domingo, 18 de marzo de 2012

Grupeta Cicloturista León: "fallo general del sistema"

¡Hola a todo el mundo!

En primer lugar, me gustaría decirle a Juanjo que ya vale con decirme que "te lo dije". Vale, sí, lo sé. Tampoco me gustaría dejar pasar la oportunidad de dar mi enhorabuena, a las bajas de la Grupeta Cicloturista León por la sabia elección de no salir a rodar hoy. Unos por enfermedad, otros por que están de camino de la Bilbao-Bilbao, pero de cualquier manera, gran elección.

Para empezar con la descripción propiamente dicha, habíamos quedado a eso de las 9:45 porque la ruta iba a ser de kilómetros y dureza considerables, así que, para no tener problemas con la hora de llegada, adelantamos la hora de QDDA. La ruta de la segunda etapa del loco mes de marzo, finalmente, tras alguna remodelación en la misma, resultó quedar así: León-La Robla-Puerto de Aralla-La Magdalena-León.

Lo más llamativo de la misma, era que subiríamos hasta el Puerto de Aralla, lo que llamó la atención a varias nuevas caras, que se apuntaron para acometer la subida.

Lo primero que todo buen cicloturista hace, nada más despertarse el día que tiene una ruta importante, es mirar hacia el cielo. Eso es lo que yo hice hoy por la mañana y hoy estaba gris, pero no demasiado amenazante, la verdad. ¿Quien se lo iba a imaginar? Bueno, cada cosa a su tiempo.

Hoy me entretuve un poco más de la cuenta y salí tarde de casa, así que llegué el último al punto de encuentro y ya estaba todo el mundo con ganas de salir. Fue difícil elegir el culote, porque después de una semana llevando el corto, volver al largo, para un adorador del sol y el calor como soy yo, es complicado. Me decanté por el largo, aunque en mi fuero interno pensé: "seguro que a media mañana me sobra".

Comenzamos la ruta y todos comentamos que el tiempo ha cambiado. No cabía duda, dadas las nubes y el frío, pero no nos importa porque la ascensión a Aralla siempre promete.

Si os soy sincero, no recuerdo muy bien el trecho entre León y La Robla. Lo que más recuerdo es que el ritmo era distinto al que solemos llevar en este tramo con la Grupeta. Habíamos formado un grupo de más de 10 personas y sólo estábamos Buka, JR, Juanjo y yo de los de siempre, así que había que adaptarse. Las caras nuevas charlando con las de siempre y todos adaptándonos al ritmo (y yo diciéndole cosas a los que tiraban, todo de broma, ojo)

Ya llegamos a La Robla y allí, el intrépido JR decidió acortar la ruta por Llombera, así que nos quedaban pocos kilómetros junto a él, así que había que picarle un poco. Que si "por qué te vas cobarde" o "no tienes lo que hay que tener", es lo más flojito que escuchó nuestro amigo. Él sabe que todo desde el cariño.

Mientras seguíamos avanzando hacia lo desconocido, nos encontrábamos con compañeros veteranos del C.C. Bernesga que se iban sumando a la causa, aunque no subirían hasta el puerto. Nos metemos por la carretera en dirección a Geras y desde allí, a lo lejos, pudimos ver cómo salía el Sol. Alguien comentó que cabía la posibilidad de que, al final, tuviésemos buen día, sin embargo, un conocedor de la zona comentó que ese Sol, traía lluvia. Yo me quedé con esa frase, pero no pude imaginar en ese momento lo acertado que estuvo el compañero.

Llegamos a Geras y los más veteranos dan la vuelta, mientras que los demás comenzamos con la primera subida del año a este puerto. Las nubes se cerraron en el mismo momento que empezamos a subir. Rápidamente se forman grupos. Un cuarteto en cabeza, yo a unos 50 metros de ellos y por detrás, los demás compañeros subían en solitario cada uno a su ritmo.

Un poco antes de la primera curva de herradura, dentro del primer kilómetro, unas tímidas gotas de lluvia mojaban el manillar. Nadie les dio demasiada importancia. Sabíamos que estaba mal el día, pero sin más. La posibilidad de agua era real, pero como comentó Juanjo, sobre la 1 de la tarde (sí, nos lo dijiste)

Sin mayor novedad, llegamos a la cima. Personalmente, subí muy bien. Siempre con la posibilidad de apretar más porque, gracias al pulsómetro, como os he comentado más de una vez, ahora voy como un reloj suizo. Yo, es ver una de esas señales marrones de los puertos y, manías que tiene uno, toca sacarse una foto, aunque en esta ocasión retraté a La Americana porque le hacía especial ilusión ya que era el primer cartel marrón que veía la pobre. Me puso ojitos y no pude negarme.

Hasta aquí la parte normal de la entrada, con su cicloturismo superbonito, con su algodón de azúcar rosa y todo fantástico. Ahora empiezo con el resto de la ruta. La parte heroica de la ruta.

He de señalar a todos aquellos que estáis pensando en empezar en esto, o que lleváis poco tiempo, que por regla general, el cicloturismo es de lo más maravilloso que hay. No obstante, algún día, por unas cosas o por otras, las cosas se retuercen de tal manera que el día se convierte en un verdadero infierno. Y eso es lo que nos ha pasado a todos nosotros hoy. Que hemos vivido un infierno acuático.

Primero, quiero decirle al hombre del tiempo que, el "pequeño" frente que rezaría la Cordillera Cantábrica,, dejando escasas precipitaciones, no tenía nada de pequeño y de escasas....¡¡¡las narices!!! Lo segundo que quiero decir es que todos los que completamos la ruta de hoy somos unos tíos duros de verdad.

