miércoles, 20 de febrero de 2013

Un entreno cualquiera a la carrera.

¡Hola a todo el mundo!

Con mucha gracia y donaire, de buena mañana, hoy salí a correr. Y fue una decisión a vida o muerte porque llevaba dos días seguidos haciéndolo y como no soy un peso pluma precisamente, tres días supone jugármela. Pero decidí hacerlo por dos motivos. Uno, la amenaza de lluvia. Dos, supondría hora y media todo el proceso, incluyendo la higiene personal, así que hablé con la bicicleta y le hice entender que hoy se quedaba en casa.

Para comenzar la sesión, saqué la basura, por lo que los primeros 100 metros troté con una bolsa de basura a cuestas, lo que supuso la mirada curiosa de un par de vecinos. "Cómo está el patio", parecían pensar. Pero como el miedo al ridículo lo perdí hace ya mucho tiempo, proseguí con mi misión, que era, reciclar.

Justo al lado del contenedor había un señor fumando un farias, lo que hizo que una de las bocanadas de aire que inhalé fuese acompañada con bien de humo del cigarro de este buen hombre..."Su p_t_ madre", pensé para mis adentros. 

A partir de aquí, comencé a correr intentando adquirir rápidamente un ritmo constante. Siempre procuro acompasar las zancadas con la respiración aunque bueno, supongo que todo el mundo que sale a correr. La cosa es que esto me costó muchísimo y no se debía a la respiración. Las piernas estaban tocaditas de los dos últimos días. Además de correr, también he estado haciendo ejercicios varios como zancadas, sentadillas y tal, con lo que las tenía cargadas. 

15' después de comenzar el entreno, parecía que patas y pulmones habían llegado a una "entente cordiale" pero sin mi consentimiento, estaban llevando un ritmo muy alegre. Quizás demasiado. Tras parar y realizar alguno de los ejercicios que comentaba antes, proseguí el trote.

Ya llevaba unos 30' de carrera y entre los tutes de días pasados y el ritmo de hoy, ya notaba que el día estaba siendo duro. Me di cuente que también que estaba tirando de brazos para mantener el ritmo, signo sin duda de que me estaba calentando.

Por fin vi a lo lejos la entrada de mi calle. Sólo me quedaban unos 200 metros y al girar para cruzar la carretera, alguna parte de la camiseta toco mi cuerpo y descubrí que la tenía totalmente calada. "¡Menudo día!", dije esta vez en alto. Pero como ya me quedaba nada y menos para terminar, decidí entrar en la calle de mi hogar haciendo un spring de los buenos, para que los vecinos que me vieron con la bolsa de basura y pensaron que estaba chiflado, sigan pensando lo mismo pero que al menos, estoy en forma.

Tras un par de pardieces, me puse a estirar. La cosa marcha.

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