martes, 21 de febrero de 2012

Gran entreno de 4 horas.

¡Hola amigos y amigas!

Hoy tenía previsto un entrenamiento especial. Sería una larga sesión de cuatro horas. Y, finalmente, cumplí las expectativas horarias. De diez de la mañana a dos de la tarde.

Todo esto, que podría venderlo como una gran proeza, tiene un poco de trampa. Al ser carnavales, los chicos de las escuelas del Club Ciclista León no tenían clase, por lo que se organizaron dos entrenamientos. Hoy de carretera, mi medio, y mañana una ruta de montaña, en la que yo me borro.

La verdad es que, a pesar de ser un entreno con los chicos y chicas de escuelas, ahora mismo estoy cansadete, porque no dejan de ser cuatro horas de bici. Además movidas. Que si para, que si arranca, que si ahora a 15 por hora, que si ponte con estos otros a 30. Así las cuatro horas, pero merecen la pena.

El entreno se dividió en dos grupos. Mayores y pequeños. Con los primeros, salimos a rodar por la carretera. Hicimos una ruta por la que solemos ir con los más "veteranos". León-Villarroañe (y vuelta). Practicaron rodar en grupo, dar relevos, avisar de los obstáculos de la carretera y que empiecen a comer kilómetros al fin y al cabo. Lo hicieron genial. Son muy buenos chicos con los que te lo pasas estupendamente. Al llegar a la zona de entrenamiento (una manzana cerrada al tráfico de 0'5km) rodamos con ellos más fuerte. Siempre hablando de una horquilla entre 25-32 km/h, sin pasarse.

Con los peques, el entreno es distinto. Rodamos con ellos flojito para que se hagan a la posición encima de la bici de carretera, les enseñamos a cambiar, procuramos que empiecen a entender lo que es ir a rueda y cosas así. Te lo pasas muy bien con ellos. Siempre ocurren anécdotas muy graciosas y te das cuenta que, por encima de todo, esto es para divertirse. Además, los niños siempre te enseñan algo.

El año pasado, uno de los niños, Miguel, me dejó con la boca abierta, y me hizo ver lo egoístas e individualistas que nos volvemos con los años. Os cuento.

Estábamos entrenando con los peques y llegó un niño nuevo. Se llama Carlos y, el día de su debut, la temporada ya estaba muy avanzada, por lo que los chicos de su edad iban como tiros. Para más complicación, este muchacho, vino con su bici de paseo, ya sabéis, rueda ancha y posición muy erguida. Esto significaba que no podría seguir a sus compañeros, pero al tener él tantas ganas, nosotros queríamos que probase para ver si le gustaba.

Junto a esta zona, tenemos otra en la que tenemos una gyncana, zona para fomentar las habilidades con conos, pivotes y temas de estos. El joven Carlos, se desmotivó a la segunda vuelta en la que no podía seguir a los niños de su edad. Se enfadó y posó la bici. Parecía que estaba todo perdido. Pero  no fue así, ya que aquí es donde aparece mi pequeño amigo Miguel.

Miguel, era uno de los potrillos que daba vueltas. Os sorprendería a muchos ver la velocidad que un niño de ocho años puede llegar a alcanzar, encima de una bicicleta de carretera, cuando tiene costumbre. Impresionante. Pero a pesar de estar rodando rápido, Miguel se fijó que Carlos se había desilusionado. Aquí fue donde Miguel nos dio a todos una lección. Al pasar junto a Carlos frenó, echó pie a tierra, dejó su bici y agarró la de Carlos acercándosela a éste.

-Vamos hombre!!! Aunque sea la gyncana!!!!

Claro está que Carlos fue a la gyncana con Miguel y le gustó, como no podía ser de otra manera.

Los niños son lo más, así que considero que el entreno de hoy ha sido fantástico. Cuánto tenemos que aprender de los niños. Pensar que hace tiempo todos éramos así...¿En qué momento nos torcemos?

Un saludo a todos!!


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