¡Hola a todo el mundo!
¡La subida de Igea ya está conquistada! Lo prometí y ya está hecho. Y no de una manera normalita. ¡No señor! Hoy decidí meterme entre pecho y espalda uno de esos entrenos de más allá de 150 ppm de normal y en la subida 180 ppm, pero vayamos por partes.
Tras los primeros kilómetros de calentamiento, en mi mente surgió la idea de hacer un entrenamiento pata negra, porque de primeras, no era la idea. Sólo quería hacer la subida de Igea y punto, pero empecé a pedalear fuerte.
La primera parte hasta la subida, como podéis ver en el perfil, pica hacia arriba en todo momento. A partir del pueblo llamado Fitero empecé a rodar fuerte. Mucha cadencia -100ppm- y bien plantado en la bici. En todo momento me sentí muy cómodo. Fue en este momento donde recordé la porquería de mes de abril con la tendinitis. Ahora ya es totalmente oficial que he superado la lesión.
Para acceder a la subida, hay que callejear un poco por Igea. Aquí ya quité el plato sopero y puse el del café. Como el otro día la había bajado, el inicio de la misma no me sorprendió, así que ya estaba preparado con el 34-26. Si me hubiese pillado de nuevas, es el típico comienzo que te corta el rollo para toda la ascensión.
Como podéis ver en el perfil de la subida, y si no ya os lo digo yo, es escalonada. Tiene tres tramos de rampas duras, pero la primera de ellas está nada más pasar el puente que da comienzo a la misma. Decidí mantener la cadencia más elevada posible, así que entre esto y que me conocía este espectacular comienzo, la primera parte la pasé sin mayores dificultades.
Seguí subiendo, a todo lo que daba, ayudado por el descansillo de unos 300 metros al 2%, pero una vez finalizado esto, aparece otro de los escalones de más del 7%. Es corto, pero coincide con unas curvas en zig-zag que te obligan a no sólo estar pendiente de lo que es sufrir.
Terminado esto, y ya haciendo lo que podía lastrado por mis 80kg y los 40º C que había, me enfrenté al último escalón de esta bonita y exigente subida. El 8% de este tramo me obligó a ponerme en bielas y secar lo que tenía reservado para "atacarme" al final, pero decidí usarlo aquí. Los últimos metros son muy llevaderos y me sirvieron para hacer que el corazón recuperase la cordura y bajase de 180 ppm a niveles más normales.
Mi destino ahora era un pueblo llamado Grávalos para tomar un desvío por un descenso muy chulo y ya llegar a casa, pero en la carretera principal me encontré a unos ciclistas de por aquí, así que decidí concluir aquí lo que era el rendimiento, para compartir el resto de ruta con estos amigos, de manera tranquila.
Y la verdad es que gracias a ellos alargué la marcha, porque seguimos más adelante de donde tenía pensado girar y, una vez más, nos adentramos en la provincia de Soria, así que me endiñé un entrenamiento de esos que recuerdas durante todo el año.
Muchas risas con estos chicos y un montón de anécdotas. Por esto también ha valido la pena el entreno.
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