Nos vemos amig@s!
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