jueves, 16 de mayo de 2013

No hay más que listos sueltos por ahí.

¡Hola a todo el mundo!

Ayer amaneció sorprendentemente despejado para las previsiones que se escuchaban por aquí. Yo me había planteado el día casi como de descanso precisamente por esos augurios lamentables de recesión al invierno (una vez más), pero los rayos de sol me animaron a vestirme de gladiador.

Ya os he dicho que normalmente soy muy indeciso a la hora de seleccionar la ruta, pero ayer lo tenía claro. Tenía que ir a ver de primera mano las consecuencias del incendio que el día anterior alguien provocó, bien con dolo, bien por imprudencia.

Así que me dispuse a subir Castrillino con mi mejor intención y con el corazón en un puño. Había mucho viento pero, aún con todo, se podían oler los rastros de la tragedia. Ese característico aroma a agua y ceniza se me metió dentro y fue un impulso extraordinario para acelerar. Quería ver cuanto antes lo que le había pasado a mi zona de entrenamientos.

El incendio amenazó seriamente la localidad de Santovenia del Monte. En efecto, los primeros ratros del fuego se veían en las afueras del pueblo. Arbustos y árboles quemados, pero nada espectacular. El olor a muerte vegetal era cada vez más intenso, así que me temía que lo de Santovenia era sólo el comienzo.

Continuaba avanzando y cada vez se podían apreciar más y más árboles calcinados. Al terminar de subir uno de los típicos repechos de la zona desde el que se tiene un panorama general bastante amplio, pude comprobar el alcance del drama.

En la prensa valoran el incendio en 800 hectáreas quemadas. Yo lo valoro como un desastre terrible. Lo más triste de todo fue ver quemados tantos robles. ¿Alguien sabe cuánto tarda en crecer un árbol de este tipo? Pues eso.

El resto de la ruta que hice la verdad es que se vio marcada por todo lo anterior. No estuvo mal y, no os voy a engañar, endulcé el carácter con el paso de los kilómetros, pero sólo pensar que cuando pase por la carretera de Santander me voy a tener que tragar todo el monte quemado por la posible imprudencia de alguien que quemó rastrojos en un día de viento, la verdad es que me pone de los nervios.

No hay más que listos sueltos por el mundo.

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