Empezamos con la bajada de Aralla por la otra vertiente. Sabíamos que la carretera de este lado estaba fatal, así que nos la tomamos con precaución, sobre todo el Buka y yo, que nos cortamos rápidamente. Además, los dos, en este tipo de días fríos y con agua nos aplatanamos de tal forma, que no vamos ni para delante ni para detrás, así que nos lo tomamos tranquilamente.

Esas tímidas gotas de agua que nos cayeron en la primera parte de la subida, ahora pierden esa timidez y empiezan a manifestarse de una manera clara. Con esto os quiero decir que empieza a llover. Pero a llover, con dos narices (pongo narices por no poner lo que tod@s pensáis) Además, de este lado de la montaña no hace fresco. No. Hace frío. Para sumar alicientes a todo, la carretera por la que teníamos que pasar ahora, bordea un pantano, con lo que no sólo, la lluvia y el frío, sino que la continua humedad de la zona estaría con nosotros.

Buka y yo, ya no contamos con alcanzar al grupo porque nos llevan mucha ventaja, así que nos lo tomamos con aún más calma, sin embargo, el pelotón está parado en una fuente y nos reencontramos. La lluvia que nos está cayendo encima, es la típica que no te permite levantar mucho la cabeza porque te molesta en los ojos, pero cae tanta que la rueda del compañero de delante te salpica desde abajo, así que estás en mala situación lo mires como lo mires.

El mal tiempo, hay que sumarle el terreno rompepiernas y las malas condiciones del asfalto, así que el primer susto no tardó en llegar, al pisar Juanjo una piedra que a punto estuvo de tirarle al suelo. Esto provoca más precaución si cabe.

Lo poco que podías levantar la cabeza era para mirar a lo lejos e intentar atisbar algún claro entre las nubes, pero no se veía ninguno. Lo que se apreciaban eran nubarrones por todos los lados aún más negros. Yo sólo quería que llegase el Cillerón para subir y poder entrar un poco en calor, pero quedaban aún unos cuantos kilómetros para eso.

Según avanzaba el grupo, Buka y yo nos manteníamos siempre en cola de grupo. La sensación es extraña porque, si bien puedes ir más, no lo haces porque te encuentras agarrotado en general, los dedos fríos como el hielo, los pies lo mismo, cuerpo entumecido y la cabeza no está en ese momento concreto, sino en la ducha de casa recordando lo que es la sensación de calor.

Como os digo, Buka y yo estábamos en cola de pelotón y cada poco nos descolgamos. Nosotros a nuestra bola y totalmente desentendidos, pero como el grupo para otra vez, nos reenganchamos. Por fin llegamos a La Magdalena. Quedan 5 km para el Cillerón, ese momento que yo ansiaba para poder entrar en calor. Salimos del pueblo, acelera un poco el grupo y ya empezamos a subir. Busco a Juanjo y Buka que, junto a Raul, están detrás de mi y hacemos la ascensión juntos. Entramos en calor al fin.

En esta subida es cuando Juanjo empieza a abusar de nuestra capacidad de resistencia.

-Os lo dije. A partir de la 1 p.m. lluvia.
-¡JUANJO! ¡Empezó a las 11:30 por lo menos! Ya no podemos hacer nada.

También fue cerca de esta zona cuando, comentando la jugada con Buka, surgió el título de la entrada.

-Buf Buca. Qué frío! A mi esto me va fatal. Tengo las piernas agarrotadas, los pies fríos, las manos como muñones....
-Fallo general del sistema

No se puede definir mejor. Bukanero. Eres un grande.

Pero faltaba lo que, a mi juicio, fue lo peor de la mañana. Existe una ley física que dice que, todo lo que sube, irremediablemente ha de bajar con una aceleración de 9'8m/s2. La ley de la gravedad. No es que se pueda aplicar al ciclismo al pie de la letra, pero así como subimos el Cillerón, esto significaba que había que bajar algo. En este caso La Hoja. Una bajada de cerca de 10 kilómetros, con lluvia, frío y ahora viento (lo que nos faltaba) era lo que, para mi, supuso la guinda final del pastel.

Empezamos a bajar. Un grupo de unas 6 personas ya se fueron para adelante, porque nosotros hicimos una parada en una marquesina de autobús, así que el grupo se dividió para no juntarse más. Recargar las pilas con un plátano y una palmadita general en la espalda no nos vino mal a nadie.

Retomamos la marcha para, como os digo, hacer la bajada. Yo, así de entrada, ya voy tiritando por la humedad, el frío, los kilómetros (ya habíamos pasado de 100) y, según van pasando los kilómetros de bajada, más tirito. Llego a temer por mi integridad porque en un tramo, a causa de uno de estos espasmos, casi voy al suelo, así que me lo tomo con mucha calma.

Llegamos a Lorenzana. Esto significa que estamos a 10 km de casa. Ocurre lo que me estaba temiendo. Según pasamos el pueblo, deja de llover y nos damos cuenta de que en León y su entorno no ha caído ni una sola gota de agua. La ley de Murphy es más poderosa que la ley de la gravedad.

Por fin llegamos a León. La mezcla de grasa de la carretera, barro, polvo, arenilla, agua y sudor que tenemos encima, da a entender lo que hemos estado haciendo toda la mañana. Una heroicidad. El resultado final fueron unos 120 kilómetros de los que 70 han sido bajo un tremendo aguacero.

Lo más importante es que regresamos sanos y salvos. Sólo mojados y entumecidos. Para el día que nos ha tocado, eso es una muy buena noticia.

¡¡Hasta la próxima amigos!!

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