¡Hola a todo el mundo!
Jueves. 16:15. Lugar habitual. Muchas ganas. Y para ser jueves, bastante gente. Ocho motivados cicloturistas componían la Grupeta Cicloturista León. Las condiciones no eran las más oportunas, había niebla, pero la temperatura no era del todo mala y no "meaba" mucho, así que había que empezar a rodar.
Íbamos en dirección a La Robla y una vez allí ya veríamos. Hoy no llevábamos un plan concreto. A mí me apetecía subir El Rabizo, pero primero debíamos llegar, como digo, a La Robla. La sensación de niebla al ir comiendo kilómetros era cada vez mayor.
Los primeros kilómetros los dedicamos a ir conociendo un poco a nuestros nuevos compañeros de grupo. David y Luis. Hoy probaron con nosotros. Yo creo que les gustó aunque el tiempo lo dirá. Como bien dijo Juanjo, en nuestro grupo, la gente entra y luego no suele salir.
Los primeros kilómetros nos sirvieron también para ir colocándonos todos en las posiciones habituales. En mi caso particular, suelo ir de mitad para abajo, no suelo ir el último. Desde aquí consigo soltar chorradas y que todos me oigan. Es genial. Otro que se colocó en su sitio fue Elías1 (al 2 le tenemos malo). En cabeza de grupo, cabeceando y empezando a animar el tema. Fue en ese momento cuando yo hice un comentario clásico: "¡Elías! ¿Sólo tiras eso?"
Total. Que la preparé. Elías tirando a muerte, Jorge siguiéndole, Juanjo atacando...¡y llevábamos 8 kilómetros! Reagrupamos y volvimos a la calma. Esto parecía haber durado sólo un poco...parecía.
Ya estábamos en la carretera de Cuadros. Desde aquí se puede ver la zona de la carretera de Asturias por donde volveríamos en caso de subir el Rabizo, aunque debería de precisar que se puede ver, pero un día normal. Hoy la niebla cubría todo aquello, con lo que la idea de subir algo se esfumaba. De común acuerdo decidimos, una vez llegados a La Robla, dar media vuelta y para casa. Salen unos 60Km más o menos, así que no estaba mal.
La niebla que presidía la salida de hoy, sin dejar mucha agua, estaba convirtiendo la carretera en una marranada de barro, aceite y suciedad en general. Te mojabas por detrás con tu rueda y por delante con la de algún compañero. Y aquí fue donde empezaron a ocurrir cosas curiosas.
La primera posición del grupo suele ser el puesto más odiado y menos querido salvo hoy, que se cotizaba muchísimo. La razón era que, al menos, no te ponía la rueda del de delante como un cirineo. Así que era curioso ver cómo la gente intentaba colocarse ahí.
Ya estábamos de vuelta y empezamos a apretar el ritmo de manera un poco más seria. Después del calentón de los primeros compases estábamos un poco tranquis, sin ir parados, pero sin forzar. No sé por qué, pero en la carretera, en los compañeros, en la atmósfera en general se respiraba ambiente de clásicas de primavera. Pero de las de antaño. Estábamos llenos de suciedad de la carretera, rodando fuerte, éramos tipos grandes en general. Como digo, había algo en el ambiente. Esto me encantaba dada mi afición a ese tipo de carreras. Me sentía como si estuviésemos yendo desde Amberes a Brujas.
Tras todas estas ensoñaciones, pasamos Cascantes y yo ya veía a Juanjo con ganas de prepararla. Al final del año pasado, se convirtieron en clásicos nuestros ataques a la altura de Villaquilambre. Ya conozco sus tretas y, efectivamente, lanzó un ataque fulminante. Yo me encontraba un poco encerrado, pero en cuanto conseguí espacio, me lancé a por él. Conseguí atraparle, no sin esfuerzo, y cooperamos unos pocos cientos de metros hasta llegar a una fuente donde esperaríamos a los demás.
Pero no fue el único hachazo ya que una vez que el grupo nos readmitió, no sin alguna mirada de desaprobación, Jorge se puso al frente del grupo, de manera sobria, y mantuvo un ritmo de los que pican. Juanjo tenía el día alegre y atacó otra vez. Yo le seguí. Tras nosotros Jorge y David. Esta vez no nos dejaron escaparnos. El ritmo, como comprenderéis, ya era rápido. Nada más que el grupo nos atrapó, otra vez,...¡otro ataque de Juanjo! ¡Y yo otra vez detrás! No le llaman el peleón por nada. Y después de esto, otro ataque más y después otro y otro y otro.
Llegamos a Lorenzana como pudimos y con la amistad intacta. Ahora, de camino a León, nos lo tomamos en plan soltar piernas. Menos mal. Había sido un día bonito e intenso. La guinda la debían de poner unas buenas friki-fotos en condiciones, cómo no. Además, para sacarlas echamos como 10 minutos y 10 millones de neuronas...
Y tras este momento "ejército de Pancho Villa", y no lo digo por mi bigote, que está mutando a modo Fumanchú, nos fuiomos cada uno por su lado a sus respectivos hogares, que ya tocaba. ¡Nos vemos!
La primera posición del grupo suele ser el puesto más odiado y menos querido salvo hoy, que se cotizaba muchísimo. La razón era que, al menos, no te ponía la rueda del de delante como un cirineo. Así que era curioso ver cómo la gente intentaba colocarse ahí.
Ya estábamos de vuelta y empezamos a apretar el ritmo de manera un poco más seria. Después del calentón de los primeros compases estábamos un poco tranquis, sin ir parados, pero sin forzar. No sé por qué, pero en la carretera, en los compañeros, en la atmósfera en general se respiraba ambiente de clásicas de primavera. Pero de las de antaño. Estábamos llenos de suciedad de la carretera, rodando fuerte, éramos tipos grandes en general. Como digo, había algo en el ambiente. Esto me encantaba dada mi afición a ese tipo de carreras. Me sentía como si estuviésemos yendo desde Amberes a Brujas.
Tras todas estas ensoñaciones, pasamos Cascantes y yo ya veía a Juanjo con ganas de prepararla. Al final del año pasado, se convirtieron en clásicos nuestros ataques a la altura de Villaquilambre. Ya conozco sus tretas y, efectivamente, lanzó un ataque fulminante. Yo me encontraba un poco encerrado, pero en cuanto conseguí espacio, me lancé a por él. Conseguí atraparle, no sin esfuerzo, y cooperamos unos pocos cientos de metros hasta llegar a una fuente donde esperaríamos a los demás.
Pero no fue el único hachazo ya que una vez que el grupo nos readmitió, no sin alguna mirada de desaprobación, Jorge se puso al frente del grupo, de manera sobria, y mantuvo un ritmo de los que pican. Juanjo tenía el día alegre y atacó otra vez. Yo le seguí. Tras nosotros Jorge y David. Esta vez no nos dejaron escaparnos. El ritmo, como comprenderéis, ya era rápido. Nada más que el grupo nos atrapó, otra vez,...¡otro ataque de Juanjo! ¡Y yo otra vez detrás! No le llaman el peleón por nada. Y después de esto, otro ataque más y después otro y otro y otro.
Llegamos a Lorenzana como pudimos y con la amistad intacta. Ahora, de camino a León, nos lo tomamos en plan soltar piernas. Menos mal. Había sido un día bonito e intenso. La guinda la debían de poner unas buenas friki-fotos en condiciones, cómo no. Además, para sacarlas echamos como 10 minutos y 10 millones de neuronas...
Se entrevén David, Juanjo, Jorge, Luis y yo mismo |
David, Jose, Elías1, Juanjo, Jorge, Bigote y Luis al aparato. |
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